domingo, 2 de agosto de 2020

4.3 Civilizaciones altruistas (2)

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  1. Introducción
  2. Las cascadas de arena
  3. Ritmo acelerado
  4. Transición del trabajo
    Estado final de la transición
    Estado inicial de la transición
    La transición
  5. Condicionalidad de un modelo económico
  6. Condicionalidad y altruismo
  7. Condicionalidad y transición del trabajo
    Condicionalidad durante el estado final
    La condicionalidad umbral
  8. Componiendo un mínimo altruismo



1.   Introducción

Durante la inestabilidad típica las especies tecnológicas crecen rápidamente y necesitan adaptarse a sí mismas para seguir existiendo. En todos los casos esta adaptación tiene al menos tres patas:
  1. Capacidad para convivir con la energía nuclear.
  2. Capacidad para ser ecológicamente sustentables.
  3. Capacidad para organizarse a sí mismos.
En la entrada anterior hemos visto los dos primeros casos. Para adaptarse a la tecnología nuclear, una civilización necesita cierto grado de altruismo. Concretamente, ninguna especie se adaptaría si su grado de altruismo fuera menor que un mínimo $M_1$. El altruismo condiciona también la posibilidad de que una especie inteligente pueda superar el déficit ecológico y sobrevivir. Ninguna especie con un altruismo menor que $M_2$, podría revertir y superar la acumulación de degradaciones.
El altruismo es una forma laxa pero usual de referir el impacto ajeno de los comportamientos, cuando este es positivo. Las civilizaciones que se adaptan a la tecnología nuclear y a la crisis ecológica son aquellas que presentan un comportamiento cuyo impacto ajeno es mayor que $M_1$ y $M_2$
El objetivo ahora es mostrar que también existe un mínimo altruismo o impacto ajeno $M_3$ necesario para lograr que los individuos de una especie inteligente se organicen de una manera sustentable.
Cuando analizamos qué desafíos podían resultar comunes a toda civilización inteligente que ingrese en el período inestable, detectamos un problema en su organización económica que es consecuencia de la aceleración del crecimiento. Este obstáculo podría existir aunque una civilización no fabricara armas nucleares o no tuviera un déficit ecológico porque es independiente de ambas situaciones; su principal impulsor es el crecimiento tecnológico. Pero es necesario caracterizarlo con más detalle para evaluar la intervención de cierto grado de altruismo en la solución del problema.


2.   Las cascadas de arena
Imaginemos que cae un grano de arena por segundo sobre una mesa plana e infinita. Todos los granos caen en el mismo lugar de la mesa, durante un tiempo indefinidamente prolongado. Cuando la arena forma una montaña, el punto de salida del grano asciende para conservar el metro de caída. He allí nuestro dispositivo imaginario.
Al principio los granos ganan la superficie, pero después de un tiempo, comienzan a amontonarse unos sobre otros. La inmensa mayoría de los granos simplemente caen y ruedan montaña abajo hasta encontrar un sitio estable donde detenerse. Sin embargo, cada tanto, un grano de arena choca a otro inestable, éste cae y arrastra a otros también inestables y se forma una pequeña cascada. Así transcurre el tiempo sobre la mesa plana. La mayoría de los granos simplemente ruedan, unos cuantos producen una pequeña cascada y, muy de tanto en tanto, la caída de un único grano genera un verdadero desmoronamiento. La perturbación de entrada es constante, un grano por segundo, pero los fenómenos resultantes son discretos: o no ocurre nada, o tenemos una pequeña cascada o se forma una gran cascada.
En una civilización que ingresa a la inestabilidad típica, la tecnología es como los granos de arena, cae y se acumula formando una montaña. Cada tanto, una nueva y única tecnología permite la construcción de muchos dispositivos diferentes, generando una cascada de innovaciones. Muy de tanto en tanto, una sola tecnología es capaz de generar una gran cascada; una verdadera disrupción; una andanada de cambios en la industria, la sociedad, la economía y la política. Para designar estas grandes disrupciones, los historiadores recurren a la idea de "revolución industrial". Para nosotros, una revolución industrial es una gran cascada de tecnología; y verlo así nos permite generalizar el caso: Todas las civilizaciones que acumulan tecnología presentan revoluciones tecnológicas porque el fenómeno subyacente es común a todas ellas. Si se genera una montaña de arena, invariablemente se formarán cascadas.


3.   Ritmo acelerado
Según los historiadores, en la humanidad existieron cuatro revoluciones industriales distinguibles, aunque resulta un tanto subjetivo decir qué cascada tecnológica es una revolución y cuál es simplemente una cascada. También resulta polémico el año que da inicio a cada revolución, pero no será importante para nosotros porque solo queremos detectar la forma del fenómeno.
Seguimos a Klaus Schwab en su libro La Cuarta Revolución Industrial [1], por ser quien propuso la última de estas cascadas tecnológicas. Según Schwab, la Primera Revolución Industrial se inicio en 1760, cuando irrumpieron los motores de vapor, la locomotora y las máquinas textiles, reemplazando la energía muscular por la fuerza mecánica. La Segunda Revolución Industrial comienza en el 1890, con la aparición de la cadena de montaje y la irrupción de la electricidad. La Tercera Revolución Industrial puede datarse en 1960, con el desarrollo de los semiconductores que permitieron miniaturizar los circuitos y dieron inicio a la revolución digital. A partir del año 2000, la Cuarta Revolución Industrial está en marcha y su principal característica es la integración de las tecnologías preexistentes. Si bien son desprendimientos de la revolución digital, la inteligencia artificial (IA), la internet de las cosas (IOT), la computación cuántica, el big data, la nanotecnología, la bioingeniería, la ingeniería de materiales y la robótica, están evolucionando rápidamente dando lugar a revolucionarios dispositivos integrados como los vehículos autónomos o los robots inteligentes.[4]
Todas las revoluciones industriales son disruptivas, cambian a la sociedad y sus impactos son diversos y profundos; pero a nosotros solo nos interesa un impacto particular: la influencia de las revoluciones tecnológicas en el empleo. Un impacto que, además, es general: En todas las civilizaciones que acumulan tecnología habrá individuos que trabajan y revoluciones tecnológicas que modifican ese trabajo.
Inicialmente las sociedades soportan el recambio tecnológico y se adaptan sin mayores problemas. Existen entre los individuos tres actitudes o situaciones:
  1. Individuos que se forman con las viejas competencias y ya no cambian
  2. Individuos jóvenes que se forman con las nuevas competencias
  3. Individuos que se forman con las viejas competencias, se recapacitan y se adaptan al nuevo trabajo.
El primer grupo está formado por individuos conservadores que solo se adaptan levemente durante su vida laboral, hasta el momento en que dejan de trabajar. No hay en ellos cambio posible. El segundo grupo está formado por individuos jóvenes que se capacitan para vivir su presente, tal como es, con las nuevas tecnologías ya incluidas. No sabemos si en el futuro serán recapacitables o no lo serán. El tercer grupo está formado por personas que se capacitaron en la vieja escuela pero pueden cambiar de competencias si se las recapacita. 
Si deseamos verlo en general, las especies inteligentes siempre presentarán una dispersión entre personas que no cambian (grupo 1)  y personas que cambian (grupo 3). 
Este flujo natural permite que una sociedad se adecue a los cambios tecnológicos aunque solo cuente con los dos primeros grupos de personas. Los individuos conservadores se van retirando y son reemplazados por nuevos individuos que se forman para los nuevos tiempos. A largo plazo se ve un cambio drástico pero el cambio real fue paulatino y natural. En caso de que no hayan grandes variaciones tecnológicas, las nuevas competencias enseñadas son muy parecidas a las viejas. Si hay una revolución industrial, en cambio, muchos procesos se modifican a la vez y las nuevas habilidades pueden ser muy diferentes a las antiguas. Pero siempre es posible que los nuevos individuos aprendan lo necesario. Además, las personas maduras que pertenecen al tercer grupo, se pueden recapacitar e integrarse naturalmente al cambio. Si las diferencias entre los nuevos procesos y los antiguos fueran muy marcadas, tal vez los individuos del tercer grupo no podrían aprender lo necesario. Pero esto no sería un problema si el recambio fuera lento.
El problema no estalla con la intensidad de los cambios sino con su velocidad (fig 5). La primera revolución industrial ocurrió en 1760; la segunda ocurrió en 1890, 130 años después. Entre la segunda y la tercera (1960) hay 70 años de distancia y entre la tercera y la cuarta hay solo 40. Estamos comparando los años de inicio. La cuarta revolución industrial ha comenzado en el año 2000 y ya han pasado 20 años desde entonces. La sucesión de revoluciones industriales muestra una aceleración creciente. Las "revoluciones industriales" son solo un modo de ordenar la historia para poder estudiarla, pero son mojones que nos muestran claramente que el cambio tecnológico se está acelerando.
Figura 5. Duración entre una revolución industrial y la anterior. Se tomaron 230 años antes de la primera para completar la curva utilizando la línea de tendencia. El resto de los datos son empíricos.


