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martes, 16 de febrero de 2021

6.1 Longevidad: El salto discreto

(volver al índice)
  1. Introducción
  2. Longevidad tecnológica de una CiTE
    Tecnología para enfermedades infeccionas
    Tecnología para desviar meteoritos
    Tecnología para mitigar grandes erupciones
    Otras causas de extinción 
  3. Una tecnología para la colonización
  4. Una historia tecnológica universal
  5. La tecnología mínima
  6. Tecnologías de igualación
  7. Un proceso cultural único
  8. Conclusión



1. Introducción

Los procesos capaces de fabricar tecnología en el universo se caracterizan por un abrupto crecimiento de la población, que detona cuando la acumulación de soluciones tecnológicas disminuye la tasa de mortalidad de su especie inteligente. Así ha ocurrido en nuestro mundo y las razones se pueden generalizar al resto de universo; la población y la tecnología crecen aceleradamente impulsando cada una el incremento de la otra hasta que la civilización se torna suficientemente tecnificada como para suicidarse, si quisiera o si no pudiera evitarlo. La tecnología es un poder, y la impericia en el control de ese poder siempre antecede a la aptitud. Hemos llamado "inestabilidad típica" a ese período de aprendizaje peligroso y ha resultado evidente que solo podría concluir con una extinción o una estabilización.

Para poder atravesar el período inestable  vimos  necesario que la especie inteligente desarrolle cierto grado de altruismo fraternal. En la entrada anterior comprobamos que ese grado de altruismo es posible aunque muy poco probable y revisamos distintas formas de aumentar las chances de llegar a él. Si el altruismo necesario es posible entonces son posibles los formas estables de tecnología. Eso habilita esta entrada y le da sentido a todo el blog.

Si una civilización tecnológica atraviesa con éxito la inestabilidad típica, se adapta a su tamaño y se hace estable, conforma  una CiTE, una "civilización tecnológica estable",  tal como la hemos bautizado al final de la entrada anterior. Una CiTE es una civilización tecnológica que ya sabe vivir en su mundo sin consumirlo irreversiblemente, que ya prescinde de la agresión para resolver diferencias y que puede convivir con su tamaño de una manera ordenada; una estructura tecnológica estable gobernada por una especie necesariamente altruista, capaz de priorizar la estabilidad de esa superestructura.

Debe quedar bien clara esta simple clasificación. Una civilización tecnológica puede ser estable o inestable. Nosotros somos un ejemplo de tecnología inestable. Una CiTE es una civilización tecnológica estable.

De acuerdo a lo que ya hemos tratado, podemos decir tres cosas acerca de las CiTEs

  1. Son posibles.
  2. Son el resultado una drástica aceleración del crecimiento.
  3. Son altruistas en cierto grado.

Es útil visualizar a la aceleración de crecimiento que relata el punto 2 como un filtro dentro de la línea evolutiva de una civilización, un filtro universal que deja pasar a las CiTEs y retiene las demás formas de tecnología.  El punto 3 nos dice que el tamaño de los agujeros del filtro determina el altruismo de la especie inteligente. El punto 1 nos dice que estas civilizaciones pueden existir. Ahora veremos como pueden ser las cosas que alcanzan el otro lado del filtro.

A juzgar por el caso humano, las civilizaciones tecnológicas inestables solo duran unos siglos después de globalizar su impacto. Lo que veremos a continuación es que las CiTEs deben ser inconcebiblemente longevas, y por lo tanto, profundamente diferentes a una civilización como la nuestra. No hay una distribución continua de las longevidades respecto a las formas tecnológicas; cuando una tecnología aprende a ser estable, su longevidad da un salto discreto y pasa de unos pocos cientos de años a longevidades comparables con la edad del universo. Encontrarnos con esta sorpresa fue, tal vez, lo que nos llevó a investigar todo esto. Si las formas estables de tecnología son tan longevas como predecimos, las consecuencias son insospechadas.

La siguiente tabla resume la situación con la que nos vamos a encontrar.



Longevidad del orden de los


Tecnologías Inestables

$10^{3}$  años


Tecnologías Estables (CiTEs)

$10^{9}$  años

Cuando una civilización tecnológica se torna estable, su longevidad pega un salto abrupto.


2.  Longevidad tecnológica de una CiTE

En el resto del artículo supondremos que una vez formada una CiTE, el peligro autodestructivo ya no vuelve a configurarse.  Las razones por las cuales puede perpetuarse una ética constructiva y no autodestructiva se revisarán en la próxima entrada. Aquí nos centraremos en las razones tecnológicas de esa perpetuidad.

Hay muchos criterios para clasificar civilizaciones.  Una civilización puede ser comunicativa o no serlo según su capacidad de emitir señales de radio; puede ser de tipo 1, 2 o 3 en la escala de Kardashov según la supuesta energía que consuma; puede viajar por el espacio; establecer colonias o ser autodestructiva.  Son distintas clasificaciones que responden a distintos objetivos y distintas teorías. Si deseamos estudiar su frecuencia de aparición lo que debemos evaluar es su longevidad. A igualdad de los demás factores, las cosas más longevas son más frecuentes que las menos longevas. No decimos que nuestra clasificación sea por fin "la buena", decimos, en cambio, que para estimar cuanto abundan las tecnologías debemos evaluar su longevidad. Si miráramos el cielo con un potente telescopio, sería mucho más probable que viéramos cosas frecuentes que cosas infrecuentes.

La longevidad de un objeto es el período que va desde su nacimiento hasta su muerte. Ya sabemos que una CiTE nace luego de una inestabilidad típica, de manera que procede revisar qué cosas son capaces de matarla.

Imaginemos que nuestra civilización por fin aprende a convivir con su tecnología sin degradar el mundo en el camino; que la humanidad se torna decididamente altruista y su tecnología sigue desarrollándose durante mucho tiempo. En nuestro supuesto, la tecnología humana ya no es un factor de extinción, pero existen otros peligros a nuestro alrededor.  La pregunta es, entonces qué factores podrán acabar con nosotros cualquiera sea nuestra tecnología.

Tecnología para las enfermedades infecciosas

Supongamos, por ejemplo, que irrumpe un contagioso virus que podría extenderse por el mundo y reducir drásticamente la población. No hace falta hacer un gran esfuerzo, el Covid es un buen ejemplo de pandemia; solo imaginemos una infección bastante más mortal. No esperamos que una pandemia sea capaz de extinguir a nuestra civilización sin embargo las enfermedades infecciosas han sido la causa de extinción de muchas especies en el pasado y un motivo de preocupación para los especialistas. ¿Puede la tecnología resolver este tipo de problemas de una manera permanente, de modo que ningún virus pueda amenazar a la civilización en el futuro?  

Un virus, una bacteria o un protozoo se transforman en amenaza cuando destruyen nuestras células para llevar adelante sus instrucciones, de modo que conocer con precisión el material genético del patógeno y la relación exacta entre éste y su desempeño destructivo, permitiría elaborar los anticuerpos precisos para inhibirlo. Actualmente demoramos porque la confección de una vacuna tiene muchas verificaciones empíricas y a veces no encontramos la forma de lograr la inmunidad; pero una tecnología avanzada supliría nuestras tortuosas pruebas por algoritmos automáticos construidos con inteligencia artificial que construirían los anticuerpos necesarios en unas pocas horas y sin dudar.

En la actualidad una pandemia ya no podría extinguir a la civilización porque la solución tecnológica ya se empezó a implementar; hace 10.000 años, tal vez, pero ya no. El tiempo necesario para desarrollar una vacuna es mucho menor que el necesario para extinguirnos.

En general, en especies inteligentes ya tecnológicas, si una pandemia fuera motivo de extinción, el desarrollo tecnológico sería la solución de esa extinción. No sabemos cuanto demorarán los desarrollos, pero son logros tecnológicos posibles y relativamente rápidos. Si nuestra tecnología siguiera evolucionando, en unos siglos más, las enfermedades ya no serían una potencial causa de problemas.

