Processing math: 100%
Mostrando entradas con la etiqueta altruismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta altruismo. Mostrar todas las entradas

jueves, 23 de septiembre de 2021

10. Un universo con objetivo

(volver al índice)



1.   Introducción  
No tenemos evidencia de que exista algo anterior al universo; no hay huellas que sugieran  un objetivo o una intención para su existencia; todo lo que podemos saber ha ocurrido a partir del Big Bang siguiendo las leyes de la física. No concebimos objetivo para las galaxias, las estrellas o los mundos. El ADN no tiene objetivo ni lo tiene un organismo unicelular ni una planta ni un sapo ni un mono ni un hombre. Todas estas cosas existen porque la naturaleza se muestra capaz de construirlas. No hay una previa intención para su existencia. 
 
Sin embargo, en algún momento de su historia, el universo comenzó a generar cosas capaces de construir un objetivo. Una naturaleza sin objetivo hizo al perro, pero el perro persigue el objetivo de comerse un hueso; una naturaleza sin objetivo hizo al agricultor, pero el agricultor tiene el objetivo de sembrar la tierra. En general,  los objetivos son una propiedad de la inteligencia y esta es producto de un largo proceso evolutivo que no tuvo objetivo.  

Esta situación inicial, donde una naturaleza sin objetivo genera criaturas inteligentes con muchos objetivos, evoluciona hacia otra donde el objetivo de la inteligencia es uno solo; un objetivo único, que no es decidido por nadie y que se edifica siguiendo procesos naturales.
 
El principal impacto de la inteligencia, la cultura y la tecnología es dotar al universo de un objetivo único. A continuación, apoyados en todo lo que ya hemos dicho,  reconoceremos ese objetivo, veremos cómo se ha formado, desde cuando existe,  como se extiende por el universo, hasta dónde puede haber llegado en la actualidad y cuál es el significado de su existencia. Con estas ideas concluímos nuestro trabajo.


2.   Del Big Bang a las civilizaciones tecnológicas 

Sabemos que las civilizaciones tecnológicas son posibles porque nosotros somos una de ellas; pero deben ocurrir muchas cosas para que el vasto universo salte del Big Bang a las civilizaciones tecnológicas. Ya hemos contado la historia pero hagamos un resumen.

Después de un inicio vertiginoso y teórico, el universo desagua en una lenta y progresiva formación de galaxias. Un ejército de estrellas comienzan a encenderse y la radiación de energía funda el imperio de las estructuras disipativas en aquellos objetos astronómicos donde esa energía impacta. En el escenario molecular, las estructuras disipativas evolucionan por selección natural priorizando siempre a las más longevas. Finalmente aparecen complejos moleculares que, en medio del proceso disipativo, inducen otros complejos similares. Los complejos moleculares replicativos dan inicio a la química de la vida. De allí en más, la evolución hace el resto. Aparecen los replicadores, las células, la agregación y diferenciación celular, los animales,  las neuronas, las redes neuronales [5.1] [5.2], la inteligencia y la cultura. Nada de esto es una especulación porque nuestro mundo es un ejemplo concreto.

La cultura inicia un nuevo proceso evolutivo. Al igual que los genes, los replicadores culturales saltan de cerebro en cerebro haciendo copias, modificándose en cada copia y potenciando la selección de los más fecundos. La cultura evoluciona mucho más rápido que los genes y cuando el acervo cultural se nutre de objetos lo suficientemente perdurables, comienza a presionar sobre el medio ambiente de los genes, induciendo nuevas formaciones. 

Una cultura altruista actuando mucho tiempo sobre la selección de genes comienza a preferir mutaciones que mejoran el comportamiento altruista. Los mutantes empiezan a sentir cierta necesidad genética de priorizar el bienestar ajeno. El amor fraternal es ese sentimiento genético.

Cuando una especie es capaz de reconocer la existencia de una organización externa que la contiene, ya sea un grupo o una tribu o un  pueblo, y aprende a cooperar con ella, las sociedades se hacen más complejas y la tecnología se acumula y crece. Cuando la tecnología es suficiente para incrementar la edad promedio de las personas, se dispara un período de crecimiento acelerado donde la tecnología y la población se incrementan vertiginosamente, cada una impulsada por el crecimiento de la otra. Una vez iniciado el estallido, una tecnología umbral configura la capacidad autodestructiva y, de allí en más, la supervivencia de la civilización depende del tipo de comportamiento que haya desarrollado su especie.

Tenemos la certeza de que nuestro universo puede construir civilizaciones con tecnología potencialmente autodestructiva porque eso es precisamente lo que ha hecho en la Tierra.


3.   La irrupción de las civilizaciones tecnológicas estables

La mayoría de las civilizaciones con tecnología potencialmente autodestructiva podrían extinguirse como consecuencia de su impericia para controlar las alteraciones que producen [3]. Para poder superar el período crítico es necesario que sus especies tengan una genética mínimamente altruista. Hemos llamado M a este mínimo altruismo.  Si una especie cuenta con esa genética entonces puede superar la inestabilidad típica y volverse perdurable.

Con mayor precisión, dada una civilización donde t es su grado de desarrollo tecnológico, Td es la tecnología a partir de la cual una especie se vuelve potencialmente autodestructiva, a es el altruismo de su especie inteligente y M es el altruismo mínimo necesario, entonces la civilización se hace estable cuando

t\geq Td            y            a\geq M

La primera desigualdad marca el inicio de la inestabilidad típica; expresa que la civilización ya tiene la tecnología suficiente para destruirse a sí misma. La segunda desigualdad indica el grado de altruismo necesario para atravesar esa inestabilidad con éxito [1]. Cuando una civilización cumple las dos desigualdades, se configura una civilización tecnológica estable (en adelante, CiTE). Tenemos la certeza de que el universo puede construir civilizaciones que verifican la primera desigualdad porque nosotros mismos somos prueba de ello. El verdadero filtro está en la segunda desigualdad:  para configurar una CiTE es necesario que el altruismo supere cierta cota M.

Figura 2. Formación de CiTEs

Para que los individuos puedan implementar el altruismo necesario y atravesar la inestabilidad típica es preciso que cuenten con la genética adecuada. El amor es el sentimiento que impulsa a los individuos a asegurar el bienestar ajeno. Su biología es parecida a la de otros sentimientos más mundanos como la sed, el hambre o el sexo. El amor es una genética para presentar comportamientos altruistas.

La inestabilidad típica es un filtro al que llegan todas las civilizaciones, pero solo aquellas cuyas especies tienen la genética adecuada para desarrollar un altruismo mayor o igual que M se transforman en CiTEs y atraviesan el filtro (fig. 2). Los objetos que se seleccionan en el filtro son las civilizaciones tecnológicas pero la característica por la que se los selecciona es el amor fraternal, la capacidad genética de sentirse impulsado a priorizar el bienestar ajeno.

El filtro deja pasar a las civilizaciones altruistas y descarta al resto. No existen allí fuera civilizaciones tecnológicas estables egoístas. Si son egoístas son inestables. Si los individuos fueran egoístas no podrían controlar su tecnología; romperían todo en el intento y sus civilizaciones serían efímeras. Hay una suerte de censor cósmico que limita las formas estables de tecnología en el universo: cuando la tecnología es poderosa, las especies que la controlan son altruistas.

Librado a su suerte, el universo construye una genética para el amor fraternal. No hay un objetivo o una intención detrás; las leyes de la física fabrican amor en cierto grado porque es la única forma de sobrevivir a tecnologías mayores que el umbral autodestructivo. 

Es probable que el amor reverbere en nuestras mentes como una mezcla confusa entre el Jesús del catecismo, la prédica de nuestras madres, las definiciones de Fromm y el sentimiento hacia el sexo opuesto. Descontaminemos nuestras cabezas. El amor es un principio físico. Nadie lo ha decidido. Se construye naturalmente. Emerge como lo hace la inteligencia en una red neuronal; como lo hace la cultura en un grupo endogámico. Si una civilización atraviesa la tecnología umbral, su especie debe asegurar cierto altruismo mínimo para seguir existiendo. Así de simple.  Luego de construir vida, inteligencia y tecnología, el universo construye amor. Tal vez deba fracasar muchas veces y volver a intentarlo o ayudarse con estructuras que ya lo han conseguido, pero finalmente construye amor.

Las CiTEs no son solo formas estables de tecnología, "civilizaciones tecnológicas estables", como las hemos llamado; son realmente civilizaciones amadoras. El rasgo principal de una CiTE es su capacidad de amar fraternalmente; esa es la causa de su existencia; la estabilidad tecnológica es una consecuencia.

Todas las CiTEs tienen la misma cota M de altruismo; el mínimo altruismo necesario es universal. Aunque dos CiTEs no se hayan visto nunca, sus especies deben ser altruistas y su altruismo debe ser mayor o igual que M. Aunque las CiTEs hayan nacido en galaxias lejanas y ninguna señal haya tenido tiempo de saltar de una a la otra desde el inicio del universo, las dos civilizaciones tienen la misma cota M de altruismo. 

La inestabilidad típica es un filtro que construye CiTEs, y cuando el universo construye CiTEs, construye amor fraternal. Toda la estructura interna de una CiTE está dominada por el amor fraternal, su tecnología se dirige a aumentar el bienestar general, a embellecer la naturaleza y a prolongar las conciencias. El amor asegura además un permanente estado de felicidad

Al igual que nuestra civilización actual, las CiTEs estudian su espacio circundante, su sistema planetario, su Sol, las estrellas alrededor y las lejanas galaxias para conocer el origen, la historia y la dinámica del universo. La máxima presunción de una CiTE es que existan otras CiTEs y al igual que nosotros su objetivo es conocerlas y contactarse con ellas


4.   Agregados galácticos

Si dentro de nuestra galaxia las CiTEs son frecuentes, longevas, altruistas y se embarcan en el conocimiento de su espacio circundante, entonces está determinado que se conozcan, se contacten y se asocien. Nuestra galaxia ya podía contener CiTEs 8.000 millones de años después del Big Bang [2]. Si a las CiTEs les lleva 100 millones de años conquistar la Vía Láctea y la asociación entre ellas se forma durante la conquista, entonces 8.100 millones de años después del origen ya podía existir un agregado de CiTEs en la Vía Láctea.

Ya hemos visto como podría formarse un agregado en nuestra galaxia. Una primera CiTE conoce a la segunda y se asocia a ella. La sociedad entre la primera y la segunda se asocia a la tercera; la sociedad resultante se asocia a la cuarta y conforma un agregado mayor. Así sigue la historia cada vez: las  CiTEs asociadas conocen a una nueva CiTE y se asocian a ella. 

El agregado puede conocer especies con tecnología mucho antes de que dichas especies sean estables, o bien conocerlas cuando están atravesando la inestabilidad típica o cuando aún no han ingresado en el período de crecimiento acelerado o aún antes, durante la lenta evolución de la cultura nómade. En todos esos casos el agregado puede intervenir en la cultura vernácula para inducir una nueva CiTE y si tiene éxito asociarse a la CiTE resultante. Pero esta antelación es arbitraria y la intervención puede operarse mucho antes de que exista una especie tecnológica. Convenientemente tratado y esperando el tiempo suficiente muchos mundos pueden formar CiTEs, aunque la intervención inicialmente necesaria no sea cultural sino biológica y la espera pueda durar miles de millones de años. Si nuestro mundo era inerte hace 4.000 millones de años y ahora hay aquí una civilización tecnológica, entonces un agregado inteligente que dure miles de millones de años podría haber intervenido desde el principio.

Como si fueran colonias de bacterias en franca reproducción, 8.000 millones de años después del big bang ya podían acumularse borbotones de civilizaciones inteligentes en la Vía Láctea, capaces de asociarse entre sí y de intervenir en los mundos primitivos en medio y alrededor de ellas con el objeto de optimizar la producción de más y más civilizaciones tecnológicas estables.

