domingo, 10 de mayo de 2020

3.1 La inestabilidad típica

  (volver al índice)

 



1.   Introducción
Nuestro universo es muy grande. El Sol es sólo uno entre las cientos de miles de millones de estrellas que pueblan nuestra galaxia, y la Vía Láctea es sólo una de las cientos de miles de millones de galaxias que pueblan el universo. Pero este es solo el universo observable. Si una estrella estuviera a 100.000 millones de años luz de nosotros, su imagen no nos habría llegado, porque el universo tiene 13.800 millones de años y la luz es una cota de velocidad.
Concebimos al universo como un abúlico conjunto de estrellas y mundos movidos por la expansión y la gravedad, que solo se ponen en contacto de una manera natural, siguiendo las leyes de la física. Pero esta no es la única posibilidad. Existen al menos, dos modos cualitativamente distintos de concebir al universo. Uno de los modos es el que hemos descrito recién, donde los mundos vagan por el cielo sin contactarse con los otros, más que por eventos naturales. El otro modo es creer que existen cosas que logran saltar a voluntad de un mundo al otro. Nosotros mismos tenemos la incipiente capacidad de hacerlo; hemos saltado a otro mundo cuando fuimos a la Luna. El "pequeño" paso de Armstrong inauguró esta nueva forma de ver al universo: Ahora era posible que unas cosas saltaran a voluntad de un astro a otro porque nosotros lo habíamos logrado.
Digamos, ante todo, que se trata de una absoluta diferencia de calidad. Un universo donde cada cosa se queda en su mundo es muy distinto a un universo donde existen estructuras capaces de saltar a voluntad de un mundo al otro. No solo es distinta la fisonomía del universo; también es distinto lo que podemos esperar que haga. El propio funcionamiento del universo es diferente. Puede parecer irónico, pero nosotros somos la evidencia de que el universo es muy distinto a como creemos que es.
Solo conocemos un mecanismo por el cual el universo construye estas estructuras; es el mecanismo que ha utilizado para construirnos a nosotros. Primero se inicia la vida, un sistema evolutivo capaz de crear una molécula con capacidad de replicarse, luego una membrana en torno al complejo que se replica, creando la célula; después, la agregación celular, creando muchas especies de animales y plantas; y por último, una especie inteligente y cultural capaz de iniciar una civilización tecnológica que salte de un mundo a otro. Este es el único proceso que conocemos y es el que nos guiará en los argumentos que siguen. 
La tecnología es la única estructura conocida por nosotros capaz de cambiar nuestra perspectiva del universo. Existe, pero es muy incipiente; el universo tiene 13.800 millones de años y nosotros llegamos a la Luna hace solo 50 años. En la Tierra, la capacidad tecnológica para cambiar nuestra perspectiva del universo, se está construyendo ahora mismo; pero no creemos que sea la primera vez que esto ocurre en el vasto y longevo universo.


