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miércoles, 17 de junio de 2020

4.2 Civilizaciones altruistas (1)

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1.   Introducción

Todas las civilizaciones tecnológicas crecen de golpe en algún momento de su desarrollo e ingresan a un período inestable donde su existencia como civilización debe atravesar un duro trance. Una vez allí, las civilizaciones se encuentran con problemas parecidos, que no están relacionados con aspectos particulares de una u otra especie. Todas padecen los síntomas del crecimiento abrupto, aprenden a utilizar energía nuclear, degradan su medio ambiente y se les desordena el modo como se organizan. Atravesar el período inestable implica resolver esos problemas y para eso es necesario que los individuos de la especie inteligente tengan ciertos atributos, algunos de los cuales también deben ser comunes a todas ellas.
Algunas especies construyen ciudades y otras no, del mismo modo como algunas edifican civilizaciones tecnológicas estables y otras no. En todos los casos, lo que establece la diferencia son sus características, sus atributos. Las bacterias no son como los delfines y los delfines no son como los hombres; sus genes determinan cómo son y también lo que pueden hacer. Lo que decide que una especie atraviese la inestabilidad típica son sus atributos. 
En la entrada anterior hemos visto que la inteligencia con que una especie llega al período crítico no es un atributo condicionante. Todas llegan con un parecido nivel de inteligencia y el nivel con el que llegan es suficiente para salir de allí. Pero existen otros atributos que sí son relevantes, cuya presencia o ausencia determina si han de atravesar o no la inestabilidad típica. El altruismo es uno de esos atributos.
Imaginemos un tamiz al que llegan panes, pedazos de pan, mendrugos de pan, migas de pan e invisibles partículas de pan; todo a la vez y todo mezclado. Como  es de esperar, al otro lado del tamiz solo pasan las migas cuyo tamaño es menor que los agujeros. Las cosas que existen del otro lado del tamiz, quedan determinadas por el tamiz. No hay ninguna magia conjurando el parecido, solo un tamiz con sus agujeros.
La inestabilidad típica es un tamiz y todas las civilizaciones con tecnología caen en ese tamiz. Algunas civilizaciones lo atraviesan y otras no, pero las civilizaciones que lo atraviesan se parecen entre sí porque todas debieron atravesar el tamiz. El tamiz controla entonces lo que puede salir de allí; pero en nuestra analogía, el tamaño de los agujeros representa el grado de altruismo de las civilizaciones salientes. Del mismo modo como las migas se parecen por su tamaño, las civilizaciones se parecen en su grado de altruismo. Y tampoco hay una magia conjurando el parecido. Solo un tamiz.

Una civilización cuya especie inteligente es más altruista que otra, tiene más chances de atravesar con éxito la inestabilidad típica. Pero esto que acabamos de decir livianamente y que parece una verdad evidente, requiere de un análisis más detallado. 


2.   Altruismo, egoísmo, impacto ajeno, impacto propio

El altruismo y el egoísmo son buenos conceptos para introducir el tema, pero es necesario saber que no es exactamente la idea que utilizaremos aquí.
Los conceptos de "altruismo" y "egoísmo" califican a los comportamientos (o a los individuos) de distintas maneras y con distintas precisiones en uno u otro ámbito del saber. Si bien el uso de estos conceptos puede exceder cualquier definición, nuestras ideas precisas de "altruismo" y "egoísmo" se parecen bastante a las que se utilizan en la biología
  • Un comportamiento es  altruista cuando prioriza la supervivencia y el bienestar ajeno aun en desmedro de la supervivencia y el bienestar propios. 
  • Un comportamiento es egoísta cuando prioriza la supervivencia y el bienestar propios aún en desmedro de la supervivencia y el bienestar ajenos. 
Podemos interpretar "ajeno" como una referencia a otro u otros individuos de la misma especie inteligente. En teoría de la evolución, el altruismo fraternal es aquel que beneficia a otros individuos no emparentados con aquel que presentó el comportamiento, y el altruismo de parentesco es el que solo beneficia a algunos individuos emparentados. Desde un punto de vista más universal, "ajeno" es todo lo que no es uno, y su impacto es benéfico o perjudicial según aumente o disminuya su longevidad.
En la definición de altruismo, el desmedro de la supervivencia o bienestar del individuo pueden estar presentes o ausentes. Usted puede ayudar a los demás y no tener ninguna consecuencia adversa. Lo mismo ocurre con el egoísmo: un individuo puede priorizar su propio beneficio sin afectar a los demás.
Las funciones del altruismo y el egoísmo en la naturaleza se comprenden mejor cuando observamos la agregación celular. Antes de la agregación, los organismos eran células independientes que competían entre ellas por los nutrientes necesarios o se fagocitaban las unas a las otras. El comportamiento de unas células hacia las otras era agresivo o tenía un efecto nulo. Pero gracias a la agregación, algunas células "aprendieron" a mantenerse unidas reduciendo el área de la zona hostil, y a diferenciarse en sus funciones permitiendo la supervivencia de grandes agregados celulares. Los genes que permitían la agregación y la diferenciación celular comenzaron a crecer en número. Las células de esta nueva camada mutante dejaron de agredirse entre ellas y comenzaron a "amigarse". El impacto de una célula hacia las demás dejó de ser hostil y comenzó a ser positivo. Ahora las células sabían convivir con una superestructura que las contenía y las protegía. La agregación y la diferenciación celular fue la base de la explosión del Cámbrico, hace 541 millones de años, cuando la Tierra se pobló de organismos multicelulares que evolucionaron hasta llegar a nosotros. El ser humano es una colección de millones de células que alguna vez compitieron unas contra las otras por los nutrientes y la luz.
Es fácil ver que un mismo comportamiento celular tiene dos impactos posibles, uno propio y otro ajeno. En un organismo unicelular, un comportamiento es naturalmente seleccionado cuando su impacto en la propia célula es beneficioso para la supervivencia de sus genes o cuando su impacto en las células ajenas es perjudicial, reduciendo su competencia. Pero si la célula forma parte de un organismo cuya reproducción se ha centralizado en otras células (como óvulos y espermatozoides), entonces es más estable que su impacto ajeno ya no sea perjudicial sino nulo o benéfico. Perjudicar a los demás es perjudicar a otras células del mismo reproductor. La situación para la célula puede representar la propia muerte. Por ejemplo, en los últimos estratos de la piel humana, las células se mueren para formar una barrera protectora. Los comportamientos celulares que sobreviven allí son los que priorizan la supervivencia del organismo aún en desmedro de la propia célula, porque es la supervivencia del organismo la que garantiza su reproducción.
Podríamos decir que nuestra célula presenta comportamientos "altruistas" cuando beneficia al organismo multicelular que conforma. La idea es extrapolar este concepto a individuos inteligentes en lugar de células. Un comportamiento de un individuo inteligente también tiene dos impactos, uno propio y otro ajeno, y su valor de supervivencia será distinto según hablemos de él o de la superestructura que conforma. Para un individuo inteligente cuya especie está atravesando la inestabilidad típica, la superestructura que conforma es toda la civilización, porque esa es la cosa continente de cuya  supervivencia o extinción depende la del propio individuo.
Nosotros utilizaremos solo el impacto de un comportamiento en los demás (o lo demás) y lo llamaremos impacto ajeno. Podemos imaginarlo como un número positivo si el impacto es benéfico y  negativo si es perjudicial. El impacto ajeno se aplica a los comportamientos pero si lo representamos con un número que se puede cuantificar [4], entonces podemos definir el impacto ajeno de un individuo como el promedio de los impactos de sus comportamientos; y el impacto ajeno de una especie como el promedio del impacto ajeno de sus individuos. Todas las especies tienen comportamientos y todos los comportamientos tienen impacto ajeno. En particular, todas las especies inteligentes que ingresan a la inestabilidad típica tienen un impacto ajeno. En lo sucesivo, estaremos comparando civilizaciones según su mayor o menor grado de impacto ajeno; de modo que es vital concebirlo como un atributo de la civilización o de su especie inteligente. Se trata de un concepto parecido al de altruismo pero no exactamente igual. (La idea de utilizar números para representar atributos de los individuos ya está presente en Price [1][2]. La economía mide y cuantifica atributos de los países, algunos de ellos cercanos al altruismo, como por ejemplo, la felicidad. [3])
Hablaremos indistintamente de "impacto ajeno positivo", altruismo, bienestar general, bienestar común, bienestar ajeno, longevidad ajena, etc. Del mismo modo diremos qué un impacto ajeno es negativo para referirnos a comportamientos egoístas o que perjudican el bienestar de los demás y disminuyen la longevidad de estructuras externas. Si dos especies tienen impacto ajeno negativo (sus individuos perjudican a su entorno) entonces la especie con mayor altruismo o mayor impacto ajeno es aquella cuyos individuos menos daño causan a su entorno. El impacto ajeno puede compararse aunque sea negativo.
Nuestra tesis es que las probabilidades de que una civilización atraviese con éxito la inestabilidad típica son mayores cuanto mayor sea el impacto ajeno promedio de su especie inteligente. Según esto, una especie tiene más chances de atravesar el período inestable cuanto mayor bienestar general sean capaces de proveer sus individuos. Nada decimos respecto a otros atributos que puedan estar involucrados.
Ingresar en una inestabilidad típica implica muchas cosas pero hemos encontrado allí tres situaciones que se presentarán en todas las civilizaciones [5]:
  1. El control de la energía nuclear
  2. La acumulación de alteraciones globales en el medio ambiente
  3. El descontrol del mercado laboral
Entonces nuestro objetivo es comprobar que un mayor altruismo aumenta las chances de convivir con 1 y de resolver 2 y 3. Dejaremos la opción 3 para la entrada siguiente.