Tecnología para desviar meteoritos

Hace 65 millones de años, un famoso meteorito de 10 kilómetros de diámetro fue suficiente para exterminar a los grandes dinosaurios y a buena parte de la vida de entonces dejando un enorme cráter en Chicxulub, península de Yucatán. 

Los impactos de asteroides fueron la causa de muchos grandes cambios en el pasado terrestre afectando una y otra vez al sistema biológico local. Toda lógica indica que los impactos seguirán ocurriendo, que las catástrofes asociadas continuarán y que si no hacemos nada al respecto, nuestras probabilidades de extinguirnos por esta vía seguirán intactas.

Sin embargo la tecnología ya empieza a ofrecer soluciones para este tipo de problemas [1], porque para evitar el impacto de un asteroide, todo lo que hay que hacer es desviarlo a tiempo. La idea de fondo es sencilla: cuanto más lejos actuemos sobre el asteroide, menor es el desvío que deberemos practicarle, de modo que la precisión en la estimación es vital. Una vez estimada su trayectoria hay que decidir cómo desviarlo, con qué desviarlo y atender la logística necesaria para ir hasta allá.

Hoy no somos capaces de hacer todo eso con la debida rapidez y precisión, pero no cabe ninguna duda de que en un futuro cercano desarrollaremos una tecnología precisa para impactar contra cualquier objeto que pudiera venir del espacio. En unos pocos siglos, el impacto de objetos siderales ya no será una causa de extinción de la civilización porque la tecnología humana será capaz de desviarlos a tiempo.

Tecnología para mitigar grandes erupciones

La actividad sísmica es peligrosa; volcanes dormidos pueden despertar, nuevos volcanes se pueden formar, mega terremotos y tsunamis pueden azotar nuestras ciudades e ingentes cantidades de cenizas pueden oscurecer la atmósfera cambiando abruptamente el clima. Ya existieron grandes erupciones en el pasado y muchas especies se extinguieron debido a ello, de modo que el peligro de extinción es muy real. 

En la actualidad, se está refinando la tecnología para afrontar  tres situaciones asociadas a esto [2]:

  • detectar erupciones y terremotos con la anticipación suficiente para evacuar la zonas conflictivas
  • diseñar construcciones antisísmicas de viviendas, edificios, puentes, rutas y demás estructuras
  • diseñar métodos de disipación de energía sísmica

Las tres soluciones son tecnológicas y no actúan sobre el propio sismo sino sobre su impacto en nosotros. Pero en el supuesto de que la tecnología humana siga evolucionando durante siglos, nada impide el desarrollo de técnicas de mitigación que transformen una gran catástrofe sísmica en un montón de pequeños y manejables terremotos y erupciones. 

En el caso de terremotos ocasionados por el choque de placas tectónicas, no disponemos aún de tecnología para acceder a los puntos de contacto, pero no existen impedimentos teóricos para poder hacerlo en el futuro. En el caso de los volcanes y depósitos de lava, ya es posible acceder a ellos aunque no sepamos aún como redirigir la presión y en qué medida esto es posible. 

Sin duda, en unos pocos siglos a partir de ahora, la tecnología nos permitirá librarnos también de las mega erupciones como posible causa de extinción de nuestra civilización.

Otras causas de extinción

Si nuestra civilización se estabiliza y continúa desarrollando tecnología, todos los eventos mencionados podrán resolverse por medios tecnológicos. Debemos preguntarnos entonces qué otras cosas podrían extinguir a una civilización tecnológica que ya aprendió a no autodestruirse.

El espacio es peligroso. Existen allí afuera muchos fenómenos cósmicos capaces de aniquilar a nuestra civilización, empezando con la propia muerte de nuestro planeta [3], cosa que indefectiblemente ocurrirá dentro de miles de millones de años. Sabemos que entonces el Sol vivirá estertores, que su diámetro aumentará, que la Tierra será arrasada por el calor y que finalmente se precipitará hacia él. Todos los mundos tienen destinos parecidos, ser engullidos por su estrella o vagar por el espacio transformados en una esfera helada hasta que algún objeto masivo los atraiga y los engulla. 

Cuando un sistema estelar se apaga, puede expulsar parte del material al espacio. Este material se junta con otras provisiones parecidas, generando nuevos sistemas planetarios millones de años después. Las estrellas se encienden y se apagan y se vuelven a encender dando cuerda a un universo que avanza indefectiblemente  hacia su muerte. Hay muchas versiones respecto a como será el fin del universo; pero nosotros solo necesitamos saber que dentro de cien mil millones de años seguirán encendiéndose estrellas y conformando entornos aptos para la vida.

Existen episodios más cercanos que pueden extinguir a una civilización como la nuestra. Una explosión de supernova es el fin de una estrella muy masiva. La gravedad estruja a la estrella hasta que ninguna fusión nuclear puede ya vencer la presión gravitatoria; en ese momento todos lo protones se transforman en neutrones y se acumula mucho material en la periferia. Finalmente la estrella estalla con una explosión colosal que puede brillar en el cielo más que toda una galaxia, expulsando mucho material al exterior y dejando solo una pequeña bola de unos kilómetros de radio, inconcebiblemente densa, formada por neutrones. Si la estrella estuviera muy cerca de nosotros, la explosión podría afectar a la vida en la Tierra y en particular a nuestra civilización.  A 40 o 50 años luz de distancia [4], una explosión de supernova ya podría extinguirnos; pero como nuestra galaxia tiene cien mil años luz de punta a punta, 50 años luz es muy poco. Es imposible que una estrella tan cercana estalle como supernova y que una CiTE no lo sepa mucho tiempo antes.  

Si la estrella del ejemplo fuera demasiado masiva, siquiera una bola de neutrones podría quedar en su centro. La estrella explotaría igual que antes pero dejaría un agujero en el centro, una zona de espacio tiempo tan desgarrada que nada que pasara a cierta distancia podría salir de allí. A esas regiones del espacio se las llama agujero negro porque es justo lo que veríamos si miráramos hacia él. Dentro del agujero, la masa de la estrella se concentra en un punto de densidad infinita y radio nulo llamado singularidad cuya física no se puede tratar. Más allá de las teorías y las discusiones, los agujeros negros realmente existen y pululan por el espacio, de modo que tiene sentido preguntarnos si uno de ellos puede atentar contra una  civilización tecnológica.

Las supernovas y los agujeros negros son parte de los peligros que podrían aguardar allí afuera y por cuyo potencial de extinción tiene sentido preguntar. No se trata de peligros inminentes pero podrían acotar la longevidad de las formas estables de tecnología. En el fondo queremos saber si existe algo, más allá de la muerte del universo, que pueda extinguir a una civilización con independencia de la tecnología que desarrolle para evitarlo. ¿Podría exterminarnos la cercanía de una explosión de supernova, o la inminencia de un sorpresivo agujero negro, o un paseo del Sol por una región de la Vía Láctea superpoblada de despojos y explosiones? 

Son muchos los peligros cósmicos que pueden exterminar a una civilización, pero existe una estrategia tecnológica que a largo plazo puede eludirlos a todos: la colonización.


3.   Una tecnología para la colonización

El impulso humano por colonizar el espacio es claro y evidente. Marte, por ejemplo, despertó la imaginación de mucha gente y conforme la tecnología se fue desarrollando, la colonización de Marte se fue acercando a los hechos. En la actualidad existe la intención concreta de establecer una colonia en Marte [5] donde luego de algunas generaciones de pioneros, la gente pueda vivir como si la colonia fuera una ciudad más.

Establecer colonias en otros mundos es un plan cien por ciento tecnológico. Se necesita tecnología para construir ciudades que se puedan mantener a sí mismas utilizando materiales locales y que puedan sostener a una población de humanos que nazcan, vivan y mueran allí. Con solo un poco más de tecnología, nuestra civilización podría hacer esto en Marte, en Ceres [6] o en algún satélite de nuestro sistema solar.