2.   Generalizando humanos.

Algunas de las características de nuestra especie pueden generalizarse a toda especie inteligente. Nuestra intención es seguir adelante con las cosas que se puedan generalizar. No nos importará si hablamos de antropoides cubiertos de plumas o escamas, o si preferimos imaginarlos con una piel como la nuestra pero con cuernos o con cola o con seis dedos; o totalmente diferentes, tal vez como unos calamares gigantes capaces de desarrollar una civilización submarina o como sacos de gas con tecnología de gas; o como quiera que sea la película que usted haya visto. Si la especie desarrolló tecnología, no importa cómo sea esa especie,  diremos cosas aplicables a ella.
Tampoco importa mucho si estas especies alienígenas existen, han existido o existirán. Cualquiera sea el caso, deberán seguir estos procesos. Si siempre han existido, siempre los han seguido; si nunca han existido, deberán seguirlos cuando existan. Nuestras afirmaciones son generales y no están sujetas al tiempo o a la morfología de las especies. De todos modos creemos haber dicho lo suficiente para considerar que ya existen otras civilizaciones tecnológicas además de la nuestra.
Para normalizar el punto de partida, supondremos que todas las especies inteligentes surgen como resultado de un proceso evolutivo operado en un sistema biológico, basado en un replicador molecular y en la evolución de genes por selección natural. En ningún momento supondremos que ese replicador es el ADN ni que los ladrillos constitutivos son las proteínas. Si alguien cree que la tecnología en el cosmos pudiera deberse a procesos diferentes, estas afirmaciones no serán aplicables. Claro que tendrá la responsabilidad de explicarnos su sistema evolutivo.
Si bien el significado coloquial del término "tecnología" o "tecnológico" es suficiente para comprender adecuadamente el texto, es preciso aclarar nuevamente que cuando hablamos de tecnología nos estamos refiriendo a la capacidad de una especie inteligente de resolver problemas mediante la elaboración de dispositivos físicos o lógicos. La aplicación que hacemos del término resulta más amplia y tosca que la usual, pero lo que necesitamos es lo que hemos definido.
Existen especies inteligentes sin tecnología, como los delfines y las cotorras, pero a nosotros no nos interesan esos casos. También existen especies con cultura y aún con una prototecnología, como los chimpancés, que pueden pescar termitas con una rama modificada. Pero a nosotros no nos interesan los chimpancés porque no pueden viajar a las estrellas. El hombre de Neanderthal ya presentaba cultura, tecnología y un incipiente lenguaje hablado. Estaría dentro de nuestra generalización, pero se extinguió. Concretamente, vamos a generalizar el caso de nuestra propia especie a todas las especies con capacidad para acumular tecnología..
Los individuos de una especie que acumula tecnología generación tras generación, nacen en un entorno social que les proporciona soluciones ya inventadas por otros y tarde o temprano comienzan a incrementar su esperanza de vida. Cuando aumenta la edad individual aumenta la población general, y cuando aumenta la población, aumenta la tecnología que puede inventarse y difundirse. Esta simbiosis entre la población y la tecnología nos lleva a la inestabilidad esencial, un proceso exponencial de incremento de la tecnología y la población. Toda especie que puede idear soluciones tecnológicas y tiene la cultura suficiente para trasladar estas soluciones a la generación siguiente, desembocará en una inestabilidad esencial. No importa que la especie sea terrestre o extraterrestre. En algún momento de su existencia, su población y su tecnología se incrementarán vertiginosamente. Esta es la primera cosa que podemos afirmar de las especies inteligentes en general. Si tiene capacidad tecnológica y cultural en grado suficiente para acumular soluciones tecnológicas, tarde o temprano su población crecerá vertiginosamente. Naturalmente, la extinción puede abortar el proceso en cualquier momento, como le ocurrió a los Neanderthales; pero sin una extinción de por medio, la especie desembocará en una inestabilidad esencial.
Para referirnos a una especie, su cultura y su tecnología, hablaremos de una civilización de dicha especie, como cuando decimos "la civilización humana". Sabemos que en otra acepción más refinada, una civilización es un pueblo con una cultura determinada, como la civilización Romana, la Caldea o la Egipcia. Pero aquí nos referimos a una especie completa  y su cultura completa (y en particular, su tecnología). Además, no cualquier pueblo con cultura conforma una civilización; el concepto usual incluye al sedentarismo y el desarrollo de ciudades, pero nosotros no podemos afirmar que estas características sean generalizables a todas las civilizaciones inteligentes.
Existen muchas maneras como podrían clasificarse las civilizaciones. Podemos hacerlo según sean más tecnológicas o menos tecnológicas, más ricas o más pobres, más agresivas o más pacíficas, más igualitarias o más desiguales. A nosotros nos interesan las civilizaciones que pueden saltar de un mundo a otro, del mismo modo como nosotros hemos saltado de la Tierra a la Luna; por eso las clasificaremos de acuerdo a su tecnología.
Independientemente de la existencia de candidatos, nos interesa la siguiente clasificación:
  1. Civilización con tecnología
  2. Civilización tecnológica inconsciente
  3. Civilización tecnológica estable
En el lenguaje usual, una "civilización tecnológica" es igual a una "civilización con tecnología". Pero aquí esto no es así. Podemos considerarlo un lenguaje técnico.
1. Una civilización con tecnología,  es una civilización cuya especie inteligente ha desarrollado soluciones tecnológicas (que en nuestro caso podrían ser el arado, la rueda, las ciudades o la escritura), pero aún es incapaz de impactar globalmente en su medio ambiente. No puede modificar la temperatura, la composición de la atmósfera, la acidez del mar o el ritmo de extinción de especies de forma apreciable dentro de su mundo. La humanidad ha tenido la capacidad tecnológica desde que nació hasta el siglo XIX aproximadamente. Pero cualquier especie inteligente habría constituido una civilización con tecnología, justamente, porque las hemos definido para que acumulen tecnología.
2. Cuando una civilización acumula tantas soluciones tecnológicas que ya puede alterar algunos parámetros globales de su medio ambiente, se transforma en una civilización tecnológica. Es importante comprender la diferencia entre contar con una simple tecnología y poseer una tecnología capaz de alterar el medio ambiente planetario. Es una gran diferencia, por eso hemos creamos justo allí una nueva clase de civilización.
Una civilización que puede modificar los parámetros de su mundo ya puede, si lo desea, suicidarse. Esto es lo que las hace distintas; las civilizaciones con tecnología no pueden suicidarse; las civilizaciones tecnológicas sí. Por supuesto,  no creemos que las civilizaciones decidan suicidarse. La tecnología se les agranda en las manos hasta que se torna peligrosa. La estructura deja de ser sustentable  y sus chances de extinguirse se agigantan. La civilización no se suicida; las cosas le ocurren; no las puede decidir voluntariamente. Tal vez, siquiera conoce el peligro que corre. Es una civilización inconsciente.
3.Llamamos civilización tecnológica estable  a una civilización tecnológica capaz de controlar la tecnología que produce de una manera sustentable, sin acumular alteraciones en su mundo. Huelga decir que, a la fecha, no conocemos ninguna civilización tecnológica estable.