3.   El altruismo y la energía nuclear 

Durante la inestabilidad típica todas las civilizaciones aprenden a extraer energía de los átomos. Esta situación no es en sí problemática; manejar la energía nuclear incorpora una manera de cubrir la demanda energética y permite realizar muchas cosas en diversos campos que antes estaban vedadas. Pero también es posible que la civilización utilice esta nueva habilidad para construir armas de destrucción masiva.  No es una posibilidad despreciable porque el período inestable está caracterizado por un crecimiento vertiginoso de la población, y esto es como incrementar la presión de una olla. Una civilización puede aprender entonces a extraer energía de los átomos sin construir jamás armas de destrucción masiva; puede construir una pero no muchas; puede construir muchas pero no extinguirse. En concreto, hemos definido cinco etapas sucesivas posibles:
  1. Aparece la tecnología nuclear
  2. Se fabrica la primer arma nuclear
  3. Se fabrican armas nucleares en cantidad suficiente para provocar la extinción de la especie
  4. Estalla una guerra nuclear masiva
  5. La especie inteligente se extingue como consecuencia de  una guerra nuclear masiva
En todas las civilizaciones aparece la tecnología nuclear pues esa es una de las características de la fase inestable. La probabilidad de que una civilización utilice ese conocimiento para construir armas nucleares y pasar a la fase 2, depende de la previa existencia de guerras en esa civilización . Si las guerras son como aquí, un mecanismo común para resolver diferencias, entonces ya construyen armas para ello. Luego, la probabilidad de que construyan armas nucleares es mayor que en caso contrario. Pero una civilización más altruista tiene menos probabilidades de recurrir a la violencia para resolver diferencias que otra menos altruista, porque la especie que presente, en promedio, un impacto más positivo en los demás, tiene menores chances de recurrir a los enfrentamientos bélicos, donde el impacto en los demás puede ser la muerte. Por lo tanto, mayor impacto ajeno implica menor probabilidad de recurrir a enfrentamientos bélicos.
Supongamos ahora que solo tratamos con civilizaciones que ya recurren a enfrentamientos bélicos para resolver diferencias. A igualdad de los demás aspectos, la civilización más altruista tiene menos chances de desarrollar armas nucleares que la menos altruista porque las armas nucleares amplifican el impacto de las acciones bélicas hacia individuos inocentes. Utilizar armas nucleares no solo es priorizar otras cosas antes que la muerte de eventuales enemigos sino priorizarlas a la muerte de individuos inocentes. Pero mayor altruismo es mayor impacto ajeno. Por lo tanto, si una especie inteligente recurre a enfrentamientos bélicos, mayor impacto ajeno implica menor posibilidad de construir armas nucleares.
Por estas dos razones, si dos civilizaciones dominan la tecnología nuclear, entonces la especie de mayor impacto ajeno tiene menos probabilidades de construir un arma nuclear. Las especies más altruistas tienen menores chances de pasar del estado 1 al estado 2.
Desde el estado 2 en adelante, todas las etapas son inestables. Todas las civilizaciones que construyen un arma nuclear, pueden construir muchas y, tal vez, suficientes para extinguir a la civilización. No obstante, si continuamos con nuestro argumento, es fácil probar que dadas dos especies inteligentes que construyen un arma nuclear, la más altruista es la que tiene menos chances de construir luego el armamento necesario para extinguir a la especie. El impacto ajeno de construir un arsenal capaz de extinguir a la especie es claramente más perjudicial que el impacto de construir un arsenal que no tenga esa capacidad. Ambos impactos ajenos negativos porque destruyen vidas, pero es peor destruir a una civilización entera. Por lo tanto, si dos civilizaciones construyen armas nucleares, la civilización con mayor impacto ajeno tiene menos chances de construir suficientes armas para extinguir a la civilización. Si dos civilizaciones arribaron al estado 2, la más altruista tiene menos chances del llegar al estado 3. Repetimos que esta discriminación es muy fina porque la mayoría de las especies que atraviesan el estado 2, deberían llegar al estado 3 dada la inercia que representa haber construido ya un arma nuclear.
Si las dos civilizaciones de nuestro ejemplo llegaron al estado 3, entonces ambas cuentan ya con el arsenal necesario para extinguir a su civilización. Ya hemos dicho que el riesgo de caer en el estado 4 y declarar una guerra masiva, es altísimo para toda civilización que alcance el estado 3, sin embargo, sigamos con nuestro argumento. Si las dos especies tienen un arsenal nuclear suficiente para extinguir a la civilización, entonces es más probable que estalle una guerra masiva en aquella civilización cuyo impacto ajeno sea menor, porque esa especie priorizará menos el bienestar de la superestructura que la contiene. Recíprocamente, si dos civilizaciones tienen un arsenal suficiente para extinguirse, aquella civilización que tenga mayor impacto ajeno tendrá menos chances de que estalle una guerra masiva y, por lo tanto, más posibilidades de sobrevivir. Si dos civilizaciones arribaron al estado 3, la más altruista tiene menos chances de llegar al estado 4.
Prácticamente todas las civilizaciones que tienen el armamento necesario para extinguirse y declaran una guerra masiva, se extinguen ellas mimas o colapsa su civilización. Por esta razón no tiene sentido analizar el valor del altruismo en el pasaje del estado 4 al estado 5.
En resumen: todas las civilizaciones que ingresan a una inestabilidad típica desarrollan energía nuclear. 
Cuanto más altruista es una civilización, menos probable es que se extinga utilizando armas nucleares.
En términos más precisos cuanto mayor sea su impacto ajeno, menos probable es que recurra a una guerra nuclear masiva y viceversa, cuanto menor sea su impacto ajeno, mayores son sus  probabilidades de utilizar armas nucleares. No existe impacto más negativo para una especie que causar la extinción de su civilización.
Si pensamos en el impacto ajeno como un número real [4], debe existir un valor de impacto ajeno $M_1$ tal que todas las civilizaciones cuyo impacto ajeno sea menor se extingan por acción de las armas nucleares en una guerra masiva. Las civilizaciones cuyo impacto ajeno es mayor que $M_1$, pueden perdurar. Si hemos de buscar civilizaciones tecnológicas capaces de atravesar la inestabilidad típica y hacerse estables, debemos buscar entre aquellas cuya especie inteligente tiene un impacto ajeno promedio mayor o igual que $M_1$.
A largo plazo, una civilización que ya sabe como arrancar energía de los átomos solo puede perdurar si aprende a resolver sus diferencias sin acudir a la violencia. La inestabilidad típica determina un mínimo grado de altruismo a partir del cuál es posible atravesarla con éxito. 
No es común ver al conocimiento como un factor de inestabilidad, pero esto es exactamente así, y el ejemplo de la energía nuclear es perfecto para comprenderlo. Saber cómo extraer energía de los átomos modifica el rango de civilizaciones perdurables posibles. Cuanto más conocimiento tiene una civilización, más condicionado está el conjunto de comportamientos que puede o no puede adoptar. Una civilización que sabe como extraer energía de los núcleos atómicos no puede tener un comportamiento bélico durante mucho tiempo; o bien se extingue o bien depone su actitud belicista. No existe una moral absoluta guiando su comportamiento sino una moral relativa a una tecnología específica, asociada a un conocimiento determinado. Los individuos se ven forzados a ser diferentes para seguir existiendo.
Pero si bien la tecnología restringe el campo de comportamientos posibles, también lo expande por otras vías. Una civilización adaptada a su tamaño y su tecnología incrementa considerablemente las cosas que puede hacer, porque es capaz de seguir desarrollando tecnología durante mucho más tiempo. Una civilización capaz de conquistar el espacio,  mucho antes desarrolló la capacidad de adaptarse a su propio tamaño.
En las civilizaciones cuyo impacto ajeno es menor que el mínimo $M_1$, algunos individuos no logran establecer una diferencia de prioridades entre la extinción de la civilización y la muerte de los suyos. Si la probabilidad de que esos individuos controlen las armas nucleares es distinta de cero, a largo plazo la civilización que los soporta se extinguirá. Esa ceguera no es ni buena ni mala; simplemente el universo dejará pasar a las civilizaciones que no se extingan y no dejará pasar a las que sí lo hagan. Las primeras perduran y las segundas no. De este modo, la inestabilidad típica no solo selecciona civilizaciones, selecciona también una moral, un grado de altruismo. Y la selección es natural, simplemente ocurre.


