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sábado, 9 de mayo de 2020

2.2 Tecnología, confort y extinción

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1.   La extinción de una civilización
Imaginemos que un meteorito grande impacta contra la Tierra justo ahora. Los incendios que provoca su impacto llenan de humo la atmósfera del planeta impidiendo el paso del Sol durante unos años. La temperatura baja, el agua se congela, la gente se muere progresivamente. Cuando el clima se recupera, la población mundial ha disminuido tanto que ya no alcanza para mantener Internet, ya se han muerto los que sabían fabricar celulares o aviones. Pronto morirán los constructores de automóviles y los fabricantes de electricidad. Han quedado pocos con el conocimiento suficiente y deben ocuparse de sobrevivir y de ninguna otra cosa. Unos grupos subsisten en pequeños pueblos, otros, en las ruinas de las grandes ciudades y la mayoría están dispersos en las selvas, en estado salvaje. La civilización transita un proceso que nunca antes había vivido: su “desculturización”. En vez de haber más cultura, en el futuro habrá menos. El conocimiento se irá muriendo conforme mueran los que van quedando. Y los que nazcan sabrán menos. La hecatombe no ha extinguido a los humanos, pero sí a su civilización. Ya no hay tecnología para el sedentarismo. En 200 años no quedará nada más que grupos nómades y una cultura que quizás siquiera sepa escribir.
Así podría ser el fin de nuestra civilización, sin implicar el fin de nuestra propia especie. Naturalmente, si nuestra especie se extinguiera, también se extinguiría la civilización. Lo mismo ocurriría si se extinguiera la vida multicelular, las células eucariotas o toda la vida en la Tierra. Pero cuando nos preguntamos por la longevidad de nuestro mundo nos referimos a la longevidad de nuestra civilización y no de nuestra especie o de la vida en la Tierra. No nos referimos tampoco a un proceso local, ocurrido en tal o cual parte, como la extinción de los Mayas o los Sumerios, sino a una situación global caracterizada por una drástica reducción de la población y su conocimiento. Se trata de un fenómeno breve, intenso y global.
La civilización es la conjunción del ser humano y su cultura. Como la cultura humana depende entre otras cosas de la cantidad de gente, una reducción drástica de la población implicará una reducción drástica de nuestra cultura. Para contar con una definición simple que se pueda aplicar tanto en el presente como en el pasado, diremos que una civilización se extingue en el instante t0 cuando la población de su especie se reduce al menos en un 90% durante el siglo siguiente a t0Estamos dando por supuesto que una drástica reducción de la población implica una gran disminución de su cultura. No importa si nos referimos a un instante hace 5.000 años o al momento actual; cuando mencionemos la extinción de una civilización en el instante t0, ahora o en el pasado, estaremos hablando de un intervalo de 100 años posteriores a t0  donde se opera una reducción de al menos el 90% de la población, y de ninguna otra cosa. Esto nos servirá para tener una precisión mental y no mucho más. Si allí donde dice 90% dijera 80%, no podríamos establecer la diferencia.

2.   Tecnología implica confort y extinción
La extinción de una civilización es una cosa mala porque consume mucho tiempo evolutivo y borra mucha información. Si nuestra civilización se extinguiera, ya no habría datos digitalizados y buena parte de la información que está en los libros resultaría aniquilada para siempre. Muchas de nuestras capacidades tecnológicas quedarían en el camino y la información genética de muchas especies extintas ya no estaría disponible. Si nuestra propia especie se extinguiera, el caso sería aún peor: El universo habría trabajado durante 3800 millones de años para construir en nuestro ADN la información de una especie capaz de crear una civilización con cultura y tecnología sólo para destruirla en un ratito.
Nada debería estar primero que evitar la extinción de nuestra civilización. Pero ¿la estamos evitando realmente?
La tecnología impacta de dos formas contrarias en nuestra civilización: el confort de los hombres y las probabilidades de extinción. Por un lado existen muchos indicadores humanos que han mejorado. El número de población se ha incrementado, nuestra esperanza de vida ha mejorado, hay más partos exitosos, hay más mujeres que sobreviven al parto, la producción de alimentos se incrementó en número y eficiencia,  nuestra calidad de vida ha mejorado, la pobreza ha disminuido. Muchos indicadores que definen nuestro estándar de vida promedio han mejorado como nunca lo habían hecho en el pasado. Una persona que tiene agua caliente, automóvil y computadora vive mejor que un rey del medioevo.
Pero la tecnología también puede variar nuestras posibilidades de sobrevivir o extinguirnos. Se mencionan muchas causas posibles. Se dice que nuestra civilización está consumiendo más de lo que puede reponer o ensuciando más de lo que puede limpiar, que somos muchos y que nuestras prácticas ya se están chocando contra el planeta, que es nuestro único hogar.
Tenemos entonces dos visiones distintas: mejora o extinción. Pero ¿cuál es el impacto real de la tecnología sobre nuestra civilización?
No existen muchas dudas de que la tecnología incrementa nuestro confort; pero después de un análisis muy simple, llegamos a una conclusión muy grave: 

Nuestras posibilidades de extinguirnos son ahora mayores que antes, y las razones son tecnológicas.

Algunas personas nos tildan de catastrofistas o agoreros por hacer también la segunda mitad de la cuenta. Si todo está tan bien ¿cómo puede ser que nos estemos extinguiendo? Pero una cosa no implica la negación de la otra. Podemos tener cada vez más confort y sin embargo aumentar nuestras posibilidades de extinguirnos. Un  gran meteorito podría estar dirigiéndose hacia la próspera Tierra para acabar con todos nosotros.
La razón por la cual afirmamos que nuestra probabilidad de extinción es ahora mayor que en el pasado se debe únicamente a que esto es cierto y muy fácil de probar.
Hay varias causas que podrían llevar a nuestra extinción en la actualidad, pero todas ellas se agrupan en dos tipos: causas naturales y causas tecnológicas.  Un gran impacto meteorítico es una causa natural y una conflagración bélica con armas de destrucción masiva, es una causa tecnológica. En principio, hay una probabilidad [1] de que nos extingamos por causas naturales (Pnatural) y una probabilidad de que lo hagamos por causas tecnológicas (Ptecno). Si esas causas son independientes, la probabilidad total de que nos extingamos en la actualidad (Phoy) es la suma de las dos probabilidades.

(1)  Phoy = Pnatural + Ptecno

Para comparar esta probabilidad actual de extinguirnos con la probabilidad anterior (Panterior), debemos precisar a qué período de nuestro pasado nos estamos refiriendo. ¿Panterior era nuestra probabilidad de extinción hace 2.000 años, hace 20.000 ó 200.000? Realmente unos miles de años atrás estará bien; entre 1.000 y 10.000, tal vez más, no importa mucho, porque solo necesitamos un pasado donde el ser humano ya estuviera distribuido en los cinco continentes.
Es claro que en el pasado sólo teníamos probabilidades de extinguirnos por causas naturales porque no habíamos desarrollado la tecnología suficiente para generar una catástrofe tan grande. Pero las causas por las cuales se podía extinguir nuestro mundo en el pasado (Panterior) son las causas naturales (Pnatatural ) por las que se podría extinguir en el presente.
Hace 66 millones de años cayó un meteorito enorme, de unos 10 km de diámetro en la península de Yucatán y extinguió a muchas especies incluyendo a la mayoría de los dinosaurios. Del mismo modo podría caer un gran meteorito ahora reduciendo a la población en un 90% o más.  Pero la probabilidad de impacto de semejante meteorito es prácticamente la misma ahora que antes.
Algunos especialistas afirman que una enorme erupción del volcán Toba [2], en Indonesia, causó una drástica reducción del número de población humana hace 75.000 años. El pasado de la Tierra está plagado de erupciones que causaron grandes extinciones de diversas especies. Si una erupción de este tipo ocurriera en la actualidad, cubriría la atmósfera de cenizas induciendo una reducción de varios grados en la temperatura media, durante varios meses. Este evento también produciría una drástica reducción de la población pero al igual que antes, las probabilidades son muy bajas y prácticamente son las mismas ahora que antes.
Hace 2,6 millones de años, la explosión de una supernova cercana [3] bañó la Tierra  de radiación produciendo la extinción de muchas especies. Las explosiones de supernovas son parte de la evolución estelar y solo se presentan en estrellas algo más masivas que el Sol. Este tipo de explosiones produce grandes cantidades de radiación. Si la explosión es cercana, digamos, unas cuantas decenas de años luz de distancia, esa radiación puede generar una extinción aquí en la Tierra. Sin embargo, y a diferencia de un gran meteorito o una erupción como la del Toba, se puede predecir con bastante precisión qué estrellas están próximas a estallar. Hoy sabemos que esa no será una causa de extinción en la actualidad ni lo ha sido unos miles de años atrás.
Obviamente existen muchas causas naturales de muerte para los seres humanos, pero solo un gran impacto meteorítico o un evento sísmico enorme serían capaces de causar nuestra extinción ahora o hace unos miles de años. Ninguna otra causa de muerte podría estar presente en los dos instantes y tener un impacto global.
Si las causas naturales son las mismas ahora que antes y las probabilidades de cada causa son las mismas, entonces la probabilidad total debe ser la misma. Estamos diciendo que la probabilidad de que la civilización se extinga en la actualidad por causas naturales (Pnatural) es igual a la probabilidad de que lo hiciera en el pasado (Panterior). Pero en el pasado, las causas naturales eran todas las que existían, porque no había causas tecnológicas de extinción. Entonces

