sábado, 5 de junio de 2021

8. Civilizaciones en el cosmos

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1.   Introducción

Las líneas de tiempo del universo tienen una curiosa característica en común, todas se afanan en contarnos una apretada seguidilla de sucesos iniciales: el Big Bang, la hiperinflación, la separación de la materia y la luz, la formación de las galaxias y hace tal vez 3.000 millones de años, la aparición de los primeros planetas aptos para albergar la vida. Luego sigue otra apretada seguidilla que se inicia 9.000 millones de años después del Big Bang, donde aparecen el Sol, la Tierra, la vida, las células eucariotas, los metazoos, las redes neuronales, la cultura, la humanidad y un sinnúmero de cosas entre medio. Nadie parece notar que entre los 3.000 y los 9.000 millones de años se extiende un enorme bache de 6.000 millones en el que nada relevante parece haber pasado (Fig.1).

Afortunadamente la ignorancia es inestable; siempre hay un conocimiento latente tratando de destruirla.  La misma ciencia que construye  telescopios para escrutar el Big Bang y microscopios para mirar nuestro ADN, ya esta empezando a mirar el bache ignoto. Lo que sigue es una recreación imaginaria y racional de lo que podemos encontrar allí. 


Figura 1: Ausencia de eventos relevantes entre los 3.000 Ma y los 9.000 Ma



Nuestra propuesta es consistente con todo lo que ya hemos dicho en este blog. Hemos visto cómo la tecnología humana se disparó mejorando nuestro estándar de vida y aumentando a su vez nuestro riesgo existencial. Mostramos que la aceleración de crecimiento y el consecuente período peligroso conforman una  inestabilidad típica, común a toda civilización tecnológica; un período autodestructivo que puede ser muy persistente y que solo unas pocas civilizaciones lograrían superar con éxito. Una CiTE (Civilización Tecnológica Estable) es, justamente, una civilización tecnológica que logra atravesar ese período crítico y hacerse estable. Vimos que su especie inteligente debe construir cierto grado de altruismo para lograrlo y que cuando lo consigue, continúa desarrollando tecnología durante mucho tiempo, superando toda posible causa de extinción. La cultura altruista se mete en los  genes de la especie inteligente y la civilización se vuelve sumamente estable haciendo imposible el retroceso hacia prácticas autodestructivas anteriores. Más allá de la propia muerte del universo no encontramos nada capaz de matar a una CiTE; en consecuencia, las formas estables de tecnología deberían estar acumulándose en el universo desde que apareció la primera, hace  5000 o 6000 millones de años, hasta la actualidad.

En menos de 5.000 millones de años, aquí nos ha nacido Sol, la Tierra, la vida, la inteligencia y la tecnología, pensamos entonces que las civilizaciones tecnológicas estables son suficientemente longevas para funcionar como ladrillos de una estructura mayor. En esta entrada también exploraremos esa posibilidad.

Antes de meternos de lleno en el tema debemos mencionar dos ideas complementarias: La velocidad con que se puede expandir una civilización en su galaxia y  la relación entre el objeto inteligente, los objetos intervenidos y la distancia a la que se encuentran.

 

2.   Velocidad de expansión

Hemos visto que a largo plazo una civilización es más frecuente si funda colonias que si no las funda. Si nuestra propia civilización se estabilizara y pudiéramos seguir desarrollando tecnología ¿Cuánto tiempo tardaríamos en expandirnos por la Vía Láctea? La situación real variaría según existan o no existan otras civilizaciones allí afuera,  pero es necesario hacer la estimación al menos una vez como si estuviéramos solos en el espacio.

El Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA lleva adelante una competición llamada GTOC (Global Trajectory Optimization Competition)  cuyo objetivo es calcular las mejores trayectorias para colonizar 100.000 estrellas dispersas por la galaxia de modo de minimizar la energía utilizada [1]. Se supone allí que la colonización comienza 10.000 años después de ahora, cuando parten tres naves nodrizas desde nuestro sistema solar hacia las lejanas estrellas. De cada sistema colonizado pueden salir otras tres naves nodrizas, pero solo 2 millones de años después de haber llegado. En este video se ve una recreación. El Sol orbita el centro galáctico cada 205 millones de años y en menos de media vuelta se logra el objetivo.

La definición del problema tiene unos cuantos detalles importantes, pero lo que nos interesa a nosotros es que en menos de 100 millones de años, a una velocidad posible, los competidores logran colonizar la galaxia. 

Si las CiTEs existen desde hace 5.000 millones de años y la conquista de la galaxia lleva 100 millones de años, entonces una CiTE coloniza su galaxia en el 2% de su vida. Esta es la relación que usaremos.


3.   La velocidad de la inteligencia

Si quisiéramos viajar hasta la estrella más cercana a la velocidad de nuestros cohetes actuales, tardaríamos decenas de miles de años en llegar. Ningún hombre viviría el tiempo suficiente de modo que descartaríamos el proyecto. Sin embargo el problema tiene dos soluciones: viajar más rápido o vivir más años. No podemos viajar más rápido que la luz, pero podríamos concebir una estructura formada por hombres, capaz de durar millones de años.

Imaginemos una persona fabricando rayos de ruedas de bicicleta. Frecuentemente se detendría para buscar más tuercas y más varillas, o para encontrar la condenada punta de la cinta de embalar; pueden juntarse unos minutitos de calma pero después hay que intervenir. El jefe de Producción  brega para que todas las piezas estén a tiempo y puedan fabricarse las bicicletas. Hay que entregar un pedido y cada dos horas está recorriendo los puestos. Por su parte, el dueño de la fábrica entendió la necesidad de agrandar la planta y ya está construyendo un nuevo galpón. Cada dos o tres días se presenta para ver como sigue la obra. 

Mientras tanto, los economistas deciden de un mes para otro qué impuestos cobrarle a las pequeñas empresas y los hombres de traje discuten las políticas nacionales que se implementarán en los próximos años. 

Mucha gente debe intervenir para fabricar una humilde bicicleta, pero la frecuencia en que intervine cada uno depende dramáticamente del objetivo de la intervención; no es lo mismo fabricar los rayos de las ruedas que fijar una política de aranceles.