En nuestro mundo ese ritmo ya es incompatible con los tiempos biológicos. Si una persona puede trabajar desde los 18 años hasta los 65, su período laboral dura 47 años. Las últimas revoluciones industriales se sucedieron en 40 años; ya han pasado 20 años más y el ritmo se sigue acelerando. ¿En 2030 será la siguiente revolución? Si nuestro período laboral es de 47 años, 30 años entre revolución y revolución es muy poco tiempo. Una persona educada a los 22 años, se torna obsoleta entre los 50 y los 55.
El recambio tecnológico se ha acelerado tanto que mantener el empleo ya depende críticamente de la posibilidad recapacitarse. No basta con que algunos logren hacerlo; todos deberían recapacitarse porque ninguno atravesará 47 años de trabajo sin una recapacitación. En su reporte sobre le Futuro del Trabajo 2018, el Foro Económico Mundial habla de un "aprendizaje ágil de por vida", lo que no es más que una elegante descripción de la tragedia. [2, pag.22].
Conforme se acelera el desarrollo tecnológico, van menguando las posibilidades de recapacitación de los individuos. La capacidad de aprendizaje intelectual disminuye con la edad [3]. Cada vez hay más distancia entre las viejas y las nuevas competencias. La inversión necesaria para la recapacitación no está formalmente contemplada por el estado, y la actividad privada solo invertirá en capacitación si puede obtener un beneficio a cambio. Esto, suponiendo que todos los individuos son abiertos, flexibles y dispuestos.
Pensemos en las olas de mar. Si la intensidad de los cambios fueran como la altura de la ola y la velocidad del recambio tecnológico fuera como su frecuencia, cada vez tendríamos olas más altas y más frecuentes. Si nuestra "balsa" midiera los 47 años laborables; dejaría de mantenernos a flote cuando la distancia entre una ola y la siguiente comenzara a ser menor.  
La tecnología está destruyendo y generando puestos de trabajo a un ritmo cada vez mayor pero mientras los puestos que destruye son contantes y sonantes, los puestos que genera requieren de capacidades que aún no se han gestado. La recapacitación no es la solución del problema porque las posibilidades de capacitación son biológicas, finitas y menguantes, mientras la aceleración tecnológica sigue el implacable reloj que impone la competencia.
Si las personas no se pueden recapacitar, quedan fuera del mercado laboral; y si esto ocurre con muchos individuos, tenemos un problema. Si la tecnología origina puestos para los que no existen personas capacitadas,  tenemos un segundo problema. Es simple imaginar el resultado: nuestra civilización está en los inicios de una expulsión masiva de puestos de trabajo a manos de la integración de tecnologías. No sabemos si esa expulsión será temporaria o definitiva ni cual será su distribución etaria, pero la expulsión en ciernes ya preocupa a los especialistas.
La perspectiva humana es la única visión que tenemos de este problema, pero hay muchos factores que pueden generalizarse. Cuando una balsa de longitud constante flota sobre un mar cuyas olas son cada vez más altas y más frecuentes, el problema es siempre del mismo tipo. Toda civilización que ingrese a la inestabilidad típica experimentará un recambio tecnológico. Todas experimentarán revoluciones industriales como consecuencia de este recambio. Todas percibirán una aceleración en la secuencia de revoluciones industriales y verán la necesidad de recapacitar a los individuos de la especie inteligente para mitigar esa esta aceleración. Como el recambio tecnológico tiene una frecuencia y una intensidad aceleradas, y los individuos solo pueden adaptarse a velocidad menguante; la inestabilidad típica genera en algún momento una masiva expulsión de individuos del mercado laboral.
Naturalmente, cuando saltamos del caso particular humano a el escenario general, algunos parámetros pierden nitidez. Todas las civilizaciones que imaginemos experimentarán un crecimiento tecnológico acelerado que se meterá en sus procesos productivos y la aceleración del cambio tecnológico forzará una reeducación laboral; pero no sabemos si en todas las especies, la recapacitación se dificultará con la edad. Solo podemos decir que si la biología de sus inteligencias se parece a la nuestra, si se basa en algo similar a las redes neuronales, entonces tarde o temprano la aceleración del crecimiento tecnológico dejará a muchos individuos sin trabajo.
No tenemos la certeza de que una masiva perdida de empleos pueda generalizarse a todas las civilizaciones tecnológicas que ingresan a la inestabilidad típica, pero existe una alta probabilidad de que así sea.


4.   La transición del trabajo
En biología, un comportamiento se evalúa contabilizando el aumento o la disminución de los genes que lo determinan. Allí se supone que imperceptibles modificaciones en las probabilidades de aumentar o disminuir la presencia de un comportamiento, se transformarán  a largo plazo en su estabilización o extinción en el acervo de genes. La idea de pensar en el impacto de una acción como el resultado de muchas acciones equivalentes operando en el tiempo se puede extrapolar a los individuos y su comportamiento económico.

Figura 1: Transición del trabajo vital sobre el total del tiempo trabajado. En el estado inicial, casi todo el trabajo realizado es trabajo vital. Durante el estado final la situación se revierte y el trabajo vital es casi nulo.