El fenómeno va más allá de nuestra Vía Láctea; puesto que todas las galaxias se crearon al mismo tiempo siguiendo procesos similares, entonces todas comenzaron a producir CiTEs y agregados de CiTEs más o menos al mismo tiempo. Diremos redondamente que a partir de un instante T_c estimado en 8.000 millones de años posteriores al Big Bang, el universo comenzó a formar agregados dentro de las galaxias. T_c marca el inicio de la era de los agregados de CiTEs

Si bien la asociación de CiTEs debería ser un fenómeno universal, las características de la asociación no serían las mismas cuando se agregan mundos dentro de una galaxia que cuando se solapan y se asocian agregados galácticos ya formados. Si no se considerara un límite de velocidad, esta observación no tendría sentido, un agregado podría demorar casi lo mismo en trasladarse a un mundo de su galaxia que en intervenir otro de la galaxia vecina, pero en este trabajo estamos considerando que las cosas deben moverse bastante más despacio que la luz.

En la figura 3 mostramos cómo sería el proceso de formación de CiTEs dentro de una galaxia. El agregado de civilizaciones tecnológicas estables interviene en los mundos circundantes aumentando la probabilidad de éxito de los procesos evolutivos que se dan en ellos. Los mundos intervenidos primero producen vida y luego van enriqueciendo el sistema biológico generando especies cada vez más inteligentes. El objetivo de la intervención es obtener una especie tecnológica que pueda adoptar la genética necesaria para formar una nueva CiTE e integrarse al agregado. Como hemos dicho, si no existiera una intervención, todos estos procesos serían más lentos e improbables.


Figura 3. Crecimiento de un agregado de CiTEs 
Los agregados de CiTEs; actúan interviniendo los procesos evolutivos dentro de sus dominios de influencia con el objeto de sumar nuevas CiTEs a su estructura. (CiTE: Civilización tecnológica estable. C: Mundo con una especie cultural pre tecnológica.  Cuadrados verdes: Mundos con intervención biológica.  Círculos negros: Mundos Inertes.)


Todo indica que en nuestra galaxia ya existe uno de estos agregados porque han quedado huellas muy parecidas a una intervención inteligente orientada a que la humanidad desarrolle el altruismo necesario para atravesar una inestabilidad típica y transformarse en una CiTE.  [9.1] [9.2] [9.3]

El grado de altruismo de un agregado de CiTEs debe ser mayor que M porque M es la cota de altruismo de las civilizaciones que se asocian. De este modo 8.000 millones de años después de su inicio, el universo ya puede acumular especies con una genética para el amor fraternal, organizadas en longevas sociedades de civilizaciones.

El afloramiento de agregados de CiTEs es una acumulación de amor en el universo porque las CiTEs que los integran están regidas por una cultura del amor. Cuando el universo construye agregados de CiTEs construye amor. No hay allí ningún objetivo previo, la naturaleza impregna la galaxia de especies capaces de amar porque cuando las estructuras son civilizaciones tecnológicas, una selección natural la impulsa ciegamente a ello.

A partir de la primera CiTE, tiene sentido concebir una tecnología para viajes espaciales y una dinámica universal distinta, con objetos que saltan a voluntad de un mundo a otro. La irrupción de la tecnología espacial marca la aparición de los objetivos longevos. Intervenir en la evolución de un mundo pasa a ser una meta posible. T_c marca entonces el inicio de la era de la inteligencia; la galaxia encendió una luz y esa luz se hizo más brillante integrando una miríada de luces más pequeñas que no para de aumentar, un agregado inteligente formado por innumerables CiTEs

Dominios de influencia

A la región del espacio cuyos procesos evolutivos pueden ser potencial o efectivamente intervenidos por el agregado inteligente en un instante dado lo llamaremos dominio de influencia. Nosotros podemos ir y venir a la Luna, poner telescopios en órbita y explorar la superficie de Marte; de hecho, enviamos sondas al sistema solar para ver que hay allí y si hubiera cosas interesantes, podríamos ir en unos pocos años. El sistema solar es nuestro dominio de influencia. En cambio, tardaríamos decenas de miles de años en viajar hasta Alfa Centauri, la estrella más cercana y no sabemos si nuestra civilización aún existiría cuando volviéramos. Alfa Centauri no está en nuestro dominio de influencia.

A medida que las CiTEs se asocian, su  dominio de influencia se agranda. En la Vía Láctea podría existir un agregado inteligente cuyo dominio de influencia fuera un sector de la galaxia, toda la galaxia o una región formada por muchas galaxias.

Un dominio de influencia posee tres elementos 

  • un agregado de CiTEs (una asociación de civilizaciones tecnológicas estables)
  • mundos accesibles intervenidos por el agregado
  • objetos astronómicos accesibles no intervenidos.  

Fuera del dominio de influencia hay una región que el agregado puede conocer pero sobre la que no puede intervenir. La luz pudo llegar hasta las CiTEs trayendo información valiosa pero no hubo tiempo de viajar hasta esos sitios desde que nació el agregado.  Más allá se extiende la región no observada del espacio, un universo lejano del que aún no han llegado señales.

Notemos que nuestra ciencia divide al universo en dos: universo observable y resto, según que la luz haya llegado hasta nosotros o aún no haya tenido tiempo de llegar. Nuestro dominio de influencia, el sistema solar,  es tan chiquito que resulta insignificante para insinuar una nueva clasificación. Un agregado de CiTEs, en cambio, ya puede tener un dominio de influencia suficientemente extenso para permitir una nueva clasificación: 

  1. dominio de influencia; 
  2. resto del universo observable
  3. universo no observable. 

Los dominios de influencia son sectores del universo observable donde además es posible intervenir.

Cuanto mayor sea el número de CiTEs del agregado, mayor será el volumen del dominio de influencia. Pero esta relación no es continua porque la distribución de mundos en el universo sigue una estratificación evidente: los mundos se agrupan en galaxias, las galaxias se agrupan en nodos y los nodos se distribuyen a lo largo de filamentos (fig. 1). Si un agregado crece hasta que su dominio incluya toda una galaxia, seguir creciendo ya no será tan simple porque deberá saltar a la galaxia vecina, diez o veinte veces más distante que su propio tamaño. Esto hace que exista un orden natural en la conformación de dominios en el universo: primero se forman dominios galácticos y mucho tiempo después comienzan a solaparse. 


5.   Agregación de agregados

Según nuestras cuentas, unos 8.000 millones de años después del Big Bang, ya podían existir agregados galácticos. A partir de allí, la expansión tecnológica sólo habría desembocado en el solapamiento entre galaxias. 

Las galaxias tienen distintos diámetros y están a diferentes distancias unas de otras. La Vía Láctea tiene unos 200.000 años luz de diámetro y su vecina más cercana, la galaxia de Andrómeda está a 2,5 millones de años luz de nosotros. Para trabajar con números cómodos supondremos galaxias de 100.000 años luz de diámetro separadas un millón de años luz unas de otras. A una velocidad de un milésimo de c, el traslado de una galaxia a otra demoraría 1.000 millones de años que es lo que vamos a suponer. Si en efecto existe un agregado de CiTEs en la Vía Láctea desde hace 5.000 o 6.000 millones de años, entonces pudo haberse trasladado en línea recta desde aquí a cinco galaxias sucesivas. Si esto fuera así, el dominio de influencia máximo sería una bola de 10 millones de años luz en un universo observable de 40.000 millones de años luz.

Lo más probable es que cuando un agregado de CiTEs extienda su primer tentáculo hacia una galaxia vecina, 1.000 millones de años después de nacer, se encuentre con que allí ya opera otro agregado inteligente de similares características nacido más o menos al mismo tiempo. Cuando esto ocurre, el dominio de influencia del agregado de la galaxia viajera se solapa con el dominio de influencia del agregado local. ¿Qué sucede entonces?

En el capítulo 8 hemos expuesto las razones por las cuales se forma un agregado galáctico: las CiTEs intervinientes son suficientemente altruistas para comprender que la agregación es mejor que la agresión o la indiferencia; son decididamente parecidas porque atravesaron la misma inestabilidad, el mismo período autodestructivo, los mismos problemas originados por el crecimiento abrupto y la misma presión hacia comportamientos más estables.  

La situación frente al solapamiento de dos agregados galácticos distintos es similar pero más intensa. Los dos agregados han internalizado la cultura del amor. Sus tecnologías tienen por objeto procurar bienestar dentro de sus dominios de influencia interviniendo en los procesos evolutivos de sus mundos para cosechar nuevas formas estables de tecnología (fig. 3). La historia de cada uno es parecida y sus culturas son similares. Si 1.000 millones de años después de nacer un agregado se encuentra con otro en la galaxia contigua, invariablemente se asociará a él.

El resultado de la agregación de dos o más agregados de CiTEs es de nuevo un agregado de CiTEs. El dominio de influencia resultante es simplemente la unión de los dominios de los agregados intervinientes. Pero este hecho nos lleva a un resultado sorprendente: 1.000 millones de años después de la conformación del agregado inicial, todos los agregados galácticos tuvieron tiempo de viajar a las galaxias vecinas y asociarse a los agregados existentes. Como si fuera una fila de niños que de pronto se dan la mano y todos se conectan con todos, el universo observable ya puede integrar un único agregado tecnológico. Lo sorprendente es que el universo observable tiene decenas de miles de millones de años luz de diámetro ¿Cómo puede conformar un único agregado solo 1.000 millones de años después de construir el primer agregado galáctico? Sucede que la velocidad de agregación es mayor que la velocidad de la luz. Veamos un caso concreto.

Figura 4. Velocidad de traslado versus velocidad
de la información

Hemos supuesto que la separación promedio entre galaxias es de un millón de años luz, que cada galaxia ya ha construido un agregado de CiTEs y que cada agregado galáctico tarda 1.000 millones de años en llegar a la galaxia vecina y asociarse con el agregado local (fig. 4). En 1.000 millones de años, el agregado de la galaxia A se asocia con el agregado de la galaxia B, pero al mismo tiempo, B se aleja de A y se asocia con C. Si A integra un agregado con B y B se asocia con C entonces A está asociado a C, y el dominio de la gran asociación es la unión de los dominios de A, B y C.  Después de 1.000 millones de años, todas las galaxias deberían llegar a sus vecinas y agregarse con ellas, de modo que ya existiría un único agregado universal, producto de la unión de todos los agregados galácticos.

En el ejemplo, es obvio que  el agregado de A no tuvo tiempo de conocer al de C pero ya está agregado a él. Para que la información de C llegue a A debe hacer un buen viaje; primero deben transcurrir 1.000 millones de años para que el agregado de A llegue a B y el de B llegue a C, luego un millón de años para que la información de C llegue hasta B y otro millón de años para que viaje desde B hasta A.  Para que  A pueda interactuar físicamente con C, debe demorar 2.000 millones de años en llegar y establecer una base allí y otros dos millones de años para que el primer mensaje llegue de vuelta  desde la base. En total 2.002 años luz.

En resumen:

  • en 1.000 millones de años A se agrega a C
  • en 1.002 millones de años A conoce a C
  • en 2002 millones de años A interactúa físicamente con C 

La galaxia A se agrega a la galaxia C dos millones de años antes de conocerla y mucho antes de poder interactuar físicamente con ella. Esto puede parecer curioso pero el dominio formado por la unión de los agregados de A y C ya no es más el agregado galáctico de A o de C sino una nueva región del espacio a donde puedan intervenir CiTEs de A o de C, pero no necesariamente de ambas. Hay regiones del agregado resultante que pueden ser intervenidas por alguna civilización de la galaxia C a donde ninguna CiTE de A puede llegar aún. Los dominios de influencia crecen con la asociación de agregados a mucha mayor velocidad que c. Si su club se asociara con el mío, usted y yo seríamos socios aunque nunca nos hubiéramos visto.

Si los agregados galácticos nacieron hace más de 5.000 millones de años, entonces

  • Todas los agregados galácticos del universo se asociaron hace más de 4.000 millones de años.
  • El agregado de la Vía Láctea conoce otros agregados galácticos en un radio superior a los 4.000 millones de años luz.
  • El agregado de La Vía Láctea puede actuar en un radio superior a los 5 millones de años luz.

