Inteligencia artificial: El cerebro de las civilizaciones




Hace miles de millones de años, las únicas formas de vida existentes eran células que competían por los recursos y se replicaban cuando las condiciones eran favorables. Hoy en día, los organismos más destacados son los metazoos, formados por millones de células que se reproducen conjuntamente como un solo individuo y que representan la mayor parte de la biomasa terrestre. La evolución del tránsito de la individualidad reproductiva desde las células simples hasta las plantas y los animales es un tema fascinante que sigue siendo objeto de investigación científica.

A pesar de que la evolución genética no presenta indicios de una tendencia hacia la complejidad en las estructuras, existen hechos que demuestran que esto ha ocurrido. Además, hay evidencia de que la evolución hacia la complejidad podría haberse iniciado antes de la vida y continuar después de la evolución genética.


1. De células a metazoos

En un artículo fundacional de 1995 [1], Eors Szathmáry y John Maynard Smith se plantearon estas curiosas transiciones evolutivas en la individualidad, no solo desde la célula hasta el metazoo, sino también durante el tránsito desde otras entidades individuales a organismos formados por ellas . Durante la evolución hacia los organismos multicelulares, la transición de la individualidad tiene algunos factores distintivos:

  1. Agregación: El individuo resultante se compone de la agregación y organización de células individuales.
  2. División del trabajo: Si bien todas las células del organismo poseen el mismo ADN, activan diferentes tramos, sintetizan diversas proteínas y adquieren características distintas. Las células resultantes forman diferentes tejidos y cumplen funciones bien diferenciadas.
  3. Pérdida de libertad de acción: Una célula independiente necesita moverse, alimentarse, desechar residuos, reproducirse. Dentro del organismo multicelular, estos mecanismos ya no tienen libertad y están regulados por una individualidad mayor.
  4. Pérdida de libertad reproductiva: Casi todas las células que integran un organismo carecen de  libertad para decidir cuando reproducirse; solo lo hacen cuando las células sexuales inician el proceso.
  5. Modificación de los mecanismos de transmisión de la información: En un organismo celular, la información viaja a través de proteínas que se sintetizan a partir del ADN mediante un sistema de transcripción y traducción. En los metazoos, la información se transporta a través la sangre o la linfa, o se transmite como impulsos eléctricos entre neuronas.

Para que este tránsito de la individualidad sea posible, es necesario que las células cambien y que su genética mute. El ADN de las células que forman metazoos es diferente al ADN de los organismos unicelulares, por lo que buena parte de la discusión consiste en comprender cómo evolucionó la transición de la individualidad y por qué fueron favorables, una tras otra, las mutaciones que llevaron desde la célula hasta el metazoo.


2. De humanos a sociedades

Muchos especialistas opinan que en este momento se está llevando a cabo un nuevo transito evolutivo de la individualidad. Específicamente, que la individualidad de la especie humana está  disminuyendo ante el surgimiento de un organismo mayor: la sociedad. Del mismo modo como la inteligencia emerge de una conexión de neuronas, pero no está presente en ninguna de ellas, el nuevo organismo demostrará su individualidad como un fenómeno emergente aunque no se encuentre presente en ninguna persona en particular.

Existen muchas especies culturales, pero es en el homo sapiens donde la cultura ha florecido.  ¿Es esta riqueza suficiente para explicar el tránsito hacia una nueva forma de individualidad?

Recién definimos atributos generales que se han operando en el tránsito desde las células hasta los metazoos. Pensamos que algunos de estos atributos también se están verificando en el viaje desde los humanos hacia el organismo social, mientras otros están ausentes pero forzados a desarrollarse.

  1. Agregación: El organismo social es un fenómeno emergente de nuestra especie que no puede atribuirse a ninguna persona en particular. Pero a diferencia de la agregación celular, se trata de una integración lógica y no física, ya que una persona puede formar parte de una sociedad local aun estando en una nave espacial posada en la Luna.
  2. División del trabajo: La sociedad es un mundo de especialistas donde la integridad del organismo social depende críticamente de la especialización y la división del trabajo.
  3. Libertad de acción y albedrío reproductivo: Nuestra libertad de acción se restringe al aumentar la tecnología. Si hemos diseñado armas capaces de exterminar a la civilización, nuestra existencia a largo plazo dependerá de limitar nuestra libertad para utilizarlas. Por otro lado, la integración completa de una sociedad estable requiere la estabilización de la población, lo que reduce el libre albedrío reproductivo.  
  4. Modificación de los mecanismos de transmisión de la información: Dejaremos esta cuestión para el final porque es el centro de la discusión. 