4.   El altruismo y el déficit ecológico

Uno de los problemas que se presentan cuando las  civilizaciones inteligentes ingresan al período inestable es la acumulación de alteraciones globales debidas a su consumo. Nuestra civilización, por ejemplo, está incrementando el nivel de $CO_2$ en la atmósfera, acumulando plástico en los océanos y reduciendo drásticamente el número de especies de animales y plantas debido al consumo y a la generación de residuos. Al crecer mucho en poco tiempo, las civilizaciones se hacen deficitarias y por lo tanto, no sustentables.


La acumulación de degradaciones solo puede ser transitoria. Para que una civilización sea perdurable es necesario que normalice la relación entre su propio tamaño y el de su mundo. Es razonable pensar que algunas especies inteligentes lograrán la adaptación y otras no lo lograrán. Quienes determinan el éxito o fracaso de esta empresa son los atributos de la especie inteligente. Aquí estamos revisando el valor de uno de esos atributos, el altruismo, y de qué modo determina su adaptación a estos cambios.
Las degradaciones se acumulan porque la civilización explota recursos a un ritmo mayor que el que tiene la naturaleza para reponerlos, o bien porque genera residuos a un ritmo mayor que el que tiene la naturaleza para digerirlos. Todas las civilizaciones que ingresen a la inestabilidad típica generarán degradaciones y sufrirán estas penurias.
Para dejar de producir degradaciones medio ambientales son necesarias dos cosas evidentes:
  • que la civilización pueda evaluar el ritmo con que extrae recursos, compararlo con el ritmo con que la naturaleza los repone y adaptar luego su consumo a la producción natural.
  • que la civilización logre evaluar el ritmo al que genera residuos,  ya sea durante los procesos o en la deposición final, que lo compare luego con el ritmo al que la naturaleza los recicla y logre generarlos a un ritmo menor.
Las dos causas de degradación se resuelven mirando hacia afuera, observando cómo se comporta la naturaleza y obrando de acuerdo a ella. Es necesario que el comportamiento promedio de una civilización se adapte a la naturaleza, aunque esto implique una reducción del grado de libertad de los individuos. Pero además de contemplar a la naturaleza, necesitamos que los individuos puedan mirar a la propia civilización que conforman. Así, para adaptar su comportamiento, el individuo debe asegurar la supervivencia de dos cosas exteriores a él: la naturaleza y la civilización.
Podemos recurrir al mismo argumento que antes: dadas dos civilizaciones iguales en todo excepto en el altruismo de su especie inteligente, aquella especie más altruista tendrá más probabilidades de evaluar los resultados de sus comportamientos en la naturaleza en que habita y en la civilización que conforma, que la especie menos altruista. Esto no debería sorprendernos, el altruismo es impacto ajeno positivo, y una especie cuyo impacto ajeno es más benéfico estará más capacitada para lidiar con problemas que requieren priorizar la estabilidad de su civilización y de su mundo antes que el beneficio propio.
Una civilización altruista tendrá más chances de adaptar su consumo al ritmo de producción de la naturaleza y adecuar su generación de residuos a la capacidad del entorno para reciclarlo, porque puede mirar a esa naturaleza y adoptar un comportamiento que la torne perdurable. Para lograrlo no basta un mero cálculo intelectual efectuado sobre el ecosistema; es necesario además que los individuos puedan adaptar sus comportamientos a los cambios requeridos.
Los procesos degradantes también tienen atributos comunes, en particular ninguno dura eternamente; todos tienen principio y fin. Como hemos dicho ya, la ventana característica de un proceso de degradación es el intervalo de tiempo durante el cual los individuos detectan la degradación y pueden hacer algo para revertirla. Si una ventana característica se cierra antes de ser resuelta, los parámetros que miden la degradación salen de control porque entran en relación sistémica con otros fenómenos naturales. Si, por ejemplo, dejáramos de emitir gases de efecto invernadero dentro de unas décadas, lo más probable es que la temperatura siga incrementándose porque el albedo ha cambiado en muchas zonas que ya no se congelan en invierno. En ese caso, el el calentamiento ya  no dependería de nuestras emisiones sino del funcionamiento de la naturaleza. 
La duración de una ventana característica depende del proceso físico que esté operando allí. La acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, la acumulación de plástico en los océanos o la reducción de biodiversidad son procesos de degradación que no cerrarán sus ventanas al mismo tiempo. Si estas acumulaciones continuaran, en algún momento iniciarían procesos naturales que ya no dependerán de nosotros. Pero el instante en el que cada ventana se cierra no es el mismo para todos los tipos de degradación. Todas las ventanas se abren al mismo tiempo, pero se cierran en tiempos diferentes. El tiempo que demora una ventana en cerrarse depende de los procesos físicos que se dan en cada caso.
Si las ventanas características se cierran y los procesos degradantes se independizan de las decisiones de la especie inteligente,  entonces es la naturaleza quien debe adaptarse. Las adaptaciones del sistema biológico siempre incluyen la extinción de las especies no adaptadas. Si los cambios son rápidos frente a la evolución por selección natural, entonces debemos esperar una alta tasa de extinción, lo que implica en todos los casos una reducción significativa en la biodiversidad del sistema. Si los cambios degradantes son muy veloces, en virtud del carácter sistémico del sistema biológico, podría iniciarse una extinción masiva.
Para remontar con éxito un proceso de degradación, es necesario que la especie detecte la degradación, evalúe sus impactos, diseñe soluciones alternativas, las acuerde (si es una civilización formada por muchas naciones) y las implemente antes de que se cierre la ventana característica de ese proceso. Si todo esto dura más que la ventana característica, la civilización no podrá actuar a tiempo. Como las ventanas características se cierran siguiendo su propio reloj físico, es vital que una civilización sea capaz de tomar conciencia en el menor tiempo posible. 
En una civilización con bajo impacto ajeno, aumenta la probabilidad de que una ventana característica se cierre antes de que el problema se resuelva. Esto es así porque los individuos pueden ver claramente el beneficio propio de una actividad, pero tienen dificultades para percibir el comportamiento de una estructura ajena a ellos, como lo es la naturaleza o la propia civilización. Se benefician con su propio comportamiento pero son ciegos a toda consecuencia ajena. 
Recíprocamente, una civilización con alto impacto ajeno tiene más chances de resolver las degradaciones medio ambientales antes que las ventanas se cierren porque sus individuos pueden reconocer el impacto de sus comportamientos en lo demás y, en particular, las consecuencias de su consumo y su generación de residuos en el medio ambiente y en la civilización que conforman. En general, no pueden evitar esas degradaciones porque son el modo como la inadecuación de su comportamiento se hace evidente, pero pueden advertirlas y adaptarse para mitigarlas, primero, y no volver a generarlas, después.
Es importante entender que no se trata de la simple comprensión intelectual de un problema. Veamos lo que ocurre aquí. Según la inmensa mayoría de los especialistas el calentamiento global es causado en parte por nuestra utilización de combustibles fósiles para fabricar energía eléctrica. Pero quienes se benefician con la producción sucia de energía eléctrica ignoran esa relación y tratan de mostrar que los especialistas están equivocados, que no son mayoría, que el calentamiento no se debe a la utilización de combustibles fósiles, que la humanidad no tiene la tecnología para producir tanta energía de otro modo y que, finalmente, el calentamiento será beneficioso para el mundo. Se trata de un puñado de afirmaciones polémicas cuya promoción en el debate solo esconde una simple verdad: un cambio de situación haría que los individuos que se están beneficiando con ella dejen de beneficiarse en el futuro. Lo que falla no es la cuenta sino la capacidad de actuar. Esto ocurrirá en general, con todas las degradaciones de todas las civilizaciones que imaginemos: La cuenta es intelectualmente simple, pero adaptar el comportamiento individual a las consecuencias de esa cuenta requiere atributos y características diferentes a la comprensión intelectual del problema; atributos que podrían no estar presentes. El altruismo, la capacidad priorizar la supervivencia de civilización antes que el propio beneficio, es uno de esos atributos.
Un ejemplo imaginario: Supongamos que algo  nos condena a vivir en un cuarto de cuatro metros por seis. Allí tenemos la cocina, con su heladera y su horno, allí está la mesa con las sillas, en un costado tenemos la cama y allá, en una oscura esquina del cuarto, ¡ay! hacemos nuestras necesidades. No hay puertas, no hay ventanas, no hay "afuera", no hay nada. Todo lo que tenemos es nuestro cuarto de cuatro por seis, con su horno, su mesa, su cama y su esquina. El primer día no ocurre nada. Después de una semana, aparecen insectos voladores; insectos grandes; moscardones. Al mes, la situación es muy problemática. Dos meses más, y hay que correr la cama para alejarla de las heces. Un año, dos años, tres años... No lo quiero imaginar. La cuenta intelectual es simple, pero no trae un excusado bajo el brazo, hay que fabricarlo. Y para eso no nos sirve el intelecto. 
Cuando una civilización con tecnología crece mucho en poco tiempo, una gran cantidad de ventanas características se abren a la vez, porque este es el modo típico como se manifiesta el déficit ecológico. La naturaleza no espera a que se resuelva un problema para presentar el otro porque, en general, la naturaleza simplemente ocurre. Todas las degradaciones aparecen juntas y la importancia de un atributo que haga posible superarlas a todas se multiplica rápidamente. En este contexto, una civilización altruista tendría mayor número de éxitos que una egoísta.
En la Tierra estamos acumulando degradaciones medio ambientales, pero es muy difícil verlas como la eventual causa de nuestra extinción. El calentamiento global es muy rápido para la velocidad de los procesos geológicos y seguramente nos traerá problemas más graves de los que ya está trayendo, pero difícilmente sea suficientemente rápido para causar una extinción. Lo mismo sucede con la acumulación de plástico en los océanos o con la reducción de especies en la naturaleza. Se trata de procesos rápidos desde el punto de vista geológico pero tal vez muy lentos para llevarnos a un colapso. 
Sin embargo, ninguna civilización puede durar mucho tiempo con un déficit ecológico crónico. Si la acumulación de degradaciones no se resuelve, la civilización colapsará a largo plazo. Es una cuestión matemática. Es bueno que el período de aprendizaje pueda ser prolongado, pero solo es un aprendizaje. La inestabilidad típica no puede superarse si la inestabilidad perdura; la inestabilidad perdurará mientras la civilización no logre ser sustentable y ninguna civilización es sustentable si acumula degradaciones. 
La extinción por acumulación de degradaciones es difícil de imaginar, pero la abrupta disminución del bienestar que estas acumulaciones representan, pueden llevar a una civilización tecnológica hacia una guerra masiva. Y en una guerra masiva con armas nucleares, la extinción sí puede imaginarse.
En resumen: todas las civilizaciones que ingresan a una inestabilidad típica padecen múltiples degradaciones medio ambientales. 
Cuanto más altruista es una civilización, menos probable es que se extinga como consecuencia de degradaciones medio ambientales
En términos más precisos cuanto mayor sea su impacto ajeno, menos probable es que se extinga debido a la acumulación de problemas ecológicos y viceversa, cuanto menor sea su impacto ajeno, mayores son sus  probabilidades de extinguirse por ello.
Si pensamos al impacto ajeno de una civilización como un número real [4], entonces existe un mínimo impacto ajeno $M_2$ tal que toda civilización que tenga un nivel aún menor no logrará superar sus degradaciones medio ambientales y, por lo tanto, no logrará pasar el período inestable.
En términos más humanos, es muy fácil reconocer las bondades del altruismo para resolver nuestro déficit ecológico. Pero todos los ejemplos que se nos ocurren implican entrar en discusiones, y ese no es nuestro objetivo aquí.