Si la velocidad de transporte físico fuera igual a c, (por ejemplo, desarrollando una poderosa tecnología para la teletransportación de objetos), la tercer alternativa desaparecería. Obviamente, si c tampoco fuera un límite para la velocidad de traslado las CiTEs podrían intervenir en cualquier sitio del universo desde que se formaron, hace más de 5.000 millones de años.  De modo que si usted se encuentra casualmente con un alienígena inteligente comprando en la verdulería, por favor no deje de preguntarle a qué velocidad viaja.



6.   Cultura en los dominios de influencia

En adelante, cuando hablemos de agregados de CiTEs nos estaremos refiriendo  por igual a sociedades subgalácticas, galácticas o multigalácticas de civilizaciones tecnológicas estables.

En el dominio de influencia de un agregado se pueden operar intercambios de replicadores culturales entre unas y otras CiTEs o intervenciones culturales de CiTEs a mundos previos. La cultura total de un dominio de influencia es sencillamente enorme pero nos interesan dos aspectos centrales

  • el altruismo
  • el conocimiento

A partir de cierto nivel, ambas características determinan el nacimiento de una CiTE, pero después de nacer, la relación entre el altruismo y la tecnología cambia y adquiere una forma específica: el amor es el objetivo y la tecnología es el medio. Esto ha sido explicitado en 6.2, La tecnología se utiliza dentro de una CiTE para aumentar el estado de felicidad de los individuos. Esta felicidad se consigue saciando la necesidad de bienestar ajeno y siendo objeto de la necesidad ajena de ir en busca de nuestro bienestar. 

La expansión del amor

Hay una manera obvia para argumentar la agregación de civilizaciones: asociarse es más adaptativo que no asociarse. Las CiTEs que crean agregados son mayoría, y todas conocen ese sesgo evolutivo, por lo tanto, todas se agregan. La otra forma de argumentar la agregación es mostrar que los individuos sienten la necesidad de agregarse. Ya hemos mencionado  el rol de este impulso dentro de las CiTEs pero ahora nos interesa ampliarlo a los dominios de influencia.

Cuando una CiTE se asocia con un agregado, el sentimiento de amor de los individuos de la CiTE se extiende a todos los individuos de las demás CiTEs. Pero a medida que la capacidad de amar continúa desarrollándose, el objeto hacia el que se proyecta la necesidad de bienestar ajeno trasciende al agregado y se proyecta a todo su dominio de influencia. El hambre, las enfermedades, las guerras, los embates de la naturaleza y todo lo que cause sufrimiento de los individuos de los mundos primitivos; perturbará también a los habitantes de las CiTEs quienes sentirán la necesidad de remontar la situación. Dentro del dominio de influencia, las formas más elevadas de bienestar y felicidad se presentan en las CiTEs asociadas, de modo que su objetivo será intervenir para cosechar nuevas CiTEs. Esa es la vía para fabricar felicidad dentro del dominio de influencia y saciar el deseo de felicidad ajena de los individuos del agregado.

El argumento es mucho más simple de lo que parece: el universo descarta cosas destructivas y acumula cosas constructivas porque las primeras duran poco y las segundas duran mucho. Cuando surgen civilizaciones con tecnología potencialmente autodestructiva, el universo solo conserva aquellas que no se autodestruyen, lo cual depende estrictamente del comportamiento que presenten los individuos. Si los individuos son altruistas y priorizan el bienestar ajeno la civilización puede sobrevivir. Si los individuos son egoístas y priorizan su propio bienestar aún en desmedro del bienestar general, a largo plazo se destruyen a expensas de su  tecnología. Para que la especie pueda interpretar el altruismo necesario la cultura presiona sobre ella [2] y construye una genética para sentir la necesidad de bienestar ajeno. Pero dentro de un agregado de CiTEs, "ajeno" ya no es solo el prójimo sino todo cuanto existe además de uno. Un  individuo que ama tiene por objetivo la felicidad de todo lo demás. El amor es un sentimiento que integra al individuo al resto del universo de una manera constructiva, persiguiendo su bienestar, y consecuentemente su longevidad. Cuando el universo construye naturalmente individuos capaces de amar está construyendo entidades capaces de convivir con cierto grado de complejidad. 

Si las entidades amadoras ya no son simples personas sino civilizaciones enteras, su capacidad constructiva aumenta. Cuando esas civilizaciones se asocian formando agregados galácticos, entidades individuales mucho mayores, esa capacidad se ensancha aún más; y cuando los agregados se agregan a su vez e incluyen muchos agregados galácticos, su carácter constructivo comienza a tallar en la estructura a gran escala del universo.

A nivel universal, todos los actores inteligentes deben tener el mismo objetivo: trabajar en pos de la felicidad dentro de su área de influencia, o lo que es lo mismo, amarla. La expansión del amor es un objetivo común.

Es muy importante repetir una vez más: Nadie ha decidido ese objetivo. Es un resultado natural del universo. Puesto a funcionar, el universo construye amor. No sabemos si otra física hubiera construido otras cosas, pero estas leyes solo construyen amor. El amor asegura la longevidad y la reproducción de las CiTEs y sus asociaciones. 

La expansión del conocimiento

Dentro de la cultura total de un agregado inteligente, existe un subconjunto de replicadores culturales que soporta el conocimiento. Dado que el universo es el mismo para todos, en su afán de conocerlo, todos los agregados construirán el mismo conjunto de replicadores. Todos los agregados construirán ideas para representar el hecho de que los mundos giran en torno a las estrellas; que las estrellas se agrupan en galaxias y que las galaxias se agrupan en cúmulos; todos sabrán que el átomo de helio tiene dos protones y dos neutrones y que a toda acción sigue una reacción. Los replicadores culturales necesarios para representar esas ideas son los mismos en todos lados; los acervos culturales de los distintos agregados contendrán un conocimiento común a todos ellos.

Resulta sorprendente que procesos naturales independientes, tal vez operados en civilizaciones causalmente desacopladas puedan coincidir en los mismos replicadores culturales. El universo funciona como catalizador del parecido. Distintas civilizaciones buscan conocer la misma cosa, entonces construyen un conocimiento similar, un conjunto de replicadores culturales parecidos.

Además, este núcleo básico de replicadores similares, asociados al conocimiento de las leyes físicas debería esclavizar y limitar también otros conjuntos de replicadores derivados de ellos. El caso más evidente es el de la tecnología. La tecnología es una consecuencia del conocimiento; no solo sabemos como es el universo sino también como hacer cosas dentro de él, dado que es como es. Si todos los agregados galácticos han aprendido a viajar por el espacio aún sin conocerse entre ellos, entonces debieron construir similares replicadores culturales para resolver idénticos problemas. Sus culturas son similares porque saben hacer las mismas cosas. 

Cuando se solapan dos agregados galácticos para construir un agregado mayor, se encuentran dos culturas parecidas y la cultura resultante de la asociación es mínimamente la unión de las culturas agregadas. Así, cuando crece el agregado crece su cultura, su conocimiento y su tecnología. El crecimiento de los agregados es también la expansión de  su conocimiento.

Parte del conocimiento que se unifica es la relación entre la complejidad de una estructura formada por individuos y el comportamiento de los mismos. Con las CiTEs nace el conocimiento de que la clave para su extraordinaria longevidad es el altruismo de los individuos. No solo se establece la relación, se adquiere un conocimiento consciente de esa relación. No solo se construye amor, también se adquiere el conocimiento de la importancia del amor para la estabilidad de las estructuras complejas. Y una vez que nace ese conocimiento perdura en las CiTEs y sus agregados


7.   Transición de fase

La gesta inteligente puede haberse iniciado a partir de cierto instante T_c que estimamos en 8.000 millones de años después del Big Bang, cuando nacieron las primeras sociedades de CiTEs y, junto con ellas, un objetivo para el universo. El entorno físico que imperó desde el Big Bang hasta el instante T_c, pudo  construir naturalmente estructuras inteligentes y un objetivo. A partir de entonces la evolución dejó de ser natural y comenzó a estar dirigida por estructuras inteligentes. En la figura 5 se representa ese gigantesco cambio de fase.

Figura 5. Línea de tiempo

 

La condición que hace estable a la tecnología es simplemente  la cultura altruista, y la genética necesaria para interpretarla es el amor. El amor estabiliza las estructuras complejas haciéndolas longevas, perdurables e intervencionistas, iniciando su expansión en el espacio. La expansión de las estructuras complejas es la expansión del amor. A partir del instante T_c puede iniciarse la expansión del amor. Nadie lo ha decidido, simplemente ocurre, como la formación de las galaxias o de las estrellas, porque es consecuencia de las leyes físicas. La existencia del instante T_c y de una transición de fase en la historia del universo  es la consecuencia de incluir formas estables de tecnología en la descripción. 

El conocimiento de que el universo construye una cultura altruista, también aparece en algún momento de su historia. Concretamente, aparece en el mismo momento de la historia, en el tiempo T_c, junto con las CiTEs. El universo construye a la vez un objetivo: expandir la cultura altruista, y su conocimiento de ese objetivo.  

La figura 5 muestra un quiebre en la evolución del  universo cuando aparecieron las primeras CiTEs. Podríamos haber graficado el quiebre en algún instante posterior, pero hace 8.000 millones de años ya podían existir CiTEs en la Vía Láctea. Desde ese momento en adelante, toda región del universo ya podría estar dentro del dominio de influencia de algún agregado. Eso significa que desde entonces  cada mundo del universo podría ser intervenido por algún agregado de civilizaciones. Dicho al revés: nace el intervencionismo de unos mundos sobre otros.  

La intervención que estamos proponiendo modifica las probabilidades de éxito de un proceso natural, pero no reemplaza ese proceso natural por otro artificial. Veamos un ejemplo. 

Cuando apareció la agricultura muchas especies vegetales sufrieron una colosal expansión. Nadie diría que la embriogénesis del trigo ha quedado en manos de los agricultores; ellos solo plantan las semillas y es la naturaleza la que sigue operando para fabricar nuevas espigas. Pero el agricultor abona la tierra, le hace surcos, elige el momento en que sembrar, arroja fungicidas, riega el plantío y finalmente lo cosecha. El proceso natural que fabrica el trigo es siempre el mismo, pero las actividades del agricultor han maximizado la eficiencia de esos procesos controlando todas las condiciones que lo afectan. Por este sencillo medio, el trigo se ha expandido a todos los rincones de la Tierra. Si bien es la naturaleza la que fabrica el trigo a partir de la semilla, es el agricultor quien gobierna el proceso creando las condiciones para asegurar una cosecha exitosa.

Algo similar imaginamos en la galaxia cuando se asocian las civilizaciones e intervienen en una región del espacio. Los procesos operados dentro de los mundos intervenidos siguen siendo naturales pero la intervención del agregado logra controlar a voluntad las condiciones en que se operan estos procesos aumentando su tasa natural de éxitos. Por esta razón decimos que a partir del período en que se forman los agregados inteligentes, los procesos evolutivos dejan de estar gobernados por la selección natural, aunque la naturaleza siga obrando, y pasan a ser gobernados por una intervención voluntaria y en pos de un objetivo.

Antes de que se solapen los agregados de unas galaxias con otras, toda región del universo podría estar siendo intervenida por algún agregado de CiTEs. Por esta razón, el universo construye un objetivo cuando nacen los agregados de CiTEs y no cuando se solapan los agregados galácticos, tal vez 1.000 millones de años después.

El principal impacto de la tecnología en el cosmos es inducir una transición de fase desde un universo sin objetivo hacia otro con objetivo. Esa transición, que hemos representado en la figura 5 es consecuencia de la irrupción de las CiTEs y sus agregados. 

El cambio de fase hacia un universo con objetivo implica muchas cosas. Si una asociación de CiTEs interviene en un mundo inerte, puede acelerar la posibilidad de que ese mundo desarrolle vida. Si un agregado de CiTEs interviene en un mundo con vida, puede acelerar las condiciones de que desarrolle una especie tecnológica. Si un agregado interviene durante la inestabilidad típica puede aumentar las chances de que su especie tecnológica construya una nueva CiTE. En consecuencia, la intervención inteligente puede acelerar todos los procesos evolutivos incrementando la frecuencia de sucesos exitosos respecto a su lento ritmo natural. Los agregados de CiTEs se transforman en un agente acelerador de los fenómenos evolutivos que intervienen en la producción de nuevas CiTEs. Esa aceleración resulta ser muy significativa. Los agregados crecen, sus dominios de influencia se agrandan, se solapan con los agregados de galaxias vecinas, se asocian con ellos y la agregación de agregados se acelera.