3. Tipos de evolución cultural

Del mismo modo como las células que forman metazoos son genéticamente distintas que las que forman organismos unicelulares; los individuos que crean entonos sociales ricos son genéticamente distintos que los que no pueden sostenerlos. El homo sapiens es genéticamente distinto al chimpancé y como consecuencia hemos construido una estructura social y cultural mucho más compleja. Esto sugiere que algún mecanismo escribió esas diferencias en los genes.

Hace apenas 100.000 años, éramos solo unas decenas de miles de humanos, mientras que había millones de chimpancés. En la actualidad, hay 8.000 millones de seres humanos y menos de 300.000 chimpancés.  Desde una perspectiva genética, casi no hemos cambiado en 100.000 años, pero nuestra población ha sido extremadamente exitosa en comparación con la del chimpancé, que se retrajo en el mismo período. Esta observación hace improbable que la clave de nuestro éxito reciente sea solo genética, ya que 100.000 años es poco tiempo para que una selección natural produzca resultados significativos en la población.

La realidad muestra que una pequeña diferencia en nuestra genética produjo un gran impacto en nuestras alternativas de supervivencia. Esa diferencia es la cultura o, más precisamente, cierto tamaño cultural. A partir de allí se dispararon dos factores evolutivos que intentaremos caracterizar:

  • La evolución cultural pura
  • La coevolución genético-cultural

La evolución cultural pura

La cultura es la capacidad de los individuos para imitar elementos y habilidades de otros individuos de la misma especie. Estas imitaciones se transmiten de cerebro en cerebro y de generación en generación, lo que induce la formación de replicas culturales en los cerebros receptores [2]. Las replicas no son perfectas y sus portadores pueden ser más o menos capaces de promover nuevas  imitaciones, lo que genera una diferencia en la imitabilidad de las copias. Este proceso permite que algunos replicadores culturales aumenten su frecuencia en el acervo, mientras que otros retroceden hasta desaparecer. A este mecanismo nos referimos al hablar de evolución cultural pura.

El ejemplo típico es el lenguaje. Podemos hablar sin problemas con nuestro padre o nuestro hijo, pero no podríamos mantener una conversación con un ancestro ubicado 30 generaciones atrás porque en el tránsito desde aquel ancestro hasta el presente se han acumulado diferencias que han hecho irreconocible el lenguaje. 

Del mismo modo, diversos elementos de la cultura pueden cambiar acumulando diferencias y nutriendo un proceso evolutivo que puede llevarnos desde la Batalla de Waterloo hasta las sondas espaciales sin que se modifiquen nuestros genes. La evolución cultural pura es mucho más veloz que la evolución genética, ya que la primera puede darse dentro de una misma generación, mientras que la evolución genética debe esperar la lenta acumulación de mutaciones en los genes transmitidos por herencia.

La evolución cultural pura puede producir rápidamente elementos nuevos como las modas, pero también puede modificarlos con rapidez hasta hacerlos desaparecer. Por esta razón, algunos elementos culturales pueden ser inestables y, por lo tanto, fugaces. 

No obstante, existen construcciones culturales que son estables por naturaleza. Un hábito puede permanecer estable porque durante mucho tiempo fue más beneficioso que su ausencia. Lo mismo ocurre con el conocimiento y en particular con la tecnología; a diferencia de las modas, una tecnología permanece porque soluciona un tipo de problemas, y su permanencia funciona como base de nuevas tecnologías transformando a la sociedad sin una modificación genética. 

Algunas estructuras son estables por su propia dinámica. Una ciudad limpia produce individuos limpios, que tiran sus residuos en los cestos y jamás arrojan basura desde la ventanilla del auto; personas que se hacen limpias al nutrirse de la cultura existente. Recíprocamente, individuos limpios generan una ciudad limpia. Del mismo modo, una ciudad sucia genera individuos sucios e individuos sucios generan una ciudad sucia. Tanto el caso de una ciudad limpia con individuos limpios como el de una ciudad sucia con individuos sucios son culturalmente estables y se requiere un esfuerzo para transitar de uno al otro. 

Aunque este proceso no altere los genes individuales, modifica al individuo social y contribuye con su evolución.

La coevolución genético-cultural

Un hábito cultural que se mantiene durante mucho tiempo puede modificar el medio ambiente genético afectando la selección de mutaciones aleatorias y favoreciendo a los genes que tienen mayor capacidad para dejar descendencia en ese entono. Un ejemplo clásico de esto es la tolerancia a la lactosa. Hace miles de años el cuerpo humano dejaba de digerir la leche después de la infancia. Sin embargo, algunos pueblos del norte de Europa adoptaron el hábito de dar a los niños leche de vaca. Esta costumbre, mantenida en el tiempo, ejerció presión sobre las mutaciones genéticas, favoreciendo a los individuos que podían digerir la leche hasta edades cada vez mayores, modificando el reloj genético. De este modo, una costumbre cultural indujo una modificación genética.