No cabe duda que nuestra civilización es tecnológica e inconsciente, pues es capaz de crear degradaciones globales no sustentables y no deseadas. [2.1], [2.2], [2.3]. También resulta claro que no conocemos a la fecha ninguna civilización que sea consciente de las consecuencias de sus actos tecnológicos, pero estas definiciones nos servirán ahora para decir algunas cosas sobre ellas que nos parecerán simples verdades de Perogrullo y que sin embargo son sumamente importantes..
Si hemos de revisar las posibilidades de que existan civilizaciones tecnológicas estables, capaces de perdurar indefinidamente, debemos buscar entre las civilizaciones tecnológicas conscientes y no entre las inconscientes. La conciencia es condición necesaria para que una civilización tecnológica pueda ser estable. Ser estable es condición necesaria para que pueda ser perdurable y ser perdurable es condición necesaria para que pueda ser frecuente. Una civilización que impacta sobre su ecosistema planetario de manera descontrolada, no puede durar mucho tiempo en esa condición; es inestable, fugaz e infrecuente.
Hasta aquí podríamos pensar que las civilizaciones tecnológicas pueden ser conscientes o inconscientes, como si fueran dos tipos de cosas excluyentes, pero ese no es el caso; una sigue a la otra, toda civilización tecnológica consciente debe atravesar un estadio inconsciente en algún momento de su historia evolutiva. Y si tenemos en cuenta que las estructuras conscientes pueden ser estables y las inconscientes no, entonces:
Toda civilización tecnológica estable debió atravesar una fase inestable en algún momento de su evolución.
Esta afirmación es tan trivial como que la ignorancia antecede al conocimiento; es tan obvia como que el descontrol antecede al control; o como que un soldado en algún momento de su formación debió disparar por primera vez; o como que un conductor en algún momento de su vida debe atravesar el duro trámite de poner en marcha el automóvil por primera vez. Esta afirmación tan trivial es una generalización de nuestro caso a todas las civilizaciones tecnológicas que existieron, existen o existirán. No depende más que de la lógica y la razón. Lo que nos está ocurriendo a los humanos debería ocurrir siempre; en cualquier sitio del universo.
A medida que una civilización se tecnifica, se va acercando al umbral a partir del cual su capacidad tecnológica será suficiente para permitirle modificar globalmente a la naturaleza. Luego de atravesar ese umbral, la civilización, ahora devenida tecnológica, deberá dar unos pasos antes de aprender a manejar a voluntad esa capacidad nueva. Pero estos pasos son sumamente peligrosos, porque, a diferencia del soldado o el conductor, aquí no hay maestros ni tradición que haya dejado manuales tras de sí. La civilización debe aprender a tientas, como un ciego, por prueba y error, y el dispositivo que debe poner en juego es su ecosistema planetario, su mundo. 
Cuando esta instancia nueva hace su aparición, la civilización se encuentra súbitamente expuesta a sufrir una serie de calamidades como consecuencia de su impericia inicial, algunas de las cuales podrían significar un serio retroceso evolutivo, o peor, la extinción de la especie inteligente, o aún peor, la desaparición de la vida en la superficie del planeta. Se trata de una etapa crítica en el desarrollo evolutivo de una civilización que puede condicionar seriamente sus alternativas de supervivencia.
Como estamos hablando de civilizaciones en general, debemos preguntarnos si estos peligros son más o menos frecuentes, más o menos probables; razonablemente despreciables o absolutamente inevitables. Observemos que si la etapa inconsciente de las civilizaciones tecnológicas fuera inevitablemente mortal, no habría ninguna posibilidad de existencia para estructuras inteligentes estables, de modo que no tendría sentido especular sobre su existencia en el cosmos. Todas las civilizaciones se extinguirían después de volverse tecnológicas, tal vez unos cuantos siglos después, y mucho antes de aprender a controlar su tecnología, sosegando su capacidad potencial e inconsciente de destruirse a sí misma, como un mono con un revólver en la mano.