Cuando el universo ingresa en la fase inteligente, toda la evolución se acelera produciendo las mismas estructuras complejas que antes, pero a un ritmo mucho mayor.  

La película es simple cuando se la mira aceleradamente.

  1. El universo nace en el Big Bang.
  2. 8.000 millones de años después nacen las civilizaciones tecnológicas estables como resultado de procesos evolutivos poco probables funcionando en muchos candidatos. 
  3. La primera CiTE modifica esas probabilidades interviniendo en su región circundante haciendo que todos los procesos que llevan a la formación de nuevas CiTEs se acelere.
  4. Las CiTEs resultantes se asocian y forman un agregado que aumenta a su vez su capacidad de formar nuevas CiTEs.

Podría ser que el lector objete la datación  que hemos dado o que cuestione directamente la existencia de una transición de fase. Para él, esa transición está ocurriendo ahora, impulsada por la civilización humana. Nosotros afirmamos que todo esto ya se produjo hace mucho tiempo, no solo porque sería muy improbable que seamos los primeros (hay miles de trillones de mundos en el universo) sino porque existen evidencias de que nuestro mundo está siendo culturalmente intervenido para formar una CiTE


8.   El universo autoconsciente

Al comenzar la entrada dijimos que no hay evidencias de que el universo sea el resultado de un objetivo previo, pero que sus leyes son capaces de construir estructuras inteligentes con distintos objetivos. Así se construyeron estructuras progresivamente más complejas como la cultura y la tecnología, con una multitud de actores y objetivos. Pero cuando aparecieron las CiTEs y la tecnología se hizo estable, se configuró un objetivo único: la cultura altruista.

El universo construyó una cultura altruista por selección natural. Si vemos esa selección actuando sobre las civilizaciones con tecnología autodestructiva, las civilizaciones tecnológicas egoístas son inestables y se extinguen mientras que las altruistas son estables y perduran. Si pensamos la selección actuando sobre la cultura de esas civilizaciones, la cultura egoísta se extingue y la cultura altruista perdura. De este modo, la selección natural construyó similares grados de altruismo en todas las CiTEs. El universo no tiene un objetivo previo, pero puesto a funcionar, construye una cultura altruista.

Junto con la cultura altruista nace el conocimiento de la importancia de una cultura altruista. Parece un juego de palabras pero no lo es. Los habitantes de las CiTEs saben que el universo está seleccionando altruismo, que la existencia de sus civilizaciones se debe al grado de altruismo de sus culturas. Saben que una estructura tan compleja como una civilización tecnológica debe ser altruista para existir durante mucho tiempo. Lo saben y ese conocimiento es parte de sus culturas. Cuando el universo genera CiTEs, no solo produce altruismo en sus culturas, también está construyendo un conocimiento específico.

Afirmar que "el universo construye estructuras que conocen  la importancia del altruismo" es equivalente a decir que "el universo tiene la capacidad de conocer la importancia del altruismo". Sin embargo, la primera afirmación menciona algo que aparece en un instante concreto mientras la segunda afirmación solo menciona una característica del universo, sin referir instante alguno. Esta segunda forma es la que nos interesa aquí.

El universo tiene la capacidad de conocer la importancia del altruismo. La tuvo desde el primer día en que nació aunque sólo se haya configurado 8.000 millones de años después. El altruismo es lo que hace estables a las civilizaciones tecnológicas, de modo que el universo tiene la capacidad de conocer lo que hace estables a las civilizaciones tecnológicas. Pero la capacidad de conocer también es un atributo de esas civilizaciones, de modo que el universo tiene la capacidad de conocer lo que hace estable a la capacidad de conocer.  Como el universo es estable por definición, más allá de las estructuras que construya, lo único nuevo aquí es su capacidad de conocer. El universo está construyendo la capacidad de conocerse, pero la capacidad de conocer la propia existencia es la autoconciencia. 

El universo se está volviendo autoconsciente. No se trata de la consumación de un objetivo previo sino de algo que simplemente está ocurriendo, como la salida del sol o la alternancia de las mareas; fenómenos que antes no existían y ahora existen porque el universo los ha producido. Primero se construyeron las galaxias, las estrellas y los mundos; luego la vida, las células, los animales, la inteligencia, la cultura y tecnología. A continuación una selección natural configuró las formas estables de tecnología sobre la base de una cultura altruista. Las CiTEs fueron suficientemente complejas para interpretar ese altruismo y para soportar físicamente el conocimiento de la razón de su longevidad.  El universo obtuvo el conocimiento de la razón por la cual existe el conocimiento. Esa razón, ahora conocida por el universo, es el amor, entendido como la capacidad de las entidades individuales de sentir la necesidad de asegurar la existencia de la superestructura que forman. Y cuando los agregados de civilizaciones de unas y otras galaxias se solapan y se asocian con sus vecinas, la superestructura que forman llega a ser todo el universo y el amor llega a ser universal.

Si el amor se define como la capacidad de las entidades individuales de sentir la necesidad de asegurar la existencia de la superestructura que forman, es tautológico que el universo construye amor. No puede hacer otra cosa. Este y cualquier universo no pueden más que construir cosas que perduren. Si las estructuras son suficientemente complejas para contener conocimiento, entonces llamamos amor a esa capacidad de perdurar.

Este universo que nos rodea es mucho más que un simple conjunto de materia danzando al son de la gravedad y la expansión; es un universo que está conociéndose a sí mismo, que está reconociendo su propia existencia. Hasta donde podemos ver, se trata de un gigantesco fenómeno físico; no hay evidencias de un objetivo previo ni hay necesidad de él para explicarlo. Simplemente ocurre que el universo se está volviendo autoconsciente.


9.   El amor universal

Es común ver a los seres humanos como el instrumento por el cual el universo se está conociendo a sí mismo. Pero nuestra humanidad tiene dos problemas para constituirse en portadora del autoconocimiento universal:

  1. Somos fugaces, existimos desde hace muy poquito y nuestra permanencia aún no está asegurada
  2. No conocemos la relación entre el amor  y la longevidad de las estructuras que lo generan.

Sostenemos entonces que esa autoconciencia universal no comenzó con nosotros ni es fugaz ni reciente,  que empezó hace miles de millones de años y que las civilizaciones capaces de conocer al universo pueden ser realmente muy longevas. Afirmamos que hubo tiempo suficiente para que sobre la base de esas civilizaciones se haya montado una estructura mucho más rica y compleja y que la capacidad del universo de conocerse a sí mismo todavía se esté construyendo.

Pero lo más importante es que, a diferencia de nosotros, las CiTEs conocen la relación entre su longevidad y el amor. Son civilizaciones longevas porque los individuos en que se fundan se comportan para asegurar su longevidad. Es una tautología. Una sociedad como la nuestra, con individuos que calientan la atmósfera sin importar las consecuencias en las demás personas, que forman islas de basura en el mar y explotan más mundo del que tienen, no es una sociedad estable. La acumulación de degradaciones generará hambrunas, las hambrunas generaran guerras y las guerras serán muy peligrosas cuando ya exista una tecnología autodestructiva para fabricar armamentos. La longevidad de una estructura tecnológica se basa en el bienestar de sus integrantes porque el malestar genera inconformismo y a largo plazo atenta contra la estabilidad. Amar es sentir la necesidad del bienestar ajeno. El amor universal es el sentimiento de la necesidad de asegurar el bienestar de todo lo demás. El amor se soporta en una genética naturalmente estable. 

La extraordinaria longevidad de las CiTEs no es una propiedad de los individuos sino de las civilizaciones; no es consecuencia de la capacidad de amar de una sola persona sino del amor profesado por una masa crítica de individuos, el comportamiento emergente de  diez mil millones de personas que aman. La longevidad de las CiTEs es como la inteligencia en una especie biológica, que no es una propiedad de las neuronas individuales sino una capacidad emergente de muchas neuronas actuando a la vez. Que un individuo ame no alcanza para que la civilización que integra sea estable; la impericia de la mayoría podría extinguir a la civilización de todos modos.  La perpetuidad de una CiTE es un fenómeno emergente de muchos individuos dotados de una genética individual que les permite sostener una cultura altruista. 

A partir de allí, podríamos pensar que así como la conciencia individual es el resultado emergente de muchas neuronas interconectadas que transforma la aglomeración de células en una sola persona, existe en las CiTEs una conciencia unificada que es el resultado emergente de muchos individuos amándose entre sí.  Ver a la CiTE como un individuo permite pensarla como un actor inteligente, capaz de intervenir sistemas evolutivos tan longevos como los mundos y las civilizaciones.

Ya es difícil reconocer a una CiTE como una persona, más difícil aún es imaginar qué ocurre con la personalidad cuando se asocian muchas CiTEs y forman un agregado. ¿Existirá una nuevo ente individual emergente de la conciencia individual de muchas CiTEs?

No sabemos si existe algo parecido a una personalidad única emergente de muchos individuos que se aman o de muchas CiTEs que se agregan, pero de una cosa estamos seguros, la capacidad de amar nace en la genética de los individuos, su influjo hace estables a las estructuras altamente tecnológicas y se incrementa conforme se construye esta sucesión de CiTEs, agregados de CiTEs y agregados de agregados.

Llamamos amor universal a esa genética estable que el universo está construyendo sobre las estructuras complejas.


10.   Ideas que explican hechos

Estas ideas podrían considerarse un rebuscado ejercicio de la imaginación, pero en realidad responden algunas preguntas concretas. Aunque hemos explicado todo esto, vamos a repetir dos aspectos donde suponer el intervencionismo de las CiTEs sobre mundos menos evolucionados ofrece una mejor respuesta que la existente.

a) El altruismo humano

Hemos repetido muchas veces que las civilizaciones estables están invariablemente gobernadas por  una cultura altruista y que la genética adecuada para interpretar esa música es el amor. Ahora bien, explicar que el universo está incrementando la capacidad de amar puede parecernos sospechoso porque dentro de nuestra cultura, el amor ya es un sentimiento benéfico. ¿El universo está construyendo el bien? ¡Vaya sorpresa! ¿Después de verificar que no hay verdades absolutas ni una moral racionalmente válida descubrimos que el universo construye naturalmente justo aquello que nosotros creemos que es el bien... ? ¡Qué casualidad!

Lo que realmente hay que explicar es el origen de nuestra cultura altruista, nuestra idea de que el amor es el bien,  porque el humano es reciente y el altruismo universal ya podía existir antes de la formación de la Tierra. 

En la actualidad el altruismo es claramente ensalzado por la cultura humana: hacer el bien, ayudar a los demás, priorizar el bienestar general; nuestra moral venera al altruismo. Pero en la práctica, el sistema económico premia a los individuos más capaces de generar riquezas y eso incluye algunas características exactamente contrarias al altruismo; individuos que priorizan el interés personal, aunque sus acciones estén llenando la atmósfera de humo y calentando el planeta de todos. ¿Por qué razón el comportamiento elogiado es altruista y el premiado es egoísta? ¿Por qué elogiamos a las personas que piensan en los demás si luego premiamos a las que piensan en sí mismas? En general, si los individuos que dejan más descendencia son egoístas ¿de dónde hemos sacado el altruismo? Lo que requiere una explicación es el origen de nuestra cultura altruista; una cultura que ensalzamos pero no podemos practicar.

La situación se vuelve más entretenida cuando se incluye un nuevo elemento en la ecuación: sin una cultura suficientemente altruista la tecnología humana no podrá ser estable. El grado de altruismo humano es un factor de selección justo ahora, que tenemos una tecnología autodestructiva; pero debimos construirlo antes, cuando la naturaleza premiaba el interés personal (ver). ¿Por qué razón elogiamos el altruismo antes de que un escenario natural presionara a su favor?