Pensemos en un sujeto que debe decidir entre viajar en transporte público o comprar un automóvil. Es más cómodo viajar en el propio vehículo, pero la biología dice que, además, esto mejora las chances de supervivencia del individuo y el bienestar asociado a ella. Es una mejora imperceptible pero a largo plazo el efecto es evidente. Imaginemos ahora una variación crítica de este experimento. El individuo debe decidir entre comprarse un auto de 10.000 dólares o comprarse un auto de 20.000 dólares. Es claro que el vehículo de mayor valor proporciona mayor bienestar, pero las chances de sobrevivir o extinguirse a largo plazo, son exactamente las mismas, porque ambos automóviles están igualmente dotados de lo necesario. Si suponemos que el individuo obtiene su dinero del trabajo, debe trabajar el doble de tiempo para comprar el auto caro. El tiempo trabajado en exceso no se traduce en una mejora de sus chances de supervivencia. Es evidente, entonces, que del tiempo total trabajado, hay solo una parte que mejora sus chances de sobrevivir. Este tiempo es el trabajo vital. En términos coloquiales, es una parte del tiempo total trabajado que se utiliza para obtener cualquier bien o servicio que se traduzca en su supervivencia, aunque sea imperceptiblemente. Buena parte del bienestar está incluido en el trabajo vital porque vivir en una casa, por ejemplo, aumenta las chances de supervivencia respecto a vivir en la calle, pero también aumenta el bienestar.
Estado final de la transición
Olvidemos ahora por un momento el caso particular humano para pensar en civilizaciones tecnológicas en general. Imaginemos una civilización como la nuestra que ha logrado adaptarse a su tamaño, ha sorteado exitosamente la inestabilidad típica y ha desarrollado tecnología durante unos 2000 años más. Indudablemente no somos capaces de imaginar esa tecnología, pero la forma más natural de concebir la relación entre los individuos de la especie inteligente y el trabajo vital es suponiendo que la tecnología ha avanzado ya superlativamente sobre la actividad laboral liberando a los individuos, como mínimo, de todas las actividades relacionadas con la producción de bienes y servicios que aseguran su supervivencia y el bienestar asociado. No decimos aquí que los individuos no trabajan, decimos, en cambio, que su supervivencia y bienestar están asegurados independientemente de lo que hagan, pues la tecnología realiza la tarea de producir lo necesario para la vida. 
Alguien podría argumentar que una civilización puede adaptarse a su tamaño, superar la inestabilidad y desarrollar tecnología unos miles de años más sin utilizarla jamás para asegurar la supervivencia y el bienestar de su población. En ese caso, estamos intrigados por escuchar la razón. 
Reducir a cero el trabajo vital de los individuos requiere una tecnología instalada de gran envergadura. Los dispositivos deben ser capaces de sembrar, cosechar, transportar, procesar, fraccionar y distribuir; o bien extraer materias primas, producir substancias sintéticas, transportarlas, procesarlas, embalarlas, distribuirlas. Existe una infinidad de figuras posibles para la secuencia de procedimientos. Además, todo el control de existencias debe ser automático y las especificaciones de lotes de producción deben surgir de allí. La trama completa de las actividades de las que debería adueñarse la tecnología resulta abrumadora; pero nada que sea imposible para una civilización que desarrolla tecnología durante 2000 años después de la inestabilidad típica.  
Esta es la situación que supondremos más natural para la fase posterior a la inestabilidad típica. La llamaremos estado final de la transición. Nada decimos de las horas trabajadas, pero el trabajo vital debe ser cero.
Estado inicial de la transición
La fase anterior a la inestabilidad típica, y remontándonos tan atrás en el tiempo como lo deseemos, es diferente; allí rige el "ganarás el pan con el sudor de tu frente". Los individuos de la especie inteligente deben trabajar para asegurar su supervivencia y bienestar, porque si los individuos no producen, nada lo hará por ellos; aún no existe la tecnología suficiente. El trabajo vital tiende a ser una gran proporción del trabajo total. Y si el trabajo total no alcanzara para cubrir el trabajo vital, es muy probable que el individuo fallezca antes de tiempo.  
Esta es la situación previa a la inestabilidad típica. La llamaremos estado inicial de la transición. El trabajo vital es una alta proporción del trabajo total. Los individuos deben trabajar por su supervivencia y bienestar.

Transición
Si el estado inicial surge naturalmente y el estado final es también una consecuencia natural, posterior a la inestabilidad típica; la transición desde el estado inicial hacia el estado final, está determinada para todas las civilizaciones que logran atravesar el período inestable. Esta situación está representada en la figura 1.
Hay un claro relajamiento de la agresión interpersonal en la etapa final de esa transición. Si durante el estado final los individuos tienen asegurada la supervivencia y el bienestar, entonces debe existir mucha menos injusticia que al iniciar la transición.
Ahora debemos determinar como, cuando y por qué se desencadena esta transición. En particular, nos interesa saber si en las civilizaciones que acumulan tecnología, la inestabilidad típica ocurre antes, durante o después de la transición laboral.
En las figuras 2, 3 y 4 hemos representado la inestabilidad típica (IT) mediante una barra vertical durante un intervalo de tiempo anterior, simultaneo o posterior a la transición del trabajo vital. El grosor de la barra no representa el tiempo que dura una inestabilidad típica porque no lo conocemos.

Figura 2
Figura 3
Figura 4
Es muy claro que la situación de la figura 4 no es cierta en todos los casos porque nosotros somos un contraejemplo: la inestabilidad típica no es posterior a la transición. Nuestra humanidad se encuentra en medio de una inestabilidad típica y no es cierto que el trabajo lo hagan las máquinas, al menos el porcentaje necesario para que un ser humano promedio asegure su supervivencia y el bienestar asociado. Existen casos donde la persona trabaja 12 horas al día y aún así no logra lo necesario para sobrevivir. En general, no es razonable que una civilización inicie la inestabilidad típica luego de haber resuelto la transición del trabajo porque la aceleración del recambio tecnológico que da inicio a la transición, se presenta durante durante la inestabilidad y no antes de ella. Durante el período inestable, todo se acelera, y en particular se acelera el recambio tecnológico.
La figura 2 bien podría expresar un caso posible. Allí la inestabilidad típica queda atrás, la especie inteligente aprende a convivir con su propio mundo y se adapta al tamaño de su tecnología, sin dejar jamás de trabajar para asegurar su supervivencia. Si en algún momento la civilización presenta una transición del trabajo vital desde los individuos hacia las máquinas, eso ocurre después de la inestabilidad típica y sin crear una nueva inestabilidad. Esta situación podría ocurrir, sí, pero no coincide con las evidencias.
Todo indica que durante la inestabilidad típica las civilizaciones presentan problemas laborales comunes asociados a la aceleración del recambio tecnológico que podrían representar el inicio de la transición. Este desorden creciente puede derivar en una masiva expulsión de individuos del mercado laboral. Y esa situación se parece sospechosamente al inicio de la transición laboral que estamos revisando y que a largo plazo está determinada. Si un mundo se hace estable antes de la transición, entonces hay dos cosas que quedan sin explicar: por que la transición se realiza sin volver a desestabilizar el sistema; y sobre todo, qué ocurre cuando el trabajo se desestabiliza durante la inestabilidad típica, como muestra la evidencia.
El  caso que mejor explica las evidencias halladas en nuestra propia civilización está representado en la figura 3. La transición del trabajo se inicia durante la inestabilidad típica y es consecuencia de la aceleración del crecimiento tecnológico.
Es realmente maravilloso que la tecnología pueda asegurar la supervivencia y un razonable bienestar sin que la especie deba trabajar para conseguirlo. El desarrollo tecnológico de cualquier civilización inteligente debe propender a este objetivo. Se trata de una meta posible que requiere de mucha menos tecnología que la necesaria para viajar por el espacio y establecer colonias en otros mundos. Nosotros mismos ya tenemos la tecnología para librarnos del trabajo vital y aún tardaríamos decenas de miles de años en llegar a las estrellas más cercanas.
Después de la inestabilidad típica, los individuos de una especie tecnológica pueden vivir casi como si estuvieran vacacionando todo el tiempo, porque su comida, su ropa, su casa, su salud y su capacitación, están asegurados por medios tecnológicos. Por supuesto que pueden trabajar por más, pero también pueden decidir no trabajar. Esta pequeña diferencia es una diferencia enorme. En una civilización muy tecnificada las personas no están obligadas a trabajar porque la tecnología les proveerá todo lo que necesitan. Entonces los modelos que definen la relación entre el trabajo y los individuos, deben adaptarse a esta situación. Si en lugar de adaptar los modelos a la situación, adaptamos la situación a los modelos, la transición del trabajo podría verse como un desempleo creciente en lugar de verse como liberación del trabajo.
No siempre es posible adaptar los modelos a la situación, porque deben adecuarse también al comportamiento promedio de los individuos de la especie inteligente. No es factible un modelo que permita que algunos individuos coman, se vistan, accedan a salud y educación sin trabajar por ello si otros individuos que sí trabajan lo consideran injusto. Para que un modelo económico sea factible, debe ser justo. Y no todos los individuos tienen la misma concepción de justicia para un modelo económico. Veamos esto con detalle a continuación.