5.   El mínimo altruismo necesario

Los monos no construyen ciudades. No pueden hacerlo porque la naturaleza aún no los hizo suficientemente inteligentes para aprender a cultivar, para manejar los excedentes agrícolas, para construir una choza perdurable, para moldear una vasija que atrape el agua en sus manos o para encender una hoguera que los caliente en invierno. Naturalmente, los monos son inteligentes, el problema es el tamaño de su inteligencia; no son lo suficientemente inteligentes. Si la inteligencia se midiera con un número, podríamos decir que existe una inteligencia de grado $x_0$ a partir de la cual las especies pueden construir aldeas  y que ninguna especie cuya inteligencia tenga un nivel inferior a $x_0$ puede construirlas aún.  En ese caso, el tamaño de la inteligencia sería un factor de selección.
Nosotros estamos haciendo algo parecido. La meta ya no es construir una aldea sino atravesar la inestabilidad típica y el atributo que necesitamos monitorear ya no es la inteligencia sino el altruismo. Afortunadamente la inestabilidad típica presenta problemas comunes, y la solución de cada uno de ellos requiere de un grado de altruismo típico.
Para poder sobrevivir a la tecnología nuclear es necesario que el altruismo de una especie tecnológica sea mayor que cierto valor al que llamamos $M_1$. Es necesario pero no suficiente. Podría ser el caso de que el altruismo de una especie sea mayor que $M_1$ y sin embargo la civilización se extinga por acción de una guerra masiva. Lo que decimos es que siempre se extinguirá si su valor de altruismo es menor que $M_1$. Lo mismo vale para resolver y luego evitar el déficit ecológico. Ahora es necesario que el altruismo de una especie tecnológica sea mayor que otro cierto valor al que llamamos $M_2$.
No sabemos si $M_1$ es menor o mayor que $M_2$, pero es obvio que el altruismo necesario para resolver ambos problemas debe superar ambos mínimos. Esto seguirá siendo cierto si agregamos otros mínimos valores de altruismo asociados a otros procesos no sustentables que aparecen durante la inestabilidad típica. Para atravesar la inestabilidad típica, el grado de altruismo de una civilización deberá superar a todos esos mínimos, esto es, deberá ser mayor que el máximo de esos mínimos. Si bien esto es cierto en todos los casos, solo nos falta evaluar un proceso más y un mínimo más asociado a él. Se trata del descontrol del trabajo en los modelos de organización. Hemos reservado este tema para la siguiente entrada.