En los primeros cinco renglones de la Tabla 1 puede verse un resumen. Allí está especificado, para cada objetivo, con qué frecuencia se interviene, sobre qué se interviene y quién  interviene. Hemos ordenado la tabla para que la frecuencia sea creciente.


Objetivo Frecuencia Objeto intervenido Actor
Fabricar rayos de bicicleta minutos Rayo de bicicleta Operario
Entregar un pedido horas Conjunto de bicicletas Jefe de producción
Modificar la planta productiva días Edificio de la empresa Empresario
Determinar los impuestos de las empresas meses Economía nacional Economistas
Establecer políticas económicas años Instituciones de una Nación Políticos
Modificar la cultura
 en una civilización con tecnología
$10^2$ años Replicadores culturales  CiTEs
Modificar
 una especie prototecnológica
$10^4$ años Replicadores culturales y/o moleculares CiTEs
Modificar un sistema biológico $10^5$ años Replicadores moleculares CiTEs
Modificar
 un planeta rocoso inerte
$10^7$ años Composición química CiTEs

-Tabla 1-

Pero la tabla sigue más allá del renglón cinco. Como ninguna persona vive el tiempo suficiente para poder intervenir cada 100 años, hemos imaginado los casos desde el sexto renglón en adelante. Si el objetivo de un actor inteligente fuera lograr que la humanidad abrace una cultura altruista, es imposible que ese actor fuera un ser humano. Los procesos culturales duran siglos o milenios y ningún ser humano viviría para decidirlos. Deberíamos esperar que el universo construya un actor inteligente cuya longevidad fuera de unos miles de años o mayor.

Una CiTE es el único actor inteligente cuya formación podemos argumentar y que podría intervenir sobre la evolución cultural de otra civilización. Una CiTE sería suficientemente longeva, tendría la tecnología para llegar hasta otros mundos e intervenir en ellos y conocería los mecanismos básicos de la evolución cultural. Solo necesitaría intervenir cada 100 o 200 años porque la inyección de replicadores culturales solo puede mostrar resultados varias generaciones después. En nuestra tabla, modificar la cultura humana sería el objetivo de la intervención, 100 o 200 años sería la frecuencia de la intervención y la CiTE sería el actor de la intervención. El ejemplo no es casual, uno de los tecnomarcadores que propusimos buscar en la Tierra es la intervención de una tecnología no humana sobre la evolución cultural.

Si una CiTE decidiera intervenir sobre toda la evolución de una especie prototecnológica, tal vez le bastaría hacerlo cada unos miles de años. Y si deseara modificar el sistema biológico de un mundo  se daría una vuelta por allí una vez cada 100.000 años. Según cual sea su objetivo, así sería su frecuencia de intervención. La intervención de una tecnología no humana sobre el sistema biológico local es otro de los marcadores tecnológicos que propusimos buscar en la Tierra en la entrada anterior.

Del sexto renglón en adelante, la Tabla 1 continúa imaginando intervenciones imposibles para los humanos pero perfectamente posibles para las CiTE. Por supuesto, si las CiTEs no intervinieran, la Tabla 1 debería modificarse, la inteligencia humana actuaría desde la primera línea hasta la quinta, siguiendo un objetivo cada vez. De allí en más, las cosas ocurrirían naturalmente, sin actor y sin objetivo. Pero aún en ese caso vale la siguiente relación:

En toda intervención inteligente el objetivo de la intervención determina con qué frecuencia se debe intervenir y ésta debe ser mucho menor que la longevidad del actor de la intervención.

Si el objetivo es realizar modificaciones culturales, las intervenciones deben ser cada cientos de años y  el actor de la intervención debe tener miles de años o más para poder operar con esa frecuencia. La relación es obvia, pero es mejor ponerla en evidencia porque no es común pensar en actores inteligentes no humanos. Aquí el actor es una variable más.

La Tabla 1 no está tan huérfana de ejemplos desde el sexto renglón hasta el final. Nuestra propia civilización ya está diseñando intervenciones en la atmósfera de otros planetas y pensando sistemas biológicos que los hagan parecidos a la Tierra. Estos proyectos exceden la vida de un hombre, están pensados para que los ejecute la humanidad.

No solo existe una relación entre el objetivo de la intervención y la longevidad del actor inteligente. También podemos relacionar el objetivo con la distancia entre el actor y el objeto intervenido.

Si quisiéramos modificar el sistema biológico de un planeta ubicado a 10 años luz de aquí, la Tabla 1 sugiere que deberíamos intervenir cada 100.000 años. Para poder recorrer 20 años luz, 10 de ida y 10 de vuelta, en 100.000 años, necesitaríamos viajar a unos 200.000 km/h. La velocidad de escape de la Tierra es de 40.000 km/h de modo que ya casi tenemos la tecnología de propulsión necesaria. Claro que nuestra civilización  debería tener mucho más de 100.000 años para poder ir y venir varias veces.

Si pudiéramos viajar más rápido, podríamos hacer más cosas en el mismo planeta y la Tabla 1 nos da una idea de lo que podríamos hacer. Pero hay un límite físico para la velocidad a la que se puede viajar. La teoría de la relatividad nos dice que ninguna señal puede viajar más rápido que la luz, unos 300.000 km/s.  Teniendo en cuenta esto, si viajáramos hacia otro planeta ubicado en el borde de la galaxia, a unos 100.000 años luz de aquí, moviéndonos siempre a 200.000 km/h, tardaríamos cientos de millones de años en ir y volver, y según la Tabla 1, con esa frecuencia de intervención no podríamos hacer nada.

A igual velocidad, el objetivo de una intervención determina con qué frecuencia se debe intervenir y por lo tanto, a qué distancia debe estar la cosa intervenida. Recíprocamente, la distancia a la que se encuentra un astro determina lo que el actor inteligente puede hacer allí. 