5.  Condicionalidad de un modelo económico
Todas las civilizaciones que ingresan a la inestabilidad típica deben tener uno o varios modelos económicos. Necesitamos entonces generalizar la idea de "modelo económico" a todas las civilizaciones que acumulen tecnología. No esperamos que sus especies inteligentes sean iguales unas a las otras; pero en esa dispersión, debe existir una profunda relación entre la naturaleza de los individuos y los modelos que pueden establecerse para organizarlos.
Para nosotros un modelo económico es un sistema que intenta asegurar una justa producción y distribución de recursos, bienes y servicios, entre los individuos.
La polémica acerca de la justicia o injusticia de un modelo tiene su raíz en dos principios excluyentes y complementarios asociados a la distribución, a los que llamaremos principios de condicionalidad
  1. Principio no condicionado: En los sistemas económicos, las diferencias naturales entre los individuos no deben expresarse como diferencias o asimetrías en la distribución de recursos.
  2. Principio condicionado: En los sistemas económicos, las diferencias naturales entre los individuos deben expresarse como diferencias o asimetrías en la distribución de recursos.
Los hemos llamado "principios de condicionalidad" porque las asimetrías que permiten están condicionadas a las diferencias entre unos y otros individuos.

Un principio afirma que debe hacerse exactamente lo mismo que el otro afirma que no debe hacerse. Por eso decimos que son excluyentes. Además, cualquier modelo económico que imaginemos basará sus conceptos de justicia en alguna concepción intermedia entre estos extremos. Por eso decimos que son complementarios. 
Si un hecho es justo para un individuo entonces la capacidad para beneficiarlo o perjudicarlo está asociada a la previa actuación del individuo. Según el principio no condicionado, los únicos modelos justos son los que aseguran una distribución igualitaria. En efecto, si la distribución no fuera igualitaria, existirían asimetrías distributivas; si esas asimetrías no dependieran de las diferencias entre los individuos, entonces no estarían relacionadas a su previa actuación y no serían justas; si por el contrario, las asimetrías dependieran de las diferencias individuales, el modelo sería condicionado. Para la concepción no condicionada, la única manera justa de distribuir los recursos entre la población es la distribución igualitaria. Las diferencias naturales entre los individuos no se traducen como diferencias en la distribución de recursos.
Si, por el contrario, aceptamos el principio condicionado, entonces es justo que la distribución premie a los individuos más capacitados para generar asimetrías en su favor. Una versión acérrima de este principio es el que considera justo el  propio funcionamiento de la evolución genética. Allí, sobreviven los genes cuyo comportamiento asociado aumenta las probabilidades de supervivencia de su portador (longevidad, fecundidad y fidelidad de la copia). En un sistema condicionado, las asimetrías distributivas son una consecuencia de las diferencias entre los individuos de la especie inteligente.
Esos son los extremos: O se considera justo que las diferencias individuales no se traduzcan en asimetrías distributivas, o se considera justo que las asimetrías distributivas sean consecuencia de las diferencias individuales.
En la práctica, no conocemos modelos que respeten estos principios en extremo. Todos los modelos económicos son intermedios, hay algunos más propensos a ignorar las diferencias individuales y otros más propensos a exaltarlas. Podría establecerse, por ejemplo, que la distribución de cierto tipo de recursos muy básicos debe ser igualitaria, debe estar asegurada para todos, y de allí en más, la distribución de recursos debe oscilar libremente en función de las diferencias individuales. Es muy difícil concebir modelos que, en la práctica, respeten absolutamente una u otra concepción. Lo más razonable es suponer que los modelos tienen algunas componentes de cada concepción.
Llamamos condicionalidad ($c$) de un modelo económico al atributo que varía según cuanto se acerque al principio condicionado o al no condicionado. Evaluamos la condicionalidad con un número entre $0$ y $1$ (vemos en [5] una posible forma de hacerlo) y le asignamos condicionalidad $0$ a los modelos de distribución que respetan absolutamente el principio no condicionado y $1$ a los modelos absolutamente condicionados.   En un sistema de condicionalidad $0$, la distribución de los recursos es absolutamente igualitaria, no presenta ni permite asimetrías distributivas, independientemente de las diferencias naturales entre los individuos. En un modelo de condicionalidad $1$, la distribución de recursos depende enteramente de la libre relación entre los individuos y de los individuos con su entorno. Tal como hemos dicho el sistema evolutivo genético sería un magnifico ejemplo de modelo de distribución de condicionalidad $1$.
Asignamos valores de condicionalidad entre $0$ y $1$ a todas las posibilidades intermedias, donde se considere justo distribuir distintos recursos de diferente manera y hablaremos de mayor o menor condicionalidad según el grado en que se presente cada una.
Nuestra civilización tiene un grupo de modelos más o menos parecidos que se acercan al extremo condicionado y otro grupo menor que se acerca al extremo no condicionado. La condicionalidad de nuestra civilización puede concebirse como el promedio de las condicionalidades de sus modelos ponderado por la cantidad de habitantes de cada modelo. También puede concebirse tomando la máxima condicionalidad existente, o la mínima, o la condicionalidad del modelo más poblado. No importa como lo hagamos, lo importante es que siempre utilizamos el mismo criterio.
Todas las civilizaciones inteligentes tienen al menos un modelo económico y todos los modelos económicos tienen condicionalidad.  Dada una civilización inteligente, tiene sentido pensar en su condicionalidad para referirnos a una medida promedio de sus modelos de organización. Si imaginamos todas las civilizaciones inteligentes en una región del cosmos, podríamos preguntarnos cuál será la dispersión de la condicionalidad promedio de sus modelos económicos. ¿Serán sus sistemas mayormente condicionados? ¿Serán no condicionados? ¿Presentarán una distribución aleatoria? ¿Cómo será la gráfica de dispersión en esa región?