Figura 1

3.   La inestabilidad típica

En la historia evolutiva de toda civilización existe un intervalo de tiempo muy particular, que va desde que adquiere la capacidad tecnológica de alterar patrones globales de su medio ambiente hasta que adquiere la capacidad de controlar a voluntad esas alteraciones. Durante ese intervalo, las probabilidades de extinción de la especie inteligente aumentan sensiblemente respecto a los períodos previo y posterior a él.
Este resultado se ha basado en argumentaciones generales y por lo tanto constituye algo que podemos decir de toda civilización tecnológica, aún sin conocer más que la nuestra. Todas las civilizaciones que imaginemos en el cosmos atravesaron, atraviesan o atravesarán un período de turbulencia que podría incluso significar su destrucción. Se trata, entonces, de una inestabilidad típica en el proceso madurativo natural de las civilizaciones tecnológicas (Fig.1).
 Si las civilizaciones tecnológicas estables existen, entonces la fase estable comienza inmediatamente después de la inestabilidad típica. Se trata de una inestabilidad que marca el nacimiento de una civilización tecnológica estable. Por eso no hablamos de "una" inestabilidad típica sino de "la" inestabilidad típica
Pero además, la inestabilidad que atraviesa la humanidad y que hemos narrado en las tres entradas del capítulo anterior ([2.1]; [2.2] y [2.3]), no es más que un caso particular de esta inestabilidad típica. Primero había que reconocer que sus causas eran generalizables y luego proponer el caso general. Pero ahora podemos decir que, en particular, estamos atravesando una inestabilidad típica en la Tierra. Cuando buscamos civilizaciones tecnológicas en el espacio, tanto o más avanzadas que la nuestra, estamos buscando  civilizaciones que hayan atravesado en algún momento de su historia evolutiva una inestabilidad parecida a nuestra inestabilidad actual..
La figura 1 muestra cómo se inicia la fase estable inmediatamente después de la inestabilidad típica pero no nos dice nada más. Ignora si todas las civilizaciones logran atravesarla con éxito, o solo algunas, o ninguna lo logra[1]; ni nos dice si el retroceso evolutivo que se opera en caso contrario es una extinción de la civilización tecnológica, de su especie inteligente, o de toda de la vida en el planeta. La figura 1 es muy adecuada para mostrar la importancia de la inestabilidad típica en la formación de las civilizaciones tecnológicas estables pero es muy tosca para una descripción más refinada.
Una buena manera de monitorear las alternativas que se le presentan a una civilización frente a la inestabilidad típica es encontrar un indicador que nos dé alguna señal de su estado de avance. Como se trata de un período inestable, lo más natural sería encontrar un modo de medir esa inestabilidad.
Un poco más arriba hemos dicho que durante el período inestable, la probabilidad de extinción de una civilización aumenta respecto al período anterior y posterior a él. Una buena forma de visualizar la inestabilidad típica sería entonces monitorear las probabilidades de extinción de una especie inteligente a través del tiempo para ver que ocurre un poco antes y un poco después de la inestabilidad típica. Ya hemos hecho algo parecido al mostrar cómo varían las posibilidades de nuestra civilización antes y ahora. Pero esta vez necesitamos mapear las posibilidades de extinción de una especie inteligente en torno a la inestabilidad típica. Diremos que Pex(t) es la probabilidad de que una especie inteligente se extinga durante las cinco generaciones siguientes a t (en la especie humana, cinco generaciones podrían ser 100 años). Le asignaremos valor 0 cuando no existe ninguna posibilidad de que la especie se extinga durante las próximas 5 generaciones y le asignaremos valor 1 cuando no existe la menor posibilidad de que sobreviva al cabo de 5 generaciones. Entre cero y uno, representamos las situaciones intermedias entre la certeza de extinción y la certeza de supervivencia. Podemos interpretar los momentos en que la especie inteligente presenta valores de Pex(t) cercanos a cero como períodos calmos, donde la civilización es relativamente estable. Por el contrario, los períodos durante los cuales las probabilidades de extinción se acercan a uno, deben interpretarse como períodos turbulentos, donde la civilización es inestable. De modo que Pex(t) es un buen indicador para cuantificar de manera indirecta el grado de estabilidad o inestabilidad de una civilización. Pero conviene aclarar que Pex(t) es solo una herramienta para ello y que en ningún caso nos proponemos dar una idea de cómo calcularla a partir de otros coeficientes.
Figura  2: Aumento de la probabilidad de extinción durante la inestabilidad típíca