Pero hay un truco para mitigar esta restricción. Si nosotros deseáramos intervenir sobre un planeta ubicado en el borde de la galaxia, podríamos colocar un satélite que lo orbite e intervenir desde allí, contando la frecuencia de intervención desde el mundo hasta el satélite y no hasta la Tierra. Por supuesto, habría una demora inicial al realizar el viaje, pero luego tendríamos una frecuencia de intervención casi arbitraria. Una CiTE puede tardar 100 millones de años en llegar al borde de la galaxia, pero una vez allí, su frecuencia de intervención sería altísima. Lo mismo ocurriría si la intervención se operara ya no desde un satélite sino desde algún lugar dentro del propio mundo intervenido. En esta estrategia con demora inicial y alta frecuencia posterior, los actores de la intervención sí se distinguirían según su longevidad. Solo deberían ser suficientemente longevos para llegar hasta destino la primera vez.

Uno de los tecnomarcadores que sugerimos buscar en la Tierra es la existencia de lugares con tecnología no humana desde los cuales se llevara adelante una intervención.

Utilizaremos de aquí en más el hecho de que una CiTE es suficientemente longeva para intervenir dentro de la galaxia cualquiera sea su objetivo. Luego de una demora inicial, la duración de un proceso no depende de la frecuencia de intervención sino de las características del proceso intervenido. Suponemos, junto con la NASA que la Vía Láctea podría conquistarse a velocidades posibles en menos de 100 millones de años.


4.   La civilización pionera

Si bien esta historia será imaginaria, intentará dar una respuesta al curioso bache de eventos, entre los 3.000 y los 9.000 millones de años posteriores al Big Bang (fig.1).

Según las teorías actuales, el universo se originó hace unos 13.800 millones de años con una gran explosión. El estallido inicial solo produjo un 75% de hidrógeno y un 25% de helio; los elementos más pesados se formaron luego por acción de la gravedad. Unos 3.000 millones de años después ya había materiales suficientemente pesados para sostener un sistema biológico como el nuestro, con una química basada en el carbono. Esos materiales se agruparon formando los primeros planetas rocosos de nuestra galaxia. 1.000 millones de años más tarde, 4.000 millones de años luego del Big Bang, en algunos de esos planetas comenzaron a formarse los primeros replicadores moleculares. El germen de la vida había nacido. Mientras esto ocurría, otras estrellas seguían naciendo, nuevos planetas rocosos seguían formándose a su alrededor y más sistemas biológicos se sumaban a la historia galáctica encendiéndose uno tras otro, no muy lejos del centro de la espiral. 

La vida  emprendió un largo proceso evolutivo que iría desde los primeros replicadores químicos hasta las primeras criaturas inteligentes. Es muy difícil especular respecto a las características de estos procesos conociendo solo lo que ha ocurrido en nuestro mundo; pero esa generalidad ha sido el espíritu de nuestras entradas 5.1 y 5.2.

Extrapolando los tiempos de los procesos ocurridos en la Tierra, el pasaje desde la vida hasta la tecnología debió durar 4.000 millones de años más. Toda la zaga que se inició aquí con la formación del sistema solar, ya se podía iniciar en otras estrellas mucho tiempo atrás, cubriendo el ignoto bache que detectamos al principio. 8.000 millones de años después del Big Bang ya existían mundos ensayando tecnología,  especies culturales surgidas en los sistemas biológicos de la oleada inicial.

Ni la vida, ni la tecnología se encendieron en cualquier parte. En el centro de la Vía Láctea había demasiada densidad y las explosiones de supernova esterilizaban el espacio una y otra vez impidiendo la formación de moléculas complejas. Por el contrario, en el borde de la galaxia las estrellas eran demasiado infrecuentes para que el fenómeno biológico predominara. La probabilidad de formarse civilizaciones tecnológicas tuvo su máximo a una distancia aproximada de 13.000 años luz desde el centro galáctico (unos 4 kiloparcecs) [3]. Hubo un anillo alrededor del centro, en el plano de rotación de la galaxia, donde las civilizaciones tecnológicas comenzaron a encenderse como luciérnagas en la noche. Una zona "ricitos de oro" para las civilizaciones inteligentes de la galaxia. La figura 2 muestra la posible extensión de ese anillo.

Figura 2: Distribución de civilizaciones inteligentes en la Vía Láctea respecto a su distancia al centro de rotación. $Z_{ETI}$ es el número estimado de civilizaciones.  1 Gyr equivale a mil millones de años y 1 Kpc son 3.261 años luz. La línea punteada representa el instante actual. A diferencia de lo que proponemos en el texto, el diagrama supone que las civilizaciones inteligentes mueren luego de un tiempo. Sin embargo es una buena representación del período y la región donde comenzaron a formarse [3]

Hace 5.000 o 6.000 millones de años, las especies tecnológicas se toparon una tras otra con la inestabilidad generada por su tecnología. La inestabilidad típica debe haber significado el colapso parcial de casi todos esos mundos. En algunos de ellos las especies inteligentes podrían haber sobrevivido para iniciar una segunda generación de eventos de inestabilidad típica, algunos miles de años después, con una genética más adecuada y mayores posibilidades de atravesarla con éxito. Pero ninguna civilización lograba superar la inestabilidad.

En algún momento ocurrió el destello, un hito evolutivo galáctico análogo a la aparición de la vida. Una de las civilizaciones tecnológicas de la camada inicial logra atravesar con éxito la inestabilidad típica e ingresar en una fase sumamente estable de su evolución. Nace la primera civilización tecnológica estable, la CiTE pionera de la galaxia.

Como resultado de miles de millones de años de evolución, de un montaje de capas sobre capas de estructuras preexistentes; núcleos atómicos, átomos, moléculas, replicadores moleculares, células, organismos multicelulares, redes neuronales, inteligencia, cultura y tecnología; nace en algún rincón de la galaxia, tal vez en la "zona dorada" de la figura 2, hace unos 5.000 millones de años, una estructura profundamente compleja con insospechadas posibilidades de perpetuación y con la capacidad potencial de modificar para siempre la naturaleza de los procesos evolutivos que estaban operándose en el resto de la galaxia.