Figura 5: Numero de civilizaciones inteligentes en una región del espacio y en un instante de tiempo para cada intervalo de condicionalidades (i, i+1) 

Nosotros no sabemos cuáles son los datos, pero la figura 5 nos muestra como los ordenaríamos. Podríamos circunscribirnos a una sola galaxia en un instante determinado. En ese caso, para cada intervalo de condicionalidad $(i,i+1)$, la gráfica indicaría la cantidad de civilizaciones que tienen esa condicionalidad. Si bien la condicionalidad varía entre $0$ y $1$, la gráfica varía entre una condicionalidad inicial y otra final; esto puede interpretarse diciendo que no existen civilizaciones inteligentes con condicionalidad menor que la inicial o mayor que la final.
A medida que las civilizaciones evolucionan, es de esperar que sus modelos económicos se adapten y su condicionalidad se modifique. Según esto, la irrupción de la tecnología y, más concretamente, el advenimiento de una inestabilidad típica, puede tener algún impacto en la arquitectura de los modelos económicos que se instauren.  


6.   Condicionalidad y altruismo
La condicionalidad nos permite medir con un número cierto atributo de los sistemas de organización de las civilizaciones inteligentes, y por ende, clasificar a las civilizaciones según este atributo.
La condicionalidad fue definida relacionando la naturaleza de los individuos con el modelo económico que los organiza. Los individuos cambian con el tiempo y esto fuerza cambios en los modelos que los pueden organizar. En general, los cambios en la naturaleza de los sujetos son tan lentos que la economía los ignora. Pero la lenta acumulación de ciertos atributos individuales puede acelerarse y producir cambios discretos. La inteligencia, por ejemplo varía lentamente de una especie a otra, pero solo podrá construir herramientas el organismo que supere cierto grado de inteligencia; el altruismo varía pero solo podrá acumular tecnología la especie que supere grado de altruismo. La inteligencia y el altruismo son atributos que varían de manera cuasi continua entre unas y otras especies, pero la construcción de herramientas o la configuración de una inestabilidad típica, son fenómenos discretos. Y las teorías diseñadas para explicar comportamientos continuos no pueden modelizar estos saltos discretos. 
Recordemos que un comportamiento puede impactar en los demás aumentando o disminuyendo su supervivencia y bienestar. Lo llamamos "impacto ajeno" de un comportamiento y decimos que el impacto es altruista o egoísta según aumente o disminuya la supervivencia y el bienestar ajenos. Luego generalizamos la idea a individuos y especies inteligentes. El impacto ajeno será para nosotros un atributo de las civilizaciones que conforman esas especies. Tenemos entonces dos atributos de una civilización; su condicionalidad $c$ y su impacto ajeno $Ia$. El primero se puede expresar con un número entre $0$ y $1$ y el segundo es un número real. Dada una civilización que acumula tecnología, la idea es ver si existe alguna relación ente ambos atributos.
Utilizamos la palabra "egoísmo" de un comportamiento, individuo o civilización para expresar simplemente un bajo impacto ajeno. No debe darse otro sentido a este término y mucho menos un sentido ético. Un individuo que prioriza el beneficio propio independientemente del beneficio ajeno es más egoísta que uno que prioriza el beneficio ajeno independientemente del propio. Todos los ejemplos concretos se refieren a los hombres y a las leyes humanas y siempre consideraremos un egoísmo dentro de las leyes y convenciones establecidas. Un comportamiento es, ante todo, legal. Luego puede ser más egoísta o más altruista
Difícilmente puedan desarrollar tecnología y alterar globalmente su mundo aquellas civilizaciones que no se han dado antes una normativa, convención o reglamento que limite el egoísmo que les será permitido a sus individuos. Debe subyacer una cota inferior para el grado de impacto ajeno permitido. Por debajo de esa cota, las civilizaciones no podrían alcanzar el mínimo grado de disciplina e integración necesarios para desarrollar una tecnología de impacto global; una serie interminable de enfrentamientos tribales agotarían todo intento de progreso. Llamemos $k$ a esa cota de impacto ajeno y observemos que se trata de una cota universal, común a toda civilización que imaginemos. Ninguna civilización ingresa a la inestabilidad típica si su impacto ajeno es menor que $k$.
En un modelo de alta condicionalidad, donde las diferencias entre los individuos se traducen en asimetrías distributivas, no todos los atributos intervienen en el juego. Si usted es malo jugando al fútbol, o es aficionado a la literatura o prefiere la cumbia antes que el minué, la distribución de recursos no se verá afectada. Existen muchas características desacopladas del problema, que no colaboran ni a favor ni en contra en la generación de asimetrías. Pero existen también muchas características valoradas por la sociedad que intervienen desfavorablemente en la distribución material. Nuestra cultura pondera al amor, la paz, la humildad, la verdad, y muchas veces el modelo económico los sanciona en la distribución de recursos. No iríamos a un palacio a buscar a la Madre Teresa de Calcuta.  Uno de los atributos individuales que suele intervenir de este modo es el impacto ajeno.
Supongamos que rige un modelo de alta condicionalidad. Imaginemos a dos individuos iguales en todo excepto en su nivel de egoísmo promedio. Para acentuar el contraste, podemos imaginar a uno decididamente egoísta y otro decididamente altruista. ¿Cuál de ellos tendrá mayor posibilidad de generar asimetrías distributivas en su favor? ¿Cuál tendrá mayores posibilidades de producir y retener riquezas para sí? Aclaremos una vez más que estamos hablando de un egoísmo permitido por las convenciones vigentes. ¿Cuál tendrá más chances de beneficiarse en la distribución, el que prioriza el beneficio ajeno o el que prioriza el beneficio propio? La respuesta es evidente: el individuo egoísta se beneficiará a largo plazo porque su comportamiento solo ve el beneficio propio e ignora el ajeno. Una persona que priorice el bienestar común independientemente del propio se beneficiará menos (o se perjudicará más) que una persona que priorice el bienestar propio independientemente del ajeno.
Como estamos hablando de beneficio distributivo, queda claro que entre nuestros dos individuos imaginarios, el egoísta tendrá más posibilidades de generar asimetrías distributivas en su favor  que el individuo altruista. La situación se considera justa en modelos de alta condicionalidad, donde las diferencias entre los individuos y en particular, las diferencias en su impacto ajeno, pueden expresarse como asimetrías en la distribución de recursos.
Esto implica tres cosas;  en primer lugar, que en los modelos de alta condicionalidad, los recursos tenderán a acumularse entre los individuos más egoístas, aquellos que priorizan el propio bienestar antes que el bienestar general. En segundo lugar, que esta tendencia no depende del número de población sino de las características de los individuos. Y en tercer lugar, que una población con bajo impacto ajeno (más egoísta que altruista) se moverá con más naturalidad dentro de un modelo de alta condicionalidad, y sentirá cercenada su libertad individual cada vez que se intente reducir la condicionalidad del modelo, aumentando la distribución igualitaria a expensas de los recursos individuales.
Esta última observación nos permite establecer la siguiente relación: En una población de individuos egoístas, los modelos económicos más factibles [7] son los modelos de alta condicionalidad. Dicho más concretamente, existe una relación inversa entre el impacto ajeno de una población y la condicionalidad del modelo más factible. Cuando una civilización ingresa en la inestabilidad típica, cuanto menor es el impacto ajeno (Ia) de sus habitantes, mayor es la condicionalidad (c) del modelo económico más factible.
La relación entre el impacto ajeno y la condicionalidad de un modelo puede enriquecerse con muchas ideas asociadas a los modelos económicos. El concepto de "propiedad privada", por ejemplo, establece que la relación entre el individuo y los recursos con los que se ha beneficiado, solo puede disolverse por elección del individuo y jamás por decisión de terceras personas (a menos que la persona haya violado los límites jurídicos que regulan el egoísmo permitido). Está claro que el concepto de propiedad privada resulta sumamente compatible con los modelos de alta condicionalidad y con los individuos de bajo impacto ajeno.
Si imaginamos un modelo de baja condicionalidad, con alta equidad distributiva y poca relación entre la distribución y las características de las personas, entonces un eventual período de escasez debería forzar una redistribución consistente en una merma en los recursos de unos a favor de otros. Esto significa que algunos individuos podrían resultar desafectados de ciertos recursos de los que antes se beneficiaban, a favor de una redistribución impelida por una tercera parte. Pero esto muestra claramente que la concepción de "propiedad privada" no es compatible con modelos de baja condicionalidad; que la relación monolítica entre los recursos y los individuos sería un escollo a la hora de operar redistribuciones. Un individuo de bajo impacto ajeno, que tiende a priorizar el propio beneficio independientemente de la situación ajena, no aceptará la lógica de una redistribución en nombre del bien común dado que el bien común no tendrá significado para él; será más bien propenso a percibir la injusticia de haber sido despojado sin haber hecho nada para merecerlo. Pero si el mismo individuo egoísta se viera muy favorecido en la redistribución, defenderá el modelo mientras lo beneficie y luego lo denostará. Los modelos de baja condicionalidad no son compatibles a largo plazo con especies egoístas. Pero no podemos esperar allí un bienestar común si los individuos priorizan el bienestar propio. 
En un sistema altamente condicionado, los individuos menos preparados para el juego competitivo, podrían estar incluso condenados a morir. Evitar este caso extremo implica reducir indefectiblemente la condicionalidad del modelo permitiendo la distribución igualitaria (no atada a diferencias individuales) de un mínimo de recursos básicos que aseguren la supervivencia de los perdedores.
Los modelos de alta condicionalidad llevan en su seno algunas paradojas inevitables y están obligados a violar su propio principio de condicionalidad para poder cumplirlo. Quienes logran concentrar mucha riqueza, por ejemplo, podrían decidir en su vejez entregar sus bienes a sus descendientes. Es una forma cultural de beneficiar a los propios genes presentes en los descendientes, que conocemos como "sucesión hereditaria de bienes". Por este procedimiento, un niño pequeño puede ser rico y otro puede ser pobre sin que esta abrupta asimetría distributiva sea expresión de las diferencias naturales entre ambos niños. Los niños aún no han entrado en el juego, aún no han hecho nada para merecer premios o castigos, pero el sistema distributivo premia a uno y castiga al otro; como estos premios y castigos no están relacionados con la previa actuación de los niños, la asimetría es injusta para el principio condicionado. Pero eliminar la sucesión hereditaria de bienes es atentar contra la libertad del padre acaudalado  de decidir sobre el destino de sus bienes, lo que también resulta injusto para el principio condicionado.
Hemos visto entonces que si el promedio de la población tiene bajo impacto ajeno, los modelos económicos más factibles son los de alta condicionalidad, donde la distribución de las cosas depende de la naturaleza de los individuos. Los modelos de baja condicionalidad (más igualitarios) son menos factibles entre estos individuos; y si fueran obligados a permanecer en ellos, lo harían por la fuerza, bajo presión, lo que constituiría una situación inestable y por lo tanto, fugaz.
Si la población fuera altruista, podría convivir libremente en un modelo de baja condicionalidad ya que su propensión a priorizar el bienestar ajeno aún en desmedro del propio, generaría una presión distributiva en sentido inverso, propiciando de manera natural asimetrías en favor de los demás. Esta presión inversa haría que la distribución igualitaria sea posible sin que nadie sienta cercenadas sus libertades. Si bien un individuo que actúa siempre en favor de los demás no percibiría beneficio de sus propios comportamientos, recibiría el beneficio de la actuación ajena en su favor, lo que aumentaría su bienestar. Tal vez sea difícil de imaginar para nosotros, pero es lo que resulta de las definiciones.
Si la población fuera mayoritariamente altruista y se viera forzada a vivir bajo un modelo de alta condicionalidad; resulta evidente que la minoría egoísta tenderá a beneficiarse marcadamente en la distribución, ya que los eventuales altruistas afortunados tenderán a redistribuir en favor de los marginados. Un modelo de alta condicionalidad en una población mayoritariamente altruista presentará un alto grado de asistencialismo. Con el tiempo, la distribución se polarizará radicalmente a favor de la minoría egoísta y en desmedro de la mayoría altruista porque los primeros están mejor dotados que los segundos para generar y acumular riqueza. Esta asimetría drástica en la distribución de los recursos se traducirá en una alta inestabilidad del modelo. La mayoría altruista presionará en favor de la adopción de modelos de menor condicionalidad porque considerará injusto a un modelo que tiende a sancionar a los individuos altruistas, que son mayoría por hipótesis.
En resumen, un modelo de alta condicionalidad no es compatible con una población mayoritariamente altruista. La mezcla es inestable y por lo tanto, también fugaz. Cuanto mayor es el impacto ajeno promedio de una población, menor es la condicionalidad de los modelos más factibles