El hecho de que la inestabilidad típica constituya un período durante el cual las probabilidades de extinción de una especie tecnológica resultan sensiblemente mayores que en los períodos anterior y posterior a ella, puede representarse ahora como una cresta en la función Pex(t) que hemos definido. Pero esta no es la única alternativa, ya que si la civilización no logra atravesar la inestabilidad típica, la gráfica terminará abruptamente cuando Pex(t) sea 1 y la civilización se extinga.

4.   Alternativas
En principio existen tres alternativas diferentes para lo que puede ocurrir con una civilización tecnológica luego de la inestabilidad típica:

  1. La civilización aprende a controlar el impacto de su tecnología iniciando una fase estable
  2. La especie inteligente se extingue
  3. La civilización presenta un retroceso evolutivo, pierde capacidades tecnológicas pero sobrevive su especie.
Veamos que ocurre con Pex(t) en cada caso.


Figura 3
Figura 4



1. En las figuras 3 y 4 podemos ver como varían con el tiempo la probabilidad de extinción y el número de población respectivamente. En la primera gráfica la cresta representa la inestabilidad típica, el intervalo durante el cual las probabilidades de extinción de la especie inteligente aumentan respecto al período anterior y posterior. A la izquierda de la cresta, está representado el período pretecnológico 
Una vez que ha transitado la inestabilidad y su población se estabiliza,  la civilización aprende a convivir con su propia tecnología sin modificar el ecosistema planetario e ingresa en una fase estable. Durante el período pretecnológico, las causas de extinción sólo podían ser naturales; pero después de la inestabilidad típica, la civilización desarrolla tecnología para sobreponerse a ellas.  Por esta razón hemos representado la probabilidad de extinción asíntota a cero después de la cresta.
Las figuras 3 y 4 representan el nacimiento de una civilización tecnológica estable; una estructura inteligente muy longeva y de la que hablaremos mucho.