No todo es imaginación. Si actualmente suponemos que existen  CiTEs en la galaxia, necesariamente sigue que debió existir una primera civilización. Si la ciencia comprobara la existencia de tecnología no humana,  automáticamente probaría la necesidad de una primera civilización tecnológica en la galaxia y la existencia de toda una historia subsiguiente. Esto es importante porque la ciencia está intensificando la búsqueda en este preciso momento y es necesario conocer las implicaciones de un hallazgo.

El nacimiento de la civilización pionera se puede caracterizar como el instante en el que su especie inteligente deja de ser autodestructiva, decide dejar atrás la agresividad como medio de resolución de diferencias y adopta una cultura altruista como principio de organización que le permita adaptarse al tamaño de su tecnología y a los límites de su planeta.

Las CiTEs en general y la civilización pionera en particular se pueden caracterizar así:

  1. Son sumamente longevas [6.1] [6.2] 
  2. Son sumamente tecnológicas. Esto incluye una tecnología para los viajes espaciales
  3. Funcionan como un actor inteligente unificado
  4. Sus especies tecnológicas son genéticamente altruistas 
  5. Sus especies tecnológicas están adaptadas a los límites de su mundo y al tamaño de la tecnología que generan
  6. Los individuos de sus especies tecnológicas viven en un estado de felicidad crónico

Debe haber transcurrido un lapso de intensas transformaciones antes de que la civilización mostrara en pleno estos seis rasgos. Sin embargo la "construcción del paraíso" no puede demorar más de unos siglos, tal vez 1.000 o 2.000 años. La colonización necesaria para completar el primer punto podría durar miles de años más; pero eso es irrelevante para nosotros; hace 5.000 millones de años nació la primera CiTE. Y todo parece indicar que todavía no murió.

Si la CiTE pionera surgió 8.000 millones de años después del Big Bang entonces sus habitantes deben haber estimado los mismos tiempos que nosotros; pero a diferencia nuestra deben haber reconocido que su presente coincidía con el momento en que el universo empezaba a presentar CiTEs. Si bien nosotros podríamos ser la civilización pionera, tendríamos que suponer que ninguna civilización ha superado la inestabilidad típica durante 5.000 millones de años, lo que resulta muy improbable. 8.000 millones de años después del origen, no era necesario suponer esa demora.

 

5.   Intervencionismo inteligente

Conforme la CiTE pionera  explora la galaxia, toma conciencia de su peculiar situación. No hay a la vista ninguna otra civilización tecnológica cuyos individuos sean lo suficientemente altruistas para atravesar la inestabilidad típica. Se impone un colosal trabajo de campo consistente en explorar, catalogar y registrar cada rincón de la galaxia. Se clasifican las estrellas según su generación, tamaño, luminosidad y longevidad; si la estrella porta un séquito de planetas orbitando, se nombran y clasifican. Se catalogan los rasgos que describen el estado evolutivo de cada mundo. Mundos sin vida, mundos con replicadores moleculares, mundos con organismos unicelulares, mundos con organismos multicelulares, mundos con organismos cerebrados, mundos con especies protoculturales, mundos con tecnología previa a la inestabilidad típica y mundos con todos los signos de haber sufrido un colapso catastrófico generado por una inestabilidad típica.

El panorama es desbordante y el trabajo de investigación y exploración es abrumador. Más y más datos alimentan gigantescos ordenadores donde unos algoritmos inteligentes relacionan y aprenden de la información. La civilización expande su conocimiento como nunca antes lo había hecho. Todo está allí afuera, y mucho es parecido a alguna instancia de su propio pasado. Pero no hay ninguna civilización tecnológica estable a la vista. ¿Qué hacer?

a) Intervenir para colonizar

Para ser longeva, la CiTE pionera debe establecer colonias en otros planetas. Colonizar no es un objetivo sino una consecuencia simple de la selección natural: las civilizaciones que establecen colonias son más longevas que las que no lo hacen porque vivir en varios mundos es más seguro que vivir en uno solo. Pero colonizar es intervenir; es sembrar organismos vivos o modificar la atmósfera o la temperatura o construir instalaciones edilicias. Si para ser longeva una civilización debe colonizar, y colonizar implica intervenir, entonces para ser longeva nuestra CiTE debe intervenir.  Este simple silogismo resuelve un problema grave. La CiTE no interviene porque lo ha decidido alegremente. Simplemente, las CiTEs que intervienen son más longevas que las que no intervienen. Y como todas las CiTEs pueden sacar esta cuenta, todas intervienen. Ya hemos dicho algo parecido.

En rigor, hay dos razones más para intervenir, aunque no tan matemáticas como esta. La primera es que intervenir para colonizar es lo que nosotros mismos haríamos. Ya hay personas pensando en como colonizar Marte o Ceres. Siempre es bueno suponer que una CiTE hará lo que nosotros haríamos si fuéramos una CiTE. La segunda razón es que intervenir representa el corolario obligado de cualquier civilización que esté explorando su espacio circundante.

La pregunta con que abandonamos el parágrafo anterior ¿Qué hacer?, tiene ahora  al menos una respuesta  incuestionable:  Intervenir para colonizar. Pero si bien a largo plazo las civilizaciones que establecen colonias son más longevas que las que no lo hacen, no hay una urgencia para establecerlas. La CiTE pionera ya se ha adaptado a su planeta y a su propio tamaño y ha resuelto tecnológicamente muchas posibles causas de extinción. No necesita expandirse para resolver un problema poblacional; controlar la población requiere mucha menos tecnología que colonizar un simple mundo.