(2)  Pnatatural = Panterior

Mirando un poco la ecuación (1), observamos que la probabilidad total de extinguirnos actualmente es igual a la probabilidad de extinguirnos antiguamente más la probabilidad de hacerlo ahora por causas tecnológicas.

(3)  Phoy = Panterior + Ptecno

Si la probabilidad de extinguirnos por causas tecnológicas Ptecno fuera distinta de cero, entonces nuestras posibilidades de extinguirnos serían ahora mayores que en el pasado. Pero esto es justo lo que afirmamos.

Es sencillo ver que Ptecno es distinto de cero porque existe al menos una causa de extinción tecnológica; una causa que antes no estaba y ahora está: Una guerra global con armas de destrucción masiva. No sabemos cual es la probabilidad de que esto ocurra pero sabemos que no es nula. Nuestra civilización tiene una posibilidad positiva de extinguirse por el uso de armas de destrucción masiva, por la simple razón de que las ha construido. Esto alcanza para probar que ahora las probabilidades son mayores que antes.
Esta causa de extinción se configura cuando aprendemos a extraer energía de los átomos, por eso decimos que se trata de una causa tecnológica. 
El poder destructivo de un arma nuclear se mide en megatones, donde un megatón [4] es equivalente a la destrucción causada por un millón de toneladas de TNT. Las únicas detonaciones nucleares efectuadas sobre ciudades estuvieron a cargo de EEUU y se realizaron sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, empleando 0,016 y 0,025 megatones.  El poder destructivo de los meteoritos que han caído a la Tierra en el pasado, también se puede medir en megatones. La potencia del meteorito que causó la extinción de la mayoría de los dinosaurios hace 66 millones de años era de unos 192 millones de megatones, algo así como unas 10.000 veces nuestra capacidad actual.
Es difícil saber cuántas armas existen en la actualidad. La mayoría de los especialistas hablan de unas 15.000 ojivas [5], aunque varía con el tiempo. También es difícil saber dónde están instaladas, cuál es su potencia y qué países las están construyendo.
Las armas nucleares pueden generarse por fisión o fusión de los núcleos atómicos. La fisión rompe núcleos grandes y los transforma en otros más pequeños; la fusión, en cambio, une núcleos pequeños generando núcleos más grandes. Ambos procesos liberan energía. La fusión nuclear es el proceso que se da en nuestro Sol. Las bombas de fusión son las llamadas bombas H o de hidrógeno y la cantidad de megatones que pueden alcanzar no tiene límites. La bomba más grande construida [6] superaba los 50 megatones y podía matar tal vez a dos millones de personas. Fue destruida por ser demasiado grande para una guerra…
Si los impactos están bien distribuidos, sólo una porción de este arsenal podría iniciar el descalabro climático necesario para comenzar un proceso de desculturización hacia una muerte de nuestra civilización.
La probabilidad de extinguirnos por utilización de armas nucleares aumenta con el tiempo por varias razones. Como la genética no cambia en cientos de años, podemos tener un loco al frente de esas armas, un líder lunático como ya hemos tenido en el pasado. Entonces nos preguntamos por las posibilidades de dar con ese loco dentro de 50 años, 100 años o  200 años. Obviamente no sabemos la respuesta, pero la probabilidad de tener un líder desequilibrado al frente de esas armas aumenta con el tiempo. También puede aumentar con el tiempo la cantidad de megatones instalados a medida que se actualizan las ojivas. Por otro lado, la cantidad de naciones que desean tener armas nucleares aumenta con el tiempo, generando además una nueva causa de inestabilidad internacional. Los tratados de no proliferación son inestables. Cualquier gran actor puede retirarse cuando lo desee o simplemente no renovar los acuerdos. Ordenadamente, todos se pueden ir. Irónicamente, los tratados de no proliferación están cuidadosamente diseñados para poder salirse de ellos cuando aumentan las probabilidades de una guerra.
Tener armas nucleares es muy malo y no tenerlas es muy bueno. Destruir estas armas ahora, implicaría un incremento instantáneo de nuestras probabilidades de supervivencia. Pero ya no podremos volver completamente atrás. Nuestras posibilidades de extinguirnos dejaron de ser puramente naturales cuando aprendimos a extraer energía de los átomos. A partir de ahora la supervivencia depende de nosotros, porque tenemos el poder de decidir cuando extinguirnos. A menos que vivamos una desculturización como la que hemos descrito, este conocimiento nos acompañará de ahora en más. Tenemos que aprender a convivir con él.
A modo de resumen, la probabilidad de extinguirnos por causas tecnológicas no es nula porque existe al menos una causa posible: una utilización masiva de armas nucleares. De la ecuación (3) deducimos entonces lo que deseábamos mostrar, que las probabilidades de extinguirnos son ahora mayores que antes y la razón es tecnológica.


3.   El significado de las armas nucleares
Nuestra capacidad de fabricar armas nucleares ha cambiado la guerra de una manera sustancial. Antiguamente era común fabricar armas debido a la guerra, para la guerra y durante la guerra. Pero esta situación ha cambiado. Las armas para destruir al enemigo ya están fabricadas, emplazadas, apuntadas y listas para usar. Solo falta una guerra y la decisión de usarlas. La existencia de armas nucleares (o de nuestro conocimiento para desarrollarlas) significa que, si queremos existir durante mucho tiempo, deberemos aprender a resolver nuestros conflictos sin ir a la guerra, porque una guerra podría ser el fin de nuestra civilización. Este pequeño cambio es un gran cambio. Todavía no hemos aprendido a convivir sin guerras masivas. Siquiera hemos comprendido la imperiosa necesidad de aprenderlo.
Cualquier factor que incremente las posibilidades de marchar hacia una guerra masiva, incrementa también nuestras posibilidades de extinción. Eso es lo que nos está sucediendo con el cambio climático y con el ritmo de extinción de especies, y lo que nos ocurrirá también con cualquier situación que incremente el nivel de agitación social. Es un tiempo complejo, donde esas situaciones se pueden configurar en cualquier momento.
Estamos en una civilización que crece. La población de seres humanos crece y nuestra tecnología crece. Como cada vez somos más, consumimos más energía, tomamos más agua y comemos más comida; producimos más alimentos; modificamos un mayor porcentaje de tierra firme y alteramos más el mar con la pesca y con la contaminación.
La civilización crece pero nuestro mundo es constante. Su tamaño es constante; su masa es constante; su gravedad es constante; la energía incidente del sol es constante. Somos una cosa que crece, metida dentro de una cosa constante. El destino es obvio: la colisión. Es como si marcháramos en un automóvil a toda velocidad hacia una pared. O bien frenamos, o bien doblamos o bien chocamos. No hay otra posibilidad. Afirmarlo no es agorero ni pesimista sino objetivo: si no frenamos o doblamos, chocamos. Más aun, a cierta distancia de la pared, ya no podremos ni frenar, ni doblar. Chocaremos. Esta distancia es el punto de no retorno. Todavía no habremos chocado, pero ya no podremos evitarlo.
Igual que el automóvil, la civilización tiene un punto de no retorno, un instante a partir del cual ya no será posible hacer nada para evitar el choque. Es importante saber si este punto de no retorno es inminente o si tenemos mil años para frenar, doblar o dejar que las cosas cambien solas. Pero saberlo no es sencillo, porque no es simple la cuenta. Hay que mirar y comparar muchos números; los que definen a nuestro mundo y los que definen a nuestra civilización. Y no basta con mirar una simple foto; hay que ver la película completa, porque la civilización está cambiando con el tiempo, y es ese cambio el que hay que reconocer.
Hace unos años, frente a la evidencia de que nuestra civilización podría chocar con la biósfera, la Organización de las Naciones Unidas tomó cartas en el asunto. Lo hizo de la única forma posible: a través de científicos y especialistas. Hay dos campos que la ONU revisa permanentemente: El cambio climático y la biodiversidad; y para hacerlo recurre a dos paneles de científicos: El IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) para estudiar la evolución del clima; formado por más de 1000 científicos especialistas de casi 200 países y el IPBES (Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services), organismo científico independiente fundado por las Naciones Unidas y cuyos informes son vitales para entender la biodiversidad, la evolución de nuestro ecosistema y de toda la vida en la Tierra.
La ONU no lo dirá pero nosotros sí lo haremos: Si nuestra civilización se choca con la biosfera, nuestro acceso a los alimentos y al agua estará muy comprometido. El nivel de agresión social se incrementará, habrá más guerras y aumentarán las chances de una contienda masiva. Tal lo dicho, con una guerra nuclear, nuestras probabilidades de extinción serán muy altas. Cuando la ONU nos previene para evitar el choque, en realidad trabaja para evitar nuestra extinción. Nunca lo dirá y tal vez siquiera lo sepa del todo; pero así son las cosas realmente. No se trata de una extinción común sino de una como nunca antes se había visto por aquí: Es una extinción tecnológica. Son muchos los modos como estamos alterando nuestro mundo a causa de nuestro crecimiento. El calentamiento global, la reducción de la biodiversidad, la contaminación y sobreexplotación de la tierra y en general, el déficit entre lo que demandamos del mundo y lo que el mundo produce de manera sustentable con la tecnología actual.
De estas cosas hablaremos en la siguiente entrega.