El intervencionismo de las CiTEs (fig. 3) resuelve ese problema: El altruismo humano existe porque hubo una gigantesca intervención exógena en la cultura humana. Hemos mostrado de qué forma el cristianismo y el judaísmo dejaron huellas profundas de esa intervención. La idea era muy simple: Una intervención exógena debía presionar a favor de una cultura altruista; si la humanidad lograba construir en cierta medida una genética para los comportamientos altruistas, entonces podría atravesar la inestabilidad típica y conformar una nueva CiTE cuando la tecnología se volviera autodestructiva (ya hemos mostrado cómo una presión cultural actuando durante mucho tiempo puede construir una genética determinada). Este fue el principio rector de toda la intervención cultural. Mucho después de iniciada la presión altruista, cuando los hombres ya fueran capaces de comprender, habría que comunicar el mensaje claramente: "La humanidad se dirige hacia un choque con su medio ambiente; para superarlo con éxito es necesario que adopten un comportamiento altruista", esto dice esencialmente el cristianismo. Pero había que decirlo con tiempo para que se integre a la tradición de los pueblos.

La idea de un intervencionismo inteligente sobre la cultura humana también explica los aciertos de ciertas profecías acerca de una Tierra gastada y contaminada y de una drástica mortandad de especies, operada durante un tiempo final. No se trata de afirmaciones fantasiosas que casualmente coinciden con el actual choque entre el medio ambiente y la humanidad sino de la mención de un caso particular de un fenómeno general: todas las civilizaciones chocan con su medio ambiente cuando su tecnología se torna autodestructiva. Nuestra aceleración de crecimiento es típica, y. por lo tanto, se podía predecir un choque. Obviamente, los pastores de la época no conocían el carácter típico del choque.  Había que ser al menos una CITE.

b) La existencia de los hombres

Nuestra civilización parece ser muy poco probable. Algunas posiciones sostienen que la inteligencia ya es muy improbable, que resulta más adaptativo consumir menos energía que ser más inteligente a cambio de un cerebro costoso. Otros afirman que la propia vida es improbable, que aún no sabemos cómo explicar el origen de los replicadores moleculares.

El problema es simple de enunciar: si nosotros somos tan improbables ¿por qué existimos? 

Algunas respuestas sostienen que de todas las estructuras físicas que llegan a existir, solo unas pocas son capaces de preguntar por la razón de su existencia. La existencia de la pregunta probaría que nosotros somos uno de esos raros casos.  La explicación tiene gusto a poco: preguntamos por nosotros porque existimos y existimos porque preguntamos por nosotros.

El intervencionismo inteligente también resuelve este problema. Las CiTEs pueden ser muy improbables porque algunos procesos naturales que llevan a ellas tal vez sean muy esporádicos. Sin embargo en nuestra galaxia la evolución funcionó durante miles de millones de años en cientos de miles de millones de mundos, de modo que había una probabilidad alta de que surgiera una primera CiTE. A partir de entonces, la CiTE puede intervenir su espacio circundante aumentando superlativamente las probabilidades naturales de éxito de todos los procesos evolutivos. Tal vez sea muy improbable que un mundo desarrolle vida, pero si los mundos son intervenidos, pueden ser voluntariamente preparados y cultivados para albergar vida. Tal vez sea muy improbable que un mundo con vida evolucione por sí solo hacia una especie con cultura y tecnología, pero si la evolución biológica es intervenida, la probabilidad natural aumenta superlativamente (aún no hemos buscado indicios de intervención en el sistema biológico). Tal vez puede ser muy improbable que una especie tecnológica desarrolle la genética altruista necesaria para convivir con su propia tecnología durante mucho tiempo, pero si las CiTEs intervienen en su evolución cultural, la gesta es mucho más probable (allí sí hemos buscado y hemos encontrado huellas de intervención).

El intervencionismo es entonces una explicación sobre porque existimos los hombres pese a ser muy poco probables.


11.   Conclusión

El universo no tiene una intención previa pero puede construir especies inteligentes capaces de crearse objetivos. 

Algunas de esas especies inteligentes desarrollan cultura y tecnología y conforman una organización mayor. Cuando la tecnología se hace autodestructiva, la estabilidad de esas civilizaciones depende de la  capacidad de sus especies tecnológicas para comportarse en forma altruista.

La relación entre la cultura altruista y la posibilidad de sobrevivir se impone en el universo por selección natural. Las civilizaciones que existen son las que cuentan con la mezcla correcta. Creemos que el universo ya estaba en condiciones de producir CiTEs 8.000 millones de años después del Big Bang. 

Cuando las estructuras tecnológicas se estabilizaron, el universo hizo un quiebre y todos los procesos que evolucionaban naturalmente pasaron a ser supervisados por alguna estructura inteligente.

Junto con las CiTEs nace también un objetivo único para el universo: la cultura altruista y el conocimiento de su importancia para la estabilidad de las estructuras inteligentes.

Las CiTEs se agregan formando conglomerados galácticos y multigalácticos, expandiéndose y difundiendo un secreto a voces: la relación entre la estabilidad y el altruismo.

Mediante el accionar de los agregados inteligentes el universo se está autoconociendo. Su objetivo es esa autoconciencia creciente.

Existen profundas sospechas de que todo esto es más que una imaginación. Hay huellas de intervención en la cultura humana y evidencias de que algunos fenómenos propios de la evolución tecnológica en el universo (como la inestabilidad típica, el choque entre las civilizaciones tecnológicas y sus mundos y la importancia del altruismo para superar el choque), ya eran mencionados por nuestros antepasados hace miles de años. 

El intervencionismo inteligente explica nuestra existencia aunque la tecnología sea naturalmente muy improbable.

El comportamiento altruista emergente de muchos individuos puede traducirse en la conciencia individual de una estructura mayor. Desde esta perspectiva, las CiTEs pueden ser individuos. También pueden serlo los agregados de CiTEs, los agregados de agregados o todo el universo. Muchos creerán que no es posible y volverán una y otra vez sobre esta saga para mostrar los argumentos que faltan. Otros creerán todo a rajatabla porque la conclusión coincide con su pensamiento previo y pasarán por alto los detalles. En cualquiera de los dos casos, que el universo sea una persona es un hermoso final para esta historia.

Estamos firmemente convencidos de que la tecnología trasciende a la Tierra, que es un fenómeno universal que ha dejado evidencias reconocibles aquí si sabemos qué buscar, pero que va mucho más allá de nuestro pequeño mundo. Un fenómeno universal que existe desde hace mucho tiempo y que integra ya una nutrida estructura cuya naturaleza y su accionar hemos tratado de vislumbrar.



Cristian J. Caravello. 23 de septiembre de 2021




[1] Para que las desigualdades tengan sentido es necesario que t, Td, a y M sean números. Podemos ver al grado de desarrollo tecnológico como alguna medida de la cantidad de innovaciones tecnológicas y la difusión de esas innovaciones. Para cuantificar el altruismo usamos el impacto ajeno, un concepto similar al altruismo.
[2] Es muy poco probable que una cultura altruista llegue a existir naturalmente, sin una genética que la sostenga. Esto puede lograrse si esa escasa probabilidad tiene éxito el menos una vez, su especie funda una CiTE y esta interviene en otros mundos candidatos para aumentar la probabilidad de ocurrencia. (ver más)
[3]Una posibilidad similar enuncia la Teoría del Gran Filtro, en el tránsito del punto 8 (civilizaciones como la nuestra) al punto 9 (civilizaciones colonizadoras)



 <página anterior>               







Licencia de Creative Commons
Un universo con objetivo by Cristian J. Caravello is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional License.

viernes, 12 de marzo de 2021

6.2 Civilizaciones Inmortales

(volver al índice)

  1. El problema de la autodestrucción 
  2. Estabilidad del amor fraternal
  3. Estabilidad cultural de una CiTE
  4. El estado de felicidad
  5. El altruismo universal
  6. Conocimiento de un altruismo universal
  7. Tecnologías para una cultura altruista
    El autodiseño biológico
    La religión
    Una tecnología para evitar la muerte
  8. Otra vez, salir al espacio
  9. Conclusión




1.   El problema de la autodestrucción

Hasta ahora hemos dicho que si una civilización no se destruye a sí misma, prácticamente nada será capaz de matarla, que desarrollará tecnología para resolver toda posible causa de extinción; que las formas estables de tecnología están llamadas a ser inconcebiblemente longevas. ¿Pero estamos seguros de que la condición no autodestructiva será igualmente estable? Si una civilización no se autodestruyó durante la inestabilidad típica ¿podemos asegurar que ya nunca más lo hará? ¿Puede una  civilización tecnológica estable perdurar durante miles de millones de años? Su tecnología lo permite, pero ¿pueden permitirlo su cultura y su comportamiento? (En lo que sigue, llamaremos CiTE a una civilización tecnológica estable)

Nuestras mayores probabilidades de extinción se deben al uso que le demos a la tecnología [1]. Las probabilidades de que nos extinga un meteorito o una mega erupción son muy bajas comparadas con la posibilidad de que lo haga una extinción masiva antropogénica, una conflagración nuclear o el mal uso de alguna tecnología de vanguardia. Es necesario revisar si las condiciones que construyen una tecnología portentosa se mantienen en el tiempo. 

Para que una CiTE llegue a existir es necesario que su especie cuente con cierto grado de altruismo. Pero ese altruismo puede ser estable o no serlo. Nada impide que la humanidad se torne  estable y permanezca así durante mil años para luego extinguirse porque dos grandes naciones entraron en guerra; ni que seamos suficientemente altruistas para hacernos estables y luego perdamos ese altruismo y volvamos a generar, por ejemplo, un déficit ecológico capaz de extinguir a la civilización. La pregunta resultante es simple ¿Puede perderse el altruismo necesario una vez superada la inestabilidad típica?


2.   Estabilidad del amor fraternal

La naturaleza crea por defecto individuos egoístas, organismos que priorizan el propio bienestar. Esto es así porque el comportamiento individual es un reflejo del comportamiento genético y los genes que abundan son los que contribuyen a su propia reproducción. El origen de los comportamientos altruistas, en cambio, debe ser explicado.

Un comportamiento es altruista cuando beneficia a otro u otros individuos. Cuando el comportamiento individual solo prioriza el bienestar de sujetos emparentados, hablamos de altruismo de parentesco; en  el resto de los casos hablamos de altruismo fraternal. El altruismo de parentesco puede explicarse como producto de la pura evolución genética pero el altruismo fraternal requiere también de la cultura. El altruismo necesario para atravesar la inestabilidad típica es, justamente,  altruismo fraternal.

Dentro del altruismo fraternal establecimos una diferencia importante entre el altruismo originado por una presión cultural y el que se genera obedeciendo a una estructura genética. En ambos casos, el comportamiento es altruista pero llamamos amor fraternal al altruismo de base genética. Vimos el ejemplo de una ciudad limpia y una ciudad sucia. Si la limpieza no está escrita en los genes,  los individuos se tornan limpios o sucios según la ciudad en la que nazcan; simplemente copian la cultura existente allí. Pero si la limpieza fuera genética, un individuo limpio seguiría siendo limpio aunque estuviera en una ciudad sucia; su grado de limpieza o suciedad ya no dependería  de la cultura existente a su alrededor.

Lo mismo ocurre con el altruismo entre individuos no emparentados. Si el altruismo no estuviera en los genes, los individuos serían tan altruistas o egoístas como lo fuera la cultura de su entorno, pero si el altruismo fuera genético, los individuos solo podrían ser altruistas, porque ese grado de amor fraternal sería para ellos una característica innata, como el color de los ojos o de la piel.

Lo interesante es que la estabilidad del fenómeno cambia en cada caso. Si la cultura fuera altruista pero no hubiera una base genética para ese altruismo, un cambio en la cultura podría cambiar el comportamiento en las generaciones siguientes y hacerlos menos altruistas o decididamente egoístas. Si esto fuera así, una civilización podría ser suficientemente altruista para atravesar la inestabilidad típica y volverse más egoísta luego, haciéndola peligrar. Una CiTE podría nacer al cultivar suficiente altruismo fraternal y extinguirse luego, al abandonar la cultura altruista en que se sustentaba. Su carácter autodestructivo se haría presente nuevamente aunque su desarrollo tecnológico le permitiera resolver cualquier causa natural de extinción.

Si los individuos tuvieran, en cambio, la genética altruista necesaria para atravesar la inestabilidad típica en un momento dado, no perderían esa genética si una cultura contraria se impusiera de pronto. Esto nos lleva a una conclusión simple: durante la inestabilidad típica, el amor fraternal es más estable que una presión cultural hacia el altruismo fraternal entre individuos no condicionados genéticamente a ello.

El único modo de construir amor fraternal es la coevolución genético-cultural generada por la presión de una cultura altruista funcionando suficiente tiempo para que la selección natural atrape las mutaciones a su favor. Todo esto suponiendo que una cultura altruista puede llegar a existir, que en algún momento los comportamientos altruistas serán culturalmente bendecidos. Ya hemos visto que esto no es tan sencillo. Lo que nos interesa ahora es observar que el amor fraternal no solo es más estable que la cultura altruista no genética sino que es una consecuencia de ella. Solo una presión cultural altruista  construye amor fraternal; pero una vez construido, el amor es más estable que la presión cultural que lo construyó. 


3.   Estabilidad cultural de una CiTE

El amor fraternal es un impulso por priorizar el bienestar ajeno que se puede dar en mayor o menor medida o con diferentes matices según  la genética que lo soporte. No debemos verlo como el resultado de un simple gen que se prende y se apaga sino como el funcionamiento emergente de un complejo conjunto de genes que controlan diferentes funciones del comportamiento; no es consecuencia de un proceso discreto sino de una acumulación lenta y continua de capacidades. 

La dependencia entre el grado de altruismo y la capacidad de atravesar la inestabilidad tampoco está determinada. La emergencia de una CiTE depende de una masa crítica de sujetos en cierto grado altruistas; pero ni esa masa crítica ni ese grado pueden determinarse con precisión. Sabemos que el altruismo necesario es mayor que un mínimo, pero no sabemos cual es su grado exactamente.

Hasta ahora solo podemos decir con precisión que

  1. la formación de una CiTE requiere de cierta cultura altruista
  2. una cultura altruista no congénita puede construir amor fraternal 
  3. el amor fraternal es más estable que la cultura altruista no congénita

Pero la relación entre la cultura altruista y el amor fraternal especificada en 2, es recíproca: Del mismo modo como una cultura altruista acaba generando amor fraternal una especie tecnológica capaz de amar en cierto grado genera una cultura altruista. Esto hace que el amor fraternal y la cultura altruista entren en una relación sistémica y cada elemento cause el incremento del otro. Más cultura altruista implica más genética para el altruismo y más genética altruista produce más cultura altruista. Esta interrelación estabiliza notablemente la cultura resultante y torna muy improbable una contracultura que regrese a la inestabilidad. Si el altruismo mínimo necesario para atravesar la inestabilidad típica por primera vez permite construir una genética para el amor fraternal, los individuos dotados de esa genética sostendrán la cultura altruista y no habrá una segunda vez. 

Por otra parte, si una civilización atraviesa el período inestable al menos una vez, la selección natural podría ser en parte reemplazada por el autodiseño, donde las personas editan su ADN para inocular una genética deseada. En este caso, desear una genética para el amor fraternal podría constituir un nuevo factor de estabilidad. Enseguida veremos este y otros factores que también contribuyen  a la estabilidad del altruismo dentro de una CiTE.

Respondiendo a la pregunta inicial, si una especie es suficientemente altruista para que su civilización atraviese la inestabilidad típica y conforme una CiTE, la cultura altruista resultante será sumamente estable. La probabilidad de que la civilización se retrotraiga luego y construya una cultura egoísta que vuelva a priorizar el beneficio individual es prácticamente nula.

En la entrada anterior hemos visto que una vez que las CiTEs superan el riesgo de autodestruirse, pueden desarrollar tecnologías capaces de superar cualquier factor local de extinción. Ahora mostramos que si las CiTEs superan el riesgo autodestructivo, la probabilidad de que vuelva a configurarse es prácticamente nula  Este resultado es muy significativo; simplemente decimos que si existen formas estables de tecnología, estas deben ser sumamente longevas. Los factores culturales y tecnológicos que garantizan su existencia aseguran también su inconcebible longevidad. 

A partir de aquí, no podremos decir nada más sobre las CiTEs si no exploramos previamente el impacto del amor en sus culturas. Muchos de los elementos que hallemos en esta exploración acentuarán el carácter estable del amor fraternal.


4.   El estado de felicidad

Cuando sentimos sed, simplemente tomamos agua, pero por lo bajo hay un complicado mecanismo funcionando. Nuestra sangre es una mezcla química que recorre cada rincón del cuerpo. Cuando a nuestras células les falta agua, la sangre lleva la información hasta el cerebro y este decide nuestras acciones; concretamente, bebemos agua y saciamos la sed. Nuevamente, para que esa saciedad se ponga de manifiesto, la información llega hasta la mezcla química donde alguna substancia indica que la necesidad ha sido satisfecha. El cerebro reacciona con una sensación de saciedad que generalmente es placentera y que invita a detener la acción. Entonces el individuo deja de beber y la sed queda atrás.

El mecanismo es común; ocurre con el descanso después de una actividad física, la satisfacción después de la comida o el clímax después del el sexo: una señal química genera un impulso hacia la acción y otra señal nos informa que lo hemos saciado. En general, las señales de saciedad son placenteras. Es un placer esporádico e intermitente, aparece con la saciedad, perdura un momento y luego desaparece. Las endorfinas, la dopamina, la serotonina o la oxitocina son algunas de las substancias empleadas con estos fines por el cuerpo humano. Podemos pensar que todas las especies tecnológicas experimentarán sensaciones de placer cada vez que segreguen ciertas substancias químicas.

El amor fraternal es un impulso genético, como la sed, el hambre o el sexo, y se sacia cuando proveemos bienestar a los demás. Pero a diferencia de la sed, la sensación de saciedad es ahora menos puntual. Proporcionar bienestar ajeno no es un acto instantáneo, que finaliza con un hecho consumado;  perdura hasta solaparse con nuevas acciones altruistas, generando una suerte de estado permanente de placer que presenta variaciones de intensidad pero que se contrapone claramente a la naturaleza puntual de la satisfacción por saciedad. 

Pero ese placer sostenido no solo es consecuencia de mis acciones individuales para saciar un impulso. En una especie donde ya se ha generalizado una genética para el altruismo, mi prioridad es el bienestar ajeno pero la prioridad de los demás es mi propio bienestar. El bienestar que los demás me proporcionan también se traduce como placer. Y en una CiTE, "los demás" suelen ser muchos individuos.

Tanto saciar mi impulso de amar  como la acción de los demás a favor de mi bienestar contribuyen a generar una sensación placentera  permanente a la que llamo estado de felicidad.

En la naturaleza no hemos encontrado ningún caso de placer permanente; pero cuando en una especie  se generaliza una genética para el altruismo, podemos deducir que esto es precisamente lo que le ocurrirá. La simbiosis entre dar y recibir genera un estado de felicidad permanente y su presencia es otro de los aspectos que contribuyen a estabilizar aún más la cultura altruista dentro de las CiTEs.

En la especie humana es posible que cierto trayecto hacia ese estado de felicidad ya se haya verificado. Un pájaro o un antílope no dejan de mirar hacia los costados mientras se alimentan o abrevan. Su vida siempre está en peligro. Un hombre, en cambio, no se siente amenazado casi nunca. Lamentablemente,  no podemos saber cuan felices eran los humanos promedio hace mil años atrás para verificar si su estado ha variado.

Tanto el placer que le proporciona al individuo saciar su impulso hacia el bienestar ajeno como el que le concede el bienestar propiciado por otros individuos hacia él, se experimenta como resultado de una afluencia química que es biológica y que, por lo tanto, debe tener límites. Pero desde un punto de vista cultural, es difícil describir un límite para el altruismo. Siempre se puede hacer más por los demás y siempre se puede recibir más de los demás.


5.   El altruismo  universal

La estabilidad de una estructura común a muchos individuos depende de la capacidad de los mismos de asegurar dicha estabilidad. Es una verdad de Perogrullo y no debería discutirse.

En una civilización tecnológica la estabilidad solo se logra cuando el altruismo es mayor que un mínimo M al que hemos caracterizado aquí. Se trata de una especie capaz de ajustar sus necesidades para mantener un superávit en su huella ecológica, que puede prescindir de la agresión para resolver diferencias y que ya adaptó sus modelos al hecho de que una tecnología producirá lo necesario para la vida con independencia de lo que haga el individuo. Ese altruismo es el mismo en todo el universo, ninguna civilización cuya especie tenga un altruismo menor puede superar la inestabilidad que ocasiona su tecnología. 

Si superar esa inestabilidad permite la existencia de civilizaciones capaces de durar miles de millones de años, entonces la importancia de ese altruismo M es mucho mayor de lo que imaginábamos; si antes decíamos que funcionaba como un filtro, ahora decimos además, que las cosas que logran atravesarlo son sumamente longevas.

Existe en el universo un grado de altruismo tal que aquellas especies que lo superan pueden conformar estructuras tecnológicas  capaces de sobrevivir miles de millones de años.

Esa cultura altruista también construye una genética, el amor fraternal, y el amor construye más cultura altruista que construye más amor que construye más altruismo... El amor fraternal es una estructura genética sumamente estable; todo parece indicar que, al igual que los replicadores moleculares, las células, los metazoos, las redes neuronales, la inteligencia, la capacidad cultural y la capacidad tecnológica; el amor fraternal llega para quedarse.

En el plano coloquial el amor fraternal siempre ha sido un  valor ético absoluto que simboliza el bien y que se opone al mal. Esto es así, aunque sepamos que no existe forma objetiva de jerarquizar el bien sobre el mal. Pero si aceptamos nuestra definición,  el amor fraternal es solo una genética que impulsa la longevidad de una estructura tecnológica. El amor fraternal hace posible y estable a la cultura altruista, y ésta funciona como un  verdadero principio de organización de las formas estables de tecnología. Que la genética que posibilita esa tecnología coincida con la moral generalmente admitida debería resultarnos muy curioso; más aún teniendo en cuenta que las tecnologías resultantes pueden durar un tiempo inconcebible.

 

6.   Conocimiento de un altruismo universal

No solo decimos que una civilización tecnológica debe atravesar una inestabilidad típica para hacerse estable, decimos además que las especies tecnológicas que superan esa inestabilidad ya deben conocer su carácter típico. No solo decimos que existe un mínimo altruismo para superar esa inestabilidad, decimos además que aquellas especies que logren superarla ya conocen ese altruismo mínimo. Todas las civilizaciones que llegan a la adultez deben conocer la niñez y la adolescencia;  deben saber que hay un filtro y que el altruismo es la receta para atravesarlo con éxito.

Conocer la importancia de un altruismo mínimo modela íntegramente la cultura de las CiTEs. La especie sabe ahora que ese altruismo asegura la existencia de las  CiTEs, sabe que las CiTEs son sumamente longevas y que la felicidad de los individuos se hace permanente si esa cultura se establece. Y sabe además que todas las civilizaciones que existan llegarán a la misma conclusión porque los procesos que construyen tecnología en el universo son siempre los mismos.

Cuando los individuos conocen la importancia de contar con  una genética para el altruismo, nace una relación entre los individuos y el amor fraternal. La mejor manera de definir esa relación es la veneración. Los individuos veneran al amor fraternal, veneran la cultura altruista y esta veneración es parte de esa cultura. La veneran porque en ella radica su inconmensurable longevidad. Esa veneración condiciona toda la estructura subyacente. Hemos dicho hasta aquí que una CiTE es una forma estable de tecnología que puede sobrevivir a toda causa de extinción. Pero realmente una CiTE es un civilización cuya especie ama fraternalmente y como consecuencia de ello adquiere la organización necesaria para sobrevivir mucho tiempo. El amor no es una mera consecuencia sino el centro de su cultura. 