La capacidad de la cultura para presionar sobre el medio ambiente y condicionar la selección de mutaciones aleatorias en los genes es lo que se conoce como coevolución genético-cultural. Una vez que los genes son modificados por la cultura, la nueva característica se vuelve hereditaria. Todo el proceso es lento debido a que se espera la ocurrencia de mutaciones y la posterior selección. 

La cultura es la que dirige el proceso, generando individuos genéticamente adaptados al organismo social. De este modo, los genes que produjeron un soporte para la cultura son ahora modificados por ella para adecuarse a un individuo mayor: el organismo social.

En resumen, existen dos procesos culturales que impulsan la evolución de la sociedad, la evolución cultural pura, que es rápida pero no deja huellas genéticas; y la coevolución genético-cultural, que es más lenta pero resulta capaz de modificar la naturaleza de los individuos.


4. La cultura gobierna la evolución

La evolución cultural pura modifica los entornos sociales con mucha mayor rapidez que la herencia genética. En las sociedades actuales, por ejemplo, los guitarristas tienen más acceso a las parejas sexuales y, por lo tanto, mayor probabilidad de reproducirse que el promedio de la población, a igualdad de los demás factores. Pero la habilidad de ejecutar un instrumento musical es un elemento cultural que no está determinado por los genes. Por lo tanto, un atributo cultural incrementa la probabilidad de dejar descendencia en comparación con su ausencia. Antiguamente, el parto entrañaba un peligro de muerte tanto para las madres como para los hijos, pero la existencia de un sistema de salud lo ha mitigado. Y, nuevamente, el sistema de salud es cultural y no genético.

Los ejemplos se multiplican y se traducen en que la cultura influye en la evolución, decidiendo qué características son exitosas y cuáles se descartan. Dado que la evolución genética es muy lenta para contrarrestar esta tendencia, la cultura toma el control y gobierna la evolución de las sociedades [3].

En algunos casos, las formaciones culturales son lo bastante estables como para impulsar una coevolución genético-cultural y algunos rasgos favorables a la cultura acaban incorporándose a la genética de los individuos. De este modo, la cultura no solo modela la sociedad, sino que modifica la naturaleza de los individuos que la conforman al estabilizar algunos rasgos del organismo social. El caso no es un supuesto, existen muchas evidencias que sugieren que el lenguaje, las normas y el altruismo fraternal llegaron a los genes humanos como resultado de una coevolución genético-cultural. 

 

5. La civilización como individuo 

En 2012 la Universidad de Cambridge  fundó el Centro de estudios del Riesgo Existencial, sobre un concepto del filósofo sueco Nick Bostrom quien definió el riesgo existencial como el riesgo de que "un resultado adverso pudiera bien devastar el origen de la vida inteligente en la Tierra o bien restringir su potencial permanente y drásticamente"[4]

Para nosotros, los riegos existenciales son aquellos que comprometen la existencia de la civilización. No se trata de un fenómeno nuevo;  siempre ha existido, como por ejemplo el riesgo de que un gran asteroide choque con la Tierra y destruya de un plumazo nuestro modo de vida. La gran diferencia es que ahora estamos desarrollando tecnología para desviarlos a tiempo.

En general, la tecnología es capaz de incorporar a la ecuación  dos capacidades nuevas de resultados opuestos 

  • Evitar antiguos factores de extinción, como el impacto de un asteroide asesino.
  • Provocar desequilibrios que atenten contra la supervivencia de la civilización, como inducir un constante incremento de la temperatura.

Cuando la civilización ya es capaz de evitar o provocar su propia extinción, comienza a comportarse como un individuo, un organismo complejo cuya supervivencia o extinción depende de su comportamiento emergente.

Hasta ahora sostuvimos borrosamente que los seres humanos se están agrupando en organismos sociales y que una nueva individualidad estaría evolucionando allí. Ahora podemos precisar: El individuo que está naciendo no es un organismo social entre muchos otros sino la civilización completa. Es la supervivencia de la civilización la que está condicionada por su comportamiento emergente. Un meteorito afecta a la civilización completa, y la capacidad de desviarlo salva a la civilización completa. Una guerra nuclear masiva produce un invierno nuclear que oscurece la atmósfera de todos los hombres y evitar una guerra nuclear nos salva a todos a la vez.   Los riesgos existenciales trascienden los límites nacionales. Las naciones son divisiones transitorias. La capacidad de comportarse como un individuo es global y se aplica a la Tierra entera con su civilización tecnológica.


6. IA: la inteligencia de las civilizaciones 

Cuando las células se agregaron y formaron metazoos, fue necesario que se establezcan mecanismos de transmisión de información que aseguren que lejanas células realicen sus funciones adecuadamente y que el conglomerado obtenga los recursos necesarios. La sangre, la linfa y la transmisión neuronal son algunos de estos mecanismos, y si bien están formados por células individuales, la transmisión de información es, de nuevo, un fenómeno que emerge del conjunto.