Si no hay urgencias, debe primar la economía. Si el objetivo es contar con ciudades en otros mundos, es mucho más económico utilizar las ciudades ya construidas por otras especies tecnológicas que terraformar un planeta y adaptar su física y su biología para fundar ciudades autosustentables sobre ellos. Si sobre un mundo hay una ciudad ya construida, entonces deben haber mil. Pero las únicas ciudades que ha encontrado nuestra CiTE pionera están en mundos con tecnología inestable. Si las civilizaciones inestables colapsan durante el viaje de nuestra CiTE hacia ellas, tanto las ciudades como los íntegros planetas podrían volverse inhabitables antes de llegar. Pero aunque el viaje fuera breve y no existiera este problema, habría que tomar una decisión para usar sus ciudades: Extinguir a su especie inteligente; someter a su especie inteligente o ayudar a su especie inteligente a superar la inestabilidad y constituir otra CiTE con la que asociarse luego.

b) Intervenir para difundir una cultura altruista

Un aspecto enorme determina la decisión: Las CiTEs son altruistas. Sería muy bueno releer toda esta entrada porque allí determinamos cómo el altruismo se hace estable y asegura que una civilización abandone su naturaleza autodestructiva y jamás reincida en ella. El altruismo necesario para superar la inestabilidad típica modifica drásticamente las características de una CiTE y entre otras cosas impone un objetivo para intervenir.

Para conformar una CiTE, es necesario que la especie tecnológica tenga una genética altruista. No basta con un altruismo cultural. Los individuos deben sentir la necesidad de ayudar a los demás, del mismo modo como sienten hambre y sed. Una genética debe determinar ese sentimiento.  No se trata de un sentimiento que se pueda decidir sino de un sentimiento inevitable.

Hemos llamado amor fraternal al altruismo congénito. Gracias a esta característica los individuos acceden a cierto estado de felicidad.  El mismo altruismo que asegura la estabilidad de una CiTE aumenta la felicidad de las personas. Por esta razón, la genética para el altruismo, el amor fraternal, es un principio de organización que asegura la estabilidad de estructuras tan complejas como las civilizaciones tecnológicas. Las especies tecnológicas ya saben todo esto, conocen el valor del amor fraternal y lo veneran.

Nuestra CiTE pionera es una de estas cosas, y fabricar otra CiTE es fabricar otra de estas cosas. Una CiTE conocedora y cultora del amor fraternal no tardará mucho en imaginar una galaxia rebosante de CiTEs. Esas son las cosas estables que el universo construye si se lo deja librado a su suerte, la CiTE pionera es una prueba de ello; y es lo que el universo seguirá haciendo si nadie lo impide. Pero ¿para qué impedirlo? ¿Por qué nadar en contra de la corriente ahora que sabemos hacia donde va el río? ¿Para qué luchar contra la inevitable propensión del universo de fabricar cosas perdurables? ¿Por qué destruir el paciente trabajo de la naturaleza? ¿Qué cosa peligrosa puede salir de allí si toda civilización tecnológica debe adquirir una genética para el amor antes de estabilizarse y perdurar?

La perspectiva de un universo lleno de vida y en evolución debe revitalizar el amor fraternal de los individuos de la CiTE pionera. En otra entrada hablábamos de la necesidad de estallar hacia afuera; ahora existe un "afuera" hacia al que estallar, con mucho trabajo para hacer y muchos individuos hacia los que dirigir el propio altruismo. El objetivo es ayudar a construir más individuos conscientes; ayudar a los individuos a conocer el universo y ayudar al universo a conocerse a sí mismo.

Según nuestras estimaciones al iniciar la entrada, colonizar la Vía Láctea puede demorar menos de 100 millones de años, el 2% de la edad que tendría hoy la CiTE pionera. También estimamos que para intervenir en un mundo solo es necesario llegar hasta él. Esto sugiere que toda la galaxia podría estar siendo intervenida desde hace mucho tiempo, aún desde antes de que existiera nuestro sistema solar.

Cuando la CiTE pionera descubre y aprende a la galaxia, ésta se transforma en destinataria de su sentimiento de amor. El amor fraternal, dirigido hacia otros individuos, se ensancha y se transforma en amor universal, un sentimiento que impulsa a los individuos a trabajar por el bienestar de todo cuanto existe y no solo de otros individuos. 

El objetivo más consistente con la naturaleza de la CiTE pionera es la difusión de la cultura altruista hacia el resto de la galaxia. No se trata de una opinión, una cultura altruista y tecnológica debe ser más estable y frecuente que cualquier otra, y una intervención para difundir esa cultura es una intervención a favor de lo frecuente. Si la naturaleza selecciona lo frecuente, selecciona el intervencionismo de las CiTEs.

Si las CiTEs no intervinieran, de todos modos el universo las generaría. La cultura altruista se originaría de todos modos. Debe quedar bien claro que la genética para el amor se impone por selección natural, que las formas estables de tecnología no son posibles sin amor fraternal. Lo estable es frecuente y lo frecuente es positivamente seleccionado. El intervencionismo que difunde una cultura altruista no es una  opción para una CiTE sino la única alternativa posible.


6.   Distintas intervenciones en distintos mundos

El área de influencia de una CiTE es la región de espacio que está siendo intervenida directa o indirectamente por la CiTE. Para cumplir el objetivo de difundir una cultura altruista en una creciente área de influencia, se hace necesario realizar cosas distintas en sitios distintos, según el estado evolutivo cada mundo.

a) Intervenciones en un mundo inerte

Un mundo sin  vida pero con la capacidad potencial de albergarla puede ser sembrado por la CiTE pionera; entonces habrá que decidir qué sembrar dados los materiales existentes, la atmósfera existente, el rango de temperaturas, la radiación incidente y una cantidad de factores más. Habrá que saber qué sembrar en vistas a un propósito de transformación inicial preconcebido, una atmósfera prediseñada, una temperatura a alcanzar. Y sobre todo, habrá que saber qué sembrar para que el cultivo pueda estabilizarse e iniciar una fase de evolución por acumulación de mutaciones que no extinga la llama un millón de años después. Habrá que saber muchas cosas para determinar con qué cepas espolvorear esos mundos. Y cada aspecto es un verdadero universo de asuntos a considerar. 