Es difícil entender que con tan poco se obtenga tanto. En las CiTEs, la felicidad de los individuos solo depende de su capacidad de dar, si todos dan, todos reciben, si además ese altruismo asegura una extraordinaria longevidad entonces no dar es absurdo. Parecería que nuestro discurso se ha teñido de emoción, pero nada es más racional. Cuando la tecnología condiciona la supervivencia, una cultura egoísta es simplemente suicida; priorizar el interés propio cuando el mundo se está degradando, es suicida; apropiarse de las cosas para dejarlas estacionadas 20 horas de cada 24, es suicida. Cuando la población crece, entre otras cosas,  los mundos no resisten el derroche; y priorizar el propio interés lleva, justamente, a soslayar la gravedad del derroche. 

Cuando una especie desarrolla tecnología nuclear, utilizar la agresión para resolver conflictos de intereses es suicida. A largo plazo, el método agresivo lleva a las guerras masivas, y una guerra masiva es sumamente peligrosa en un mundo con tecnología nuclear.

A partir de cierto nivel tecnológico, priorizar una cultura egoísta resulta suicida; pero ser suicida y pretender no morir, es decididamente absurdo. Todo el discurso parece emocional, pero es estrictamente racional.

La única razón para que una especie que ingresa en la inestabilidad tecnológica no instaure una cultura altruista, es la imposibilidad congénita de hacerlo. Los individuos no pueden mitigar el egoísmo individual que los ha llevado hasta allí por más que comprendan racionalmente la necesidad de hacerlo porque no tienen la genética necesaria para abandonar la pugna por los territorios y las cosas. Conocer la relación entre el altruismo y la propia existencia de una CiTE implica también conocer los factores que la harían imposible.

Pero existe un aspecto más de este conocimiento que debemos destacar ahora aunque no lo usemos todavía. Si una CiTE sabe que la inestabilidad típica es parte del proceso general de maduración de las civilizaciones tecnológicas, entonces podría reconocer su inminencia en otra civilización. La CiTE sabría además que la clave para que esa civilización atraviese el período crítico es establecer allí una cultura altruista. Más adelante exploraremos la posible relación entre civilizaciones.


7.   Tecnologías para una cultura altruista

En muy difícil que podamos tener cabal conciencia de lo que estamos describiendo. Solo nos guía la razón. Las implicaciones tecnológicas de una cultura altruista, basada en una genética para el amor fraternal, son muy difíciles de imaginar. Somos como ciegos acariciando las flores de un jardín infinito.

Las CiTE permiten que una tecnología portentosa sea utilizada para practicar una cultura altruista. Esta simbiosis entre tecnología y altruismo es sumamente inquietante. No podemos imaginar los límites de esa mezcla. Solo podemos mencionar unas pocas situaciones que nos resultan evidentes.


El autodiseño biológico

La selección natural de genes ha dominado la evolución de los replicadores moleculares durante más de 3500 millones de años. Un replicador molecular es como una palabra larga sobre cuyas letras se acumulan mutaciones aleatorias durante el proceso de copiado. La selección natural es la elección de unas mutaciones y el descarte de otras según su capacidad de reproducirse. Este mecanismo selectivo es lo que ha impulsado la evolución biológica; pero eso está cambiando justo ahora.

En la actualidad existe tecnología para editar el ADN. La técnica llamada CRISPR [2] puede cortar el ADN mediante una proteína llamada cas9 e introducir allí otra secuencia de nucleótidos. En este momento se están desarrollando otras técnicas todavía más avanzadas [3]

El ADN contiene la información necesaria para edificar un ser vivo, de modo que una tecnología para editarlo a voluntad equivale a la posibilidad tecnológica de modificar las características de los seres vivos. Solo es necesario saber qué características están asociadas a cada secuencia para saber qué y como modificarlo. Pero diseñar a voluntad organismos vivos dispara un enorme abanico de posibilidades.

La selección inteligente ya se practica sobre cultivos, razas de perros, bacterias y demás; si ahora incorporamos la capacidad de diseñar a voluntad las mutaciones antes de la selección, entonces la evolución genética tal como la conocemos deja de existir.

En general, una civilización que desarrolle una tecnología portentosa podrá editar replicadores moleculares y alterar a voluntad el sistema biológico de su mundo. Si además esa tecnología estuviera al servicio de una cultura altruista entonces la capacidad de alterar organismos vivos solo podría tener como propósito el bienestar general.

Llamo autodiseño a la capacidad tecnológica de modificar a voluntad el sistema biológico de un mundo. Si bien sabemos que la edición genética ya es posible y que la selección inteligente es un hecho; resulta difícil imaginar las consecuencias concretas de esa tecnología a largo plazo. Ignoramos qué cosas se podrán hacer y qué cosas no pero prevemos que el desarrollo de esas capacidades será poderoso.  

Una de las cosas que seguramente podrán modificarse son los replicadores de la propia especie tecnológica, primero evitando enfermedades genéticas, luego habilitando modificaciones anatómicas y por último, permitiendo variaciones en el comportamiento. Aquí es donde una cultura altruista puede ser sumamente modeladora y donde una especie tecnológica puede derivar en otra luego de una acumulación de modificaciones artificiales. En nuestro mundo ya se está desarrollando tecnología para prevenir enfermedades editando genes y existe una gran discusión bioética respecto a la opción de modificar la anatomía y el comportamiento de las personas.

Si una CiTE puede vivir millones de años, debemos suponer que el autodiseño genético ya se habrá desarrollado lo suficiente para superponerse a la evolución genética y modificar la biología de todo su mundo y no solo de la especie inteligente. Además de crear abejas más melíferas, tomates más grandes o nueces más nutritivas, la vida podría diseñarse para que sea simplemente bella; un césped más verde, un cerco más prolijo, una flor más colorida, un árbol más alto, animales más mansos y microbios más amigables. En una tecnología al servicio del altruismo, el diseño biológico  aumentaría la belleza del entorno para incrementar el estado de felicidad de sus individuos. Un jardín maravilloso sería mucho más que la simple disposición artística de plantas y de flores. Ya desde la profunda disposición de los nucleótidos, habría una tecnología al servicio de la belleza.

Si una especie se lanzara a editar replicadores moleculares, una tecnología hibrida podría ser lo más apropiado; un camino intermedio entre la evolución biológica natural y el autodiseño. Se podrían practicar mutaciones artificiales capaces de inocular el principio activo de una característica y dejar que un proceso natural adapte la característica al medio ambiente donde debe actuar. Sería un proceso muy prolongado y difícil de aislar, de modo que lo ideal sería ensayarlo en otros mundos. Modificar artificialmente organismos ya adaptados a un mundo exige mucho menos conocimiento que diseñarlos de cero. Nosotros mismos ya estamos pensando en hacer algo parecido en Marte.

Terraformar Marte es configurarlo para la vida humana a través de una adaptación artificial o  ecopoiesis [4]. Después de una etapa de adaptación física consistente en dotarlo de un campo magnético, de más temperatura, más agua en estado líquido, etc., comenzaría un plan de intervención biológica [5]. Sería necesario cultivarlo con una secuencia de microorganismos donde cada uno adapte el suelo y la atmósfera para admitir al siguiente grupo. El proceso natural sería muy lento y podría durar cientos de miles de años, pero si los microorganismos fueran parcialmente adaptados por edición genética, el proceso sería mucho más rápido. 

Cualquier planeta extrasolar podría ser biológicamente intervenido por una CiTE. Si una CiTE desarrolla la tecnología para diseñar o modificar organismos vivos, y la tecnología para realizar viajes especiales, la intervención biológica sobre otros mundos es una conjunción obligada. Se abre allí un inmenso abanico de posibilidades de intervención, según el estadio evolutivo en que se encuentre un mundo. La intervención dependería también de los objetivos de la CiTE interventora, que siempre deberían ser compatibles con una cultura altruista.


La religión

Todo lo que una CiTE debe tener por religión se concluiría de su cultura altruista, cuya necesidad fue racionalmente deducida. Pero no hay muchas conclusiones posibles: el altruismo construye una genética que impulsa a los individuos a priorizar el bien de los demás. Y esa genética funciona como un principio de organización que asegura su longevidad.

Hablamos de amor fraternal para expresar el impulso genético hacia el bienestar de otras personas; pero si quisiéramos referirnos a un impulso que vaya más allá de las personas, que garantice el bienestar de todo cuanto existe, hablaríamos de amor universal. El amor universal sería una extrapolación del amor fraternal que garantiza la estabilidad de todo cuanto existe. El universo sería entonces capaz de construir estructuras que aseguran su propia estabilidad.

La religión que imaginamos dentro de una CiTE consiste simplemente en venerar el amor universal. No podemos razonar más que la relación entre la estabilidad tecnológica y la simple mecánica de dar y recibir asentada en la biología de la especie. 

Repetimos y resaltamos que la religión definida no es algo que emerja de un credo, de un conocimiento heredado por transmisión cultural. Surge de la relación objetiva entre la estabilidad de la tecnología y el comportamiento de la especie que la protagoniza. Realmente, el comportamiento siempre estuvo relacionado con la supervivencia individual, solo que ahora la tecnología amplifica las consecuencias de ese comportamiento. Para que el comportamiento asegure la supervivencia de una civilización tecnológica es necesaria  una genética para el amor. No se trata de un credo invariante y ajeno a los hechos sino de una relación objetiva, que se puede deducir de los hechos.

Lo que ciertamente debería intrigarnos es la coincidencia entre el amor de la "moral admitida" y este amor que  podemos deducir ahora.


Una tecnología para evitar la muerte

Un individuo tiene conciencia si puede reconocer su propia existencia. Yo tengo conciencia y sospecho que usted también, aunque no lo sé a ciencia cierta debido al modo como la he definido. Vamos a extender esta sospecha a los individuos de las especies tecnológicas. No sé si un tiburón o una ardilla tienen conciencia, pero los sujetos inteligentes de una civilización tecnológica estable tienen conciencia.

Lo que sigue es una hipótesis: suponemos que los individuos de una especie inteligente sienten un impulso por perpetuar la conciencia, por prolongar el conocimiento o sentimiento de su propia existencia. No es una hipótesis muy comprometida pero es una hipótesis al fin.

Llamamos muerte de un individuo al fin de su conciencia. Como los individuos de las CiTE tienen un impulso por perpetuar la conciencia, tendrán un impulso por evitar la muerte.  El estado de felicidad estará condicionado por la posibilidad concreta de saciar el impulso de perpetuación de la conciencia. Pero si los individuos participan de una cultura altruista y sienten la necesidad de priorizar el bienestar común y la felicidad ajena, el impulso de perpetuación de la conciencia individual se traducirá en un impulso por perpetuar la conciencia de todos. Por esta razón, la satisfacción del impulso de perpetuación de las conciencias tiene que ser un objetivo común dentro de las CiTE.

Lo que las especies tecnológicas pueden hacer  para prolongar el impulso de perpetuación de la conciencia depende de cual sea la relación entre dicha conciencia y el cuerpo físico. Hay dos posibilidades:

  • Alternativa escéptica: La muerte del cuerpo es el fin de la conciencia.
  • Alternativa espiritual: La muerte del cuerpo no es el fin de conciencia.

Observemos que las dos afirmaciones reúnen el universo de casos porque una es la negación de la otra,  y que no existen pruebas concluyentes de ninguna de las dos. Sin embargo la disyunción pronto se revelará innecesaria.

Si se verifica la alternativa espiritual, el objetivo está cumplido. La conciencia no muere con el cuerpo físico y la inmortalidad de la conciencia es la forma más acabada de saciar el impulso de perpetuación. Claro que la alternativa espiritual implica una cantidad de cosas. Significa que existe un enorme pedazo de universo del cual no tenemos ni noticias. Una región o estado de la realidad física que permite sostener cosas tan complejas como para reconocer su  propia existencia, y que sin embargo, ha pasado desapercibido hasta ahora. Pero si este fuera el caso, una CiTE ya conocería  ese estado del universo y ya sabría que las conciencias son inmortales.