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[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Ecuaci%C3%B3n_de_Price
[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/12/131217_navidad_ciencia_altruismo_teoria_matematicas_msd
[3] https://es.theglobaleconomy.com/rankings/happiness/
[4] https://civilizacionestecnologicasestables.blogspot.com/p/impacto-ajeno.html
[5] https://civilizacionestecnologicasestables.blogspot.com/2020/05/32-en-las-entranas-de-la-inestabilidad.html


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Licencia Creative Commons
4.2 Civilizaciones Altruistas (1) por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

lunes, 18 de mayo de 2020

3.2 En las entrañas de la inestabilidad típica

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  1. Un rombo de decisión
  2. La tecnología nuclear
  3. Alteraciones en el medio ambiente
  4. La agonía del trabajo
  5. Conclusiones




1.   Un rombo de decisión

En la entrada anterior dijimos que en la historia evolutiva de una civilización inteligente siempre existe una inestabilidad típica, un intervalo de tiempo breve e inestable durante el cuál la especie se adapta a sí misma, a su tecnología, a su tamaño, y logra perdurar en el tiempo.
En los diagramas de flujo dibujamos un rombo para representar una situación que se abre en dos alternativas (fig. 1). La inestabilidad típica es un rombo de decisión en la historia evolutiva de un mundo inteligente. Se trata de una decisión natural que está justo al inicio de una inteligencia perdurable. Todavía no hemos dicho si esas inteligencias pueden existir, si el rombo produce una salida por ese lado, si alguna civilización puede adaptarse a su propia tecnología; pero si pudiera hacerlo, entonces nuestro rombo se transforma en un censor cósmico que deja pasar unas civilizaciones y no deja pasar a otras; un factor de selección que sigue adelante con las inteligencias longevas y frecuentes y deja atrás a las efímeras. Una selección que regula y moldea de una forma natural la inteligencia en el universo. Antes de la inestabilidad, la vida es un fenómeno planetario, después de la inestabilidad, nace un nuevo actor capaz de moverse a voluntad de un astro a otro.
Si las civilizaciones tecnológicas estables existieran, estarían a la salida de un rombo como este, porque el rombo es típico y determina su nacimiento. El asunto es importante para nosotros porque todas las evidencias indican que justo ahora estamos dentro de uno de esos rombos.
4- Representación de un algoritmo con diagramas de flujo ...
Figura 1: Rombo de decisión

La inestabilidad típica no es una caótica mezcla de cosas sin sentido que ocurren apretadas en el tiempo. Algunos procesos se dan en un mundo y no se dan en otros; como la destrucción de la capa de ozono, que solo se puede operar en planetas con capas de ozono; pero existen procesos comunes a toda civilización capaz de acumular tecnología. Es importante conocer en detalle las situaciones comunes de esta inestabilidad porque son ellas las que construyen las características presentes en todas las estructuras tecnológicas estables que pueden existir.
La capacidad de resolver problemas utilizando dispositivos físicos implica entre otras cosas, una clase de conocimientos. Es posible que diversas especies de diferentes civilizaciones de distintos mundos aprendan a encender fuego de diferente manera, pero todas esas maneras pertenecen a la misma clase de soluciones, y si usted hace algo de todo eso, seguro que encenderá fuego.
Dos civilizaciones que dominan tecnología para realizar la misma cosa tienen la misma clase de conocimientos. Puede parecer extraño ya que dos especies inteligentes pueden incluso diferenciarse en el replicador molecular en que se sustenta su química biológica, pero si ambas encienden fuego, entonces dominan la misma clase de conocimiento.
Las especies que acumulan tecnología comienzan a parecerse conforme sus tecnologías logran las mismas cosas. Si las dos son capaces de viajar por el espacio, entonces se parecen en que ambas conocen las leyes que dominan el movimiento; ambas conocen la inercia o el principio de acción y reacción o la constante de la gravitación universal. El universo es único y sus leyes son comunes a todas las civilizaciones. Las civilizaciones son similares porque existe un universo único que cataliza la similitud.


2.   La tecnología nuclear
Medios 
Dos civilizaciones que desembocan en la inestabilidad típica tienen el mismo tipo de problemas porque ambas sufren un incremento desmedido de su población y su tecnología. Uno de estos problemas es el derivado del uso de la energía. Cuando una civilización se independiza de la vulgar tracción a sangre, las posibilidades se multiplican, y las soluciones tecnológicas se disparan. Pero también se dispara el consumo de energía.
La humanidad ha desarrollado varias formas de obtener energía, aunque la utilización de combustibles fósiles se ha transformado en la fuente principal [1]. Existen muchos procesos naturales y cada uno de ellos invita a un proceso de extracción. Podemos producir energía fósil, solar, hidráulica, mareológica, eólica, biológica o nuclear. Para resolver el problema de la energía, todas las civilizaciones tienen abierto el mismo menú, y lo que condiciona el uso mayoritario de una u otra opción es el medio ambiente de cada mundo. Algunos mundos tienen mucho viento y pocos carburantes, otros tienen mucha luz y poco viento. El medio ambiente es quien gobierna la selección; pero siempre habrá una selección porque siempre existirá el mismo problema para resolver.
A nosotros nos interesa ver de qué modo irrumpe la energía nuclear en una civilización tecnológica y si aparece antes, durante o después de la inestabilidad típica.
Muchos de los desarrollos tecnológicos que imaginamos ya durante la fase estable resultan impensados sin la tecnología nuclear. Es imposible, por ejemplo, que una especie pueda conquistar el espacio sin conocer esta tecnología. Pero mucho más aún, una civilización no puede adaptarse a su tecnología de manera completa si no sabe arrancar energía de los núcleos, porque si se hubiese adaptado, se desadaptará cuando la aprenda. La tecnología nuclear no puede desarrollarse después de la inestabilidad típica. Tampoco puede desarrollarse antes porque si una civilización sabe cómo extraer energía de los núcleos, entonces ya es capaz de alterar algunos parámetros globales de su mundo.
El control de la energía nuclear es una capacidad que toda civilización desarrolla durante la inestabilidad típica, ni antes ni después. Resulta de la previa acumulación de tecnología y se edifica so pretexto de mitigar las necesidades de consumo de energía de su creciente población. Pero su posible uso bélico resulta sumamente peligroso, porque funda el momento donde la supervivencia o extinción de una civilización deja de estar al arbitrio de la madre naturaleza y comienza a estar en manos de la especie inteligente. Una civilización con tecnología nuclear puede suicidarse presionando botones. Una civilización sin tecnología nuclear, no puede hacerlo. Es una pequeña diferencia que hace una enorme diferencia.
Si una especie marcha hacia una conflagración global, el uso bélico de la energía nuclear resultaría sumamente peligroso porque la especie podría extinguirse en ese caso. Y las probabilidades de enfrentamientos aumentan durante la inestabilidad típica. Para que una especie se extinga como consecuencia de una conflagración nuclear global, es preciso que su especie atraviese una sucesión temporal de estados que definirán su progresivo acercamiento a esta situación de colapso. Una descripción de esos estados podría ser la siguiente:

  1. Aparece la tecnología nuclear
  2. Se fabrica la primer arma nuclear
  3. Se fabrican armas nucleares en cantidad suficiente para provocar la extinción de la especie
  4. Estalla una guerra nuclear masiva
  5. La especie inteligente se extingue como consecuencia de  una guerra nuclear masiva

Recordemos que $P_{ex}(t)$ es la probabilidad de que una especie se extinga en las 5 generaciones siguientes a $t$.
Como hemos dicho ya, el estado 1 de esta lista siempre ocurre durante la inestabilidad típica y el estado 5 se corresponde por definición, a un 100% de probabilidades de extinción de la especie inteligente durante las 5 generaciones siguientes a $t$.
Si una especie se extingue como consecuencia de una guerra nuclear masiva (estado 5) entonces antes debe estallar una guerra nuclear masiva (estado 4) y antes se deben fabricar armas nucleares en cantidad suficiente para provocar la extinción de la especie (estado 3). Pero antes debe fabricarse un arma nuclear por primera vez (estado 2) y aún antes debe saberse cómo hacerlo (estado 1). Cada estado implica la preexistencia de toda secuencia anterior. En particular, el último estado implica la preexistencia de toda la lista. Estudiar la posibilidad de que una especie inteligente se extinga como resultado de una conflagración nuclear es equivalente a revisar la posibilidad de que atraviese toda la secuencia de estados de 1 a 5.
Si $t_1$, $t_2$, $t_3$, $t_4$ y $t_5$ representan los instantes en que aparecen los estados 1, 2, 3, 4 y 5 de la lista, entonces, a igualdad de los demás factores,