Si nuestro deseo fuera ir a las estrellas, Próxima Centauri es el candidato primario, con un sistema estelar donde orbita un planeta habitable. Sin duda, la colonización estelar llevará miles de años de desarrollo tecnológico, pero nada es imposible para una tecnología que pueda desarrollarse el tiempo suficiente. De hecho, no existe ningún impedimento en las leyes de la física para establecer una colonia en el mismo borde de la Vía Láctea.

La capacidad de establecer colonias es mucho más importante de lo que parece. Si una supernova estallara aquí, las únicas civilizaciones capaces de sobrevivir serían las que contaran con colonias suficientemente alejadas. Mantener colonias en varios mundos significa para una CiTE lo mismo que para un país representa contar con muchas ciudades; una catástrofe natural puede exterminar a una ciudad, pero no al país entero; y si la catástrofe se detecta con la debida antelación, los ciudadanos pueden migrar a otra ciudad. 

Si una civilización puede vivir en varios mundos, entonces ningún desastre local podría matarla, y esto incluye a los paseos del Sol por regiones peligrosas, a las explosiones de supernovas cercanas o a los agujeros negros sorpresivos. Pero también incluye a los impactos meteóricos, las grandes erupciones o las pandemias letales que vimos al principio.

Si dadas dos civilizaciones tecnológicas estables una estableciera colonias y la otra no, la primera sería más frecuente que la segunda porque se libraría de muchos factores de extinción que seguirán afectando a la civilización estática. No estamos explicando la capacidad de establecer colonias como el resultado de un mandato psicológico inevitable, ni como una extrapolación al espacio de lo que una civilización ha venido haciendo  para expandirse dentro de su mundo. Estas razones serían atendibles, sí, pero discutibles. La razón que proponemos es objetiva y está fuera de toda discusión, las civilizaciones que fundan colonias son más frecuentes que las que no, porque hay factores que pueden exterminar a las segundas y no pueden exterminar a las primeras. Si hubiera civilizaciones de los dos tipos, las colonizadoras serían mayoría por simple selección natural. Pero como las civilizaciones altamente tecnificadas ya habrían hecho  esta cuenta, todas viajarán por el espacio estableciendo colonias. 

La última oración es más importante de lo que parece; las CiTEs colonizadoras son más frecuentes que las no colonizadoras, pero todas las CiTEs conocen este hecho, de modo que  todas serán colonizadoras. El conocimiento puede cancelar a la selección natural cuando ya sabe lo que la naturaleza preferirá. Conocer los factores que aseguran la estabilidad es más veloz que esperar la producción de mutaciones aleatorias y la posterior selección natural. Conviene comprender este ejemplo porque en las próximas entradas razonaremos de manera similar: El conocimiento de la estabilidad es un factor de estabilización.

Dado que establecer colonias es, además, una posibilidad tecnológica al alcance de toda CiTE, todas ellas establecerán colonias. Y como no conocemos nada capaz de aniquilar a una civilización altruista que puede vivir en varios mundos, exceptuando la propia muerte del universo, no conocemos nada capaz de matar a una CiTE, salvo la propia muerte del universo. 

La conclusión de todo esto es sorprendente. Si una especie es suficientemente altruista, entonces su civilización puede atravesar la inestabilidad típica y transformarse en una CiTE. Si las CiTEs logran sobrevivir unos miles de años más desarrollando tecnología entonces pueden establecer colonias. A partir de allí su tecnología le permitirá superar cualquier factor de extinción y su longevidad crecerá varios órdenes de magnitud. Un salto abismal.

Revisaremos en breve si luego de atravesar la inestabilidad típica el altruismo de una especie puede ser tan estable. Pero antes debemos decir algunas cosas más sobre la longevidad tecnológica de una CiTE.


4.   Una historia tecnológica universal.

Si hasta ahora las CiTEs han nacido pero no han muerto, entonces se deberían estar acumulando. Es un hecho inquietante que nos lleva directo a otras preguntas ¿Cuánto hace que el universo podría estar generando formas estables de tecnología? ¿Qué significa que la longevidad de una CiTE sea "inconcebiblemente alta"? 

Nuestro universo tiene 13.800 millones de años, pero no siempre fue igual que ahora. El Big Bang solo produjo hidrógeno y un poco de helio; no existían elementos más pesados que esos, ni mucho menos moléculas replicativas. Durante los primeros cientos de millones de años, el universo estuvo fabricando elementos más pesados. Los materiales posteriores al Big Bang se cocinaron en gigantescas estrellas  que explotaban una y otra vez para nutrir a nuevos astros. Mediante este proceso el universo fue ganando metalicidad.

Hace 3000 millones de años ya existían mundos con carbono, oxígeno, nitrógeno, calcio, fósforo y otros elementos  necesarios para sintetizar los primeros replicadores. Si extrapolamos los tiempos terrestres, 1000 millones años después, ya era posible la vida en el universo, y 4000 millones de años después ya podían existir especies con inteligencia, cultura y tecnología. Las primeras CiTEs pueden haberse originado 8000 millones de años después del Big Bang, hace 5000 o 6000 millones de años.  

La tecnología en el universo pudo tener una historia, con un inicio, un antes y un después. Una historia muy longeva de la que nada sabemos. Si las CiTEs se están acumulando desde hace miles de millones de años, entonces el universo podría ser muy distinto a como lo conocemos y las formas estables de tecnología podrían dejar huellas  muy diferentes a lo que hoy podemos reconocer como evidencia de actividad tecnológica; huellas inteligentes difíciles de distinguir de un fenómeno natural.

Dejemos de lado por ahora las posibles evidencias. Si las CiTEs nacen y no mueren, deben acumularse, y si las tecnologías estables se acumulan, el universo debe tener una historia.


5.   La tecnología mínima

Si las CiTEs tienen un origen común en la inestabilidad típica, es lógico preguntar en qué más se pueden parecer. Hasta ahora sabemos que existe un altruismo mínimo $M$ que debe ser universal, pero hay otro aspecto en el que deben parecerse todas ellas: su nivel tecnológico.

Una CiTE nace cuando supera la inestabilidad típica, una inestabilidad netamente tecnológica. Para sobreponerse a ella es necesario que  la civilización supere los problemas que genera. Si bien muchos de estos problemas serán distintos para cada civilización, existen problemas comunes a todas ellas respecto a los que ya hemos hablado aquí. En concreto, todas las civilizaciones desarrollarán tecnología nuclear, todas explotarán su mundo hasta hacerlo deficitario generalizando prácticas tecnológicas y todas se desordenarán debido a la tecnología aplicada al trabajo. Existe una tecnología mínima a partir de la cual es posible llegar a una inestabilidad tecnológica y otra tecnología mínima a partir de la cual es posible superarla con éxito. Si bien ambos mínimos deben ser parecidos, el que a nosotros nos interesa es el mínimo necesario para superar la inestabilidad.  La existencia de una cota superior asegura la existencia de una tecnología mínima; y una tecnología para la colonización es una cota superior.

La mínima tecnología necesaria para sortear la inestabilidad típica es solo un conjunto de conocimientos teóricos y prácticos, un "saber qué" y un "saber cómo" que están integrados en la cultura de la especie; un complejo conjunto de replicadores culturales que se transmiten de un individuo a otro. Algunas formas tecnológicas serán propias de unos mundos y no estarán en otros, pero muchas otras serán comunes a todos ellos, como por ejemplo la tecnología nuclear. Hemos visto además que la selección de grupos no puede sustentarse en la evolución de meros replicadores moleculares; mucho menos podría hacerlo la tecnología, ambos necesitan también de la cultura. El nivel tecnológico es parte del acervo cultural de toda civilización, se asienta en un subconjunto de la cultura. Si existe una tecnología común a las CiTEs, entonces existe una porción de su acervo cultural que es común a todas ellas. No estamos hablando de un número sino de un conjunto concreto de prácticas y teorías. Salvo equivalencias, el conocimiento necesario para extraer energía de los átomos es el mismo en todos los casos.