Figura 5 
Figura 6

2. El segundo caso está graficado en las figuras 5 y 6. Ahora la civilización tecnológica no logra atravesar con éxito el estadio crítico, no logra controlar su capacidad de alterar globalmente a su ecosistema y su especie inteligente acaba por extinguirse. Su probabilidad de extinción se hace 1 y su población se hace 0.
Esta situación representa el fin de una especie inteligente. Después de construir durante millones de años una ADN capaz de fundar la tecnología necesaria para salir al espacio, el universo destruye lo que ha construido y vuelve a empezar.
La cantidad de cosas que la evolución debería restituir para volver a edificar un ADN con la misma capacidad, depende del tamaño del estropicio producido. Si nuestra especie se extinguiera y sobreviviera el chimpancé, deberíamos esperar, tal vez 5 o 10 millones de años para que surja una nueva inteligencia tecnológica y una nueva inestabilidad típica. Tal vez habría una nueva oportunidad. Pero si solo sobreviviera la vida unicelular, este mundo ya no podría edificar un ADN tecnológico.
Lo mismo vale para cualquier civilización que se extinga tras chocar contra la inestabilidad típica.


Figura 7

Figura 8

3. Este caso lo representamos en la figuras 7 y 8. La situación es similar al caso anterior. La especie alcanza el nivel de civilización tecnológica pero no logra controlar su capacidad de impactar negativamente sobre su ecosistema originando un período de cambios vertiginosos que la lleva hacia el colapso. Pero ahora hemos imaginado una virulencia mucho menor que en el caso anterior. La especie inteligente sobrevive pero se opera un severo retroceso cultural y tecnológico merced al cual la especie pierde su capacidad de alterar la naturaleza evolucionando a una nueva fase pretecnológica.
En esta alternativa, podrían existir recurrencias de la inestabilidad típica: La especie retrocede pero diez mil años después vuelve a desarrollar tecnología para alterar a la naturaleza iniciando una nueva inestabilidad. Así puede continuar la historia durante varias recurrencias hasta que la civilización logre atravesar con éxito el período crítico e ingrese en una fase estable como hemos descrito en el caso 1. O puede ocurrir que la especie se extinga, tal como hemos descrito en el punto 2.

5.   Conclusión

Hemos visto que existe una inestabilidad en la historia evolutiva de toda especie capaz de acumular tecnología dado que todas las especies que acumulan tecnología desembocan en una inestabilidad esencial (aumento de la población y el desarrollo tecnológico) y toda inestabilidad esencial termina en una inestabilidad típica (la tecnología ya alcanza para crear alteraciones globales). El intervalo durante el cual la especie inteligente aprende (o no) a utilizar su tecnología en forma sustentable, es la inestabilidad típica tal como la hemos definido.
Este período crítico genera un antes y un después en la clasificación de las civilizaciones tecnológicas.
Según nuestro credo, existen dos tipos de especies inteligentes: Las que conocen la existencia de la inestabilidad típica y las que no la conocen. Aquellas que la conocen saben que se trata de un intervalo de tiempo breve durante el cuál tiene lugar una profunda adaptación. La conocen por ser el inicio de la fase estable y longeva de su propia civilización. Saben que no existen allí afuera estructuras inteligentes duraderas que no hayan atravesado esta inestabilidad. Saben que es una etapa crítica en el proceso de maduración de las estructuras inteligentes perdurables. 
Desde la perspectiva de nuestra  propia civilización, la profunda inestabilidad que nos caracteriza es en verdad un caso particular de un fenómeno general, propio del proceso evolutivo de toda civilización inteligente. La humanidad no atraviesa un período inestable debido a una secuencia de hechos históricos fortuitos. Se trata de una inestabilidad típica, un lapso que podría haber predicho cualquiera que conociera los procesos evolutivos de las civilizaciones tecnológicas estables.
Pero dejando de lado nuestro credo, aún no hemos mostrado que el universo sea capaz de crear estructuras que atraviesen la inestabilidad. No sabemos si existen civilizaciones tecnológicas estables. Deberemos preguntarnos cómo deberían ser los individuos necesarios para atravesarla con éxito y ver luego si la evolución puede proporcionar esos individuos.  
Mucho antes que eso, revisaremos la inestabilidad típica que hemos encontrado y veremos qué aspectos son comunes a ese período. En las próximas entregas nos meteremos en las entrañas de la inestabilidad típica.
___________________________

[1] http://mason.gmu.edu/~rhanson/greatfilter.html

<página anterior>                                                                         <página siguiente>
Licencia Creative Commons
3.1 La Inestabilidad Típica por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario