sábado, 9 de mayo de 2020

2.2 Tecnología, confort y extinción

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1.   La extinción de una civilización
Imaginemos que un meteorito grande impacta contra la Tierra justo ahora. Los incendios que provoca su impacto llenan de humo la atmósfera del planeta impidiendo el paso del Sol durante unos años. La temperatura baja, el agua se congela, la gente se muere progresivamente. Cuando el clima se recupera, la población mundial ha disminuido tanto que ya no alcanza para mantener Internet, ya se han muerto los que sabían fabricar celulares o aviones. Pronto morirán los constructores de automóviles y los fabricantes de electricidad. Han quedado pocos con el conocimiento suficiente y deben ocuparse de sobrevivir y de ninguna otra cosa. Unos grupos subsisten en pequeños pueblos, otros, en las ruinas de las grandes ciudades y la mayoría están dispersos en las selvas, en estado salvaje. La civilización transita un proceso que nunca antes había vivido: su “desculturización”. En vez de haber más cultura, en el futuro habrá menos. El conocimiento se irá muriendo conforme mueran los que van quedando. Y los que nazcan sabrán menos. La hecatombe no ha extinguido a los humanos, pero sí a su civilización. Ya no hay tecnología para el sedentarismo. En 200 años no quedará nada más que grupos nómades y una cultura que quizás siquiera sepa escribir.
Así podría ser el fin de nuestra civilización, sin implicar el fin de nuestra propia especie. Naturalmente, si nuestra especie se extinguiera, también se extinguiría la civilización. Lo mismo ocurriría si se extinguiera la vida multicelular, las células eucariotas o toda la vida en la Tierra. Pero cuando nos preguntamos por la longevidad de nuestro mundo nos referimos a la longevidad de nuestra civilización y no de nuestra especie o de la vida en la Tierra. No nos referimos tampoco a un proceso local, ocurrido en tal o cual parte, como la extinción de los Mayas o los Sumerios, sino a una situación global caracterizada por una drástica reducción de la población y su conocimiento. Se trata de un fenómeno breve, intenso y global.
La civilización es la conjunción del ser humano y su cultura. Como la cultura humana depende entre otras cosas de la cantidad de gente, una reducción drástica de la población implicará una reducción drástica de nuestra cultura. Para contar con una definición simple que se pueda aplicar tanto en el presente como en el pasado, diremos que una civilización se extingue en el instante t0 cuando la población de su especie se reduce al menos en un 90% durante el siglo siguiente a t0Estamos dando por supuesto que una drástica reducción de la población implica una gran disminución de su cultura. No importa si nos referimos a un instante hace 5.000 años o al momento actual; cuando mencionemos la extinción de una civilización en el instante t0, ahora o en el pasado, estaremos hablando de un intervalo de 100 años posteriores a t0  donde se opera una reducción de al menos el 90% de la población, y de ninguna otra cosa. Esto nos servirá para tener una precisión mental y no mucho más. Si allí donde dice 90% dijera 80%, no podríamos establecer la diferencia.

2.   Tecnología implica confort y extinción
La extinción de una civilización es una cosa mala porque consume mucho tiempo evolutivo y borra mucha información. Si nuestra civilización se extinguiera, ya no habría datos digitalizados y buena parte de la información que está en los libros resultaría aniquilada para siempre. Muchas de nuestras capacidades tecnológicas quedarían en el camino y la información genética de muchas especies extintas ya no estaría disponible. Si nuestra propia especie se extinguiera, el caso sería aún peor: El universo habría trabajado durante 3800 millones de años para construir en nuestro ADN la información de una especie capaz de crear una civilización con cultura y tecnología sólo para destruirla en un ratito.
Nada debería estar primero que evitar la extinción de nuestra civilización. Pero ¿la estamos evitando realmente?
La tecnología impacta de dos formas contrarias en nuestra civilización: el confort de los hombres y las probabilidades de extinción. Por un lado existen muchos indicadores humanos que han mejorado. El número de población se ha incrementado, nuestra esperanza de vida ha mejorado, hay más partos exitosos, hay más mujeres que sobreviven al parto, la producción de alimentos se incrementó en número y eficiencia,  nuestra calidad de vida ha mejorado, la pobreza ha disminuido. Muchos indicadores que definen nuestro estándar de vida promedio han mejorado como nunca lo habían hecho en el pasado. Una persona que tiene agua caliente, automóvil y computadora vive mejor que un rey del medioevo.
Pero la tecnología también puede variar nuestras posibilidades de sobrevivir o extinguirnos. Se mencionan muchas causas posibles. Se dice que nuestra civilización está consumiendo más de lo que puede reponer o ensuciando más de lo que puede limpiar, que somos muchos y que nuestras prácticas ya se están chocando contra el planeta, que es nuestro único hogar.
Tenemos entonces dos visiones distintas: mejora o extinción. Pero ¿cuál es el impacto real de la tecnología sobre nuestra civilización?
No existen muchas dudas de que la tecnología incrementa nuestro confort; pero después de un análisis muy simple, llegamos a una conclusión muy grave: 

Nuestras posibilidades de extinguirnos son ahora mayores que antes, y las razones son tecnológicas.

Algunas personas nos tildan de catastrofistas o agoreros por hacer también la segunda mitad de la cuenta. Si todo está tan bien ¿cómo puede ser que nos estemos extinguiendo? Pero una cosa no implica la negación de la otra. Podemos tener cada vez más confort y sin embargo aumentar nuestras posibilidades de extinguirnos. Un  gran meteorito podría estar dirigiéndose hacia la próspera Tierra para acabar con todos nosotros.
La razón por la cual afirmamos que nuestra probabilidad de extinción es ahora mayor que en el pasado se debe únicamente a que esto es cierto y muy fácil de probar.
Hay varias causas que podrían llevar a nuestra extinción en la actualidad, pero todas ellas se agrupan en dos tipos: causas naturales y causas tecnológicas.  Un gran impacto meteorítico es una causa natural y una conflagración bélica con armas de destrucción masiva, es una causa tecnológica. En principio, hay una probabilidad [1] de que nos extingamos por causas naturales (Pnatural) y una probabilidad de que lo hagamos por causas tecnológicas (Ptecno). Si esas causas son independientes, la probabilidad total de que nos extingamos en la actualidad (Phoy) es la suma de las dos probabilidades.