Esto es curioso. Nada hemos dicho de la anatomía, el tamaño y la forma de la especie inteligente que podría protagonizar una CiTE, sin embargo podemos afirmar que existe una parte de su cultura tecnológica que es idéntica en todas ellas.  La misma física construye los mismos replicadores culturales en unas y otras CiTEs, y no importa siquiera que las regiones del espacio en las que viven estén causalmente relacionadas. 

Los replicadores culturales humanos tal vez se asienten en diferentes conexionados neuronales. No tenemos idea acerca del soporte de una cultura extraña, sin embargo, existe un desempeño mínimo que debe ser idéntico. Y no es un desempeño menor, incluye, por ejemplo, a la tecnología nuclear.

El mínimo conjunto de tecnologías para atravesar la inestabilidad típica y conformar una CiTE es universal. En consecuencia, el subconjunto de replicadores culturales necesario para sustentar esa tecnología, también es universal. Las CiTEs se parecen entre sí porque parte de su acervo cultural es idéntico en todas ellas.

 

6.   Tecnologías de igualación

Para poder perdurar, no basta con que una civilización tecnológica  se transforme en una CiTE, es necesario además que continúe desarrollando tecnología hasta lograr la capacidad de crear colonias. Cuanto más alejadas estén las colonias, menos probable es que la cultura se extinga con un desastre cósmico. Tal vez una civilización logre inmunidad cuando pueda construir colonias a 100 años luz del origen porque a esa distancia ya no es probable que una explosión de supernova pueda perturbar a la colonia.

Para construir colonias a 100 años luz de distancia, una civilización necesita resolver muchos problemas tecnológicos. Es necesario que se acelere considerablemente la velocidad de los viajes. A 3000 kilómetros por segundo, todavía se tardarían 10000 años en llegar. La información llegaría en 100 años, de modo que la inteligencia debería ser suficientemente lenta para que la información pueda viajar hasta allí, hacer mella y volver con resultados que permitan tomar nuevas decisiones. Para poder construir una colonia hay que determinar de qué manera exacta se utilizarán los materiales existentes in situ. Hay que resolver un número impensado de problemas referidos a la logística del viaje. Una colonia lejana solo podría establecerse como corolario de un proceso paulatino, donde sucesivas colonias se establecen en mundos cada vez más alejados conservando la estabilidad de su tecnología y un alto grado de independencia. A la velocidad actual, no bastan miles sino decenas o cientos de miles de años, aunque no esperamos que una CiTE viaje todavía tan despacio [7].

Sabemos que colonizar es un desafío netamente tecnológico y que debe existir una mínima tecnología a  partir de la cual la colonización se hace posible. Al presente, siquiera vislumbramos esa tecnología mínima pero sabemos que se puede implementar sin violar las leyes de la física.

De aquí en más, toda la cuenta es la misma. Una tecnología mínima implica un mínimo acervo cultural formado por un mínimo complejo de replicadores culturales. Para que una CiTE pueda crear una colonia lejana debe contar con esta tecnología mínima y, por lo tanto, con la cultura que la expresa. Notemos también que una vez alcanzada la tecnología umbral para la colonización, esta tecnología se torna inconcebiblemente longeva porque las CiTEs colonizadoras que ayuda a construir también duran un tiempo indefinido. No solo las CiTEs deben ser longevas, también deben serlo gruesos trozos de su cultura.

Existe entonces una tecnología mínima para que se forme una CiTE, y otra tecnología mínima para que la CiTE pueda colonizar. Obviamente, la segunda incluye a la primera. Pero si todas las CiTEs se vuelven colonizadoras, entonces la primera es la verdadera la tecnología umbral. Mencionamos a la mínima tecnología necesaria para la colonización porque nuevamente exhibe una similitud, un punto de contacto donde se igualan las culturas de todas las formas estables de tecnología. 

Es evidente que tecnologías similares siempre llevarán a una similitud en los acervos culturales de las CiTEs comparadas. La pregunta es, entonces, ¿Convergen o divergen las tecnologías de las CiTEs después de colonizar? La sucesión de niveles tecnológicos posibles de allí en más, depende de la sucesión de estados de conocimiento acerca del universo. Pero el universo es un objeto común a toda CiTE, y sus secretos estarán igualmente disponibles para todas ellas, lo que nos invita a pensar que los diferentes estados de conocimiento del universo serán análogos. La evolución tecnológica sigue una mínima sucesión de complejidad creciente: La teoría de la relatividad siempre será posterior a la mecánica de Newton y esta posterior a las leyes de los planos inclinados; la tecnología nuclear será posterior al electromagnetismo y éste posterior a las leyes de Faraday y Oersted. Si la secuencia de tecnologías es la misma para todas las CiTEs, la secuencia de conocimientos asociados también es la misma y hay una sucesión de acervos culturales mínimos en que se parecen.

De acuerdo a todo esto, las CiTEs se igualan al menos en el acervo cultural que define su derrotero tecnológico. Y cuanto más longevas son, mayor es el parecido de esos acervos tecnológicos.


7.   Un proceso cultural único

Una especie biológica puede durar cientos de miles o unos pocos millones de años, Si una CiTE perdura  miles de millones de años entonces es evidente que su larga historia debe contener una sucesión de especies culturales.

La alternativa obvia a esta postura es que las CiTEs no sean realmente tan longevas y que su edad quepa dentro de la edad de una especie cultural. Pero esto solo es posible si una especie estable "desaprende" su altruismo fraternal y vuelve a tornarse autodestructiva. Veremos en la próxima entrada que esto es sumamente improbable. Si una especie inteligente deja atrás para siempre su naturaleza autodestructiva, su tecnología le permitirá evitar toda extinción posible. En ese caso, las CiTEs realmente pueden contener una larga sucesión especies culturales. 

Estamos habituados a creer que una especie cultural genera diferentes tecnologías, pero jamás pensamos en un proceso tecnológico que contenga una sucesión de especies culturales. Lo revisamos ahora porque estamos obligados a hacerlo, porque las CiTEs pueden ser mucho más longevas que una especie. 

Parece excéntrico pero no lo es. Si una CiTE fuera tan longeva como la vida, las características que hacen estable a la vida también podrían estar presentes en las formas estables de tecnología. Del mismo modo como los organismos vivos se reproducen en otros organismos sin que medie una intervención inteligente, la tecnología podría fabricar más tecnología sin que medie una acción humana. La característica común sería entonces que unos organismos fabriquen a otros organismos. Ya no nos importa si son biológicos o tecnológicos. Si esto puede hacerse de un modo estable, el sistema será estable. Y muy longevo.

Si una CiTE está formada por una sucesión de especies culturales, es necesario entonces revisar como puede operarse la sucesión.

En la naturaleza, la deriva entre especies está dirigida por la selección natural operando sobre sistemas evolutivos. Entre el hombre y algún antecesor arborícola media una larga serie de reproducciones donde cada individuo dejó más descendencia que el resto. Hubo una acumulación de diferencias que fueron seleccionadas por la naturaleza y nos trajeron hasta aquí.

Dentro de una tecnología estable, la deriva de especies tecnológicas ya no debe obedecer a una selección natural  sobre mutaciones aleatorias sino a algo que Hawking llamaba "evolución autodiseñada" [8]. Aún pese al carácter inestable de nuestra tecnología, ya somos capaces de editar ADN ,esto es, de cortar y pegar instrucciones dentro de nuestro replicador molecular [9]. Esto significa que en un futuro próximo no necesitaremos esperar que una selección actúe sobre mutaciones al azar sino que los cambios serán practicados adrede para alcanzar objetivos determinados. Precisamos saber qué cambios en el ADN implican qué cambios en el fenoma, pero esto es conocimiento, el conocimiento es tiempo y el tiempo es la característica distintiva de una CiTE. En un futuro cercano seremos capaces de modificar a voluntad nuestro propio ADN.