[1] Recordar que una probabilidad es un número entre 0 y 1 que se aplica a un suceso S. Hay una forma porcentual de indicar una probabilidad. Por ejemplo, decir que un suceso S tiene un 30% de posibilidades de ocurrir, es equivalente a decir que su probabilidad es 0,3.
[2] https://www.anfrix.com/2007/07/el-evento-de-toba-el-dia-que-la-humanidad-casi-se-extingue/
[3] https://today.ku.edu/2018/12/05/researchers-consider-whether-supernovae-killed-large-ocean-animals-dawn-pleistocene
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Equivalencia_en_TNT
[5] https://www.un.org/disarmament/wmd/nuclear/
[6] https://www.infobae.com/america/eeuu/2019/11/01/la-bomba-que-era-demasiado-grande-para-la-guerra-y-que-hizo-temblar-al-mundo/


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2.2 Tecnología, Confort y Extinción por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

2.1 La inestabilidad esencial

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1.   El oficio de existir
Todas las acciones dirigidas a esclarecer la existencia de civilizaciones inteligentes en el espacio parten en general de algún supuesto. Suponemos que las civilizaciones emiten ondas de radio; suponemos que son tecnológicamente más avanzadas que nosotros; suponemos que tienen la misma tecnología que nosotros; suponemos que son depredadoras, conquistadoras o agresivas; suponemos que son pacíficas, altruistas o benéficas; suponemos que están muy lejos y no podemos verlas; suponemos que están muy lejos y no pueden visitarnos; suponemos que están aquí pero solo nos observan; suponemos que nos visitaron hace 50.000 años; suponemos que se presentaron abiertamente pero los gobiernos ocultan su existencia; suponemos que no existen.  Suponemos que su biología es muy distinta. Suponemos que su física es muy distinta. Suponemos que no conocemos el universo lo suficiente para comprenderlas. Suponemos y solo suponemos. Pero siempre son supuestos.
Sin embargo hay un supuesto que no puede evitarse porque más que un supuesto es una imposición: Las civilizaciones tecnológicas más avanzadas que nosotros deben ser capaces de existir.
Imponer a la existencia como condición necesaria podría parecer una verdad de Perogrullo si no fuera porque a nosotros mismos nos está costando tanto sobrevivir. Existir no es sencillo, al menos cuando se trata de una civilización como la nuestra, con una portentosa tecnología a cuestas.
No tiene sentido hacer supuestos sobre civilizaciones más avanzadas que nosotros si aún no hemos esclarecido si una civilización como la nuestra puede perdurar. La respuesta que demos sobre las posibles civilizaciones extraterrestres no será la misma si nosotros podemos sobrevivir que si no tenemos más remedio que extinguirnos.
Tampoco es adecuado decir que una especie inteligente podría fraguarse en otro sistema evolutivo sin mencionar cuáles son las cosas que premia o castiga ese sistema; o decir que podrían existir otras formas de vida inteligente, pero no mencionar esas otras formas. En general, es lo mismo decir: “ignoramos cómo se generó A” que decir “A se generó de B, pero ignoramos todo acerca de B".
Si pudiéramos mirar el cielo con una nitidez absoluta, con una claridad que nos permitiera ver civilizaciones tecnológicas allí arriba, o bien no veríamos a nadie, o bien veríamos civilizaciones tecnológicas longevas. Casi todas las inteligencias fugaces se habrían extinguido. Por esta razón, buscamos en el cielo formas inteligentes perdurables.
Para saber si una civilización extraterrestre puede perdurar, debemos comenzar por ver como haremos nosotros para existir durante mucho tiempo. ¿Pero qué significa “mucho tiempo”? La vida en la Tierra existe desde hace 3800 millones de años y la inteligencia humana desde hace solo dos o tal vez tres millones. El universo que conocemos tiene unos 13.800 millones de años [1], de modo que la vida  en la Tierra ha existido al menos  durante el último 27% de la historia del universo. En cambio, sólo podemos decir que la inteligencia ha existido durante el último 0.02%. Para que la inteligencia sea un fenómeno capaz de hacerle mella al universo debe ser un proceso capaz de durar cientos o miles de millones de años. Pero nunca sabremos si nuestro universo será capaz de albergar estructuras inteligentes tan longevas si no averiguamos primero si nuestra actual civilización es capaz de perdurar al menos unos siglos más.
Buscamos civilizaciones tecnológicas perdurables, que puedan condicionar al universo. No las buscamos porque sí; las buscamos porque el universo se muestra capaz de construirlas desde hace miles de millones de años . Pero antes de lanzarnos a la búsqueda veremos cómo pueden ser. Afortunadamente, nosotros somos una de ellas, de modo que nos estudiaremos un poco antes de buscar. No estudiaremos cualquier cosa; estudiaremos solo lo evidente: si somos lo suficientemente estables como para perdurar mucho tiempo. Esta historia empieza allí. 


Figura 1:La evolución de una especie inteligente sigue una función logística. Nuestra especie se originó hace 200.000 años, comenzó a crecer hace 2000 años y según los especialistas, su población se estabilizará en las próximas décadas. 


La gráfica poblacional de una especie como la nuestra se representa con una función logística (fig. 1). Mas allá de variaciones menores, tiene dos situaciones interesantes: Una curva hacia arriba, cuando la población comienza a crecer; y una curva hacia la derecha, cuando la población se hace estable.
Nuestra intención es explicar ahora la primera curva de la gráfica. ¿Por qué razón empieza a crecer la población?
Nuestra especie existe desde hace mucho tiempo, pero comenzamos a crecer sensiblemente en el año 0 de nuestra era (mil años más, mil años menos), cuando las demás especies de humanos ya se habían extinguido. Crecimos muy rápido, exponencialmente rápido, de modo que no alcanza con explicar por qué comenzamos a crecer; hay que explicar además por qué crecimos tan rápido.