$$P_{ex}(t_1)<P_{ex}(t_2)<P_{ex}(t_3)<P_{ex}(t_4)<P_{ex}(t_5)=1$$

En la sucesión de estados de 1 a 5 se opera un progresivo acercamiento a la extinción de la especie inteligente, de modo que la probabilidad de que una especie se extinga durante las siguientes 5 generaciones es tanto mayor cuanto más cerca estemos del estado 5.
El estado 1 es un momento crucial en la historia evolutiva de una civilización tecnológica porque en él se configura la posibilidad de que la especie se extinga como consecuencia de una conflagración nuclear. En el instante $t_1$ la probabilidad de extinción da un salto hacia arriba. Una especie que aprende a extraer la energía de los átomos tiene más posibilidades de extinguirse que inmediatamente antes de aprenderlo. Salvo casos muy excepcionales [2], la liberación de energía nuclear no es un elemento propio de la naturaleza de un astro frío, de manera que este logro significa la incorporación a la biosfera de un fenómeno sumamente energético y potencialmente peligroso que debe modificar drásticamente los valores del  indicador.
Una civilización podría alcanzar el estado 1 y no alcanzar jamás el estado 2 o bien porque la especie se extingue antes por otros factores; o bien porque sufre un retroceso evolutivo y pierde la capacidad nuclear; o bien porque logra atravesar la inestabilidad típica sin fabricar jamás un arma nuclear. Finalmente podría ocurrir que la especie construya su primer arma nuclear avanzando hacia el estado 2.
A partir de aquí, todos los estados son inestables. El estado 2 es inestable porque quien ha fabricado un arma nuclear, o bien la destruye o bien construye muchas. Sin embargo, ambas alternativas son asimétricas; es mucho más probable que la civilización construya muchas armas a que destruya la que construyó, porque la inercia que la impulsó a fabricar un arma, la llevará a fabricar muchas.
Una civilización en estado 3 es una civilización en "alerta roja". Ha construido suficientes armas para ocasionar su propia extinción. Es un niño con un revólver cargado apuntándole a su sien y con el dedo en el gatillo. Su situación es sumamente inestable y sus posibilidades de extinción son ahora muy altas.
Por último, si en una civilización estalla una guerra nuclear masiva, las alternativas de que sobreviva son prácticamente nulas. Una guerra tal sería tan breve que casi no habría posibilidad de detenerse a tiempo. Todo lo que sucedería ya estaría determinado en el estado anterior. 
Probablemente nuestra civilización se encuentre en el estado 3, ha creado suficientes armas para destruirse. Su situación es sumamente crítica. Ya hemos dicho todo esto, pero es necesario repetirlo porque aún no hemos aprendido la lección. Alguien cree que las armas son solo persuasivas. Alguien cree que los muertos no serán tantos. Alguien cree que puede ganar la guerra. Alguien cree que la civilización no está en peligro. Se yergue ante nosotros un futuro repleto de armas ensiladas e ingenuos creyentes.
En resumen, toda civilización tecnológica desarrollará la capacidad nuclear en algún momento de la inestabilidad típica. La tecnología necesaria para dominar la energía del átomo es una de las cosas que tienen en común todas las civilizaciones que atraviesan el período crítico.
Adaptarse a la tecnología nuclear significa poder convivir con la capacidad de extraer energía de los átomos sin ser un riesgo para sí misma.

3.   Alteraciones en el medio ambiente
Cuando una civilización ingresa en la inestabilidad típica ya está alterando el mundo en el que vive. Este hecho es verdadero por definición y no depende de la naturaleza de la civilización de la que hablemos. Pueden tratarse de grandes planetas rocosos o de pequeños satélites como la Luna; mundos con grandes océanos o sin más agua que el rocío; especies terrestres o acuáticas, que viven en la superficie o en lo profundo, utilizando el brillo de su estrella o la energía calórica del centro. Una especie organizada en muchos países o varias especies inteligentes formando un solo gran país. Distintas civilizaciones impactarán de diferente manera en diferentes mundos, pero absolutamente todas alterarán el desenvolvimiento de la naturaleza cuando ingresen en la fase crítica.

La relación física entre los individuos de una especie inteligente y su mundo, siempre tiene dos canales: La demanda de recursos y la generación de residuos. Los recursos pueden ser bienes, como el alimento, la ropa o el agua, donde se incluye un objeto físico; o servicios, como cuando tomamos un tren, contratamos un servicio de cable o un seguro médico. También puede ser un híbrido entre bienes y servicios, como una cantina o un hotel. Los ejemplos son muy humanos, pero el caso general que imaginamos no varía con la especie inteligente.
Para producir un bien o un servicio, se debe poner en marcha un proceso cuyos elementos son comunes a cualquier civilización:

  1. Un conjunto de elementos de entrada, como energía, recursos humanos (individuos inteligentes en general), herramientas, materiales, etc.
  2. Un proceso o flujo de transformaciones entre los elementos de entrada orientado a la obtención de un producto.
  3. Un producto, bien o servicio.
  4. Un conjunto de residuos generados durante el proceso.
Si además el producto es un bien, se transformará en un residuo al final de su vida útil y habrá que agregar este residuo al final de la lista. Cualquier civilización que imaginemos debe recorrer este camino. Puede estudiar el mercado, diseñar el producto, hacer una prueba piloto, implementar tales o cuales técnicas de producción o no hacer nada de lo anterior; pero siempre habrá una entrada, un proceso, un producto y un residuo.
Es de esperar que durante el período pretecnológico, la especie inteligente ponga en práctica procesos productivos sin atender la capacidad del ecosistema de proveer los materiales y digerir los residuos. Las actividades productivas todavía resultan insignificantes frente a la envergadura del ecosistema. Es como talar un árbol para construir una choza en medio de la inmensidad.
Sin embargo, a medida que la civilización crece en número de individuos y desarrollo tecnológico, esta situación comienza a revertirse mostrando su naturaleza problemática; primero bajo la forma de degradaciones regionales y luego generando procesos degradantes globales. Cuando la degradación ambiental se globaliza, la civilización ingresa en la inestabilidad típica. 
Esto desnuda otro patrón común:
Toda civilización tecnológica deberá afrontar durante la inestabilidad típica la degradación global de algunos aspectos de su ecosistema debida a la generalización de procesos habituales asociadas a la utilización de dispositivos tecnológicos.
Probablemente, el ingreso de las civilizaciones inteligentes al período crítico no lo constituye el advenimiento del arsenal nuclear ni un gran desorden económico sino la progresiva degradación medioambiental que resulta como consecuencia de la acumulación de procesos durante la inestabilidad esencial.
Cualquier civilización tecnológica estable que haya atravesado la inestabilidad típica hace mucho tiempo, debería haber resuelto ya estos problemas. Pero del mismo modo como los problemas son típicos, las soluciones también lo son. Para que un proceso productivo sea sustentable existen dos preceptos que toda civilización debe seguir:
  • El ecosistema debe ser capaz de renovar los materiales de entrada a un ritmo mayor que su utilización.
  • El ecosistema debe ser capaz de regenerar los residuos del proceso o la deposición final del producto a un ritmo mayor que su generación.
Si un proceso productivo no cumple con el primer precepto no podrá realizarse indefinidamente. Se tornará inviable cuando se agote algún material de entrada.
Si un proceso productivo no cumple con el segundo precepto, no podrá realizarse indefinidamente porque los residuos que violen el precepto originarán una saturación crítica en el medio ambiente.
Estas dos razones son generales y, por lo tanto, válidas para toda civilización que imaginemos
Un  proceso productivo sólo puede ser sustentable cuando cumple con las dos condiciones enunciadas, y una civilización tecnológica sólo podrá ser estable cuando todos sus procesos productivos sean sustentables. Si bien existen formas rebuscadas de violación a estas dos condiciones que de todos modos cumplen con la sustentabilidad ecológica a largo plazo, ninguna puede intentarse conscientemente dentro de la inestabilidad típica, cuando todavía no se controlan las alternativas ortodoxas.
En la Tierra, por ejemplo, la producción de energía termoeléctrica viola el segundo punto, porque genera como residuo emisiones de CO2 que la naturaleza no logra absorber completamente. El CO2 es un gas de efecto invernadero que se acumula en la atmósfera y modifica su composición química de una manera continua, participando del calentamiento planetario.