Más allá de las posibilidades tecnológicas, sembrar  vida es iniciar un proceso que no podrá controlarse completamente; es dar comienzo a un sistema en evolución por selección natural donde muchas mutaciones ocurrirán al azar. Una intervención posible consiste en inocular en el momento oportuno pequeños avances respecto a las estructuras precedentes que tengan el éxito garantizado y que tal vez aparecerían naturalmente un tiempo después. Intervenciones de bioingeniería que serán más exitosas y seguras si consisten en modificaciones a criaturas preexistentes que si se tratara de la introducción lisa y llana de nuevas especies.

b) Intervenciones en un sistema biológico 

Mucho antes de intentar la vida en los mundos fértiles de la galaxia, la civilización pionera se habría involucrado en los procesos biológicos ya existentes. Su acción podría dirigirse entonces a los mundos con vida. El objetivo de avanzar hacia una especie inteligente que pueda desarrollar cultura y tecnología está ahora más próximo. Pero el trabajo por delante es casi tan exigente como antes. Y las dudas son similares. ¿Vale la pena el intento? ¿Ese mundo con vida no estará ya condenado por su estrella? Y si el intento vale la pena ¿Cuál es el plan? Un plan gigantesco, un plan de cientos o miles de millones de años de evolución. Un plan concebible solo si el actor inteligente es capaz de perdurar miles de millones de años. Un plan posible para una CiTE.

c) Intervenciones en un sistema cultural

Aún antes de lanzarse a intervenir en procesos evolutivos biológicos, la CiTE pionera se concentrará en los mundos que ya han construido inteligencia, cultura y tecnología; mundos con una especie muy particular sobre la que intervenir; una especie que  podría llevar en su seno la semilla del amor universal, el estigma de la eternidad o algo parecido a ella.

Nosotros imaginamos que la reciente CiTE pionera tratará de involucrarse en los procesos evolutivos de especies culturales antes de perseguir ningún otro objetivo en otros mundos. Aún más, entre estos mundos elegirá a los que estén más cerca de la inestabilidad típica, tal vez solo a miles o decenas de miles de años del período inestable. Las posibilidades de actuar sobre una especie en plena inestabilidad típica serían mucho menores porque allí todas las cartas evolutivas ya habrían sido jugadas. No habría tiempo para inyectar cultura y esperar el resultado. Nadie cosecha un limón al día siguiente de haber plantado la semilla.

Es importante entender que si la CiTE pionera (o cualquier CiTE posterior) logra inyectar replicadores culturales para crear y mantener una cultura altruista sobre una especie cultural pretecnológica durante cierto tiempo, tal vez miles de años, es altamente probable que la coevolución genético cultural actúe y construya elementos pro altruistas en la genética de algunos individuos de la especie. Al momento de la inestabilidad típica la intensidad de esta genética  y la masa crítica de sujetos pro altruistas podrían determinar el éxito.

A partir de la entrada siguiente mostraremos que existen muchas historias antiguas que cuentan que nuestra especie fue intervenida hace miles de años por una entidad inteligente no humana con el propósito de crear y mantener una cultura altruista.


7.   Asociación de civilizaciones

La civilización pionera ha catalogado cientos de miles de millones de mundos según su estado evolutivo y ha encontrado cerca de su casa un cúmulo de ellos en plena inestabilidad típica. Algunos no ofrecen dudas sobre un inminente fracaso. Los individuos de su especie inteligente aún no han tenido tiempo suficiente para que una cultura presionara sobre sus genes con la debida intensidad para mitigar su egoísmo y crear comportamientos altruistas. Se mataran salvajemente unos a otros en cuanto tengan la posibilidad tecnológica de hacerlo. En el otro extremo de la escala, algunos mundos presentarán altas probabilidades de atravesar la inestabilidad tecnológica del mismo modo como lo hizo la civilización pionera, sin la intervención de nadie. ¿Qué debe hacer nuestra CiTE pionera frente a esta inminente segunda CiTE?

Antes de seguir repitamos lo evidente. Si las CiTEs se están acumulando hace miles de millones de años y demoran menos de 100 millones de años en colonizar una galaxia típica, entonces ya hace mucho tiempo que han colonizado nuestra Vía Láctea. Lo mejor es suponer que las CiTEs ya se conocen; pero en ese caso debió existir un primer encuentro, donde la primera conoció a la segunda. Nuestra pregunta estalla frente a ese primer caso.

Podría ser que ambas CiTEs iniciales se encontraran sin que ninguna tuviera un conocimiento previo de la existencia de la otra o que la CiTE pionera conozca a la segunda luego de observar su proceso de formación y sin intervenir en él.  Naturalmente, la segunda CiTE también  especula sobre la existencia de la primera. Antes de que suceda, ambas sospechan el encuentro.  La nueva CiTE acaba de  superar la inestabilidad típica y conocer la importancia de una cultura altruista y de una genética para el amor fraternal; acaba de aprender que esta genética altruista es el fundamento para que las civilizaciones tecnológicas sean estables y para que las personas avancen hacia un estado de felicidad. Cuando una civilización atraviesa la inestabilidad típica se transforma en un objeto seguro, una civilización que se debe contactar.

No cabe duda que el contacto entre dos civilizaciones comienza siendo cuidadoso. La CiTE pionera siempre es más antigua y debe tener una tecnología superior. Sin embargo, a largo plazo, las dos CiTEs se asocian y sus tecnologías se emparejan entre sí. Esto es más fácil de ver con un ejemplo: los americanos y los europeos se conocen hace 500 años y ya están creando las primeras sociedades. ¿Cuánto más se asociarían actores que se conocen desde hace 10.000 años, o 50.000 o 100.000 ?

Pensando siempre en procesos inteligentes muy longevos desde la perspectiva humana, las CiTEs comienzan a asociarse y la asociación entre CiTEs vuelve a modificar todo. La unión de las primeras dos CiTEs conoce a una tercera y se asocian las tres. La nueva sociedad conoce a la cuarta y también se asocian. Es como un cristal que crece por agregación de moléculas dentro de un orden preexistente. También podría ser que una sociedad de cuatro CiTEs se asocie con otra de tres CiTEs. Realmente hay muchas posibilidades en la historia de una asociación numerosa, pero hay algunas cosas que están determinadas. El resultado del contacto entre civilizaciones altruistas longevas, siempre es la asociación.


8.   El agregado inteligente 

Llamamos agregado inteligente a la sociedad o confederación resultante de la agregación de CiTEs individuales. 

Cuando una civilización atraviesa la inestabilidad típica y se hace estable y perdurable, es suficientemente segura para asociarse al agregado. La agregación es posible porque las CiTEs se parecen . No se encuentran dos desconocidos que deben aprenderse antes de intentar un acercamiento. Ambas soportaron y superaron la misma aceleración de crecimiento; ambas afrontaron los mismos problemas, la misma tentación de utilizar tecnología nuclear para diseñar dispositivos destructivos, el mismo déficit ecológico cuando el mundo se les hizo estrecho, el mismo desorden de organización cuando la tecnología empezó a realizar el trabajo. Las CiTEs son similares y la agregación es posible porque se asocian actores parecidos.

5.000 millones de años es tiempo suficiente para que se construya el agregado. Recordemos que el propio Sol, la Tierra , la vida y todo lo que evolucionó después se formó en menos de 5000 millones de años. Si las CiTEs duran tanto tiempo, en la Vía Láctea debe existir un agregado en este momento.

Es necesario ver al agregado como un actor inteligente unificado y no como muchas civilizaciones asociadas, del mismo modo como un país surge cuando los estados que lo forman ceden parcialmente autonomía y se someten a las decisiones de la unión.

No tiene sentido pensar en dos agregados inteligentes. Si los hubiera,  los dos serían altruistas y suficientemente gregarios para asociarse. Todas las CiTEs que se conocen entre sí deben conformar un único agregado inteligente. 

Una de las consecuencias de la asociación es presentar un comportamiento unificado frente a formas inteligentes previas a las CiTEs. Esto es importante para descartar algunos argumentos. Nosotros conformamos una civilización tecnológica inestable; si una CiTE se presentara abiertamente ante la humanidad, todo el agregado lo habría decidido; y si el agregado decidiera no presentarse  abiertamente, ninguna CiTE lo haría.

En un agregado inteligente la tecnología se unificaría. No tiene sentido que unas CiTEs tuvieran más tecnología que otras cuando la igualdad es parte de la cultura que promueven. Si una civilización diseñó un dispositivo para viajar a más velocidad, todas las CiTEs del agregado tendrán a disposición esa tecnología.

Tenemos que pensar a las CiTEs como unidades de inteligencia en el cosmos; como el modo en que el universo acumula inteligencia. Las CiTEs son células estables dentro de una estructura mayor que es el agregado inteligente, del mismo modo que sus células están dentro de una estructura mayor que es usted.

Si las ciudades de los mundos del agregado están abiertas a todos los individuos, ya no es necesario que una CiTE establezca colonias. Esto resuelve el problema inicial, donde las CiTEs intervienen su espacio para establecer colonias y sobrevivir a fenómenos locales de extinción. Si las CiTEs se asocian con otras CiTEs, pueden usar sus ciudades y olvidarse de las colonias. La selección natural no favorecería a las civilizaciones colonizadoras sino a las que logran asociarse con otras, porque asociarse es más económico que establecer colonias y el resultado evolutivo es el mismo: evitar peligros locales teniendo otros mundos donde ir. Por esta razón, si existieran CiTEs pro asociación y CiTEs anti asociación, las primeras serían mayoría y el agregado estaría asegurado. Como toda CiTE conoce este sesgo natural, todas se asociarían. Notemos sin embargo que ya sean colonizadoras o asociativas, las civilizaciones necesitan intervenir.

Si bien el amor es un impulso genético, a nivel galáctico  es un principio de organización que asegura la existencia de las CiTEs en particular y del agregado en su conjunto. Cuando el universo construye una sociedad de civilizaciones tecnológicas estables, está edificando la capacidad de conocerse, pero entonces el amor fraternal es el principio que asegura que el universo se conozca a sí mismo.


9.   El intervencionismo inteligente y la probabilidad de ocurrencia

La probabilidad de arrojar un dado y que salga un 3 es de $\frac{1}{6}$, un acierto sobre seis posibilidades. Si arrojamos 10 veces el mismo dado, la probabilidad de que las 10 veces salga 3 es  ahora de  $(\frac{1}{6})^{10}$, una vez en 165 millones de intentos. Claro, si después de cada tirada, independientemente de lo que haya salido, acomodamos el dado con la mano para que nos quede un 3 hacia arriba, la probabilidad de "acertar" 10 veces será de un 100%. Como es obvio, si pudiéramos colocar los números con la mano, acertaríamos siempre.

Lo interesante aparece cuando la capacidad de intervenir adrede en un proceso naturalmente aleatorio también nace en un proceso aleatorio.  Si cada un millón de civilizaciones tecnológicas una se hace estable, la probabilidad de CiTEs sería de 1 en 1.000.000. Pero si esa CiTE resultante interviene en la evolución cultural de las otras 999.999, la cantidad de CiTEs obtenidas sería mucho mayor [4]. De hecho, si en todas las civilizaciones intervenidas se lograra la supervivencia de la especie inteligente aunque colapse su civilización, es muy probable que todas logren atravesar la inestabilidad típica después de repetir el curso varias veces, porque la genética altruista es acumulativa. En ese caso, todas las civilizaciones tecnológicas inestables lograrían hacerse estables después de un tiempo. Intervenir sobre un proceso aleatorio es como acomodar los dados con la mano.

El fenómeno se retroalimenta. Una vez que nace la primera CiTE, el intervencionismo inteligente incrementa drásticamente la probabilidad de que nazcan otras, se asocien con ella y se forme un agregado inteligente. Pero un agregado inteligente tiene más capacidad de intervención que una sola CiTE, entre otras cosas porque su área de influencia es ahora mayor. La pericia para intervenir con éxito también debe aumentar. A medida que el agregado se agranda y su capacidad de intervención gana experiencia, la tasa de éxitos aumenta y más civilizaciones tecnológicas se hacen suficientemente altruistas para ser estables e integrarse al agregado. El aprendizaje que un agregado debe efectuar para intervenir en la cultura de otra civilización nos permite imaginar un posible contrapunto entre el tutelaje cultural abierto y la inyección cultural discreta. 

El agregado puede intervenir en procesos evolutivos muy anteriores a la una inestabilidad típica; de hecho puede intervenir en todo el proceso que se inicia con un mundo inerte, y termina en una especie tecnológica.  Aunque existiera baja probabilidad de que un mundo inerte desarrolle vida por si solo, o que un mundo con vida desarrolle tecnología naturalmente, si un actor inteligente interviene acomodando los dados con la mano, entonces las probabilidades se incrementan drásticamente.

Según todo esto, solo es necesario que aparezca una civilización tecnológica estable y que intervenga en todos los procesos evolutivos de su área de influencia para que las probabilidades naturales se incrementen drásticamente.

En 5.000 millones de años hubo tiempo suficiente para que la CiTE pionera de nuestra galaxia  interviniera sobre especies tecnológicas cercanas a la inestabilidad típica e incentivara la formación de otras civilizaciones con las que luego asociarse. Y nuevamente entonces, ya debe existir un agregado inteligente en la Vía Láctea.


10.   Las teorías de la Tierra Rara

La postura general es que tanto la vida  como la tecnología son fenómenos comunes en la galaxia y existe actividad científica tendiente a encontrar huellas que demuestren que esto es así. Pero existen otras teorías que afirman lo contrario; que es muy poco probable que un mundo inerte desarrolle un sistema biológico o que la vida desarrolle inteligencia, cultura y tecnología. La teoría de la Tierra Rara  [5] admite la posibilidad de que la vida unicelular pueda florecer con cierta frecuencia pero sostiene que las formas superiores de vida son sumamente improbables y que el caso terrestre sería muy raro.

Para explicar la existencia de nuestra civilización, estas teorías recurren a una forma de principio antrópico: Es muy improbable que existamos, pero existimos, y como existimos nos sorprende que existamos siendo tan improbable. Es una respuesta racional que se basa en un hecho, pero que no lo explica. El principio antrópico puede explicar por qué nos sorprende nuestra rareza, pero no explica nuestra existencia. 

El intervencionismo no atenta contra las teorías que piensan en la tecnología como un fenómeno improbable pero explica por qué existimos siendo tan improbables.  Aunque las probabilidades de vida compleja y de tecnología estable fueran inicialmente muy bajas, el intervencionismo de una esporádica CiTE iniciaría un proceso retroalimentado que haría que las probabilidades subieran rápidamente en el resto de los casos. La tecnología puede ser muy improbable, pero el intervencionismo inteligente asegura que, aún así, nosotros no seamos excepcionalmente raros.

Figura 3: Ambos gráficos indican la probabilidad $P$ de que nazca una CiTE a partir de un sistema biológico. En el primer gráfico la probabilidad es baja y constante, y las chances de que la humanidad exista son igualmente bajas. En el segundo gráfico las probabilidades son bajas al nacer la primera CiTE y luego se incrementan debido a su intervencionismo.

11.   Conclusión

Intervenir sobre procesos evolutivos astronómicos puede ser imposible para un ser humano pero es perfectamente posible para una civilización tecnológica estable o un agregado de ellas, porque existe una relación entre la duración del proceso intervenido y la longevidad del actor inteligente. Del mismo modo existe una relación entre ese actor y su distancia al objeto intervenido. En particular, nuestra galaxia puede ser colonizada por una CiTE en menos de cien millones de años.

En la Vía Láctea pueden existir CiTEs hace 5.000 o 6.000 millones de años. Las CiTEs son longevas y gregarias, tienen tiempo suficiente para conocerse y sus historias se parecen porque incluyen una inestabilidad tecnológica en su nacimiento. Esto determina la formación de una sociedad o agregado inteligente, formado por muchas CiTEs

La formación del agregado inteligente es un fenómeno que se retroalimenta. Dos CiTEs se asocian, la sociedad que forman se asocia con una tercera y este agregado se asocia con una cuarta. Los integrantes de la sociedad son CiTEs que nacen como consecuencia de la intervención de CiTEs anteriores, empezando por una CiTE pionera. Conforme pasa el tiempo, la cantidad de CiTEs agregadas y la pericia para intervenir en la cultura de otras civilizaciones y promover más CiTEs, van en aumento.

Aunque la probabilidad natural de formación de una CiTE sea muy baja, la existencia humana prueba que no es nula. Si las CiTEs intervienen, la existencia de un primer caso aumenta drásticamente las posibilidades de que existan otros. El intervencionismo inteligente explica por que existimos pese a que las civilizaciones tecnológicas son tan raras, sin recurrir al principio antrópico.

Por último, el intervencionismo no es una opción sino un resultado obligado. Si existieran CiTEs intevencionistas y CiTEs no intervencionistas, las primeras formarían agregados y las segundas no. La complejidad de las segundas estaría acotada. Las CiTEs lo sabrían y todas serían intervencionistas. Cuando la selección natural se puede deducir, ya no es necesario esperar que la naturaleza seleccione.


Si el intervencionismo inteligente es tan común en la Vía Láctea, deberían existir huellas de intervención en la Tierra. A partir de la siguiente entrada veremos que existen evidencias de una colosal intervención inteligente no humana en la cultura de los hombres tendiente a sostener una cultura altruista en vistas a un evento de inestabilidad típica pronosticado.

 

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[1]https://gtocx.jpl.nasa.gov/gtocx/
[2]Hoffman, Y., Pomarède, D., Tully, R. et al. (2017) El repelente dipolo. Nat Astron 1, 0036. https://doi.org/10.1038/s41550-016-0036
[3]Xiang Cai1, Jonathan H. Jiang, Kristen A. Fahy , Yuk L. Yung (2020) A Statistical Estimation of the Occurrence of Extraterrestrial Intelligence in the Milky Way Galaxy Galaxia, 9 (1), 5; https://doi.org/10.3390/galaxies9010005
[5]Ward, Peter y Brownlee, Donald. (2003) Rare Earth. Why the complex life is uncommon in the universe. Copernicus Books



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Licencia Creative Commons
8. Civilizaciones en el cosmos por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

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