2.   Cultura y tecnología
Las diferentes especies se distinguen por sus características y capacidades, pero existen dos características que nos interesan especialmente a la hora de explicar nuestra gráfica: la capacidad tecnológica y la capacidad cultural (fig. 2) 
a) Capacidad Tecnológica
Es la capacidad que tiene una especie de resolver problemas mediante el diseño y la realización de dispositivos físicos o lógicos. Un dispositivo físico puede ser un arado, que utiliza una madera para resolver el problema de hacer un surco y plantar una semilla. Un dispositivo lógico puede ser un calendario o un sistema de numeración. Queda claro que los dispositivos físicos son muy anteriores a los lógicos. En lo que sigue, podemos pensar en dispositivos físicos como ejemplo de tecnología.
Utilizaremos la palabra “tecnología” para referirnos a la capacidad tecnológica, tal como la hemos definido (“Tecnología” como capacidad). Pero también llamaremos “Tecnología” al conjunto de dispositivos implementados (“Tecnología” como producto) y al estudio de ambas cosas, la capacidad y su producto (“Tecnología” como ciencia).
La tecnología es un caso particular de inteligencia. Una estrategia de caza puede ser una respuesta inteligente dada por un grupo de orcas, pero si la solución no incluye objetos físicos, no es tecnológica.  Un ave que construye un nido con paja y barro, utiliza objetos físicos (la paja y el barro), pero su acción no es inteligente. Realizar un nido no es una capacidad adquirida. El ave no “diseña”. Todas las aves de la misma especie harán el mismo nido porque así lo determinan sus genes. El nido tampoco es una solución tecnológica.
Cuando la respuesta es inteligente e involucra dispositivos físicos, nos referimos a ella como tecnología. 
b) Capacidad cultural 
Es la capacidad que tiene una especie de imitar comportamientos adquiridos por otros individuos. Si bien llamamos “cultura” a esta capacidad, también podemos llamar “cultura” al conocimiento producido por dicha capacidad.
Una especie tiene cultura cuando puede replicar un elemento del pensamiento de otros individuos. Las danzas, el canto, la ropa, los deportes, el arte, las teorías, las religiones son elementos de la cultura, patrones culturales. No están allí porque lo determinan los genes sino porque han sido ideados o imitados. Podemos imaginar que una imitación cultural consiste en reproducir un conexionado neuronal en nuestra propia corteza con el propósito de reproducir una acción que vemos en otro; pero en realidad no sabemos como se soporta.
En la práctica, una especie tiene cultura si sus individuos aprenden de los demás algunas cosas que no están en los genes.
Existen dos capacidades principales en que se funda la cultura:
a) La imitación.
El individuo puede construir un elemento del pensamiento copiando lo que ve en los otros.
b) La transmisión de información
Un individuo transmite a otro u otros cómo construir un elemento del pensamiento.  La transmisión puede ser gestual, a través de sonidos o por medio de imágenes.
Para poder transmitir una idea el individuo necesita colocarla en un soporte físico. Este es el pensamiento simbólico, asignar un símbolo físico a una idea. Usted tiene idea de lo que hará esta noche, pero yo no veo su idea. Nadie la ve, porque las ideas son invisibles. Para que sus ideas se vean, es necesario que las coloque en un sistema de significantes físicos y las emita. Concretamente, necesitamos que usted nos cuente lo que va a hacer. Luego, otros podrán decodificarla y reconstruir sus pensamientos.
Si alguien deja una pintura con un motivo de caza en la pared de una cueva, está transmitiendo ideas a través de un objeto físico, la pintura, por lo tanto tiene pensamiento simbólico. La música es otro lenguaje sonoro donde colocamos un elemento del pensamiento en un significante físico. Por eso, el hallazgo de un instrumento musical indica que el individuo dominaba el pensamiento simbólico, que era capaz de representar ideas mediante objetos físicos.
En resumen, la cultura existe cuando tenemos la capacidad de imitar información. También podemos transmitirla a otros, pero la imitación es muy anterior a la transmisión.


Figura 2


A nuestro alrededor existen muchas especies inteligentes; aunque  solo algunas de ellas tienen cultura y, entre ellas, solo unas cuantas tienen tecnología.
Los chimpancés pueden arrancar una rama de un árbol, pelarla, cortarla, introducirla en un hormiguero, sacarla cargada de hormigas y comérselas. Esta habilidad es tecnológica porque consiste en resignificar y modificar un objeto físico, la rama,  para un fin distinto al previsto por la naturaleza. Además, el chimpancé tiene la capacidad cultural: No sabemos a quien se le ocurrió la idea, pero se transmite de una generación a otra. Si un chimpancé es apartado al nacer y criado en un zoológico, nunca aprenderá a fabricar ramas para pescar termitas. La solución no está escrita en los genes; se le ocurrió alguna vez a un mono más listo que el resto; se transmitió de una generación a otra por acción de la cultura y, de tanto en tanto, algunos ejemplares más inteligentes le agregaron mejoras al invento original.
De este modo, los chimpancés tienen las dos capacidades: cultura y tecnología. Pero los chimpancés no eran los únicos privilegiados. Muchas especies de animales desarrollaron cultura y tecnología; en particular las especies del género humano. Ambos atributos fueron evolucionando a la vez, generando especies mejor adaptadas a su medio. La cultura que se basa en la imitación es anterior a aquella que también utiliza la transmisión. Del mismo modo la transmisión por gestos es anterior al lenguaje hablado. Tampoco es lo mismo la tecnología que transforma ramas en varas de pescar hormigas que la que transforma piedras en puntas de flecha o hierro en espadas.
El género humano apareció hace unos 2,5 millones de años. Desde entonces existieron muchas especies y subespecies, como el homo habilis, el homo erectus, el denisovano o el neanderthal; donde las capacidades culturales y tecnológicas se refinaban más y más.
Hace unos 200.000 años apareció el homo sapiens, un hombre que tenía la capacidad de hablar. Dentro de la cultura, la capacidad de transmitir es ya un avance sobre la mera imitación. Pero la capacidad de hablar es una forma de transmisión muy evolucionada. Usted puede transmitir ideas con gestos, pero es mejor si puede hablar. El lenguaje oral es un método de transmisión de ideas muy preciso y detallado. Con el lenguaje se pueden transmitir emociones, informaciones, preguntas, indicaciones y demás elementos que, entre otras cosas, ayudan a unos hombres a enseñar lo que otros están tratando de imitar. El lenguaje es muy posterior al gesto, y es la capacidad que distingue al homo sapiens del resto de las especies.

3.   Acumulación de Tecnología
En la antigüedad, los hombres  vivían de la caza y la recolección. Se quedaban en un lugar hasta agotar los recursos y luego se iban a otro sitio. Se movían de un sector a otro hasta volver al lugar inicial, varios años después, donde la naturaleza ya había borrado sus huellas y se había reconstruido. Marchaban en grupos de unas decenas a unos cien individuos. Cada tanto, un grupo se escindía en dos, y cada tanto un grupo desaparecía o se reducía hasta ser absorbido por otro. La mayoría de las cópulas se daban dentro de los grupos; por eso se llamaban grupos endogámicos. Naturalmente, todavía existen humanos que viven de la caza y la recolección.
Como los humanos son tecnológicos, podían resolver problemas diseñando herramientas o mejorando las existentes, y como eran culturales, podían transmitir estas ideas a las nuevas generaciones.
Al principio, las ideas e innovaciones eran pocas y muy esporádicas porque los individuos inteligentes escaseaban. Además, las ideas que pasaban a la siguiente generación solo eran unas pocas porque la capacidad cultural era precaria y el tamaño de los grupos constituía una limitación. De este modo, existían pocas innovaciones que se transmitían poco. Los grupos se escindían, la especie se diseminaba y en algún momento luchaban contra otros grupos por los cotos de caza y recolección. Cada grupo desarrollaba su pequeña tecnología y transmitía lo que podía a la generación siguiente. Muy lentamente, la cantidad de innovaciones que eran capaces de producir y traspasar a la siguiente generación comenzó a incrementarse; el lenguaje mejoró y la capacidad cultural también.
No sabemos cuando, pero poco a poco los grupos comprendieron cómo funciona el proceso por medio del cual una semilla se transforma en una planta. Podían ver esto en el trigo o la cebada. Pero una cosa es saberlo y otra cosa es utilizar la idea para alimentarse con ella. Era mucho más simple recolectar frutos y cazar animales. La agricultura resultaba una tarea faraónica para un grupo nómade. Había que plantar las semillas y esperar ¿Cuánto tiempo? para luego alimentar ¿Cuántas bocas? Muchas cosas debían aprenderse. La tarea no era simple de modo que los grupos nómades no cultivaban pese a conocer el mecanismo que producía nueva vegetación. No sabemos cuál fue la razón exacta por la cual este conocimiento comenzó a utilizarse para fabricar comida, pero podemos imaginar dos razones opuestas
a) Una gran escasez de alimentos
b) Superabundancia de alimentos y tiempo ocioso.
Las razones de la primera alternativa son evidentes: Si la naturaleza no provee alimentos, hay que fabricarlos. En la segunda opción imaginamos grupos que se hacían parcialmente sedentarios en las orillas de los ríos para vivir un tiempo de la pesca y que exploraban plantando semillas y viendo qué ocurría.
No sabemos cómo sucedió exactamente, pero la idea de cultivar la tierra se asentó y produjo un cambio absoluto.
El advenimiento de la agricultura hizo sedentarios a algunos hombres; los grupos nómades fueron reemplazados por aldeas y la población creció allí de unos cien a más de mil.
Las aldeas representaron una acumulación de tecnología por tres razones:
  1. Mezcla cultural: Los grupos endogámicos pasaban por las aldeas periódicamente llevando allí su cultura y su tecnología. Sus soluciones tecnológicas eran escasas, pero en las aldeas las tecnologías de distintos grupos se acumulaban y se mezclaban, dando lugar a formas nuevas mejoradas.
  2. Aumento de complejidad: En las aldeas la vida era más compleja porque la población era mayor. Esto dio lugar al diseño de nuevas soluciones tecnológicas.
  3. Excedentes agrícolas: Apareció el trueque, el comercio y toda una gama de soluciones tecnológicas nuevas
El advenimiento de las aldeas representó un verdadero aumento en la producción de tecnología, de soluciones a problemas concretos mediante la utilización de sistemas físicos. Las aldeas se fueron incrementando en número y población hasta transformarse en ciudades y a partir de ellas, en los grandes imperios de la antigüedad. Todo esto produjo una progresiva acumulación de tecnología entre los hombres.

4.   La Avalancha
Nieva sobre la ladera. Pasan las semanas y el hielo se acumula en la montaña. La nieve fresca forma una capa nueva y oculta a la anterior. En lo profundo, el agua congelada se comprime y el peso de la capa de hielo se incrementa cada vez. Algunas partes de la montaña son suaves pendientes y otras partes son abruptos acantilados. La nieve se amontona donde puede. Cada vez que nieva, se amontona. Y nieva sin parar.
Finalmente el peso de la capa vence la resistencia del suelo y la nieve cae ladera abajo. En su viaje, desprende otras capas inestables y se agranda formando una bola gigante que rueda sin parar y que se lleva todo. Al llegar abajo, la avalancha se detiene. Fueron años de acumulación silenciosa, cinco minutos de movimiento y luego la quietud, nuevamente.
Volvamos ahora a nuestro tema ¿Por qué razón comenzó a crecer la población hace 2.000 años? ¿Por qué lo hizo vertiginosamente? La respuesta se parece a la avalancha: una lenta acumulación de tecnología que de pronto produjo un vértigo absoluto.
Todo el proceso que siguió a nuestra aparición, hace 200.000 años y especialmente luego de la agricultura y el sedentarismo, hace 10.000 años, estuvo dominado por una progresiva acumulación de tecnología. Más allá de la velocidad, podíamos producir tecnología y pasársela a la generación siguiente a través de la cultura. La tecnología se acumulaba como la nieve en la montaña. No producía grandes cambios; solo se acumulaba.
Pero un proceso silencioso se estaba operando en lo profundo. La vida y la muerte de un individuo dependen, entre otras cosas, de lo que pueda imitar de su entorno social; pero las soluciones que están disponibles varían según se haya nacido en un grupo nómade, una aldea o una ciudad. En un grupo de cien individuos, las soluciones tecnológicas disponibles eran pocas. En una ciudad de la antigüedad, como Babilonia o Sidón, la tecnología era mucho mayor. Había cosas en las que el individuo no tenía que pensar porque ya estaban resueltas. Nacer en un entorno tecnológico significa exactamente esto: muchas soluciones ya están inventadas y solo tenemos que saber imitar, lo que resulta mucho más simple que inventarlas cada vez. Cuanto mayor es ese entorno, mayores son las soluciones que proporciona.
En un momento, las soluciones son suficientes para que comencemos a vivir más años. Este es el punto de inflexión, el comienzo de la avalancha. Concretamente, la tasa de mortalidad cae, nos morimos menos porque el entorno proporciona ideas que resuelven problemas asociados con nuestra supervivencia. La gente muere menos pero sigue naciendo al mismo ritmo, y esto induce un aumento de la población. Esta es la primera relación de nuestro sistema: Un incremento en la cantidad de tecnología induce un aumento del número de población.
Por otro lado, un incremento en la población implicaba más gente pensando en innovaciones. Si cada mil personas, una logra diseñar una innovación, entonces cien mil personas diseñan cien innovaciones. Cuando aumenta la población, aumentan las cabezas que inventan cosas, aumenta la tecnología que se difunde en la sociedad. Esta es la segunda relación del tándem: Un aumento de la población significa un incremento en la cantidad de tecnología.
De este modo se crea una relación sistémica esencialmente inestable entre el número de población y la tecnología circundante, donde el incremento de cada indicador induce el aumento del otro. Más población es más tecnología y más tecnología es más población. Ambos parámetros se incrementan a un ritmo exponencial y todo el sistema adquiere un vértigo creciente generando una inestabilidad que acaba cuando la especie se choca con el límite de su mundo. A esta avalancha la llamamos inestabilidad esencial, y es propia de cualquier especie con el grado de cultura y tecnología que hemos caracterizado aquí.
Si miramos la función logística de la figura 1, la inestabilidad esencial es el intervalo de tiempo que tiene lugar durante el crecimiento de la gráfica. Se inicia cuando la población comienza a crecer y se detiene cuando alcanza la nueva estabilidad.
No se trata de un proceso propio de nuestra especie; la inestabilidad esencial es una avalancha de tecnología, y las avalanchas son típicas, sucederán cada vez que se presenten las causas que las disparan. Esto justifica la siguiente afirmación: 
Toda especie inteligente que alcance las capacidades culturales y tecnológicas necesarias para que la tecnología se acumule, marchará hacia una inestabilidad esencial.
La fase final de esta inestabilidad esencial es la que se está operando en nuestro mundo. En lo siguiente describiremos algunas de las características asociadas a esa fase final.
______________________

[1]https://www.abc.es/ciencia/abci-logran-medir-edad-universo-onda-gravitacional-201801091325_noticia.html





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2.1 La inestabilidad Esencial por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

1.3 Una teoría exocultural

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Astrobiología y Exocultura

Si bien la astrobiología es la ciencia que estudia las posibilidades de vida fuera de la Tierra; en la literatura existente, tanto la vida como las especies tecnológicas se estudian dentro de la astrobiología. Pero el estudio de la tecnología en el cosmos debe abordar un área demasiado específica de la astrobiología, y ni los métodos empleados ni las ciencias de apoyo subsidiarias parecen ser las mismas para una y otra ciencia. Ambas dependen de la astronomía, pero mientras la astrobiología está muy ligada a la biología, la bioquímica y la genética; el estudio de las civilizaciones tecnológicas debe preguntar qué sistema de distribución de recursos debería adoptar una civilización para durar un millón de años o cuál es su modelo económico o cuáles son sus sistemas de organización política o cómo son los individuos de la especie inteligente. Entonces nos encontraremos revisando áreas del saber muy lejanas a la astrobiología. 
Nosotros proponemos una ciencia separada de la astrobiología que estudie la posibilidad de existencia de las especies con inteligencia, cultura y tecnología fuera de la Tierra. A esta ciencia la llamaremos exocultura. Del mismo modo como el concepto de astrobiología es equivalente al de exobiología y significa, literalmente “biología externa”, nosotros llamamos “exocultura” a esta ciencia que proponemos, porque literalmente significa “cultura externa”. Hablamos de cultura en lugar de hablar inteligencia o tecnología porque, pese a que todas estas características resultan de la evolución genética, la cultura puede fundar un nuevo sistema evolutivo [1] mientras la inteligencia o la tecnología no pueden hacerlo. Esto será importante después. Por ahora observemos que un mundo con vida tiene dentro un sistema evolutivo: el sistema genético; y un mundo con una civilización inteligente, tiene dos sistemas evolutivos: el sistema el genético y el cultural. Mientras la astrobiología estudia las posibilidades de  mundos que tienen un sistema genético; la exocultura debe estudiar aquellos mundos que tienen dos sistemas evolutivos: el genético y el cultural, cuyos nuevos derivados principales son la cultura, la inteligencia y la tecnología (Fig.1). Esto quedará claro más adelante, cuando describamos la evolución cultural.

Figura 1
Pese a que la inteligencia es un desprendimiento de la vida, la exocultura y la astrobiología deben ser ciencias diferentes, del mismo modo como la cosmología es un desprendimiento de la astronomía; como lo artificial es un desprendimiento de lo natural. En adelante hablaremos de la exocultura para referirnos a la ciencia que busca tecnología extraterrestre.

Evidencias exoculturales
Una de las tareas de la exocultura consiste en buscar pruebas de tecnología fuera de la Tierra. Pero ¿qué cosa sería una prueba de que existen civilizaciones allí afuera?
Hay cuatro canales por los cuales nos puede llegar evidencia. Si, por ejemplo, recibiéramos una foto de un edificio de departamentos, proveniente de una sonda que está pasando por Ganímedes, diríamos que tenemos algo ¿Verdad? Este es el primer canal de búsqueda. En general, es posible que alguna sonda lanzada desde la Tierra nos revele por medio de fotografías, la presencia de construcciones inequívocamente inteligentes en la superficie de algún planeta o satélite de nuestro sistema solar. Ya hemos enviado sondas a los confines del sistema solar y ninguna foto ha revelado hasta ahora la posible existencia de este tipo de construcciones. Además, este mecanismo solo serviría dentro del sistema solar, porque no podemos sacar fotos de la superficie de planetas extrasolares. Y la inmensa mayoría de los planetas de nuestra galaxia son extrasolares.
La segunda vía es el hallazgo de señales provenientes del espacio exterior, de similares características a las que nosotros producimos aquí y que evidencien contener un mensaje artificial. Esto es exactamente lo que está haciendo SETI.
La tercera vía experimental consiste en la búsqueda de tecnomarcadores, es decir, evidencias físicas que solo puedan provenir de una fuente tecnológica en el espacio. La idea es equivalente a la búsqueda de firmas biológicas, pero aquí no importa la base molecular de la vida sino la capacidad de una civilización de dejar evidencia detectable, como señales de radio,  atmósferas contaminadas, satélites artificiales en órbita o megaestructuras instaladas. Es muy difícil que este tipo de evidencia deje pruebas concluyentes, pero cualquier elemento que acerque pruebas, aún controvertidas, es importante. Incluso la NASA se ha mostrado interesada, porque cada vez resulta más evidente que el universo es demasiado vasto para estar vacío [2].
La cuarta vía  de exploración tiene dos modalidades. Por un lado existe la posibilidad de que una civilización extraterrestre establezca un contacto abierto con nosotros. Si este fuera el caso, es claro que estaríamos frente a una evidencia, pero para obtenerla solo tenemos que sentarnos a esperar. Y ese es un problema para la ciencia. Mientras que durante las modalidades anteriores, la prueba era consecuencia de un trabajo experimental, sistemático, repetible y efectuado bajo condiciones controladas; ahora la prueba es eventual y no depende de nosotros. Una prueba concluyente es capaz de convencer al más obstinado de los disidentes racionales. Es fundamental comprender esto antes de salir a pelear contra el mundo. El reporte formal de avistamientos de OVNIs es muy abundante, pero que una persona afirme que ha visto esto o aquello, no constituye una prueba concluyente porque podría tratarse de un fraude intencional o la persona podría haber visto una cosa y creer honestamente que ha visto otra. Los avistamientos no son repetibles. Para que un contacto sea una prueba concluyente, es necesario que se trate de un contacto abierto y lo suficientemente prolongado para que pueda ser registrado. Estos registros conformarán la evidencia fáctica que buscamos. Por eso, un contacto es abierto cuando deja registros, evidencias inequívocas  de su existencia.
La segunda modalidad de este cuarto canal de búsqueda es el caso en que una civilización inteligente nos hubiera visitado en el pasado. La modalidad es distinta que un contacto abierto porque ahora debemos hacer cosas distintas. Hace 2.000 o 3.000 años atrás, por ejemplo, no podía existir un contacto abierto en los términos en que lo hemos descrito, porque no existían medios como registrarlo unívocamente. Sin embargo, sí podría existir un contacto asiduo y prolongado entre la civilización tecnológica y la cultura local. Si ese hubiera sido el caso, habría dejado huellas en nuestra cultura. Y si las huellas dejadas fueran demasiado profundas, la presencia de una pata detrás de la huella sería demasiado evidente. Esas huellas podrían constituir la prueba que buscamos. Entonces, la exocultura debe revisar la presencia o ausencia de pruebas en el pasado. Esto es fundamental porque el pasado es mucho más extenso que el presente y constituye casi todo lo que tenemos para explorar en este cuarto canal de búsqueda.

Teorías exoculturales
Naturalmente, además de buscar evidencias es función central de la exocultura elaborar teorías que nos indiquen qué buscar.
¿Cuánto tiempo hace que podría existir la vida inteligente en el universo? ¿Y cuánto tiempo puede sobrevivir la tecnología luego de originarse? ¿Es posible que una civilización pueda lograr la suficiente estabilidad para perdurar millones de años? ¿Cuáles son las condiciones que debe cumplir para alcanzar esa estabilidad? ¿Cuáles son las posibilidades tecnológicas para una civilización inteligente? ¿Cuál puede  ser la relación entre unas y otras civilizaciones tecnológicas suponiendo que establecen contacto?
Cada conjunto de respuestas a estas y otras preguntas análogas constituirá una teoría exocultural, y será tanto más creíble cuanto más argumentada esté, cuanto más integral sea su estructura y cuanto más cosas pueda explicar. Pero además, contar con una teoría es fundamental a la hora de orientar la búsqueda de evidencias.
Todos los aportes que hemos expresado en la entrada anterior son teorías exoculturales previas, porque no buscan solo mundos con vida sino civilizaciones inteligentes.
En las entradas que siguen desarrollaremos una teoría exocultural. Lo que expondremos será una visión del modo cómo la inteligencia, la cultura y la tecnología podrían estar implantadas actualmente en el cosmos. No es una presentación general de la exocultura como ciencia sino una teoría específica sobre el tópico. Además, mostraremos evidencias en apoyo a esa teoría. Creemos firmemente que así han sido las cosas porque nuestro “credo” se basa en evidencia.




[1] Dawkins, Richard. (1985). El gen egoísta. Salvat Editores S.A.
[2] https://www.nasa.gov/feature/nasa-is-taking-a-new-look-at-searching-for-life-beyond-earth


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1.2 Inteligencia extraterrestre: Teorías previas

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Lumen: La Pluralidad de Mundos HabitadosExiste un brillante trabajo de Sagan y Shklovskii [1] que expresa minuciosamente cómo surgió y de qué modo evolucionó el concepto de una pluralidad de mundos habitados a lo largo de la historia, desde los tiempos anteriores a Cristo, hasta la actualidad. No es nuestra intención reeditar este trabajo, pero es importante reconocer que se trata de un tema antiguo sobre el que han especulado mucho a lo largo de la historia.
Nos proponemos revisar someramente el modo como los distintos pensadores han abordado el tema en el presente siglo y cuales son las principales ideas que se han vertido. 


1.   La ecuación de Drake
Frank Drake fue un astrónomo estadounidense que participó y dirigió múltiples proyectos de búsqueda inteligente. Creyó fervientemente en la existencia de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia y dedicó su vida a buscar pruebas de su existencia. 
En 1961, durante una charla, propuso una ecuación que acercó una simplificación vital del problema.
Según Drake, una civilización es “comunicativa” cuando puede generar y emitir ondas de radio al espacio. Las ondas de radio son las ondas electromagnéticas más utilizadas en comunicaciones y nosotros las generamos entre otras cosas, cada vez que emitimos una señal de radio o televisión.
La ecuación de Drake nos permite calcular el número de planetas con civilizaciones extraterrestres comunicativas que existe en nuestra Vía Láctea emitiendo en este momento; justo lo que necesitamos para salir a buscarlas. La ecuación parte de siete factores cuya estimación es más precisa que el resultado de la cuenta. La ecuación de Drake es la siguiente:

N = R* . fp . ne . fl . fi . fc . L

Donde:
N: es el número de planetas con civilizaciones comunicativas emitiendo en este momento en nuestra galaxia.
R*: es el número de estrellas aptas para soportar vida (tipo K y G) generadas por año en la Vía Láctea.
fp: es la fracción de dichas estrellas que cuentan con planetas en órbita
ne: es la cantidad de planetas en la ecósfera en cada una de esas estrellas (la ecósfera es la región en torno a la estrella cuya temperatura permite planetas con agua en estado líquido)
fl: es la fracción de estos planetas que pueden generar vida
fi: es la fracción de los anteriores que puede generar una especie inteligente
fc: es la fracción de los anteriores cuya civilización es comunicativa
L: es la longevidad media de dichas civilizaciones medida en años

Siguiendo a Drake, si consideráramos que la galaxia crea 10 estrellas adecuados por año; que cada dos estrellas, una tiene planetas; que cada una de las anteriores tiene en promedio dos planetas en la zona adecuada para el agua en estado líquido; que todos estos planetas pueden generar vida; que solo uno de cada 100 mundos con vida puede generar especies inteligentes, que cada 100 de estos, solo uno puede emitir ondas de radio y que su duración promedio es 10.000 años emitiendo; entonces deberían existir en la actualidad 10 civilizaciones comunicativas.
En resumen:   

10 = 10 * 0,5 * 2 * 1 * 0,01 * 0,01 * 10.000

Para Drake tiene sentido intentar buscar civilizaciones inteligentes porque 10 de ellas podrían estar emitiendo ondas de radio en nuestra galaxia en este momento.
Algunos factores de la ecuación están bastante delimitados, pero la mayoría de ellos presentan una gran dispersión. Según esa dispersión, cada uno tendrá sus estimaciones para la cantidad de civilizaciones comunicativas existentes. Hay en la actualidad una gama increíble de resultados diferentes,  pero la ecuación se hizo famosa porque fue una forma de separar un problema complejo en siete problemas más simples. En este sentido, la ecuación cumplió una función maravillosa porque permitió guiar un proceso de búsqueda que debía llevarse a cabo inexorablemente.
Cuando pronunciemos nuestra teoría, diremos cual es nuestra postura frente a la ecuación de Drake. Pero resulta necesario verter ahora dos críticas específicas.
La ecuación supone que los sucesos son independientes, esto es, que la generación de un mundo comunicativo no depende de la generación de otro. Pero este supuesto no parece ser realista.
Si sobrevivimos, dentro de 1.000 o 2.000 años ya tendremos un pequeño asentamiento en Marte [2]. Enviaremos desde Marte ondas de radio y Marte será un planeta comunicativo. Entonces preguntamos ¿Será su existencia independiente de la nuestra? La respuesta es no. Si no hubiera ahora vida inteligente en la Tierra, Marte no sería comunicativo 2.000 años después. La probabilidad de que Marte sea comunicativo depende dramáticamente de que seamos lo suficientemente tecnológicos para hacer de Marte un mundo comunicativo dentro de 2.000 años.
La ecuación de Drake supone que los sucesos son independientes entre sí pero es muy fácil para nosotros imaginar casos donde esto no es cierto, donde la probabilidad de que exista un mundo comunicativo (como Marte dentro de 2.000 años) depende de la probabilidad de que exista otro anterior (como la Tierra).
Si la fórmula diera un mundo comunicativo por año y cada mundo demorara 2.000 años en generar otro, entonces para cada mundo tendríamos: un mundo ahora, dos mundos dentro de 2.000 años, (el nuestro y el generado), 4 mundos en 4000 años y 8 mundos en 8.000 años. Pero la fórmula de Drake, que da 10 ahora, no dará 80 dentro de 8.000 años, 8 por cada mundo inicial, porque los factores son los mismos. Seguirá dando 10. Si las probabilidades fueran dependientes unas de las otras, la cantidad de civilizaciones comunicativas variaría con el tiempo, pero la ecuación de Drake nos dará siempre el mismo resultado: 10 civilizaciones.
Podemos enredar el ejemplo teórico tanto como queramos, pero este caso ya nos alcanza para probar que la fórmula es inadecuada. La variación es creciente y la ecuación de Drake es constante. Por esta razón. la ecuación está equivocada y también lo están todos los artículos que se basen en ella. Esta es nuestra primera crítica.
Es importante entender que si la existencia de una civilización comunicativa dependiera de la previa existencia de otra, entonces la fórmula de Drake no se puede arreglar. No hay nada que corregir ni incorporar; directamente necesitaríamos una fórmula nueva. 
La segunda crítica es el modo de contar las cosas.
Supongamos que nuestra civilización actual (comunicativa y ya contada en la ecuación) sufre un colapso catastrófico por la colisión de un gran meteorito y la civilización se extingue pero sobrevive nuestra especie. 20.000 años después, volvemos a generar una civilización tecnológica y volvemos a emitir ondas de radio. ¿Está contado este caso en la fórmula de Drake? Si nuevos impactos meteóricos destruyen sendas civilizaciones comunicativas en la Tierra sin extinguir a nuestra especie ¿están contados estos casos reincidentes? ¿Qué ocurre con la cuenta cuando un mundo reincide? ¿lo volvemos a contar?
La ecuación de Drake está pensada para contar a cada mundo una sola vez. No cuenta varias veces al mismo mundo, por más que este reincida. Un candidato eliminado, jamás vuelve a ser candidato. En la ecuación de Drake, la cantidad N de civilizaciones comunicativas depende de la generación de nuevas estrellas con nuevos planetas girando alrededor. Cualquier teoría que no calcule reincidencias será una teoría equivocada porque tal como vimos, las reincidencias pueden ocurrir.

Más allá de las críticas, la ecuación de Drake  fue  la primera forma metódica de ordenar el problema y en torno a esta ecuación se  pronunció mucha gente que luego haría historia.


2.   SETI
SETI significa Search for Extra Terrestrial Intelligence o dicho en español, “búsqueda de civilizaciones inteligentes extraterrestres”. No se trata de una presentación nueva sobre el fenómeno sino de una acción concreta sumamente significativa. SETI se dedica a buscar científicamente vida inteligente en otros mundos. La búsqueda se centra en escuchar las emisiones de radio que nos llegan desde el espacio en busca de algo parecido a un mensaje inteligente. Para esto se utilizan el radiotelescopio de Arecibo o el  Allen Telescope Array, en California, entre otros.
Hay varios problemas que se plantean al escuchar señales del espacio ¿Qué frecuencia sintonizar? ¿Cómo saber si una señal es un ruido natural o un mensaje artificial? ¿Qué hacer si encontramos un mensaje? SETI eligió sintonizar la frecuencia del hidrógeno, una onda de radio cuya frecuencia es 1420 MHz, ya que el hidrógeno abunda en el universo y es razonable pensar que quien se quiera comunicar  utilice esa frecuencia. Es difícil determinar si una señal es un mensaje inteligente o es una simple señal natural. La repitencia es importante porque no es de esperar que una señal natural se repita exactamente igual, pero existen muchos procesos naturales repetitivos. También se debe comprobar la existencia de elementos matemáticos en el mensaje porque el azar no puede ponerlos allí. Es crítico saber si están hablando, aunque no sepamos qué están diciendo. Por último, si tuviéramos la certeza de que se trata de un mensaje inteligente, hay una gran polémica sobre si se debe responder o no.
A la fecha se ha registrado una señal inexplicable y varias señales interesantes que se pueden explicar por otros medios. La señal "WOW!" se captó en 1977 y no se ha vuelto a presentar. Es una señal que puede tener un origen inteligente, pero también podría deberse a un satélite que cruzó esa órbita, o algún fenómeno radioastronómico desconocido; hechos posibles pero muy improbables.
Existe un programa de computación distribuida donde los usuarios descargan una aplicación para analizar estos mensajes como fondo de pantalla. Este llegó a ser uno de los proyectos de computación distribuida más grandes del mundo. Pero ahora la inteligencia artificial promete ser capaz de computar muchas señales en poco tiempo, e incluso aprender de ellas.
Para nosotros es bueno saber que existe actividad científica orientada a la búsqueda de eventuales mensajes inteligentes provenientes del espacio, y saber que todavía no hemos podido afirmar nada concluyente a partir de esta actividad.