Si la selección natural es reemplazada por el autodiseño inteligente, la sucesión de especies que debe caracterizar una CiTE podría ser muy distinta a como lo imaginamos. Los cambios serían más continuos y la evolución, que hoy entendemos como una sucesión de especies, podría ser reemplazada por una lenta y continua transformación cuya velocidad obedezca a la evolución del conocimiento o a otros aspectos que aún no alcanzamos a ver. 

Ya no debemos esperar que cada especie genere una cultura distinta y por lo tanto, que una sucesión de especies implique una sucesión de culturas. Los cambios en las especies tecnológicas pueden operarse lenta y continuamente dentro de un mismo proceso cultural. Además, la existencia de un fenómeno tecnológico subyacente implica una cultura asociada subyacente; una cultura capaz de transcender esa sucesión de especies.   En las entradas siguientes intentaremos caracterizar esa cultura.

8.   Conclusión

El proceso que construye formas estables de tecnología siempre incluye una inestabilidad donde la supervivencia es peligrosa. Si la especie tecnológica es suficientemente altruista, la civilización se adapta al tamaño de su tecnología y su población, atraviesa el período inestable y se transforma es una CiTE, una civilización tecnológica estable. Cuando esto ocurre, el desarrollo tecnológico puede cancelar todos los factores de extinción, la longevidad de la civilización da un salto hacia adelante y se incrementa hasta hacerse inconcebiblemente longeva.

El universo puede contener CiTEs desde hace miles de millones de años. Si las CiTEs se acumulan, entonces existe una historia universal que comienza cuando se genera la primera y sigue hasta hoy.

Existe una tecnología mínima a partir de la cual las CiTEs son posibles. Esa tecnología es universal, todas las formas estables de tecnología deben contenerla.

Las CiTEs se igualan primero en el acervo cultural que define a esa tecnología mínima. Tiempo después se igualan en el conocimiento necesario para establecer colonias y sospechamos que la igualación prosigue porque el universo funciona como referente común de esos desarrollos tecnológicos.

La longevidad de las formas estables de tecnología es tal que su historia puede contener a muchas especies y muchos mundos.

La sucesión de especies tecnológicas dentro de una CiTE no está gobernada por la selección natural sobre mutaciones aleatorias, tal como la conocemos, sino por el autodiseño de la especie tecnológica. Esto hace que la sucesión de especies dentro de una CiTE sea más suave y que una cultura única pueda gobernar todo el proceso. 

Una CiTE es inconcebiblemente longeva porque su tecnología es suficiente para vencer cualquier factor de extinción; pero todo esto es posible porque hemos supuesto que luego de atravesar el período inestable las civilizaciones aprenden para siempre a no destruirse a sí mismas. Este supuesto no es obvio. Revisar la perpetuidad de una cultura altruista después de la inestabilidad típica, es algo que hemos reservado para la siguiente entrada.


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[1] https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/como-desviar-asteroide_15214
[2] https://planetainteligente.elmundo.es/2019/retos-y-soluciones/nueve-innovaciones-para-predecir-terremotos-y-minimizar-los-danos.html
[3] https://www.abc.es/ciencia/abci-podria-futuro-tierra-planeta-muerto-junto-frio-cadaver-201904042003_noticia.html
[4] https://www.abc.es/ciencia/abci-desde-distancia-puede-matarnos-supernova-201705171358_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
[5] https://www.abc.es/ciencia/abci-elon-musk-esta-seguro-mandara-humanos-marte-2026-o-incluso-antes-202012090137_noticia.html
[6] https://www.abc.es/ciencia/abci-proponen-construccion-quince-anos-mega-colonia-orbital-alrededor-ceres-202101210849_noticia.html
[7 https://www.abc.es/ciencia/abci-ocho-naves-espaciales-podremos-abandonar-sistema-solar-201811282116_noticia.html]
[8] https://elpais.com/elpais/2018/10/23/ciencia/1540309489_790251.html
[9]  https://www.bbvaopenmind.com/articulos/la-revolucion-biologica-de-la-edicion-genetica-con-tecnologia-crispr/

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6.1 El salto discreto por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.

martes, 9 de junio de 2020

4.1 Los individuos necesarios

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  1. Introducción
  2. Un problema de escala
  3. La montaña de datos
  4. Atributos y comportamientos
  5. La inteligencia





 
1.   Introducción

En las entradas anteriores encontramos un período inestable por el que toda especie inteligente que acumule tecnología debe pasar en algún momento de su historia. Esta inestabilidad típica se configura cuando la especie inteligente acumula suficiente tecnología y población para alterar algunos patrones globales de su medio ambiente. Se trata de un proceso de adaptación donde la civilización debe adecuarse al tamaño de su mundo y a la tecnología que produce. 
Hemos visto que también son típicos algunos de los problemas que se presentan durante esa inestabilidad y es razonable suponer que esos problemas comunes se traduzcan en características comunes. Dicho de otra forma, todas las civilizaciones que atraviesan la inestabilidad típica deberían parecerse un poco porque todas debieron lidiar con problemas parecidos para salir de allí. 
Luego de una inestabilidad sigue una fase estable y por lo tanto, longeva; pero el tamaño de esa longevidad es una cuestión central aquí. No es lo mismo ser el inicio de la fase estable de una civilización que durará 10.000 años que ser el nacimiento  de una inteligencia que durará, tal vez miles de millones de años.  Nosotros no sabemos cuál es la longevidad de una especie tecnológica porque se trata de un fenómeno reciente aquí y porque ha nacido y aún no ha muerto. Lo mismo ocurre con la vida, que sigue existiendo luego de miles de millones de años. Cuanto más longevas son las estructuras tecnológicas, más importante debe ser la inestabilidad típica que las da a luz.
Tal como lo hemos definido, las civilizaciones que logran atravesar la inestabilidad típica son las civilizaciones tecnológicas estables y debido a su naturaleza estable, deben ser los ladrillos en que se funda la inteligencia en el universo.   Nosotros no sabemos cuáles son las condiciones necesarias y comunes para que una especie inteligente atraviese la inestabilidad típica y conforme una civilización tecnológica estable, pero es vital que sepamos al menos donde buscar.


2.   Un problema de escala

Existen muchos fenómenos naturales donde un mismo objeto presenta distintos comportamientos a diferentes escalas de magnitud. En un fluido, como el agua, las olas son un fenómeno macroscópico cuyo tamaño puede tener desde algunos centímetros hasta algunos metros. Todo fluido es un conjunto de moléculas de modo que, a igualdad de los demás factores (gravedad, presión, temperatura), todos los fenómenos macroscópicos de los fluidos deben quedar determinados, en última instancia, por la dinámica de las moléculas. Pero las moléculas son objetos varios órdenes de magnitud menores que las olas y su dinámica se expresa por unas leyes muy diferentes que las leyes de las olas.

