El Arca del Pacto: Una interpretación tecnológica

Este fragmento pertenece a un trabajo en construcción que propone una hipótesis singular: una entidad exógena de naturaleza tecnológica habría intervenido en la evolución cultural humana con un propósito proaltruista.

Según esta idea, el plan consistió en fundar un pueblo, dotarlo de una doctrina ética y ubicarlo en un punto estratégico para difundirla: la Tierra Prometida.

A continuación, una reinterpretación del Arca del Pacto y los dos juegos de  Tablas de la Ley —¿o acaso hubo solo uno?





6.2 El arca misteriosa


Si una entidad exógena, tecnológica y sigilosa colocó al pueblo de Israel en el Levante, entonces debió colaborar con las guerras de conquista sin dejar rastros físicos de su acción.

Del mismo modo como identificamos en el Éxodo "nubes" y "columnas de nube" que se asemejan a medios de transporte aéreo, también encontramos durante las luchas por la Tierra Prometida, la participación de un elemento sospechoso de ser tecnológico, o al menos de exhibir comportamientos propios de un dispositivo avanzado: el Arca del Pacto (o de la Alianza).

No nos interesa analizar el relato de la participación del arca en la conquista de la Tierra Prometida sino revisar algunos aspectos curiosos que nos hacen pensar fuertemente que el arca era un objeto tecnológico


6.2.1 El arca tecnológica


El texto describe con detalle su construcción por orden del Señor: una caja de madera de acacia de poco más de un metro por setenta centímetros de ancho y setenta de altura, recubierta de oro por dentro y por fuera, con argollas para varales, también recubiertos en oro, que servían para transportarla. Su tapa —el “propiciatorio” —era íntegramente de oro, con dos querubines en los extremos, enfrentados entre sí, mirando hacia la tapa y cubriéndola con las alas desplegadas. La tapa y los querubines formaban una sola pieza (Ex 25:10-20).

La primera función extraña del arca es su papel como transmisor de voz. El propio texto lo dice:

"«Yo me reuniré allí contigo en medio de los dos querubines que están sobre el arca donde están las tablas del pacto. Desde la parte superior de la tapa del arca te daré todas las instrucciones que habrás de comunicarles a los israelitas.»" (Ex 25:22).

La comunicación por este medio era, además, frecuente: 

"Cuando Moisés entró en la Tienda de reunión para hablar con el Señor, escuchó su voz de entre los dos querubines, desde la cubierta de la tapa que estaba sobre el arca con las tablas del pacto. Así hablaba el Señor con Moisés." (Nm 7:89)

¿Por qué un Dios invisible elegiría hablar siempre desde el mismo punto fijo, entre dos figuras metálicas sobre una caja? ¿Por qué ese punto fijo no estaba en el aire sino sobre la cubierta del arca? Además, la entidad que detalló su construcción era la misma que luego hablaría desde allí. Esto tiene más parecido a un dispositivo de emisión sonora que a una presencia espiritual, un altavoz oculto en la tapa, o un mecanismo capaz de proyectar voz o vibración desde el interior.

El segundo episodio de posible interpretación tecnológica es el de las enfermedades. Cuando los filisteos capturan el arca y la trasladan por sus ciudades, sobrevienen enfermedades en la población. No se trataba de enfermedades eruptivas, ni respiratorias, ni intestinales, sino de algo mucho menos frecuente: tumores; muchos tumores . Los filisteos llamaron a sus sacerdotes para determinar qué hacer frente al problema y estos recomiendan devolver el arca junto con la representación de “cinco tumores de oro” entre otras ofrendas expiatorias (1 Sm 6:4-5,17). Al parecer, los tumores eran suficientemente visibles para que se hiciera una imagen de ellos.

La asociación con síntomas provocados por exposición a radiación es inevitable, y concuerda con la advertencia de que el arca debía envolverse cuidadosamente con velos y cubiertas antes de transportarse (Nm 4:5-6). Además, la emisión de radiación parecía controlarse a voluntad, como si operara un sistema de encendido y apagado: los filisteos se irradian, los israelitas no.

El tercer episodio que revela posible tecnología en el arca ocurre durante su traslado hacia Jerusalén y es protagonizado por Uza, uno de sus transportistas.

"6 Al llegar al campo de Nacón, los bueyes tropezaron, pero Uza extendió las manos y sostuvo el arca de Dios. 7 Entonces la ira del Señor se encendió contra Uza por su atrevimiento y lo hirió de muerte, de modo que Uza murió junto al arca de Dios. (2 Sm 6:6-7)"

Para justificar el castigo mortal necesitamos retorcer mucho el argumento. Uza no hizo nada malo, simplemente sujetó el arca de manera automática cuando los bueyes tropezaron. El propio David se enoja y decide deshacerse del arca (2 Sm 6:8-9). El episodio es muy parecido a una descarga eléctrica proveniente del arca –forrada en metal por indicación divina–, una función que bien podría ejecutar un dispositivo tecnológico que electrificara el arca. Y esto recuerda la advertencia de que los levitas no debían tocar el arca para no morir. (Nm 4:15).

Todo podría ser obra de la imaginación; pero nuestra explicación parece, paradójicamente, menos imaginativa que la del castigo divino. Para justificar un castigo, tal vez podríamos aducir una falta de fé por parte de Uza por pensar que el arca no podría arreglárselas sin él. Pero Uza no podía pensar en nada porque el gesto fue instintivo. Más que un juicio moral, el episodio parece un accidente físico frente a un objeto tecnológico peligroso: Uza tocó el arca, recibió una descarga y murió; propiedades que no pueden atribuirse a una simple caja artesanal.

6.2.2 Peligro: Tapa de arca

Los filisteos devolvieron el arca a los israelitas enviándola a un poblado fronterizo: Bet-semes. El pueblo se alegró mucho al ver llegar el arca, pero la algarabía duró poco. Dice el texto:

"Algunos hombres de ese lugar se atrevieron a mirar dentro del arca del Señor, y Dios los mató. Fueron setenta los que perecieron. El pueblo hizo duelo por el terrible castigo que el Señor había enviado, y los habitantes de Bet Semes dijeron: «El Señor es un Dios santo. ¿Quién podrá presentarse ante él? ¿Y a dónde podremos enviar el arca para que no se quede entre nosotros?»" (1 Sm 6:19-20).

¿Por qué pecado habrá castigado la divinidad a esos hombres? De nuevo, el argumento de un castigo resulta laxo. Setenta muertes en un solo acto es claramente desproporcionado, y el propio pueblo lo percibió así porque buscaron sacarse el arca de encima inmediatamente.

"21 Así que mandaron este mensaje a los habitantes de Quiriat Yearín: «Los filisteos han devuelto el arca del Señor; vengan y llévensela». (1 Sm 6:19-21)" 

No importa si eran israelitas o filisteos: quien tocaba la tapa se moría; la reacción del objeto era automática. Pero el hecho de que nadie pudiera mirar dentro, dispara una pregunta intrigante ¿Qué había en su interior? ¿Unas tablas de piedra escritas por Dios? (Dt 10:4-5)? ¿O acaso había otra cosa?.

6.2.3 El contenido del arca

La historia de las Tablas de la Ley encierra un contraste sorprendente: las primeras fueron vistas por todos, las segundas por nadie. Ese cambio parece diseñado para ocultar algo.

Si interpretamos al arca como un objeto tecnológico, entonces debía provenir de la entidad interventora; sin embargo el texto dice claramente que fue hecha por los israelitas ¿Cómo podía presentar funciones que hoy reconocemos como tecnológicas? El arca actuaba como si contuviera un parlante en la tapa, como si estuviera electrificada y eventualmente emitiera radiación. O toda la interpretación es incorrecta, o el arca no era totalmente artesanal. Afortunadamente el texto prefigura una respuesta: setenta hombres murieron en Bet-semes por mirar dentro del arca; de modo que dentro del arca había algo que no se debía ver. ¿Habría un dispositivo tecnológico?

Según la historia, dentro del arca estaban las Tablas de la Ley; dos piedras talladas por Moisés y escritas por Dios con los diez mandamientos que el pueblo debía seguir. En realidad, el arca contenía un segundo juego de tablas, porque las primeras habían sido rotas por Moisés al bajar del monte y comprobar que su pueblo estaba adorando a un becerro de oro.

Después de romper las primeras Tablas de la Ley, el texto dice claramente que Moises colocó dentro del arca un segundo juego similar al primero (Dt 10:3-5). Pero la historia encierra una gran inconsistencia: Las segundas Tablas de la Ley que fueron escritas por Dios no fueron leídas jamás. Más aún, ni siquiera fueron vistas. ¿Nadie vió lo que estaba dentro del arca pese a que fue algo escrito por Dios para guiar al pueblo?

Comprobemos en las citas que, además de Moisés, nadie vió esas tablas:

"El Señor dijo a Moisés: «Labra dos tablas de piedra semejantes a las primeras que rompiste. Voy a escribir en ellas las mismas palabras que estaban escritas en las primeras. 2 Prepárate para subir mañana a la cumbre del monte Sinaí y presentarte allí ante mí. 3 Nadie debe acompañarte ni debe verse a nadie en ninguna parte del monte. Ni siquiera las ovejas y las vacas deben pastar frente al monte»" (Ex 34:1-3).

Nadie debía acompañarlo ni pasearse por el monte; ni hombre ni vaca ni oveja.

Veamos ahora qué ocurre cuando vuelve del monte.

"29 Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas del pacto. Pero no sabía que, por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz. 30 Al ver Aarón y todos los israelitas el rostro resplandeciente de Moisés, tuvieron miedo de acercársele." (Ex 34:29-30)

No se trata de un resplandor difuso proveniente de su rostro; el texto dice claramente “un haz de luz”. Los israelitas finalmente se acercaron; pero al parecer el haz que salía del rostro de Moisés era molesto para sus interlocutores porque después de ese episodio, Moisés se cubrió el rostro con un velo para hablar con los demás (Ex 34:33-35). ¿El haz encandilaba como los faros de un auto? ¿No podía verse con precisión lo que Moisés traía?

Moisés colocó las tablas en el arca y allí las dejó (Dt 10:5). No hay menciones a que alguna vez se abriera el arca y se leyeran las tablas nuevamente. En cambio hay claras referencias –como el episodio de Bet semes– a no abrir la tapa y mirar dentro para no morir.

Si nadie pudo ir con Moisés cuando el Señor escribió las tablas y nadie pudo ver bien lo que traía cuando bajó del monte porque un haz proveniente su rostro los encandilaba, y nadie pudo ver después dentro del arca porque abrirla era pecado mortal ¿Cómo sabemos que el arca contenía las tablas?

Lo sabemos porque Moisés afirma haber colocado un segundo juego de tablas semejante a las primeras. Pero ¿qué sabemos de las primeras?

En un contraste sorprendente, de las primeras tablas lo sabemos todo. Moisés fue a buscarlas con una multitud que se quedó al pie del monte (Ex 24:1) y subió al monte con Josué, su asistente (Ex 24:13) –recordemos que para recibir el segundo juego, no debía haber nadie allí–. Cuando bajó del monte todos lo vieron acercarse con las tablas en la mano. Ningún haz de luz proveniente de su rostro impedía la visión de los israelitas (lo que resulta curioso porque su presencia frente al Señor fue tan prolongada como durante la entrega del segundo juego). El primer juego de tablas fue roto frente a todos y allí quedaron los pedazos para que cualquiera los vea –el segundo juego nadie lo vé y todo parece planeado para que nadie lo vea jamás–. Notemos además que antes de bajar del monte, Moisés ya sabía que su pueblo estaba adorando un becerro, porque el Señor ya se lo había dicho (Ex 32:7-8). Entonces no resulta claro por qué se enojó al punto de romper las tablas si ya sabía con qué se encontraría.

6.2.4 Reinterpretación de la historia del arca

El objetivo era asegurar que el pueblo de Israel, vector de la transferencia cultural, pudiera consolidarse en el Levante sin evidencias directas de una intervención exógena. Dentro de la hipótesis de un plan de intervención, luego del Éxodo seguía la conquista de la Tierra Prometida. El Éxodo fue guiado por objetos aéreos y la conquista debía ser guiada también por un objeto tecnológico que se asegurara de instalar al pueblo allí. La entidad exocultural debía estar, ver, dar instrucciones y, si era necesario, actuar.

Pero la incursión cultural exógena debía dejar cada vez menos huellas conforme el entorno cultural crecía y se fortificaba. Imprimir una creencia religiosa era mucho más discreto que dejar una evidencia física. Una vez retirados los medios aéreos, solo debían quedar objetos del ceremonial, construidos por los propios israelitas. Esta transición hacia el sigilo no era un tema menor dentro del plan general. El relato se dilata en explicaciones de la entidad exocultural a Moisés respecto a qué objetos construir, como construirlos, quien debía construirlos, cómo juntar los fondos, qué se debía hacer con ellos y quién debía transportarlos. (Ex 25 a 31)

La única forma de insertar un objeto tecnológico que pareciera humano era ordenar la construcción de una caja y colocar sigilosamente un dispositivo dentro. Para el pueblo esa caja sería un objeto especial: el Arca del Pacto; Dios hablaría desde allí y la esencia de la ética inducida estaría en su interior, en las Tablas de la Ley. Ese sería el objeto sagrado que se mostraría al pueblo.

Pero en realidad, el arca era una caja con un dispositivo dentro que no se parecía en nada a las Tablas de la Ley, que hacía que el arca eventualmente emitiera radiación y descargas eléctricas, que contenía un transmisor que emitía voz sobre el centro de la tapa y que, tal vez, efectuaba un permanente seguimiento de los israelitas en el campo de operaciones.

El plan para convencer al pueblo de que en su interior había tablas de piedra fue magistral: Mostrar las primeras Tablas de la Ley, asegurarse que todos las vean y que todos sepan que provienen del Señor, y luego romperlas frente a todos con alguna excusa –el enojo de Moisés– para que cualquiera pueda ver los pedazos (y para deshacerse del objeto que de ningún modo debía terminar dentro de la caja). Esto instalaría en la mente del pueblo la idea de las dos tablas de piedra con los diez mandamientos. Esa es la función que cumple el primer juego de tablas: crear una imagen visible de lo que se desea que crean que se colocaría en el arca; una manipulación cultural calculada.

Finalmente se coloca el dispositivo planeado diciendo que serían unas tablas “semejantes a las primeras”, pero impidiendo en todo momento que el pueblo las vea. Moisés va solo a buscarlas. Regresa proyectando un haz que encandila a sus interlocutores, y las guarda dentro del arca que, bajo amenaza de muerte, nadie podrá tocar ni abrir jamás.

Como consecuencia de esto, el pueblo cree que dentro del arca están las Tablas del Pacto. El plan se ha concretado exitosamente y, en su absoluta sumisión a la deidad, nadie se preguntará por qué Dios escribió algo que jamás permitirá que sea leído. El hecho de que no exista una única versión de Los diez mandamientos (Ex 20:1-17; Ex 34:10-28) también sugiere la inexistencia de un referente común.


6.2.5 ¿Pudo ser ficción nuestra historia del arca?

Si esta interpretación es correcta, la historia del arca no podría ser una ficción humana. Ningún autor antiguo habría dispuesto de los elementos necesarios para que, miles de años después, pudiera reconstruirse una operación de encubrimiento tan precisa sin haberla conocido conscientemente.

Puede, sin embargo, que esta interpretación también sea ficción y que nunca haya existido un arca con un dispositivo tecnológico dentro. En ese caso, alguien imaginó una historia con las pistas necesarias para que, tres milenios después, pudiéramos desentrañar otra historia igualmente ficticia. Pero si ese fuera el caso, la inteligencia que nos ha engañado conoce la radiación, la amplificación del sonido y la electrificación de objetos. No puede haber sido un simple escritor israelita.

El texto bíblico entrega todos los elementos necesarios para reconstruir, mucho tiempo después, la secuencia de una operación encubierta. Esto difícilmente puede atribuirse al azar. Más aún, la evidencia literaria sugiere un entramado complejo: la historia fue redactada por distintos autores, en épocas diferentes, pero conserva una coherencia funcional que solo se explica si el relato fue diseñado antes de su fragmentación. Es como si alguien hubiera pintado un rostro sobre un papel, lo hubiera cortado en pedazos y los hubiera repartido entre muchas manos. Siglos después juntamos los fragmentos y descubrimos que todos integran un único rostro.

La historia encierra indicios de que el propio Moisés ignoraba la gesta, aunque probablemente intuía que algo estaba ocurriendo. Para que la historia funcionara, debía fingir enojo y romper las primeras tablas ante el pueblo. Pero el patriarca no sabía, por ejemplo, que un haz de luz provenía de su rostro —o de algún punto de él— cuando bajó con el segundo juego de tablas:

“(...) Pero no sabía que, por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz.” (Éx 34:29)

Algunas citas confirman su obediencia ciega:

“Enseguida bajé de la montaña y guardé las tablas en el arca que había hecho. Y allí permanecen, tal como me lo ordenó el Señor.” (Dt 10:5) 

Por eso, la única manera de sostener que la historia del arca fue una ficción imaginada por hombres es rechazar nuestra interpretación. Pero esa evaluación queda abierta, será el lector quien decida si prefiere ver en el relato un mito antiguo o una operación cuidadosamente diseñada que aún hoy deja rastros visibles.

La coherencia interna del relato sugiere algo más que azar: tal vez la huella de una inteligencia que sabía que, siglos después, volveríamos a reunir sus fragmentos.




El Arca del Pacto: Una interpretación tecnológica © 2025 de Cristian J. Caravello tiene licencia CC BY 4.0

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