3.   La clasificación de Kardashev


En 1964, el astrónomo ruso Nikolái Kardashev propuso  una escala para clasificar las civilizaciones inteligentes según su consumo de energía, sobre el supuesto de que una civilización sería tanto más avanzada cuando más energía consume.
La energía es una cantidad fija que podemos medir en julios. La cantidad de julios de que dispone un planeta en un segundo de vida, es su potencia eléctrica, medida en W (watt = julios/s). De modo que podemos clasificar los planetas, las estrellas o las galaxias según su potencia eléctrica. Por ejemplo, nuestro mundo produce 1,74 x 1017 W, esto es, 1,74 x 1017 julios de energía por cada segundo.
Kardashev propuso clasificar a las civilizaciones según la potencia que eran capaces de utilizar respecto de su mundo, su estrella o su galaxia. La clasificación es la siguiente:

. Tipo I: Civilización tecnológicamente capaz de utilizar toda la potencia disponible en su mundo. Varía de un mundo a otro. Calculemos unos 1016 W
. Tipo II: Civilización tecnológicamente capaz de utilizar toda la potencia disponible en su estrella. Varía de una estrella a la otra. Nuestro sol tiene una potencia aproximada de 3,86 x 1026 W. Calculemos unos 1026 W
. Tipo III: Civilización tecnológicamente capaz de utilizar toda la potencia disponible en su galaxia.  Calculemos unos 1037 W

En 1960 el físico Freeman Dyson ya había investigado cómo montar una estructura en torno a una estrella para capturar parte o toda su energía por medios tecnológicos. Estas estructuras, consistentes en una red de satélites colocados en órbita de la estrella, se conocen desde entonces como esferas de Dyson, y no son más que los artificios que diseñaría una civilización para ser de tipo II según la escala de Kardashev.
De acuerdo a las evidencias astronómicas, una civilización de tipo III no podría existir en nuestra galaxia porque ya la habríamos detectado.
Luego de plantear nuestra teoría, tendremos una posición frente a la clasificación de Kardashev. Pero existe una crítica elemental que ya podemos adelantar.
La clasificación considera que un mayor nivel tecnológico representa mayor consumo de energía, de modo que una civilización que consume mucha energía debe ser muy avanzada respecto de nosotros, que consumimos poquito. Pero esto va en contra de nuestras observaciones y tendencias actuales. En la actualidad, la sustentabilidad de nuestro mundo depende, entre muchas otras cosas, de que aprendamos a realizar lo mismo utilizando cada vez menos energía. Nuestra mejora en la eficiencia energética es un fenómeno tecnológico, de modo que a mayor tecnología, menor consumo eléctrico para una misma actividad. Cuesta imaginar que mayor tecnología implique mayor potencia eléctrica en la escala de Kardashev si en nuestra civilización actual la tendencia es inversa. Volveremos muchas veces sobre esto.

4.   La paradoja de Fermi
Si bien conocemos a Enrico Fermi por sus contribuciones a la física teórica, sus trabajos en el desarrollo del primer reactor nuclear y por haber recibido el Premio Nobel a la Física en 1938; la Astrofísica lo recuerda por otro hecho del cual es protagonista.
En 1950, como parte de una charla con científicos amigos acerca de las posibles civilizaciones extraterrestres y observando que, según todas las cuentas, debían existir muchas de ellas solo en nuestra galaxia, Fermi preguntó “¿Y dónde está todo el mundo?”
La paradoja de Fermi es la aparente contradicción entre el cálculo de que deberían existir muchas civilizaciones inteligentes en nuestra galaxia, y la realidad de que no existen evidencias de ninguna de ellas. Antes de Fermi ya se conocía este problema. Fermi lo institucionaliza (sin querer) y a partir de allí, crece y se agiganta hacia el presente. Hoy, la paradoja de Fermi se conoce como el Gran Silencio, y existen teorías para explicarlo.
La paradoja no cuestiona la existencia de civilizaciones inteligentes en sí; solo pregunta por qué no hemos detectado evidencias. Y hay dos tipos de respuesta frente a esta pregunta: La que afirma que no hay evidencias porque no existen civilizaciones en el espacio, y la que afirma que existen civilizaciones pero no dejan evidencia por distintas razones.
Respecto a la primera afirmación, todas las respuestas implican versiones de la teoría del Gran Filtro, que damos más abajo.
Respecto a la segunda afirmación, entendamos primero que una civilización comunicativa puede dejar evidencias tecnológicas de dos maneras distintas: 1. Desde su mundo, viviendo allí sin salir de él; o 2. Viniendo hasta aquí en naves espaciales u observándonos desde satélites.  Según las distintas posiciones, las civilizaciones comunicativas de nuestra galaxia hacen alguna de estas dos cosas (o las dos) sin dejar evidencia de su presencia por alguna de las siguientes razones:

. Ya han venido hasta aquí, pero nuestra civilización no existía
. Han conquistado la galaxia, pero nosotros estamos en una zona desierta que nadie frecuenta ni tiene sentido frecuentar.
. Las civilizaciones no son conquistadoras
. Las civilizaciones son depredadoras pero todavía no nos han detectado
. Las civilizaciones son depredadoras, nos han detectado, pero todavía somos inofensivos para ella.
. Las civilizaciones existen en sus mundos, pero nuestra tecnología no es suficiente para detectarlas.
. Ya nos vieron y nos observan sin hacer ruido.
. Están a nuestro alrededor pero nuestra tecnología es muy primitiva para detectarlos.

Solo diremos que nunca se ha probado que una civilización más tecnológica es más ruidosa que una menos tecnológica. Y no está bien que lo demos por sentado. Si miramos a nuestra civilización, la tendencia no está clara porque hay mucha gente desarrollando tecnología para ser más silenciosos, para hacer las mismas cosas usando menos energía y menos recursos. Más tecnología puede equivaler a más silencio y no a más ruido. Si pensamos con cuidado, veremos que estamos buscando civilizaciones duraderas, y que la estrategia tecnológica de no dejar huellas en el propio mundo, es más perdurable que la estrategia de consumir mucha energía y hacer mucho ruido. Hablaremos mucho de esto más adelante
Todas las explicaciones que se dan nos resultan ingenuas, pero no queremos adelantar una opinión porque la teoría que daremos también será una pronunciación sobre la aparente paradoja de Fermi.

5.   La teoría del Gran filtro
Uno de los tipos de respuesta a la paradoja de Fermi puede circunscribirse dentro de la teoría del Gran Filtro [3], debida al economista Robin Hanson, quien la publicó en su blog originalmente en 1996. La teoría se ha hecho fuerte porque da una respuesta ordenada sobre una de las posibles causas del Gran Silencio.
Hanson dice que para que el universo genere una civilización comunicativa, es necesario atravesar una serie de hitos evolutivos consecutivos. La fórmula de Drake nos da una idea de cuales podrían ser esos hitos, aunque Hanson propuso otros más adecuados para sus fines. La teoría dice que en alguno de esos hitos evolutivos se debe operar una gran poda que solo deja pasar a un candidato de cada millones. De este modo, aunque sean altas las probabilidades de uno u otro factor de la ecuación, basta que un parámetro sea pequeño para que el número total de civilizaciones obtenidas sea pequeño. Según esta teoría, la cuestión es determinar cuál es el hito evolutivo que funciona como filtro y si ese hito ya lo hemos pasado, lo estamos pasando o aún está por venir.
Según Hanson, los puntos críticos del proceso evolutivo que lleva hasta una civilización comunicativa son los siguientes:
1. Sistema estelar adecuado
2. Replicador molecular
3. Células simples (bacterias y archeas)
4. Células complejas (eucariotas)
5. Organismos sexuados
6. Organismos multicelulares
7. Organismos capaces de utilizar herramientas
8. Organismos capaces de generar una civilización (nosotros)
9. Civilizaciones colonizadoras.
Para Hanson el destino de toda civilización tecnológica es la conquista, entonces una civilización comunicativa se transformará rápidamente en una civilización colonizadora.
Como nosotros estamos en el paso 8 de esta lista, o bien ya hemos atravesado el filtro, o bien debemos atravesarlo en el tránsito del paso 8 al paso 9. En este último caso, una gran poda se cernirá sobre nosotros y es muy posible que nos quedemos en el camino. El gran filtro sería aquí el punto donde una civilización como la nuestra o bien se extingue en una mayoría de casos se adapta a su tamaño y logra perdurar.
Esto es lo que dice El Gran Filtro en respuesta a la paradoja de Fermi: O bien no escuchamos otras civilizaciones porque, si bien existen muchas, todas son como la nuestra, aun no han conquistado el espacio y su tecnología no es suficiente para hacer ruido en sus propios mundos; o bien no las escuchamos porque existen muy pocas ya que la inmensa mayoría se ha extinguido intentando atravesar el filtro que nosotros sí hemos atravesado. El primer caso sería una mala noticia porque todavía debemos atravesar el filtro. El segundo caso sería la buena noticia de que ya lo hemos atravesado.
Nuestra teoría tendrá algo del Gran Filtro, pero no como respuesta a la paradoja de Fermi.



[1] Sagan, Carl; Shklovskii I. S. (1966). Vida inteligente en el universo. Reverté S.A.
[2] https://www.businessinsider.es/elon-musk-piensa-enviar-1-millon-personas-marte-2050-564947
[3] http://mason.gmu.edu/~rhanson/greatfilter.html


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