10 Características Químicas del Agua

Es claro que debe ser posible explicar a las olas a partir de la dinámica de las moléculas, pero en la práctica esto sería sumamente engorroso; habría que explicar a la ola como resultado del movimiento de millones y millones de moléculas individuales.
Las características que describen el fenómeno de las olas en un fluido dependen de ciertas constantes que caracterizan al fluido. Líquidos distintos, como el agua o el alcohol seguirán las mismas leyes pero con distintas constantes. Estas diferencias entre las constantes provienen, en ultima instancia, de las diferencias existentes entre las propiedades químicas de las moléculas de unos y otros fluidos. Pero una vez que los científicos han determinado de forma empírica los valores de las constantes, tratar de confirmar sus valores en base a sus propiedades moleculares es una mera exquisitez científica. Lo que no debemos olvidar jamás es que las diferencias entre las olas de agua y las de alcohol, por ejemplo, provienen únicamente de las diferencias químicas entre la moléculas individuales de agua y las moléculas individuales de alcohol, y de ningún otro lado.
Cuando un mismo objeto presenta comportamientos que responden a teorías diferentes a distintos ordenes de magnitud, la ley que explica el fenómeno mayor, en principio, puede derivarse de la ley que explica el fenómeno menor, aunque en general esto resulte muy difícil de hacer.
Una civilización inteligente es un gran fenómeno que presenta comportamientos diferentes a distintas escalas de magnitud. En el caso de nuestra civilización, la distancia entre el tamaño del fenómeno estadístico, que es la civilización, y el objeto básico, que es el individuo, es de 10 ordenes de magnitud, ya que la civilización humana actual asciende a $0,78\cdot{10^{10}}$ individuos (7.800 millones de individuos).
En general, la civilización es un fenómeno estadístico de una legión de moléculas, que son los individuos. Los principios generales que describen el comportamiento de los individuos son muy diferentes a los principios que describen el comportamiento de las civilizaciones; pero el comportamiento de las civilizaciones queda determinado, en gran medida, por el comportamiento de los individuos de su especie inteligente. 
Este detalle es muy importante. La posibilidad de que una civilización inteligente atraviese con éxito la inestabilidad típica dependerá muy fuertemente del comportamiento de los individuos, y cualquier fenómeno que seleccione características de las civilizaciones, seleccionará también características de los individuos.
Si imaginamos que, en el vasto universo, los atributos de los individuos inteligentes pudieran variar libremente, sin restricciones, que pudiéramos dar con el tipo de comportamiento que se nos antoje, entonces la inestabilidad típica funcionará como un filtro que dejará pasar a las civilizaciones cuyos individuos inteligentes presenten cierto tipo de comportamiento y no dejará pasar a las demás. La inestabilidad presiona sobre las civilizaciones pero la selección se realiza sobre los individuos inteligentes. El problema es parecido a explicar el comportamiento de las olas conociendo solo las propiedades químicas de las moléculas de agua. Si las moléculas individuales tienen tales propiedades, entonces las olas que forman siguen tales leyes. O recíprocamente, si las olas siguen tales leyes, sus moléculas individuales son de tal forma. En este caso también intervienen dos escalas de magnitud diferente, la civilización tecnológica y el individuo inteligente. Si los individuos actúan de tal forma, la civilización que integran actúa en su conjunto de tal otra forma. Recíprocamente, si la civilización se comporta de cierta manera, los individuos deben actuar de tal otra.
Nuestro objetivo es, justamente, determinar qué tipo de comportamientos deben presentar los individuos de una especie inteligente para que la civilización que conforman pueda atravesar con éxito la inestabilidad típica.


3.   La montaña de dados

Imaginemos una montaña formada por un millón de dados de un centímetro de lado. Si miramos la montaña, sin detalle, no podríamos distinguirla de una montaña de piedras irregulares del mismo tamaño y cantidad. Necesitaríamos mirar cada piedra individual para notar la diferencia. Sin embargo se trata de una diferencia radical.
Si por alguna razón la montaña de dados ya no nos entrara, podríamos resolver el problema armando un gran cubo de cien dados por cien dados por cien dados. Obviamente, el gran cubo ocupa ahora mucho menos lugar que la montaña; sería más compacto, más reducido y más denso. Para armar el cubo grande solo necesitaríamos reordenar a los pequeños dados que formaban la montaña. Es un simple problema de organización; los dados son los mismos ordenados diferente.
Con la montaña de piedras, en cambio, no podíamos armar un gran cubo porque las piedras tienen forma irregular. Ya no tendríamos un mero problema de organización; tendríamos primero que cambiar la forma de las piedras y hacer dados. Además, el cambio no sería siempre el mismo, dependería de la irregularidad inicial de la piedra: si la piedra es casi un cubo, tal vez no habría que modificarla; si en cambio, las irregularidades fueran muchas, deberíamos trabajar un rato.
Lo importante aquí es reconocer dos cosas: 
  1. Es considerablemente más probable encontrarnos con una montaña de piedras irregulares que hallarnos frente a una montaña dados iguales. 
  2. No es lo mismo un cambio de ubicación que un cambio de forma. El segundo lleva mucho más esfuerzo que el primero.
En nuestra analogía, los objetos de la montaña son los individuos de una especie inteligente, la montaña es la civilización tecnológica tal como llega a la inestabilidad típica y el gran cubo es la civilización tecnológica estable. Las dos condiciones de arriba son ahora sencillas de reconocer. No debemos esperar que una civilización tecnológica atraviese la inestabilidad reordenando a los mismos individuos. Es necesario que algunos individuos cambien de comportamiento. La segunda condición dice que ese cambio de comportamiento requiere mucho más esfuerzo que un simple cambio de organización.
En la práctica, una civilización llega a la inestabilidad típica con una mezcla de individuos, algunos de los cuales tienen el comportamiento para formar el gran cubo, pero no lo saben y otros simplemente no lo tienen (y tampoco lo saben). Nadie sabe cuál es ese comportamiento porque nadie sabe que debe formar un gran cubo. Lo ignoran hasta que el espacio para la montaña se empieza a achicar  y las diferencias se empiezan a notar. Esto es lo que ocurre durante la inestabilidad típica; la población se incrementa vertiginosamente y la civilización comienza a utilizar más mundo del que tiene.
La analogía de las diferentes escalas nos dice que la inestabilidad típica presiona sobre la civilización pero la selección se opera sobre los individuos. La segunda analogía nos dice que la selección se realiza de acuerdo a algunos atributos que nadie conoce hasta que la presión comienza.
Hagamos una analogía más. Imaginemos que nos dan un reglamento de baloncesto y nos piden determinar qué características deben reunir los jugadores para tener más chances de ganar. Nosotros jamás hemos visto el juego, pero allí tenemos el reglamento para enterarnos de qué se trata. Descubrir que los hombres excepcionalmente altos son los indicados para el baloncesto a partir de la mera lectura de las reglas del juego sería resolver un verdadero acertijo. El problema que se nos plantea a nosotros aquí tiene el mismo formato. El objetivo del juego es ahora atravesar la inestabilidad típica y a nosotros se nos plantea descubrir cómo deben ser los jugadores.
Esto no es fácil de hacer, pero resulta muy sencillo de definir y comprender: queremos determinar qué atributos deben presentar los individuos de una especie inteligente para que la civilización que conforman pueda atravesar con éxito la inestabilidad típica.
 

4.   Atributos y comportamientos

Arriba, hemos repetido nuestro objetivo dos veces, con una sutil diferencia: en el primer caso buscábamos individuos inteligentes que presentaran cierto tipo de comportamientos para atravesar con éxito la inestabilidad típica, en el segundo caso ya no buscamos comportamientos sino atributos de esos individuos. Es necesario entonces aclarar la relación entre los comportamientos y los atributos.
Un comportamiento es una forma de conducirse o portarse. Por ejemplo, si un individuo interactúa con una persona extraña, que nunca antes ha tratado, puede hablar mucho de entrada, como un vendedor de autos; puede ser más precavido y preguntar primero ciertas cosas o puede tener temor como los niños y no hablar en absoluto. El modo como actúe será su comportamiento.
Todos los comportamientos revelan atributos de los individuos. En el  ejemplo, la persona puede ser más o menos introvertida. La introversión no es su comportamiento sino un atributo del individuo que lo presenta. La gran ventaja de esto es que los atributos se pueden ordenar mientras los comportamientos no respetan ningún orden. Tiene sentido decir que una introversión es mayor que otra pero nada significa decir que un comportamiento es mayor que otro.
Dado el atributo "agresividad", por ejemplo, los conceptos de "más agresividad" y "menos agresividad", tienen sentido para nosotros, entonces la agresividad puede ordenarse. El grado o nivel de agresividad puede representarse con un número, donde mayores valores correspondan a más agresividad y menores valores correspondan a menor agresividad.
Si un atributo es el resultado de una cuenta, entonces, además de ordenarlo, es posible cuantificarlo. En ese caso, podemos hablar de su promedio, su desvío estándar, y hacer todas esas cosas para las cuales son buenos los números.