(1)  Phoy = Pnatural + Ptecno

Para comparar esta probabilidad actual de extinguirnos con la probabilidad anterior (Panterior), debemos precisar a qué período de nuestro pasado nos estamos refiriendo. ¿Panterior era nuestra probabilidad de extinción hace 2.000 años, hace 20.000 ó 200.000? Realmente unos miles de años atrás estará bien; entre 1.000 y 10.000, tal vez más, no importa mucho, porque solo necesitamos un pasado donde el ser humano ya estuviera distribuido en los cinco continentes.
Es claro que en el pasado sólo teníamos probabilidades de extinguirnos por causas naturales porque no habíamos desarrollado la tecnología suficiente para generar una catástrofe tan grande. Pero las causas por las cuales se podía extinguir nuestro mundo en el pasado (Panterior) son las causas naturales (Pnatatural ) por las que se podría extinguir en el presente.
Hace 66 millones de años cayó un meteorito enorme, de unos 10 km de diámetro en la península de Yucatán y extinguió a muchas especies incluyendo a la mayoría de los dinosaurios. Del mismo modo podría caer un gran meteorito ahora reduciendo a la población en un 90% o más.  Pero la probabilidad de impacto de semejante meteorito es prácticamente la misma ahora que antes.
Algunos especialistas afirman que una enorme erupción del volcán Toba [2], en Indonesia, causó una drástica reducción del número de población humana hace 75.000 años. El pasado de la Tierra está plagado de erupciones que causaron grandes extinciones de diversas especies. Si una erupción de este tipo ocurriera en la actualidad, cubriría la atmósfera de cenizas induciendo una reducción de varios grados en la temperatura media, durante varios meses. Este evento también produciría una drástica reducción de la población pero al igual que antes, las probabilidades son muy bajas y prácticamente son las mismas ahora que antes.
Hace 2,6 millones de años, la explosión de una supernova cercana [3] bañó la Tierra  de radiación produciendo la extinción de muchas especies. Las explosiones de supernovas son parte de la evolución estelar y solo se presentan en estrellas algo más masivas que el Sol. Este tipo de explosiones produce grandes cantidades de radiación. Si la explosión es cercana, digamos, unas cuantas decenas de años luz de distancia, esa radiación puede generar una extinción aquí en la Tierra. Sin embargo, y a diferencia de un gran meteorito o una erupción como la del Toba, se puede predecir con bastante precisión qué estrellas están próximas a estallar. Hoy sabemos que esa no será una causa de extinción en la actualidad ni lo ha sido unos miles de años atrás.
Obviamente existen muchas causas naturales de muerte para los seres humanos, pero solo un gran impacto meteorítico o un evento sísmico enorme serían capaces de causar nuestra extinción ahora o hace unos miles de años. Ninguna otra causa de muerte podría estar presente en los dos instantes y tener un impacto global.
Si las causas naturales son las mismas ahora que antes y las probabilidades de cada causa son las mismas, entonces la probabilidad total debe ser la misma. Estamos diciendo que la probabilidad de que la civilización se extinga en la actualidad por causas naturales (Pnatural) es igual a la probabilidad de que lo hiciera en el pasado (Panterior). Pero en el pasado, las causas naturales eran todas las que existían, porque no había causas tecnológicas de extinción. Entonces

(2)  Pnatatural = Panterior

Mirando un poco la ecuación (1), observamos que la probabilidad total de extinguirnos actualmente es igual a la probabilidad de extinguirnos antiguamente más la probabilidad de hacerlo ahora por causas tecnológicas.

(3)  Phoy = Panterior + Ptecno

Si la probabilidad de extinguirnos por causas tecnológicas Ptecno fuera distinta de cero, entonces nuestras posibilidades de extinguirnos serían ahora mayores que en el pasado. Pero esto es justo lo que afirmamos.