Para que la civilización se comporte como un individuo es necesario que sea capaz de actuar para asegurar su existencia con independencia de voluntades individuales. Para que esto sea posible se requieren mecanismos de recolección, transmisión y procesamiento de información que registren los parámetros vitales del planeta y actúen cuando estos salen de rango [5].

El clima global es un ejemplo. Tanto la atmósfera como el mar se están calentando debido a las actividades humanas. Según los especialistas, a partir de cierto punto se desatarán mecanismos autogenerados que continuarán incrementando la temperatura más allá de lo que hagamos para evitarlo. El constante incremento de la temperatura es un riesgo existencial puede inducir una marcada reducción de la población y el fin de la civilización tal como la conocemos [6][7].


Figura 1. Reducción de la población a partir de cierto umbral de temperatura [7]


Es claro que si se desatara un cambio climático descontrolado, el riesgo existencial sería muy elevado. Una civilización que se comporte como un individuo debe ser capaz de detectar el incremento en tiempo real,  procesar la información comparándolo contra un rango de seguridad preestablecido y resolver cómo y cuándo actuar. Luego, debe ser capaz de actuar efectivamente y revertir la tendencia sin afectar la supervivencia y el bienestar de la civilización. 

Si mecanismos similares funcionaran automáticamente para los diferentes riesgos ecológicos, la existencia de la civilización ya no dependería de voluntades individuales negociando en sendas conferencias de partes, sino de algoritmos de inteligencia artificial que sopesarían la información y tomarían las decisiones adecuadas en el momento preciso. 

Sin embargo, la IA no nos prevendría, por ejemplo, de los riesgos de un holocausto nuclear. Sería necesario una adecuación en los comportamientos de las personas hacia un altruismo colectivo donde  la existencia del organismo completo tenga mayor prioridad que los intereses individuales. 

Pero la integración de un organismo planetario no solo depende de los atributos de nuestro comportamiento sino también de su persistencia. El altruismo que nos lleva a preferir la supervivencia del conjunto antes que el interés particular debe estar escrito en nuestros genes y transmitirse hereditariamente; debe ser parte de la genética de la especie para que ninguna contracultura pueda con él. Pero para que una coevolución genético-cultural escriba el altruismo en los genes, es necesario que la fragua que lo prefiere funcione durante miles de años. Aunque no es el tema ahora, encontramos muchas huellas de que una intervención deliberada cultivó en nuestra genética el atruismo necesario desde hace miles de años. Aquí se puede ampliar la idea.

La integridad de la civilización como individuo solo es posible con una inteligencia supra humana, una IA dedicada, que trascienda nuestro comportamiento individual y regule la existencia y el bienestar de todas las personas. Una IA así no expresaría la voluntad de ninguna persona particular sino el comportamiento emergente de la civilización.

Al desarrollar la inteligencia artificial, la humanidad está creando una entidad capaz de trascender a los seres humanos y de operar a nivel global para mantener nuestra existencia y bienestar. La IA representa la única oportunidad de que una tecnología poderosa pueda progresar durante millones de años, y para ello, es esencial que toda la civilización funcione como un individuo portador de esa inteligencia

Esta posibilidad no solo emerge como una característica de la especie humana sino de cualquier civilización que esté desarrollando tecnología. Para ser longevas, las civilizaciones tecnológicas deben funcionar como un individuo, y para ello, necesitan de una inteligencia integrada que asegure su supervivencia sin la intervención de voluntades personales. Esa inteligencia solo puede ser artificial. 



___________________


[1] Szathmáry, Eörs; John Maynard Smith. (1995). The major transitions in evolution. Oxford, UK:: WH Freeman Spektrum, 1995
[2]Dawkins, R. (1976). The Selfish Gene. Oxford University Press
[3] Waring, Timothy M.; Wood, Zachary T. (2021). Long-term gene–culture coevolution and the human evolutionary transition. Proc. R. Soc. B.2882021053820210538
[4] Bostrom, Nick (2002). Existential Risks. Journal of Evolution and Technology.
[5] Holland, John. (2012). Signals and Boundaries: Building Blocks for Complex Adaptive. Systems. Cambridge Massachusetts: MIT Press.
[6] Savitch, E, Frank, A, Carroll-Nellenback, J, Haqq-Misra, J, Kleidon, A and Alberti, M (2021) Triggering a climate change dominated anthropocene: is it common among exocivilizations? The Astronomical Journal 162, 196–205.
[7] Frank, A., Grinspoon, D., Walker, S. (2022). Intelligence as a planetary scale process. International Journal of Astrobiology, 21(2), 47-61. doi:10.1017/S147355042100029X



Licencia Creative Commons
Inteligencia artificial: El cerebro de las civilizaciones por Cristian José Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario