Tres críticas a la paradoja de Fermi


Los cálculos indican que deben existir muchas civilizaciones tecnológicas en nuestra galaxia pero no tenemos evidencia de ninguna. Este es el contraste que enuncia la Paradoja de Fermi.

Muchos trabajos suponen que no existen evidencias porque, en efecto, no nos llegan señales. A continuación mostramos que ese es un mal supuesto.


1. Hay muchas pistas

Si nadie viera nada ni refiriera nada, sería muy poco probable que hubieran señales de tecnología extraterrestre llegando a Tierra. Si hubiera alguna referencia, aún sería poco probable. Si existieran muchas referencias, sería más probable. Si además, hubieran fotos y filmaciones, sería aún más probable y si hubieran casos de objetos no identificados después de un intento serio por hacerlo, sería todavía más probable. Pues bien, ese es el caso.

Mientras la paradoja se pregunta por qué no hay señales de tecnología alienígena en la Tierra, algunos pilotos de la marina de los EEUU declaran frente a los legisladores en el Capitolio acerca de unos objetos no identificados que circulan por el aire, que no responden a fenómenos naturales, que muestran signos de conducción inteligente, que hacen cosas imposibles para nuestra tecnología, que dejan evidencias físicas en radares, cámaras y otros sensores y que algunas veces han estado cerca de chocar contra sus aviones. Solo en EEUU estos  fenómenos desconocidos motivaron la conformación de organismos oficiales para estudiarlos asumiendo que son una amenaza. 

No está probado que nos lleguen señales de  tecnología no humana, pero las alternativas no son equiprobables: es muy probable que sí nos lleguen y muy poco probable que no nos lleguen. Es muy probable que no haya una paradoja y muy poco probable que sí la haya.


2. Señales no reconocidas

Es apresurado afirmar que no hay evidencia de tecnología más avanzada que la nuestra cuando siquiera podemos distinguir algunos resultados de nuestra propia bioingeniería. Si nos presentaran diez mazorcas de maíz y nos preguntaran cuál es transgénica no podríamos reconocerla. Aunque nos proporcionaran el mejor microscopio no sabríamos dónde mirar. Un genetista especializado aún tendría problemas para reconocer la incursión. El genoma es enorme, tiene millones de letras y es difícil de mirar. ¿Cómo encontrar una huella de manipulación tecnológica? Sería necesario que un especialista busque la modificación comparando las mazorcas entre sí para ver cuál ha sido alterada. Si todo el maíz hubiera sido genéticamente intervenido, la búsqueda sería aún más difícil.

Además de expresarse en resultados concretos, las modificaciones genéticas se heredan. Podría haberse operado una intervención deliberada en el código genético hace millones de años y llegar hasta nosotros replicándose de generación en generación. Parte de esa modificación podría pervivir en el jardín de nuestra casa, en la planta que está junto al televisor, en el ladrido vibrante de nuestra perra o en el propio estilo de esta frase. La imagen que encabeza este artículo podría ser más tecnológica de lo que parece; suponemos que es natural, pero aún no lo hemos probado y siquiera sabemos que nuestra certeza es solo un supuesto.

No podemos quejarnos de que la habitación esté oscura si tenemos los ojos cerrados. Sostenemos con firmeza que no hay pruebas de tecnología alienígena en nuestro mundo pero no somos capaces de reconocer siquiera algunos resultados de la nuestra.


3. Todo está muy lejos

Si miráramos el cielo en busca de civilizaciones tecnológicas, no las veríamos porque estarían muy lejos. Si desde los exoplanetas habitables se emitieran las  mismas señales tecnológicas que nosotros estamos lanzando al espacio, todavía no podríamos detectarlas. Es importante visualizar esto. Detectar una civilización en la superficie del exoplaneta más cercano a nosotros sería como estar en Buenos Aires y ver la superficie de una cabeza de alfiler perdida en el norte de Brasil. Este sería el exoplaneta más cercano, los otros cientos de miles de millones de nuestra galaxia están más lejos aún. Sin embargo hemos lanzado recientemente un telescopio espacial, el James Webb con la esperanza de analizar la luz que roza esas cabezas de alfiler para ver si la atmósfera que las rodea contiene moléculas que solo pueden ser producto de actividades industriales, como los clorofluorocarbonos (CFCs).

¿Por qué no vemos a las civilizaciones de otros planetas? La respuesta es ahora simple: Porque están muy muy muy lejos. También podemos decir que la ciencia está invirtiendo cada vez más recursos en su búsqueda y que, si existen, está cerca de encontrarlos.


En resumen, podría ser que nos lleguen señales de tecnología extraterrestre pero aún no alcancen para probar su existencia o que las firmas tecnológicas estén delante de nuestras narices y no seamos capaces de reconocerlas o que no veamos a ninguna civilización en el espacio sencillamente porque están muy lejos. Las tres alternativas podrían darse a la vez y ser completamente compatibles con las estimaciones de que hay muchas civilizaciones tecnológicas en nuestra galaxia. En ninguno de los tres casos hay inconsistencias entre los cálculos y los datos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario