Civilizaciones tecnológicas ubicuas





Giordano Bruno sostenía que la Tierra giraba alrededor del Sol y que las estrellas debían ser otros soles orbitados por sus propios planetas, habitados por animales y seres inteligentes. Fue quemado en la hoguera por la Inquisición el 17 de febrero de 1600. Desde entonces mucha agua ha corrido bajo el puente y las ideas de nuestra situación en el cosmos han cambiado.

Hoy en día, la mayoría de los expertos acepta que deben existir otras especies tecnológicas en el vasto universo. El principio de mediocridad sostiene que iguales procesos actuando sobre objetos parecidos deben producir resultados similares. Solo en nuestra galaxia existen cientos de miles de millones de mundos, todos están gobernados por las mismas leyes y en la Tierra se gestó una especie tecnológica. Por lo tanto, surge la sospecha de que algunos de esos planetas sean similares a la Tierra y puedan albergar civilizaciones tecnológicas.

Si existen otras formas de tecnología en la galaxia, ¿cómo podemos encontrarlas? Para diseñar una estrategia de búsqueda, la ciencia tuvo que esperar el desarrollo de una tecnología adecuada, lo cual solo fue posible cuando los primeros exoplanetas comenzaron a mostrar evidencia de su existencia. Si hay otras civilizaciones tecnológicas en el universo, deberíamos ser capaces de examinar la superficie de sus mundos y detectar señales tecnológicas que indiquen actividad industrial en sus atmósferas.

En 2018, la NASA comenzó a considerar la búsqueda de tecnomarcadores como plan para futuras investigaciones y organizó un taller para conocer el estado del conocimiento en ese campo. Los participantes  elaboraron un informe en el que evaluaron las distintas posibilidades de búsqueda y dos años más tarde, la NASA diseñaba una agenda concreta de investigación para tecnofirmas no radioeléctricas.

Cuando la mayoría de los especialistas opina que es muy probable que algo exista, los medios tecnológicos son suficientes y los costos son asumibles, solo procede buscar. Por eso existe una incipiente búsqueda de firmas tecnológicas en la galaxia.


Buscando a las visitas

Una cosa es considerar que existan civilizaciones tecnológicas en la Vía Láctea y otra cosa es suponer que alguna de ellas este visitando la Tierra. Muchos especialistas creen en lo primero y descreen de lo segundo; afirman que pueden haber otras civilizaciones en el espacio pero difícilmente, alguna esté pasando por aquí justo ahora.

Nosotros creemos, en cambio, que artefactos con tecnología no humana pueden estar en la Tierra en este momento y que suponerlo es mucho más beneficioso que suponer lo contrario. De hecho, este supuesto ya está guiando acciones científicas concretas. El JWST está capturando y analizando la luz que atraviesa la atmósfera de exoplanetas habitables a unos pocos años luz de aquí en busca de firmas tecnológicas. No se trata de un instrumento económico, la ciencia debió invertir 10.000 millones de dólares y varios años de trabajo para construirlo. Si se justifica una inversión para buscar tecnología a unas decenas de años luz de aquí ¿por qué no se justifica buscar objetos tecnológicos cerca de la Tierra?

Mencionamos a continuación tres razones  para que resulte mejor suponer la presencia de objetos tecnológicos en el cielo cercano que suponer su ausencia. 



1. La tecnología es muy antigua en la galaxia

Si aceptamos que existe tecnología en la Vía Láctea, ¿Desde cuando pensamos que está allí?  Según la cosmología actual, el universo existe hace 13.800 MA (millones de años); durante un fenómeno puntual, el big bang, que generó una gran cantidad de hidrógeno y un poco de helio. Sin embargo, para que la vida basada en el carbono pudiera surgir, fue necesario que las estrellas de primera generación sintetizaran elementos pesados y, posteriormente, se agruparan para formar los primeros planetas rocosos. Hace alrededor de 3.000 MA, surgieron los primeros mundos con el potencial de albergar vida. Si extrapolamos los 4.600 MA que la Tierra tardó en desarrollar nuestra propia especie, se estima que la tecnología podría haber existido en la galaxia hace aproximadamente 7.600 MA después del big bang, lo que equivale a unos 6.200 MA desde el presente.

La edad de la tecnología en la galaxia ha sido objeto de múltiples investigaciones, todas ellas cercanas a esta cifra. En 2020 un estudio estimó que las máximas probabilidades para la generación de civilizaciones tecnológicas ocurrieron hace 5.800 MA [2]. Actualmente, se acepta que las condiciones físicas y químicas necesarias para la existencia de especies tecnológicas podrían haber estado presentes en la Vía Láctea desde hace unos 5.000 o 6.000 MA. Según estos cálculos, cuando nació nuestro Sol, la tecnología ya podía existir desde hacía 1.000 MA.

 

2. Las civilizaciones tecnológicas estables son muy longevas

Existe una diferencia entre la longevidad de la tecnología en la galaxia y la longevidad de una civilización en particular. No hay nada que impida que la tecnología exista desde hace miles de millones de años, aunque cada civilización en particular tenga una vida limitada de solo unos pocos miles de años.

La longevidad de una civilización tecnológica es uno de los parámetros más desafiantes al estimar el número de civilizaciones en la galaxia. Una suposición aparentemente razonable es seguir una distribución normal: hay pocas civilizaciones que han existido por un corto período de tiempo, pocas que han existido durante un largo período de tiempo, y una distribución normal entre estos dos casos extremos. Sin embargo, existen ciertos elementos que ponen en duda esta idea.

Existe un creciente consenso de que la evolución de las civilizaciones tecnológicas alcanza un punto crítico que condiciona de manera drástica la distribución de su longevidad. Este punto crítico se refiere al momento en que la tecnología se vuelve potencialmente autodestructiva y ya fue descripto muchas veces desde Sagan, pasando por el Gran Filtro [3] hasta el presente [2]. Una civilización puede tener una vida extremadamente corta, si no logra adaptarse a ese umbral tecnológico, o considerablemente larga, si logra hacerlo. No parecen existir longevidades intermedias. 

La capacidad de una especie para adaptarse a una tecnología post autodestructiva ha sido objeto de estudio en el contexto de un proceso planetario que conduce a formas cada vez más complejas, que incluyen la estabilización de la geosfera, la biosfera y, finalmente, la tecnosfera [4]. En este sentido, un mundo con una civilización tecnológica que ha logrado adaptarse a una tecnología post autodestructiva es aquel que ha alcanzado una tecnosfera madura. Se trata de un mundo tecnológico en el cual la estabilidad de su civilización ya no depende de individuos particulares, sino que está respaldada por mecanismos de autorregulación que operan de manera independiente y aseguran una estabilidad tan sólida como la de la biosfera.

Ver a las civilizaciones post apocalípticas como producto de un proceso evolutivo típico, que siempre produce tecnosferas maduras y civilizaciones muy longevas, nos obliga a revisar nuestras ideas. La longevidad parece dispararse después de que las civilizaciones se adaptan a una tecnología autodestructiva. Claramente, el caso humano no es aplicable porque esa adaptación aún no ha tenido lugar. Algunos trabajos ya están refiriendo la inconveniencia de extrapolar la longevidad de la  civilización humana a las demás tecnosferas maduras. Cito de [5]:

"Argumentamos que la Tierra y la humanidad pueden ser malas guías para el término de longevidad L y que su valor máximo podría ser muy grande, ya que la tecnología puede sobrevivir a sus creadores e incluso a su estrella anfitriona".

La idea sugiere además que una especie tecnológica podría crear artefactos inteligentes no biológicos cuya longevidad los exceda ampliamente y que cuando un planeta evoluciona hacia una tecnosfera madura, tiene el tiempo suficiente para desarrollar tecnología de colonización y sobrevivir aún a la muerte de su mundo de origen. 


3. La gesta inteligente puede estar en manos de actores muy longevos.

Cuando consideramos las capacidades de un actor inteligente en el espacio teniendo en cuenta el tiempo disponible, generalmente pensamos en un ser humano. En consecuencia, cualquier acción que supere la duración de una vida humana parece carecer de sentido. Por ejemplo, viajar hasta nuestra estrella más cercana requeriría miles de generaciones, lo que hace que una visita resulte poco significativa. ¿Qué podríamos hacer allí si solo llegarían los descendientes de nuestros descendientes?

Pero el caso es distinto si el actor inteligente tiene una longevidad de millones de años. Sus posibilidades de acción son ahora enormes aunque siga viajando a la misma velocidad que antes. Puede llegar al borde de la galaxia y volver o puede montar artefactos tecnológicos en los sistemas estelares visitados, y dejarlos allí, en algún pozo gravitatorio, orbitando la estrella anfitriona.

¿Pero es posible que un objeto inteligente perdure durante tanto tiempo? Ya no es necesario recurrir a una gran dosis de imaginación para considerar la existencia de una inteligencia no biológica. Una inteligencia artificial (IA) podría reemplazar a la inteligencia biológica y dirigir una nave espacial durante períodos prolongados, siguiendo un objetivo preestablecido.

Pero existe otro actor inteligente longevo que es necesario considerar. Un individuo biológico puede durar decenas o cientos de años, pero una civilización formada por muchos individuos podría perdurar millones de años. ¿Es posible que una civilización presente individualidad e inteligencia como para manifestar objetivos longevos?

No existe una imposibilidad factual que descarte esta posibilidad. De hecho, muchos investigadores sostienen que en nuestro propio mundo se está desarrollando una estructura conformada por seres humanos que gradualmente está adquiriendo individualidad. Se trata de la civilización humana, cuya supervivencia o extinción ya no depende únicamente de los nacimientos o muertes individuales. Aquí hemos desarrollado la idea.


La tecnología ubicua

Si la tecnología puede existir en la galaxia desde hace 5.800 MA; si las civilizaciones que superan el umbral tecnológico autodestructivo pueden durar millones de años y los actores inteligentes con objetivos que requieran viajar por el espacio pueden vivir millones de años, entonces es muy probable que existan artefactos tecnológicos cerca de la Tierra.

Pensemos solo en el primer escenario. Si la distancia entre el centro de la Vía Láctea y su periferia es de 100.000 años luz, un vehículo que viajara a un milésimo de la velocidad de la luz tardaría 100 MA en recorrer esa distancia.  Imaginemos que la galaxia es una rueda de bicicleta. En 6.000 MA una nave habría tenido tiempo de viajar desde el centro hasta el borde de la rueda, en el sentido de los rayos, 30 veces de ida y 30 de vuelta. Todo esto a 300 km/s, lo que es posible para un objeto físico, teniendo en cuenta que la propia galaxia viaja a 550 km/s. Y si al lector le sigue pareciendo mucho, tenga en cuenta que la sonda Parker Solar Probe ya alcanzó los 163 km/s, y que una civilización longeva podría contar con mucho más tiempo para hallar la forma de ir más rápido.

Si una civilización saliera desde el centro de la galaxia con cien naves en sentido radial hacia el borde y no tardara 100 sino 200 MA, porque ha decidido tomar descansos de un millón de años en cien puntos del camino para consolidar su dominio. ¿Cuál es la probabilidad de que no haya pasado por aquí, de que no haya dejado artefactos controlados por IA en un entorno cercano? Esto, considerando 200 MA de antigüedad; si la tecnología tiene 5.800 ¿Qué tanto más probable podría ser?

Y aún no hemos considerado que la existencia de unas civilizaciones podría depender de la previa existencia de otras. Un supuesto no menor. Aquí en la Tierra, después de que las condiciones estuvieron dadas, el primer replicador biológico demoró quizás 100  MA en aparecer; en tanto que el segundo apareció enseguida. ¿Por qué? porque el primero condicionó la probabilidad de que aparezca el segundo. Si la probabilidad de ocurrencia de las civilizaciones tecnológicas no fuera independiente, si la construcción de unas dependiera de la intervención de otras, la tecnología en la galaxia podría ser un fenómeno  tan explosivo como la vida en la Tierra. Podemos pensar que el intervencionismo es una quimera, pero ¿Qué autoridad tenemos para calificarlo así si nosotros mismos ya estamos estudiando como terraformar Marte?

Nuestras especulaciones sobre lo que hay allí afuera son muy consistentes con la idea de que la tecnología es un fenómeno sumamente ubicuo, que deberían existir artefactos no humanos en el sistema solar, en el cielo cercano, sobre la Tierra y en el pasado de la Tierra. 

Realmente deberíamos preguntar por qué no vemos nada a pesar de que las estimaciones sugieren que deberíamos ver tecnología extraterrestre por doquier. La posibilidad de que no haya nada que ver, contradice los cálculos realizados. La alternativa que concuerda es que existan objetos tecnológicos no humanos en un entorno cercano y que no podamos registrarlos. Esta opción podría parecer una fantasía impulsada por el deseo irracional de buscar extraterrestres, pero es importante tener en cuenta que la tecnología de camuflaje ya existe en nuestro propio mundo, aunque su desarrollo esté clasificado como información militar y desconozcamos hasta qué punto ha avanzado (ver). Es razonable suponer que una tecnología mucho más antigua habría progresado aún más en este aspecto.


En resumen, creemos que está justificado buscar tecnología no humana en el cielo cercano a la Tierra porque 1. La tecnología puede existir en la Vía Láctea desde hace mucho tiempo. 2. Las civilizaciones tecnológicas estables puede ser muy longevas. 3. Los actores inteligentes capaces de actuar y fijar objetivos pueden perdurar millones de años. 4. La velocidad posible para un objeto físico permite que un artefacto longevo haya recorrido la galaxia varias veces desde que la física permite tecnología y 5. Las técnicas necesarias para pasar desapercibidos en el cielo ya existen y se están mejorando. 

Buscar artefactos con tecnología no humana en un entorno cercano a la Tierra es indagar sobre la alternativa más probable. Y creemos que el ejercicio de la búsqueda permitirá refinar los métodos de detección para reconocer objetos que hoy pasan desapercibidos, sumando talentos e ideas al diseño de nuevas estructuras de observación.




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[1] Socas-Navarro, H.; Haqq-Misra, J.; Wright, J. T.; Kopparapu, R.; Benford, J.; Davis, R. (2021). Concepts for future missions to search for technosignatures. https://arxiv.org/pdf/2103.01536.pdf
[2] Xiang Cai, Jonathan H. Jiang, Kristen A. Fahy, Yuk L. Yung. (2021) A Statistical Estimation of the Occurrence of Extraterrestrial Intelligence in the Milky Way Galaxy. Galaxies 2021, 9(1), 5 https://www.mdpi.com/2075-4434/9/1/5/htm
[3] Hanson, R. (1998) El gran filtro: ¿casi lo hemos superado? http://hanson.gmu.edu/greatfilter.html
[4] Adam Frank, David Grinspoon and Sara Walker. (2022). Intelligence as a planetary scale process International Journal of Astrobiology, Volume 21, Issue 2. https://doi.org/10.1017/S147355042100029X
[5] Jason T. Wright1, Jacob Haqq-Misra, Adam Frank, Ravi Kopparapu, Manasvi Lingam y Sofia Z. Sheikh. (2022) El caso de las tecnofirmas: por qué pueden ser abundantes, duraderas, altamente detectables e inequívocas. The Astrophysical Journal Letters, Vol 927 Número 2 https://iopscience.iop.org/.../10.3847/2041-8213/ac5824/pdf


 

Licencia Creative Commons
Civilizaciones tecnológicas ubicuas por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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