Es sencillo ver que Ptecno es distinto de cero porque existe al menos una causa de extinción tecnológica; una causa que antes no estaba y ahora está: Una guerra global con armas de destrucción masiva. No sabemos cual es la probabilidad de que esto ocurra pero sabemos que no es nula. Nuestra civilización tiene una posibilidad positiva de extinguirse por el uso de armas de destrucción masiva, por la simple razón de que las ha construido. Esto alcanza para probar que ahora las probabilidades son mayores que antes.
Esta causa de extinción se configura cuando aprendemos a extraer energía de los átomos, por eso decimos que se trata de una causa tecnológica. 
El poder destructivo de un arma nuclear se mide en megatones, donde un megatón [4] es equivalente a la destrucción causada por un millón de toneladas de TNT. Las únicas detonaciones nucleares efectuadas sobre ciudades estuvieron a cargo de EEUU y se realizaron sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, empleando 0,016 y 0,025 megatones.  El poder destructivo de los meteoritos que han caído a la Tierra en el pasado, también se puede medir en megatones. La potencia del meteorito que causó la extinción de la mayoría de los dinosaurios hace 66 millones de años era de unos 192 millones de megatones, algo así como unas 10.000 veces nuestra capacidad actual.
Es difícil saber cuántas armas existen en la actualidad. La mayoría de los especialistas hablan de unas 15.000 ojivas [5], aunque varía con el tiempo. También es difícil saber dónde están instaladas, cuál es su potencia y qué países las están construyendo.
Las armas nucleares pueden generarse por fisión o fusión de los núcleos atómicos. La fisión rompe núcleos grandes y los transforma en otros más pequeños; la fusión, en cambio, une núcleos pequeños generando núcleos más grandes. Ambos procesos liberan energía. La fusión nuclear es el proceso que se da en nuestro Sol. Las bombas de fusión son las llamadas bombas H o de hidrógeno y la cantidad de megatones que pueden alcanzar no tiene límites. La bomba más grande construida [6] superaba los 50 megatones y podía matar tal vez a dos millones de personas. Fue destruida por ser demasiado grande para una guerra…
Si los impactos están bien distribuidos, sólo una porción de este arsenal podría iniciar el descalabro climático necesario para comenzar un proceso de desculturización hacia una muerte de nuestra civilización.
La probabilidad de extinguirnos por utilización de armas nucleares aumenta con el tiempo por varias razones. Como la genética no cambia en cientos de años, podemos tener un loco al frente de esas armas, un líder lunático como ya hemos tenido en el pasado. Entonces nos preguntamos por las posibilidades de dar con ese loco dentro de 50 años, 100 años o  200 años. Obviamente no sabemos la respuesta, pero la probabilidad de tener un líder desequilibrado al frente de esas armas aumenta con el tiempo. También puede aumentar con el tiempo la cantidad de megatones instalados a medida que se actualizan las ojivas. Por otro lado, la cantidad de naciones que desean tener armas nucleares aumenta con el tiempo, generando además una nueva causa de inestabilidad internacional. Los tratados de no proliferación son inestables. Cualquier gran actor puede retirarse cuando lo desee o simplemente no renovar los acuerdos. Ordenadamente, todos se pueden ir. Irónicamente, los tratados de no proliferación están cuidadosamente diseñados para poder salirse de ellos cuando aumentan las probabilidades de una guerra.
Tener armas nucleares es muy malo y no tenerlas es muy bueno. Destruir estas armas ahora, implicaría un incremento instantáneo de nuestras probabilidades de supervivencia. Pero ya no podremos volver completamente atrás. Nuestras posibilidades de extinguirnos dejaron de ser puramente naturales cuando aprendimos a extraer energía de los átomos. A partir de ahora la supervivencia depende de nosotros, porque tenemos el poder de decidir cuando extinguirnos. A menos que vivamos una desculturización como la que hemos descrito, este conocimiento nos acompañará de ahora en más. Tenemos que aprender a convivir con él.
A modo de resumen, la probabilidad de extinguirnos por causas tecnológicas no es nula porque existe al menos una causa posible: una utilización masiva de armas nucleares. De la ecuación (3) deducimos entonces lo que deseábamos mostrar, que las probabilidades de extinguirnos son ahora mayores que antes y la razón es tecnológica.


3.   El significado de las armas nucleares
Nuestra capacidad de fabricar armas nucleares ha cambiado la guerra de una manera sustancial. Antiguamente era común fabricar armas debido a la guerra, para la guerra y durante la guerra. Pero esta situación ha cambiado. Las armas para destruir al enemigo ya están fabricadas, emplazadas, apuntadas y listas para usar. Solo falta una guerra y la decisión de usarlas. La existencia de armas nucleares (o de nuestro conocimiento para desarrollarlas) significa que, si queremos existir durante mucho tiempo, deberemos aprender a resolver nuestros conflictos sin ir a la guerra, porque una guerra podría ser el fin de nuestra civilización. Este pequeño cambio es un gran cambio. Todavía no hemos aprendido a convivir sin guerras masivas. Siquiera hemos comprendido la imperiosa necesidad de aprenderlo.
Cualquier factor que incremente las posibilidades de marchar hacia una guerra masiva, incrementa también nuestras posibilidades de extinción. Eso es lo que nos está sucediendo con el cambio climático y con el ritmo de extinción de especies, y lo que nos ocurrirá también con cualquier situación que incremente el nivel de agitación social. Es un tiempo complejo, donde esas situaciones se pueden configurar en cualquier momento.
Estamos en una civilización que crece. La población de seres humanos crece y nuestra tecnología crece. Como cada vez somos más, consumimos más energía, tomamos más agua y comemos más comida; producimos más alimentos; modificamos un mayor porcentaje de tierra firme y alteramos más el mar con la pesca y con la contaminación.
La civilización crece pero nuestro mundo es constante. Su tamaño es constante; su masa es constante; su gravedad es constante; la energía incidente del sol es constante. Somos una cosa que crece, metida dentro de una cosa constante. El destino es obvio: la colisión. Es como si marcháramos en un automóvil a toda velocidad hacia una pared. O bien frenamos, o bien doblamos o bien chocamos. No hay otra posibilidad. Afirmarlo no es agorero ni pesimista sino objetivo: si no frenamos o doblamos, chocamos. Más aun, a cierta distancia de la pared, ya no podremos ni frenar, ni doblar. Chocaremos. Esta distancia es el punto de no retorno. Todavía no habremos chocado, pero ya no podremos evitarlo.
Igual que el automóvil, la civilización tiene un punto de no retorno, un instante a partir del cual ya no será posible hacer nada para evitar el choque. Es importante saber si este punto de no retorno es inminente o si tenemos mil años para frenar, doblar o dejar que las cosas cambien solas. Pero saberlo no es sencillo, porque no es simple la cuenta. Hay que mirar y comparar muchos números; los que definen a nuestro mundo y los que definen a nuestra civilización. Y no basta con mirar una simple foto; hay que ver la película completa, porque la civilización está cambiando con el tiempo, y es ese cambio el que hay que reconocer.
Hace unos años, frente a la evidencia de que nuestra civilización podría chocar con la biósfera, la Organización de las Naciones Unidas tomó cartas en el asunto. Lo hizo de la única forma posible: a través de científicos y especialistas. Hay dos campos que la ONU revisa permanentemente: El cambio climático y la biodiversidad; y para hacerlo recurre a dos paneles de científicos: El IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) para estudiar la evolución del clima; formado por más de 1000 científicos especialistas de casi 200 países y el IPBES (Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services), organismo científico independiente fundado por las Naciones Unidas y cuyos informes son vitales para entender la biodiversidad, la evolución de nuestro ecosistema y de toda la vida en la Tierra.
La ONU no lo dirá pero nosotros sí lo haremos: Si nuestra civilización se choca con la biosfera, nuestro acceso a los alimentos y al agua estará muy comprometido. El nivel de agresión social se incrementará, habrá más guerras y aumentarán las chances de una contienda masiva. Tal lo dicho, con una guerra nuclear, nuestras probabilidades de extinción serán muy altas. Cuando la ONU nos previene para evitar el choque, en realidad trabaja para evitar nuestra extinción. Nunca lo dirá y tal vez siquiera lo sepa del todo; pero así son las cosas realmente. No se trata de una extinción común sino de una como nunca antes se había visto por aquí: Es una extinción tecnológica. Son muchos los modos como estamos alterando nuestro mundo a causa de nuestro crecimiento. El calentamiento global, la reducción de la biodiversidad, la contaminación y sobreexplotación de la tierra y en general, el déficit entre lo que demandamos del mundo y lo que el mundo produce de manera sustentable con la tecnología actual.
De estas cosas hablaremos en la siguiente entrega.



[1] Recordar que una probabilidad es un número entre 0 y 1 que se aplica a un suceso S. Hay una forma porcentual de indicar una probabilidad. Por ejemplo, decir que un suceso S tiene un 30% de posibilidades de ocurrir, es equivalente a decir que su probabilidad es 0,3.
[2] https://www.anfrix.com/2007/07/el-evento-de-toba-el-dia-que-la-humanidad-casi-se-extingue/
[3] https://today.ku.edu/2018/12/05/researchers-consider-whether-supernovae-killed-large-ocean-animals-dawn-pleistocene
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Equivalencia_en_TNT
[5] https://www.un.org/disarmament/wmd/nuclear/
[6] https://www.infobae.com/america/eeuu/2019/11/01/la-bomba-que-era-demasiado-grande-para-la-guerra-y-que-hizo-temblar-al-mundo/


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2.2 Tecnología, Confort y Extinción por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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