Cuando un proceso ocurre de manera continua hasta atentar contra  la sustentabilidad del ecosistema, la civilización deberá tomarse un tiempo para reconocer la degradación, detectar las causas y evaluar su impacto. Durante este tiempo, la civilización toma conciencia de que debe actuar. Pero la duración de la toma de conciencia es un factor crítico. Todo proceso de degradación ofrece una ventana temporal característica, que comienza cuando la civilización toma conciencia del problema, dura mientras aún es posible retrotraerlo a su situación anterior y se cierra cuando los parámetros desbordados entran en relación sistémica con otros aspectos de la biósfera y ya no será posible revertir la situación y evitar su impacto negativo. 
Dado un proceso degradante, nada le asegura a una civilización que la duración de su toma de conciencia sea menor que la ventana característica de dicho proceso. Podría ser que la civilización tome conciencia del problema cuando ya no tiene chances de resolverlo. El tiempo para detectar y resolver un proceso degradante depende, como mínimo, del conocimiento científico y de las posibilidades tecnológicas. En cambio la duración de una ventana característica depende de la naturaleza del fenómeno, su interacción con otros elementos del sistema natural y la intensidad de las prácticas degradantes. Los factores que intervienen en la duración de la toma de conciencia son independientes de los que determinan la duración de una ventana característica. Es posible que en algunas civilizaciones se presenten procesos de degradación global tales que sus ventanas características se cierren antes de que la civilización haya tenido tiempo de tomar conciencia del asunto.
Una vez alcanzada la toma de conciencia de un proceso degradante, la civilización deberá diseñar, acordar e implementar un programa de solución antes que la ventana característica se cierre. Pero acordar un programa puede ser un proceso sumamente traumático para una civilización. Lo es para nosotros.
También es de esperar que las prácticas más degradantes sean las más difundidas, las más frecuentes, las más generalizadas y, posiblemente también, las más básicas, aquellas sobre las que se apoyan muchos otros procesos productivos. El mal a erradicar podría haber quedado enquistado en una compleja red que comprenda a buena parte de las actividades productivas de la civilización. En estos casos, el remedio podría parecer peor que la enfermedad, y remover el proceso podría parecer más catastrófico que las consecuencias de no hacerlo. Pero los pareceres se acaban cuando se enciende la realidad: ningún proceso degradante es sustentable. 
El comportamiento de nuestra civilización a la hora de diseñar, acordar e implementar un programa que mitigue el cambio climático global, encaja con el tipo de encrucijada que hemos descrito recién, y parece razonable suponer que este tipo de problemas podría ser bastante común entre las civilizaciones que deben atravesar la inestabilidad típica, porque su causa, aquello de que las actividades más degradantes suelen ser las más difundidas y enquistadas, puede ser una manera típica de emergencia de los procesos de degradación.
Pero existe todavía una complicación más. Cuando una civilización ingresa en el período inestable, toda su estructura productiva impacta más o menos al mismo tiempo sobre el medio ambiente. El crecimiento de su población y su tecnología enciende todos los problemas a la vez. Incontables procesos degradantes hacen su aparición uno tras otro, precipitadamente. Todos ellos latían en estado embrionario durante la fase pretecnológica, cuando nadie los veía. Pero ahora, un repentino sol de primavera ha madurado esos tallos y todo el bosque florece desenfrenadamente. La civilización se choca de frente con su ecosistema. Una legión de ventanas características de procesos degradantes se abren casi al mismo tiempo; todas reclaman una rápida acción y amenazan con cerrarse. A la biosfera se le presenta súbitamente un nuevo actor: La civilización tecnológica. Antes no estaba allí y su aparición no sigue la tradición de los lentos cambios geológicos.
En resumen, las degradaciones medioambientales son otro de los factores comunes que se presentan durante la inestabilidad típica. Muchas de sus características son también típicas; se generan durante los procesos productivos como resultado de la acumulación de residuos o la sobreexplotación del ambiente. El tiempo para actuar y resolverlas está acotado por las mismas razones en todas partes: todo debe resolverse antes de que las ventanas se cierren. Las degradaciones aparecen todas a la vez y las más frecuentes son las más básicas. Estas cosas ocurren en todas las civilizaciones que ingresan a la inestabilidad típica y por lo tanto son comunes a todas ellas.


4.   La agonía del trabajo

Cualquier especie inteligente que imaginemos está formada por individuos que comen, beben, se visten, se abrigan del frío y aprenden del entorno entre muchas otras cosas. Todas necesitan, entonces, de un modelo de distribución que organice el reparto de las cosas entre la población.
En todas las especies que acumulan tecnología, los individuos participan del juego económico de dos modos a la vez: como productores de bienes y servicios y como consumidores de los mismos. Es necesario que produzcan para poder consumir lo que produjeron. Pero la relación no es simétrica, la naturaleza los obliga al consumo, no a la producción. Los pájaros no producen y los gorilas tampoco. Consumir es natural, producir es tecnológico. Las especies con tecnología producen porque con ello logran aumentar la esperanza de vida. Una especie que produce se aleja del consumo natural de bienes, por un lado, e incorpora el consumo de servicios por el otro. La naturaleza no nos proporciona una bolsa de carbón, un kilo de harina, un libro, un vestido, un automóvil o un ordenador. Alguien tuvo que producir esos bienes para el resto. Cuando los individuos adquieren estos bienes, mejoran su supervivencia y bienestar; pueden consumir todo sin tener que producir más que una cosa.
En todas las civilizaciones inteligentes los individuos se relacionarán con su medio de este modo. Los seres humanos asignamos un valor a los bienes y servicios y otro valor a las horas trabajadas de modo que las personas puedan intercambiar esas horas trabajadas por esos bienes producidos. Una forma ordenada de hacerlo es el dinero como representante del valor de los productos y las horas trabajadas. Pero no importa cómo lo hagamos nosotros; en las civilizaciones tecnológicas los modelos económicos deberían encargarse de institucionalizar la relación entre los individuos dada su función como trabajadores y consumidores.
Las civilizaciones inteligentes acumulan tecnología hasta que la misma les permite introducir modificaciones en su medio ambiente global. En ese momento, y por definición, ingresan en la inestabilidad típica. Pero el proceso típico que deseamos relatar comienza mucho antes porque la acumulación de tecnología comienza con la propia especie.