La alternativa escéptica es la alternativa científica, no porque esté probada sino porque permite investigar y acercarse hacia algún conocimiento. La idea de que la conciencia  es un fenómeno emergente, asentado de alguna manera en el cerebro fue propuesta por Francis Crick [6] en 1994 y  adoptada luego como paradigma. Si la conciencia es una fenómeno físico, entonces la muerte es un problema físico. Lo individuos desean seguir sintiendo que existen mientras que la muerte atenta contra ese deseo y amenaza con mantener una cuota de infelicidad en sus vidas. La infelicidad desentona con una cultura altruista y se transforma en un problema dentro de las CiTE. Los problemas se resuelven buscando soluciones, y las soluciones son tecnológicas. Dicho en buen romance, nadie está feliz de morir, la infelicidad es un problema y los problemas se resuelven con tecnología. Este es un caso típico de tecnología puesta al servicio de una cultura altruista. 

Se nos ocurren dos posibilidades para mantener con vida la conciencia:

  • impedir que el cuerpo muera
  • trasladar la conciencia de un cuerpo viejo a otro nuevo

La primera opción implica retrasar el envejecimiento tanto como se pueda. La vida media humana se ha incrementado durante los últimos siglos a causa de la tecnología. Sin embargo, desde un punto de vista biológico, todo sigue igualmente estanco, solo nos hemos acercado al límite de lo posible. Hoy se investigan tratamientos para reducir la incidencia de muerte de diferentes factores de riesgo asociados al envejecimiento, pero un genuino retraso de la vejez solo puede surgir de un prolongado desarrollo tecnológico que actúe sobre las causas del envejecimiento.

Si una civilización pudiera desarrollar tecnología durante un inconcebible tiempo y supiera modelar el propio replicador para obtener ciertos objetivos, la extensión de la longevidad biológica no debería presentar impedimentos técnicos. Aún si hubieran límites físicos insalvables para extender la vida más allá de un tiempo máximo característico, debemos pensar en límites mucho mayores que nuestros humildes 75 años. Con la tecnología adecuada para limpiar todo lo que se ensucia y rejuvenecer células viejas, un individuo podría vivir cientos o miles de años. 

La segunda opción es tecnológicamente más osada pero se basa en un hecho evidente: Si hemos supuesto que la conciencia es una propiedad del cuerpo, entonces debe existir una estructura física que se traduzca en el estado de conciencia. Nosotros no sabemos cuál es y dónde está, pero la alternativa escéptica propone que está allí, enquistada de algún modo en el cuerpo físico de los sujetos. La tecnología todavía está muy lejos del copiado de conciencias pero ya existe investigación de base en neurociencias experimentando con minicerebros humanos [7] [8] y un gran problema ético respecto a cómo investigar [9]. También existe la iniciativa de reconstruir el conexionado neuronal en un soporte digital, más allá del modo como funcione la estructura [10].

Es probable que nosotros estemos muy lejos, pero si la conciencia está alojada en el cuerpo, una civilización tecnológica arbitrariamente longeva ya debería saber como funciona y cuáles son sus rasgos invariantes. Sería una cuestión de tiempo que una CiTE pueda  producir a voluntad una réplica de la conciencia individual en un cuerpo nuevo fabricado para ello. Y tiempo es aquí lo que sobra. Allí tendríamos entonces al mismo individuo con toda su memoria, con sus capacidades y limitaciones, con el recuerdo de todos sus conocidos, con sus sentimientos y sensaciones habituales despertando en un cuerpo nuevo y preguntando ¿Falta mucho doctor?

Transferir una conciencia individual de una cuerpo a otro permite inquietantes posibilidades. Nosotros hablamos de transferencia, pero en realidad se trata de una replica, una copia de un cuerpo a otro, y copiar no es lo mismo que transferir, porque el que puede copiar también puede obtener muchas copias de lo mismo. El individuo copiado se incorpora y saluda al original, que es él mismo hasta recién, y que a partir de ahora recorrerá un camino distinto. Ninguna de las dos versiones perdió esa sensación de continuidad propia de la conciencia, del reconocimiento de la propia existencia. 

Es evidente que esta posibilidad genera múltiples problemas éticos. Tal vez convenga que la conciencia copiada no tenga muchos representantes individuales o que la copia no conserve todos los recuerdos. Si existiera una tecnología para copiar conciencias se podrían administrar los detalles para adaptarla a una cultura altruista. En el fondo, todo esto surge del supuesto de que la conciencia es un fenómeno netamente corporal, un complejísimo sistema químico, en principio, reproducible. 

Si la conciencia puede transferirse de un cuerpo viejo a otro nuevo, entonces es posible mantenerla con vida mientras dure la tecnología de copiado y esto es, virtualmente, mientras exista la CiTE. Si esto es así, en la alternativa escéptica la conciencia individual puede mantenerse con vida durante un tiempo indefinidamente prolongado.

Ahora ensamblemos todas las partes del argumento. 

  • Si se verifica la alterativa espiritual, la muerte del cuerpo no mata a la conciencia; esta perdura en una porción de la realidad que tarde o temprano es aprendida por la civilización tecnológica. La muerte no existe en las CiTE.
  • Si se verifica la alternativa escéptica, sería posible una tecnología que mude la conciencia de un cuerpo a otro haciéndola igualmente inmortal.

Ambas alternativas llevan a la misma conclusión: Los individuos pueden ser "inmortales" mientras duren las CiTE. Como ambas alternativas son opuestos lógicos, todo el razonamiento es una tautología. Con independencia de que la muerte del cuerpo sea o no sea el fin de la conciencia, la tecnología puede hacerla tan longeva como la propia civilización. Es tecnológicamente posible que en las CiTE las conciencias no mueran.

Existen algunos apoyos más para esta idea. En una cultura altruista este objetivo debe perseguirse de manera sostenida porque trabajar por la "inmortalidad"   ajena aumenta el estado de felicidad. Si no hay un impedimento en las leyes físicas, una CiTE podría intentarlo durante un tiempo indefinidamente prolongado aumentando sus posibilidades de lograrlo. 

Por último, y sumamente importante: El objeto físico que una CiTE debería reproducir, la conciencia individual, ya existe, ya es un hecho. Al sistema biológico le llevó 3800 millones de años aprender a fabricar conciencia por un burdo experimento de prueba y error, sin propósito ni dirección, ¿Cuánto menos tiempo podría llevarle el mismo aprendizaje a una CiTE? Creemos que el tiempo de aprendizaje inteligente del principio de funcionamiento de la conciencia debe ser varios órdenes de magnitud inferior que el ciego aprendizaje por prueba y error. Tal vez un millón de años sea un tiempo todavía  exagerado.


8.   Otra vez, salir al espacio.

Si en las CiTEs las conciencias individuales realmente fueran tan longevas como su civilización, nuestra visión de las mismas vuelve a transformarse radicalmente. A continuación revisaremos un solo aspecto de este impacto. Eso sí, será un gran aspecto.

Una de las características que definen la estabilidad de una civilización tecnológica es su número de población. Las CiTEs deben tener un cupo  en sus mundos y están obligadas a mantenerlo constante. Con una población de 7800 millones de personas, la Tierra tiene 1.8 hectáreas de tierra firme por habitante; no sabemos cuantas personas más pueden caber, pero sin duda existe un límite. Lo mismo ocurre dentro de cualquier CiTE.  Existe un cupo máximo de población dentro de sus mundos. Además, las CiTEs tuvieron que adaptarse a ese cupo máximo mucho antes de lanzarse al especio porque la tecnología que la expone a un máximo poblacional es muy anterior a la tecnología de los viajes especiales.

La población se estabiliza cuando la gente nace y muere al mismo ritmo. Pero si la gente dejara de morir, debería dejar de nacer. 

En una población indefinidamente perdurable, los beneficios de la inmortalidad solo son compatibles con una consecuente "innatalidad". El cuadro es drástico: si las viejas conciencias sobreviven, ninguna nueva conciencia debe nacer. Pero si la solución es no nacer, algo empieza a andar mal en el paraíso. 

Si las conciencias no mueren, la población nunca se renueva y la situación se satura lentamente dentro de las CiTEs. Al principio todo está bien, los individuos interactúan entre sí, son felices y se aman. Pero un solo mundo con una sola población tarde o temprano acaba transformándose en una limitación para el amor y la felicidad. Donde ya no queda nada por hacer, la necesidad de actuar en favor de la felicidad y el bienestar general no necesita transformarse en ningún acto concreto, de modo que el impulso de amor no tiene como saciarse. En las nubes, los ángeles tocan el arpa y las criaturas vivientes cantan hosannas por siempre jamás, mientras los individuos amadores, potencialmente inmortales, se suicidan en masa presos de una abulia infinita.

Más allá del sarcasmo, si la población no se renueva, la única forma de mantener el estado de felicidad dentro de las CiTEs es estallando hacia afuera. Ya hemos explicado que la alternativa de colonizar otros mundos constituye una estrategia intelectual destinada a proteger a la civilización de la extinción. Ahora decimos además que si las conciencias no mueren, los mundos son muy chicos para las CiTEs. Las dos razones nos llevan al mismo sitio. Las civilizaciones debe salir de su mundo, deben explorar el espacio, colonizarlo, vivir en él, hacerlo parte de sus proyectos y sus objetivos. 

Llegadas a cierto punto de maduración, las CiTEs están llamadas a estallar hacia el universo. Un estallido de tecnología y altruismo. 

 

9.   Conclusión

La formación de una CiTE  requiere de cierta cultura altruista. Cuando esa cultura produce una genética adecuada para mantenerla, el altruismo se hace estable y la civilización ya no retrocede hacia estados culturales anteriores. La civilización desarrolla entonces tecnología para vencer todo posible factor de extinción y se torna sumamente longeva.  

Tanto el período crítico como el altruismo necesario para atravesarlo y la extraordinaria longevidad posterior deben ser conocidos por las CiTEs. Se trata de un proceso universal que se opera cada vez que se construye una forma estable de tecnología.

La conjunción entre una cultura altruista y una tecnología muy desarrollada abren una nutrida gama de posibilidades de las cuales destacamos dos: Editar el lenguaje biológico para adecuar su propio mundo o intervenir en otros y extender la conciencia de los individuos mientras se prolongue la existencia de las CiTEs.

Tanto para evitar la extinción por un colapso local como para salir del encierro al que lleva una población que no muere, las CiTEs deben salir al espacio.

No seremos capaces de completar una descripción acabada de las civilizaciones tecnológicas estables hasta que no exploremos de qué modo se relacionarían con el universo. Si las CiTEs son tan longevas, esas relaciones deberían ser muy ricas. Hemos reservado ese tema para las próximas entradas.

Pero antes de eso debemos responder una pregunta simple: ¿Por qué razón no reconocemos ninguna evidencia de otras civilizaciones allí afuera?

__________

[1]https://www.existential-risk.org/concept.html
[2]https://www.bbvaopenmind.com/wp-content/uploads/2018/12/BBVA-OpenMind-Samuel-H-Sternberg-La-revolucion-biologica-de-la-edicion-genetica-con-tecnologia-CRISPR.pdf
[3]https://www.lavanguardia.com/vida/junior-report/20191025/471178739219/nueva-tecnica-edicion-genetica.html
[4]https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/027311779290167V
[5]https://core.ac.uk/download/pdf/235852323.pdf
[6]Crick, F. (1994). La búsqueda científica del alma. Una revolucionaria hipótesis para el siglo XXI. Madrid: Editorial Debat
[7]Mansour, A., Gonçalves, J., Bloyd, C. et al. (2018) Un modelo in vivo de organoides cerebrales humanos funcionales y vascularizados. Nat Biotechnol 36, 432–441.
[8]Pham, Missy; Pollock, Kari; Rose, Melanie; Cary, Whitney; Stewart, Heather; Zhou, Ping; Nolta, Jan; Waldau, Ben. (2018) Generación de organoides cerebrales vascularizados humanos, NeuroReport: Volumen 29 - Número 7 - p 588-593
[9]https://www.nature.com/articles/d41586-018-04813-x
[10]https://www.infobae.com/america/tecno/2018/03/19/es-posible-hacer-una-copia-digital-del-cerebro-para-lograr-la-inmortalidad/

<página anterior>                                                                  <página siguiente> 


Licencia Creative Commons
6.2 Civilizaciones Inmortales por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.