Figura 6. En el eje horizontal se representa el impacto ajeno (altruismo) de una especie inteligente, en el eje vertical se representa la condicionalidad de los modelos económicos mas factibles para esa especie. Ninguna especie con altruismo menor a $k$ puede llegar a una inestabilidad típica. Ninguna especie con un altruismo menor a $M_3$ puede atravesarla con éxito (se utilizó una función sigmoide entre $0$ y $1$; $c(Ia)=\frac{1}{1+e^{Ia}}$).

En la figura 6 hemos graficado esta situación. Allí se relaciona una característica general de los modelos de distribución, su condicionalidad, con un aspecto concreto de los individuos de una especie inteligente, su impacto ajeno, su grado de egoísmo o altruismo. Lo primero que se establece es que el tipo de modelo económico que se puede aplicar en una sociedad depende de las características de la especie inteligente. En segundo lugar, se hace explícita la modalidad de esa dependencia. Entre individuos en promedio egoístas, serán más factibles los modelos más libres, de mayor condicionalidad. Si los individuos son en promedio altruistas, serán más factibles los modelos más igualitarios, de baja condicionalidad. Así pues, a medida que aumenta el impacto ajeno promedio, disminuye la condicionalidad de los modelos que resultan más naturales y, en consecuencia, más factibles, más estables, más adaptados a esa población. Esta relación se transforma en un hallazgo interesante cuando la utilizamos para clasificar las civilizaciones inteligentes.
La "naturaleza humana" no es una constante, se ha venido separando de la "naturaleza simia" durante los últimos diez millones de años. La naturaleza humana actual no es igual a la naturaleza de los hombres hace 50.000 años, ni ésta es igual a la de nuestros antepasados, 150.000 años atrás. Y debemos pensar, si se nos permite, que la naturaleza humana actual tampoco será igual a la naturaleza de nuestros eventuales sucesores, dentro de 50.000 años más. En algún momento de este periplo, surgieron los hábitos, las convenciones y las leyes institucionalizadas. Es importante reconocer que la existencia de un hábito cultural en la distribución es muy anterior a las revoluciones de Adam Smith o Jean-Jacques Rousseau en economía y política . Esto puede generalizarse. A partir de cierto momento evolutivo, todas las especies que acumulan tecnología se nutren de un modelo de distribución. Allí nace la relación que se expresa en la figura 6. Antes de que esa relación nazca, la distribución era natural y estaba absolutamente condicionada a las diferencias entre los individuos. La naturaleza sin tecnología distribuye naturalmente siguiendo un modelo absolutamente condicionado. Los hábitos en la distribución disminuyen su condicionalidad. La institucionalización de modelos distributivos disminuye aún más la condicionalidad. A medida que cambia la naturaleza de los individuos inteligentes, cambia la condicionalidad de los modelos aplicables. La figura 6 muestra la forma de esta variación. Conforme aumenta el grado de altruismo de una especie inteligente, los modelos de menor condicionalidad son más posibles
El valor $k$ señalado en la figura 6 es el mínimo nivel de impacto ajeno que se requiere para que los individuos de la especie inteligente puedan disciplinarse lo necesario para iniciar a un proceso de crecimiento tecnológico capaz de desembocar en una inestabilidad típica. Si la especie inteligente es, en promedio, más egoísta que $k$, los individuos no alcanzarán el orden necesario para desarrollar una tecnología de impacto global.
Hasta aquí, hemos establecido una relación entre un atributo de los individuos, su impacto ajeno, y una propiedad de los sistemas de distribución, la condicionalidad; pero nada hemos dicho sobre lo que ocurre durante la inestabilidad típica. Esta relación cerrará nuestro argumento y justificará una nueva cota de altruismo, $M_3$,  de la que aún no hemos hablado.

7.   Condicionalidad y la transición del trabajo
Durante la inestabilidad típica, el desarrollo tecnológico se acelera y su impacto en los procesos productivos induce una expulsión masiva del mercado laboral que hemos identificado con el inicio de un proceso de transición laboral que está determinado a largo plazo. El estado inicial de ese proceso comienza en los inicios de la especie tecnológica y se prolonga hasta la inestabilidad típica. Allí, los individuos deben trabajar para sobrevivir. El estado final de la transición está determinado a largo plazo y es posible reconocerlo mucho después de la inestabilidad típica; ahora, la especie inteligente se ha librado del trabajo vital y utiliza la tecnología para proveerse.
El trabajo está en el centro de la relación entre los individuos y las cosas. Una transición que reduce a cero el trabajo vital debe indefectiblemente traducirse en una modificación de los modelos económicos. Pero un cambio en los modelos puede implicar una modificación de su condicionalidad. El objetivo ahora es revisar cómo varía la condicionalidad de los modelos económicos durante la transición.

Condicionalidad durante el estado inicial
Los modelos económicos compatibles con este estado, deben adecuarse al hecho de que los individuos necesitan trabajar para asegurar su supervivencia y el bienestar asociado. Si los individuos no producen las cosas cuyo consumo asegura su supervivencia, nada ni nadie lo hará. La relación entre los individuos y el trabajo presenta además un fuerte arraigo cultural, ya que hasta entonces, nunca conoció la especie otra relación más que la dependencia entre la supervivencia y el trabajo.
Durante el estado inicial, no hay un impedimento objetivo para que se implementen modelos de baja condicionalidad. Pero la población debe ser lo suficientemente altruista para que los individuos consideren justo que el resultado de sus actividades laborales  particulares se distribuya entre todos, con independencia del mayor o menor aporte de cada uno. Esto requiere además, de una compleja organización centralizada que asegure que todos produzcan y reciban lo necesario para sobrevivir.
Los modelos de mayor condicionalidad son más factibles porque no dependen del impacto ajeno. Los individuos consideran justo que sus diferencias naturales se traduzcan en asimetrías distributivas porque esas diferencias se traducen primero en capacidades laborales, y el trabajo las transforma después en la subsistencia y el bienestar de los individuos. Siempre ha sido así, desde el inicio del tiempo hasta la inestabilidad típica.
En resumen, podemos decir que durante el estado inicial, los modelos de alta condicionalidad son más factibles y naturales, aunque un alto impacto ajeno podría mantener también modelos de baja condicionalidad.

Condicionalidad durante el estado final
Ahora los modelos económicos deben asimilar en su esencia que ya no existe una relación entre la actividad laboral de los individuos y su supervivencia y bienestar, dado que el trabajo vital prácticamente ha dejado de existir, quedando en manos de los dispositivos tecnológicos. De manera que la supervivencia y el bienestar es ahora independiente de las actividades que el individuo realice.
El principio condicionado afirma que es justo que las diferencias naturales entre los individuos se traduzcan en asimetrías distributivas. Más específicamente, la concepción condicionada espera que las diferencias naturales entre los individuos se traduzcan primero en diferentes capacidades laborales y luego considera justo que las mismas determinen diferentes retribuciones. Son estas retribuciones las que, finalmente se expresen como asimetrías en la distribución de los recursos. Pero toda la cadena está inhibida durante este estado final, porque el trabajo vital virtualmente ha desaparecido y la tecnología ha tomado esa posta. ¿Cómo habrían de transformarse las diferencias naturales en asimetrías distributivas si el medio utilizado por los individuos para establecer estas diferencias, la actividad laboral, ya no compromete su subsistencia ni su bienestar asociado?.
En un modelo económico de alta condicionalidad, un individuo que no trabaja es un individuo desempleado, que tampoco tiene acceso al consumo. En un modelo de baja condicionalidad, no existen desempleados sino individuos liberados del trabajo vital. Durante el estado final de la transición, los individuos liberados son mayoría, entonces los modelos de baja condicionalidad están determinados. En una población que ya está liberada de la producción, la única distribución justa es la distribución igualitaria. 
Cualquier alternativa al trabajo que intente diseñarse para que las diferencias naturales puedan expresarse como asimetrías distributivas será, como mínimo, tortuosa, rebuscada, antinatural y por lo tanto inestable. La vía natural es la actividad laboral, y la actividad laboral no existe durante el estado final de la transición.
Todo esto, que parece complicado, es en realidad muy sencillo. Si un sistema económico de alta condicionalidad comienza a expulsar individuos del mercado laboral de manera sistemática y progresiva, o bien ideamos otra manera de proveerlos de recursos que no esté asociada al trabajo, o bien los dejamos morir. Lo primero representa una disminución en la condicionalidad del modelo económico. Lo segundo no es estable, los individuos harán muchas cosas antes de dejarse morir.
El estado final de la transición no es compatible con modelos de alta condicionalidad. Siquiera es compatible con modelos económicos de moderada condicionalidad. El estado final es incompatible con la propia concepción condicionada. Para que un modelo económico sea posible en el estado final de la transición, su condicionalidad debe ser muy baja, el modelo solo puede ser fuertemente no condicionado

La condicionalidad umbral
Un proceso que avanza desde un estado donde todos deben producir los bienes y servicios que consumen a otro estado donde esa producción queda en manos de los dispositivos tecnológicos, induce una adaptación de los modelos económicos que se pueden aplicar. Esta adaptación siempre implica una reducción de la condicionalidad.
La transición del trabajo motiva una transformación hacia modelos económicos de baja condicionalidad; pero esa transición comienza siempre durante la inestabilidad típica. Es posible que el estado final sea alcanzado después, pero el inicio de la transición ya acota el rango de condicionalidad posible para que una civilización logre atravesar la inestabilidad típica con éxito. Debe existir entonces un umbral de condicionalidad a partir del cual es posible atravesar la inestabilidad. Concretamente, una civilización puede atravesar la inestabilidad típica si sus modelos económicos tienen una condicionalidad menor o igual que la umbral


8.   Una cota para el altruismo
El  argumento se cierra cuando volvemos a invocar la relación entre el impacto ajeno y la condicionalidad (fig 6). Recordemos que la relación es decreciente: cuando el impacto ajeno (o altruismo) de una especie aumenta, la condicionalidad de los modelos económicos más factibles disminuye.
Para que una civilización pueda atravesar la inestabilidad típica es necesario que sus modelos económicos tengan, en promedio, una condicionalidad menor o igual que la umbral. Para que esos modelos sean estables, factibles y naturales, es necesario que la especie alcance un impacto ajeno promedio mayor que un mínimo al que llamaremos $M_3$. Si la especie posee un impacto ajeno promedio mayor o igual que $M_3$, entonces tendrá posibilidades de implementar y mantener modelos económicos de condicionalidad menor que la umbral. Si posee un impacto ajeno más bajo que $M_3$, los modelos económicos requeridos no serán estables.
Ahora podemos hacer la lectura completa de la figura 6: Una especie inteligente evoluciona conforme pasa el tiempo. Sus atributos cambian, evolucionan, mejoran, se adaptan. Uno de esos atributos es el altruismo, la capacidad de presentar comportamientos que priorizan el bienestar general, el bienestar ajeno. Cuando el altruismo de una especie supera cierto grado $k$, su civilización puede ingresar a la inestabilidad típica. Ninguna especie menos altruista que $k$ logra conformar una civilización e ingresar al período inestable. Pero no todas las especies que ingresan a ese período, logran atravesarlo  con éxito. Para ello deben resolverse muchos problemas; en particular, se necesita que la civilización se adapte al hecho de que ya no necesitará trabajar para sobrevivir. Esa adaptación es siempre una reducción de la condicionalidad de los modelos económicos, porque si no hay trabajo vital, se debilita el modo de expresión de las diferencias individuales. Y esta adaptación de los modelos solo será posible si altruismo de la especie inteligente es ahora mayor que $M_3$.
En resumen, hemos mostrado que existe un mínimo altruismo o impacto ajeno $M_3$ necesario para lograr que los individuos de una especie inteligente se organicen de una manera sustentable y puedan atravesar la inestabilidad típica.


Componiendo un mínimo altruismo

Todas las civilizaciones que acumulan tecnología ingresan en un período inestable caracterizado por el incremento de su tecnología y su población. Los problemas que ese período plantea son, en parte, comunes a todas las civilizaciones. Solo es posible resolver esos problemas si las civilizaciones tienen cierto grado de altruismo o impacto ajeno. Dado que hemos expresado mediante un número el impacto ajeno de los comportamientos, individuos o especies inteligentes, podemos hablar entonces de "mínimo altruismo" en cada caso. La situación obtenida es la siguiente:
  • Para convivir con la tecnología nuclear sin destruir el propio mundo es necesario un mínimo altruismo $M_1$
  • Para resolver el déficit ecológico es necesario un mínimo altruismo $M_2$
  • Para adaptarnos a un de modelo económico que sea compatible es necesario un altruismo  mayor o igual que $M_3$
Para atravesar la inestabilidad típica, es necesario resolver los tres problemas. Ninguna civilización será estable mientras sobreviva alguno de ellos. Pero eso significa que el altruismo necesario para su especie debe ser mayor o igual que todos los mínimos.  Llamemos $M$ a este valor. $M$ es entonces mayor o igual que $M_1$, $M_2$ y $M_3$. Ninguna especie cuyo altruismo sea menor logrará atravesar la inestabilidad típica, o bien porque no se adapta a la tecnología nuclear o bien porque no resuelve el déficit ecológico o bien porque no se adapta a los modelos económicos necesarios.
$M$ es el mínimo grado de altruismo o impacto ajeno que debe tener una especie inteligente para que la civilización que forma pueda atravesar la inestabilidad típica. La relación es necesaria pero no suficiente; una civilización con un valor de altruismo mayor que $M$, puede sortear o no el período inestable, pero si su altruismo es menor que $M$ entonces no puede sortearlo de ninguna manera.
Un espíritu inquisidor podría preguntar si el altruismo necesario para convivir con la tecnología nuclear es menor o mayor que el necesario para resolver el déficit ecológico o para adaptar los modelos económicos. En resumen, tiene sentido preguntar por la relación existente entre $M_1$. $M_2$ y $M_3$. Sin embargo, no hemos tratado ese tema. No sabemos siquiera si hay algo que decir, si todas las civilizaciones presentan la misma relación cuando ingresan a la inestabilidad.
Tampoco hemos mostrado que los altruismos $M_1$, $M_2$ y $M_3$ sean independientes entre sí; de hecho, debemos esperar que esto no sea así. Si una especie ingresa en la inestabilidad típica, todos los problemas sucederán a la vez. Una crisis económica generada por la acumulación de degradaciones medio ambientales, puede afectar una transición laboral en marcha incrementando el desempleo del mismo modo como un viento acelera la caída de las frutas maduras. Y ambos fenómenos pueden incrementar las chances de una guerra nuclear masiva. Los tres fenómenos se interdependen y el impacto ajeno necesario podría ser bastante más alto que el máximo de los tres altruismos.
El mínimo altruismo necesario es importante porque es universal. No importa que ignoremos si existen otras civilizaciones inteligentes, si han existido o si existirán; si sus especies tienen forma humanoide o son un cefalópodo tecnológico; cualquiera sea la especie que imaginemos, si atravesó la inestabilidad típica, su altruismo debe ser mayor que $M$. No sabemos exactamente cómo definir $M$, pero sabemos que existe, que es constante y universal, porque los argumentos no cambian con el tiempo. Si el universo tiene la misma física en todas partes, entonces tiene el mismo $M$.
Si existen civilizaciones capaces de atravesar la inestabilidad típica, entonces este grado de altruismo debe modelar las estructuras inteligentes del universo. La tecnología capaz de saltar de un mundo a otro no puede ser cualquier cosa, debe estar basada en especies altruistas, cuyo altruismo es mayor que $M$.
Antes de especular sobre el modo como una tecnología altruista puede estar estructurada en el universo, debemos asegurarnos que estas civilizaciones en que se funda, pueden llegar a existir. Para ver si las civilizaciones necesarias son posibles, reservamos las siguientes entradas.







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[1] http://40.70.207.114/documentosV2/La%20cugartaenerado %20revolucion%20industrial-Klaus%20Schwab%20(1).pdf
[2] http://www3.weforum.org/docs/WEF_Future_of_Jobs_2018.pdf
[3] http://news.mit.edu/2015/brain-peaks-at-different-ages-0306
[4] https://www.youtube.com/watch?v=-OiaE6l8ysg
[5] https://civilizacionestecnologicasestables.blogspot.com/p/condicionalidad.html
[6] https://labs.xjtudlc.com/labs/wldmt1/books/Economics%20and%20game%20theory/Microeconomic%20Theory.pdf
[7] Dada una especie con un impacto ajeno definido; hay muchos modelos económicos posibles para esta especie, cada uno de los cuales tiene una condicionalidad. Todos esos modelos son posibles pero su existencia no es igualmente probable. La condicionalidad más factible es la que maximiza la probabilidad de existencia de algún modelo con esa condicionalidad.


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4.3 Civilizaciones Altruistas (2) por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.