Mientras aumenta la capacidad tecnológica, aumentan las cosas que esa tecnología puede hacer. Los individuos se nutren de objetos que resuelven problemas y la supervivencia se torna más sencilla. Pero ese incremento tecnológico se opera también dentro de los procesos que producen esas cosas. Al clavo y el martillo le siguen el tornillo y el destornillador, la cizalla, el torno, la máquina de vapor, la electricidad, los motores y los circuitos. Más tecnología es mayor capacidad productiva, mayor cantidad, mayor calidad y menores costos. Pero tarde o temprano, las máquinas terminan haciendo parte del trabajo que hacían los individuos de la especie inteligente. Los dispositivos tecnológicos irrumpen en el mercado laboral y el desplazamiento de los individuos comienza.
La tecnología reemplaza a los actividades de los individuos dentro de los procesos cuando ocurren dos cosas: 
  • La actividad laboral es reemplazable y 
  • El costo disminuye después del reemplazo. 
Es importante señalar que esto ocurrirá siempre que nos encontremos con un proceso de acumulación de tecnología. El reemplazo es típico, se operará en cualquier civilización que acumule tecnología.
Empecemos por el final. En el segundo caso hablamos de una disminución del costo de producción luego del reemplazo. Sería maravilloso que la reducción del costo económico de un proceso fuera equivalente a un incremento de la eficiencia ecológica de dicha actividad porque ello significa hacer lo mismo utilizando menos recursos, que el mundo se gaste menos con la misma actividad. Pero cuando una civilización ingresa en el período inestable, la eficiencia ecológica no representa un problema porque siempre se ha concebido al mundo como una cosa incalculablemente grande. La tecnología busca reducir los costos económicos sin importar cuán eficiente o ineficiente sea desde el punto de vista ecológico.
Sin embargo, la inestabilidad típica progresa, las alteraciones naturales se acumulan y el déficit ecológico aparece cuando la especie inteligente gasta más mundo del que tiene y la civilización se torna perecedera. Cuando el déficit se hace visible, la civilización debe actuar para adaptarse. En este punto estamos nosotros, haciendo visible el déficit ecológico, creando conciencia de su existencia como requisito previo a la acción. Pero esta acción es también típica. Toda especie inteligente deberá volver ecológicamente eficientes aquellos procesos que solo eran baratos. La reducción de costos debe transformarse en una mejora de la eficiencia ecológica. Si los combustibles fósiles permiten crear energía barata pero sucia y el viento permite fabricar energía limpia pero cara, el sistema debe preferir al viento porque el déficit ecológico no es sustentable. Los desarrollos tecnológicos para la reducción de costos deben transformarse en desarrollo tecnológico para la mejora de eficiencia. Esa transformación es lisa y llanamente un cambio en los recursos asignados para el desarrollo. Antes se invertía para financiar mejoras en el costo y ahora deben invertirse para mejorar la eficiencia ecológica porque la civilización es deficitaria. El modelo económico, que antes no permitía esta transición de recursos ahora debe incentivarla.
Si la tecnología se utiliza para mejorar la eficiencia ecológica de los procesos independientemente de su costo, la civilización tiene más chances de ser estable y perdurar. Para esto es absolutamente necesario mostrar el déficit ecológico; gritarlo si fuera necesario. Para que una civilización sea viable, es imprescindible mostrar primero las evidencias de su inviabilidad.
Respecto al primer punto, las actividades laborales son más reemplazables conforme aumenta la tecnología. Es difícil decir cuáles competencias individuales no serán reemplazables jamás porque no sabemos hasta dónde llegará el desarrollo tecnológico de una especie inteligente; pero sí sabemos que en nuestro mundo, el reemplazo tecnológico fue variando con el tiempo. En los últimos 250 años, la masa laboral se movió del agro a la industria y luego de la industria a los servicios conforme la tecnología reemplazaba por dispositivos tecnológicos a nuestros músculos, primero, y a nuestra rutina, después. Cada modificación en el mercado laboral significó un cambio abrupto en las sociedades y el aumento en la velocidad del desarrollo tecnológico implicó un aumento en el ritmo de variación de esos cambios.
En la actualidad, la "internet de las cosas" (IOT) promete conectar cualquier objeto en una red inteligente de modo que es perfectamente posible programar su operación o controlarla desde cualquier punto; la inteligencia artificial (IA) avanza día a día aprendiendo a programarse mejor a partir de los datos e invadiendo ya los procesos productivos y nuestra vida doméstica; los océanos de datos (big data) se están domando rápidamente mediante la minería de datos; la computación cuántica está dando pasos agigantados en su pugna por la supremacía y tanto la nanotecnología como la biotecnología están transformando nuestra forma de hacer las cosas y entender a la naturaleza. La Cuarta Revolución Industrial [3] es la integración de todas estas tecnologías. Muchas cabezas están pensando como desarrollarla y muchas realidades comienzan a ponerse en marcha. Sin embargo, una de las cosas que se plantean es la naturaleza y el destino del trabajo.
Si bien los fenómenos narrados son propios de la Tierra, todo esto es típico. Una civilización que acumule tecnología desarrollará inteligencia artificial o biotecnología, por ejemplo, o bien se extinguirá antes. No hay tercera opción.
La tecnología interviene en el mercado laboral de dos formas opuestas: Destruyendo puestos de trabajo mediante el recambio tecnológico y generando puestos nuevos al abrir nuevos nichos y permitir desarrollos inéditos. Nadie demostró hasta ahora que las horas creadas sean más o menos las mismas que las destruidas. Pero el asunto es bastante más complicado que esto. No basta con contar las horas trabajadas; es necesario evaluar las competencias requeridas y ofrecidas.
En nuestro mundo, la Cuarta Revolución Industrial  representa la destrucción de muchos puestos de trabajo existentes y en una proporción igual o mayor, la perspectiva de una nueva demanda laboral. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol, porque el recambio ha existido siempre. El problema es la velocidad de cambio. Este trabajo nuevo, creado por la Cuarta Revolución Industrial , implica competencias y capacidades para las que no hay oferta, porque algunas tareas requeridas no se han hecho nunca y otras solo pueden ser realizadas por muy poca gente. No se trata de una deriva generacional, como lo fueron las anteriores transiciones; la generación de nuevo empleo tecnológico no es una solución a la destrucción de empleo que la propia tecnología genera, porque nadie está invirtiendo para recapacitar a los  individuos que están quedando sin empleo y no existe una presión natural para hacerlo. Pero además, porque la capacidad de aprendizaje de las personas disminuye con la edad. El problema es aún peor si el nuevo aprendizaje para cubrir esos puestos generados quedara obsoleto dentro de 15 o 20 años porque otra andanada tecnológica irrumpe sobre el mercado laboral.[4]
En general, tenemos un problema evidente. Durante la inestabilidad típica todas las civilizaciones acumulan tecnología inaugurando un proceso de recambio tecnológico. Ese recambio siempre consiste en la destrucción de empleo viejo y creación de empleo nuevo. Cuando el ritmo de reemplazo es mayor que la capacidad de la sociedad de adaptarse a él, la creación de empleo tecnológico deja de ser una solución para la destrucción operada por la misma tecnología. Los individuos desempleados no se pueden recapacitar a tiempo y los nuevos jóvenes talentos corren el riesgo de tornarse obsoletos en menos de una generación. Esto es un problema para los modelos económicos porque el trabajo y el consumo son las dos modalidades de relación entre los individuos y el entorno. Un modelo no funciona si se desordena el trabajo.
Durante la inestabilidad típica, las civilizaciones inteligentes sufren un desorden en el mercado laboral que pone en riesgo a sus modelos económicos. Esto ocurre porque la tecnología crece a un ritmo vertiginoso y los sistemas de producción y distribución no pueden adaptarse a esta velocidad de cambio.
Nosotros no sabemos si esos modelos se adaptan y sobreviven o si son reemplazados por otros. Solo sabemos que un proceso de acumulación de tecnología desordena considerablemente el mercado laboral acelerando la velocidad de recambio hasta límites que cancelan toda posibilidad de adaptación.


5.   Conclusiones

Todas las civilizaciones inteligentes que acumulan tecnología atravesaron, atraviesan o atravesarán un período crítico durante su existencia, que se inicia cuando la tecnología les permite alterar globalmente a su medio ambiente y finaliza cuando se extinguen o bien cuando se adaptan a su propia tecnología y a su propio tamaño.
Durante ese período inestable típico, algunas de las cosas que suceden son también comunes. Aquí hemos revisado tres de ellas:
  • Aprendizaje para extraer energía de los núcleos atómicos
  • Degradación global del medio ambiente
  • Desorganización de partes vitales de los modelos económicos.
Seguramente, durante la inestabilidad típica ocurren más sucesos comunes a todas las civilizaciones, pero estos son fáciles de argumentar como consecuencia de un proceso de acumulación de tecnología.
Encontrar problemas comunes a todas las civilizaciones inteligentes es un punto de partida para estudiar cómo deberían ser las especies que los atraviesan con éxito y para ver si el universo es capaz de construir esas especies.
Si los individuos necesarios son posibles, entonces tendrá sentido buscarlos. Una especie capaz de atravesar la inestabilidad típica conforma una civilización tecnológica estable. Una entidad inteligente tan perdurable que puede cambiar para siempre nuestra concepción del universo.
Pero antes debemos descubrir cómo son los individuos necesarios para atravesar el período inestable.
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[1] https://datos.bancomundial.org/indicator/EG.USE.COMM.FO.ZS
[2] https://www.xatakaciencia.com/fisica/bienvenidos-al-unico-reactor-de-fision-nuclear-natural-que-se-conoce-en-el-mundo
[3] Video original en ingles (subtitulado al español): https://www.youtube.com/watch?v=-OiaE6l8ysg
[4] http://www3.weforum.org/docs/WEF_Future_of_Jobs_2018.pdf


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3.2 En las Entrañas de la Inestabilidad Típica por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.