5.   La inteligencia

Superar la inestabilidad típica es, en esencia, resolver una enorme cantidad de problemas nuevos, todos difíciles, todos urgentes y todos generados por las propias actividades de los individuos. Es necesario, entonces, que la especie tenga la capacidad de resolver problemas nuevos. Pero este atributo es, justamente, la inteligencia. Necesitamos establecer si las especies inteligentes pueden ingresar a la inestabilidad típica con la inteligencia suficiente como para superarla con éxito.
A priori, dadas dos civilizaciones iguales en todo, excepto en el nivel  de inteligencia promedio de la especie, aquella civilización cuyos individuos sean más inteligentes, estarán en mejores condiciones de atravesar la inestabilidad típica que aquella otra cuyos individuos sean menos inteligentes. Pero la inteligencia no será un atributo relevante para nosotros porque el nivel de inteligencia de las civilizaciones al momento de ingresar en la inestabilidad típica es prácticamente el mismo para todas ellas.
Según la entrada anterior, existen tres situaciones que hacen su aparición durante la inestabilidad típica:
  1. El control de la energía nuclear
  2. La acumulación de alteraciones globales en el medio ambiente
  3. El descontrol del mercado laboral
En consecuencia, una civilización que ingresa en la inestabilidad típica tiene la suficiente inteligencia para:
  1. Conocer y controlar la masa crítica del uranio enriquecido
  2. Diseñar e implementar procesos que, en conjunto, tienen el tamaño suficiente para acumular degradaciones en el mundo.
  3. Provocar un recambio tan veloz en el trabajo, que deja a los individuos de la especie inteligente sin chances de aprender las actividades nuevas.
Este es el piso. La llegada a la inestabilidad típica nos permite inferir un mínimo para el nivel de inteligencia de una especie inteligente y ese mínimo queda determinado por los desmanes típicos que todas deben producir. Esto es fácil de entender. La tecnología necesaria para poner en jaque al ecosistema planetario es más o menos la misma en todos los casos. Todas las civilizaciones tienen parecido desarrollo tecnológico durante la inestabilidad típica y, consecuentemente, parecido nivel de inteligencia. Nosotros mismos conocemos esa mínima inteligencia porque nuestra civilización se encuentra en plena inestabilidad típica.
Lo que debemos preguntar aquí es si ese nivel mínimo de inteligencia, determinado por la inestabilidad típica, alcanza para superarla con éxito. Eso es todo lo que necesitamos. Pero la respuesta es, trivialmente, sí. Saber extraer energía de los átomos pero no utilizarla para construir armas, no es un problema de la inteligencia. Saber producir para degradar el planeta pero no hacerlo para ser sustentables no es un problema de la inteligencia. Saber cómo generar dispositivos que nos hagan la comida y nos la lleven a la mesa pero condenar a los individuos que antes hacían el trabajo, no es un problema de inteligencia. Por supuesto que todo esto es problemático, pero no es un problema de falta de inteligencia. Tenemos suficiente intelecto para no fabricar armas nucleares, no realizar procesos degradantes y satisfacer las necesidades de los individuos desplazados de sus trabajos.
El nivel de inteligencia necesario para ingresar a la inestabilidad típica es más o menos el mismo para todas las especies que lo logran; pero además,  es el mismo que se necesita para salir con éxito de allí. 
En la próxima entrada veremos un atributo cuyo nivel sí interviene en las posibilidades de atravesar la inestabilidad típica con éxito. Se trata de algo muy similar a lo que llamamos "altruismo".



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domingo, 3 de mayo de 2020

1.1 La pregunta extraterrestre

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  1. Las afirmaciones probabilisticas
  2. ¿A qué nos referimos?
  3. Muchos mundos
  4. Vida inteligente
  5. El gran silencio




1.   Las afirmaciones probabilísticas
Todos estuvimos alguna vez recostados boca arriba en una noche clara, mirando el cielo estrellado. Y todos experimentamos sensaciones parecidas. Sensaciones que pronto se transforman en preguntas. ¿Cómo será realmente el cielo? ¿Qué habrá allí, donde miramos? ¿Existirán otros mundos, otras vidas, otras inteligencias? ¿Qué estarán haciendo? ¿Nos estarán mirando? ¿Sabrán de nosotros o estarán condenados a las mismas preguntas?
Es una cuestión que reúne a muchos detrás del mismo credo. O bien existe vida más allá de la nuestra, o bien no existe ninguna civilización allí afuera. Pero siempre es un credo, una fe. ¿Cómo puede ser que la ciencia no tenga nada que decir? ¿Estamos condenados a creer en la presencia o la ausencia de civilizaciones tecnológicas en el cielo? Que si el cielo es grande…; que si los mundos son muchos...; que si la vida es improbable… ¿Nadie va a decirnos cómo es el simple cielo que miramos en una noche estrellada? El cielo es enorme; mucho más grande que lo que podemos ver; y no es lo mismo un cielo inteligente que un cielo muerto. Cuando preguntamos si existen inteligencias extraterrestres, realmente estamos preguntando cómo es el universo. No es una pregunta pequeña. ¿Nadie nos puede contestar?
A la ciencia hay que mirarla bien, porque a veces nos habla en un idioma y creemos que nos está hablando en otro. Si bien las afirmaciones de las ciencias fácticas son certeras, precisas y seguras, nunca lo son totalmente. La ciencia nos dirá cómo esperar que caigan los cuerpos atraídos por la gravedad, pero nunca nos dirá cómo caerán exactamente. En general, la ciencia solo puede decirnos cómo debemos esperar que ocurran las cosas pero nunca nos dirá cómo ocurrirán exactamente. No puede saberlo porque sus leyes son una extrapolación universal de observaciones particulares, y no es posible deducir leyes generales a partir de enunciados particulares. La ciencia puede decirnos cómo ocurrirán las cosas si todo lo que ha sucedido hasta ahora ocurriera igual en el futuro.
Pero muchas veces la ciencia siquiera puede decirnos como espera que ocurran las cosas porque los conocimientos necesarios para pronunciarse no están disponibles aún. Solo puede darnos una probabilidad.
Tomemos un párrafo de un informe del IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático [1]) para responsables políticos, publicado en 2019. Dado que los expertos debían asesorar a los responsables políticos para que éstos tomen decisiones, no  podían afirmar nada que no estuviera suficientemente probado. Pero eran conscientes que entre la prueba de una afirmación y su negación, existen muchas instancias intermedias,  distintas a la ignorancia absoluta. De este modo, su lenguaje se enrareció en beneficio de una descripción más sólida.
En la introducción se advierte:
El nivel de confianza asociado a cada una de las conclusiones principales se expresa mediante el lenguaje calibrado del IPCC.3
Y la nota 3 aclara:
El nivel de confianza se expresa mediante cinco calificativos: muy bajo, bajo, medio, alto o muy alto, y figura en letra cursiva (p. ej., nivel de confianza medio). Se han utilizado los siguientes términos para indicar la probabilidad de un resultado: prácticamente seguro, 99 % a 100 % de probabilidad; muy probable, 90 % a 100 %; probable, 66 % a 100 %; tan probable como improbable, 33 % a 66 %; improbable, 0 % a 33 %; muy improbable, 0 % a 10 %; y extraordinariamente improbable, 0 % a 1 %. Se utilizan otras expresiones cuando resulta apropiado (sumamente probable, 95 % a 100 %; más bien probable, 50 % a 100 %; más improbable que probable, 0 % a 50 %; y sumamente improbable, 0 % a 5 %). La probabilidad evaluada figura en letra cursiva (p. ej., muy probable), por coherencia con el Quinto Informe de Evaluación (IE5).
Todas las afirmaciones del  IPCC en su informe para responsables políticos fueron probabilísticas. Es lo que queremos ejemplificar.   Esto que vemos de un panel de científicos expertos hacia un conjunto de representantes políticos es lo que siempre veremos de la ciencia cada vez que trate con afirmaciones expresadas a partir de un conocimiento incompleto de las cosas. Nunca existe una pronunciación acabada; siempre veremos una expresión probabilística respecto a la veracidad de la afirmación.
El modo como la ciencia se pronuncia cuando las afirmaciones son complejas y polémicas (como por ejemplo: “Existen causas humanas para el cambio climático global”), también estará presente cuando las afirmaciones sean menos polémicas y menos complejas, porque esa forma de pronunciarse es una característica de la ciencia. En particular, cuando formulamos una afirmación del tipo “Existen especies inteligentes más allá de la Tierra”, la respuesta solo podrá ser probabilística, y valen las mismas observaciones: entre la afirmación negativa (es falso que…) y la afirmación positiva (es verdad que…) hay muchos estados intermedios en los que se puede encontrar nuestro conocimiento en ausencia de pruebas concluyentes. Esto quiere decir que las respuestas del tipo “ignoro si existen civilizaciones extraterrestres” son meras opiniones, porque la ignorancia siempre es subjetiva, varía de un sujeto a otro. Una forma adecuada de expresar lo mismo sería: “hay una probabilidad de un 50% de que existan civilizaciones extraterrestres”. Pero esta afirmación solo esa atendible si se argumenta,  porque ese 50% no puede salir de una galera. Si esta probabilidad no se argumenta, volvemos a tener una mera opinión.
Es importante diferenciar las opiniones de las afirmaciones científicas, porque una afirmación científica probable es más confiable que una opinión certera. Una inversión económica para buscar vida en otros mundos, por ejemplo, no puede decidirse en base a una opinión subjetiva, se necesitan afirmaciones probabilísticas

2.   ¿A qué nos referimos?

Cuando estudiamos la literatura existente vemos que muchos se han preguntado si existe inteligencia allí afuera, pero no hay acuerdo entre ellos respecto al espacio, al objeto y al tiempo del que se habla. ¿Estamos hablando de una galaxia o de todo el universo observable? ¿Nos referimos a la probabilidad de existencia de mundos con vida o de mundos inteligentes? Si hablamos de inteligencia ¿Nos referimos a especies como la nuestra o más avanzadas que nosotros? ¿Qué significa exactamente ser más avanzados que nosotros? ¿Nos referimos a una civilización tipo II según Kardashov? ¿Qué es una civilización tipo II? ¿A qué tipo de objetos nos referimos? ¿Queremos hablar del instante actual o deseamos ver si el universo ha producido civilizaciones en el pasado o si las producirá en el futuro?
Es muy común presenciar discusiones donde no está acordado cuál es el objeto del que se habla, o donde unos afirman refiriéndose a la galaxia y otros los rebaten refiriéndose al universo observable, o donde no se ha aclarado el intervalo temporal referido.
Para evitar este galimatías, el lector puede considerar que todo lo que afirmemos sin aclaración, siempre estará referido a civilizaciones como la nuestra o superiores, en nuestra Vía Láctea y en el instante actual. Cualquier mención que se encuentre fuera de esto (y habrán muchas) será aclarada.
Existen dos razones cruciales por las cuales podríamos sospechar que existe vida inteligente en el espacio. En primer lugar, porque existen muchos sitios donde el proceso podría haberse dado. En segundo lugar, porque la vida es un fenómeno posible en el universo. De las dos cosas hay pruebas empíricas, pero miremos cada una de ellas.


3.   Muchos mundos
Cuando miramos el cielo durante una noche clara, creemos observar muchas estrellas, pero solo vemos unas 4.000. El resto se encuentra demasiado lejos o son estrellas demasiado pequeñas o nuestra atmósfera es demasiado turbia. En nuestra galaxia existen unos 200.000 millones de estrellas entre las que se encuentra nuestro sol. Es probable que el universo observable cuente con un billón de galaxias parecidas [2], de modo que el número de estrellas allí es de 1023 aproximadamente, esto es, un uno seguido de 23 ceros.
Hace unas décadas atrás, la ciencia nos decía que tal vez giraran mundos alrededor de las estrellas, del mismo modo como giran los planetas alrededor del sol y que, tal vez, cada estrella tuviera al menos un planeta girando en torno a ella [3]. Un planeta no es lo mismo que una estrella, como la Tierra no es lo mismo que el Sol. Podíamos ver  las estrellas pero no veíamos un solo planeta girando en torno a ellas. La idea de que cada estrella tenía al menos un planeta girando alrededor, era un enorme supuesto. Pero con este supuesto ya podíamos hacer cuentas. ¿Cuántas civilizaciones inteligentes existirían entonces en nuestra galaxia? Si solo hubiera un mundo inteligente por galaxia, la probabilidad de generar inteligencia en un mundo sería de 1/200.000.000.000, esto es, 0.000000000005. Decir que nuestro planeta era el único mundo inteligente de la galaxia resultaba equivalente a suponer que la inteligencia tenía una bajísima probabilidad de ocurrir. O bien suponíamos que nosotros éramos un caso muy improbable, o bien suponíamos que había muchos mundos inteligentes en la galaxia. Pero hace unas décadas atrás, todo esto resultaba una especulación porque nunca habíamos visto ningún planeta girando en torno a otra estrella.
En 1995 se confirmó la existencia de un planeta extrasolar [4] y de allí en más la zaga de hallazgos continuó. Hoy se conocen casi 5.000 planetas extrasolares y sabemos que mañana se conocerán más. Este hecho no solo mejoró nuestro conocimiento del universo sino también nuestra certeza respecto a la cantidad de civilizaciones que debemos esperar allí afuera. La conclusión es ahora clara: o bien aceptamos que las especies inteligentes pueblan la galaxia, o bien suponemos que nuestra especie es sumamente improbable. O existen otros mundos inteligentes o nosotros no deberíamos existir.


4.   Vida inteligente

Pero la posibilidad de que exista inteligencia en un mundo no solo depende de la cantidad de mundos sino también de la probabilidad de que uno de ellos pueda producir inteligencia.

Nuestro mundo es una evidencia de que existen mundos con vida en el universo. Y nosotros somos evidencia de que existen las civilizaciones inteligentes. Preguntar cómo se puede originar la vida o la inteligencia en el universo es parecido a preguntar cómo se originó la vida o la inteligencia aquí en la Tierra.
El surgimiento de una especie inteligente a partir de un sistema genético previo, es algo que la ciencia puede explicar. La inteligencia, la capacidad de resolver problemas que no estaban previstos por los genes, es progresiva y universal, siempre será ventajoso para los genes resolver estos problemas cuando la estructura biológica lo permita. Nuestro sistema evolutivo tiene muchos géneros inteligentes y dentro del género homo han existido muchas especies. La inteligencia es un punto de llegada perfectamente explicable. Por supuesto, no conocemos todos los detalles, pero la evolución puede explicarlo.
Del mismo modo es explicable el origen de la vida a partir de un mundo yermo. Tampoco conocemos los detalles pero todo debió empezar [5] con una macromolécula que tuviera la posibilidad de realizar o inducir copias en el sustrato existente. Solo hay dos alternativas: o el replicador se originó en la Tierra o llegó desde el espacio exterior (panspermia); no hay tercera opción. Pero en cualquiera de los dos casos, la vida en la Tierra es explicable.
Si es común que un sistema físico cambie de ser un mundo inerte  a ser uno con vida y es común que un mundo con vida evolucione hacia un mundo con una especie inteligente, entonces es común todo el proceso que va desde un mundo inerte hasta un mundo inteligente. No decimos que es más o menos probable, solo decimos que es común para la ciencia, que no es especial. Claro, lo que podría ser especial es nuestro planeta. Pero esto es muy difícil de probar, porque el universo parece poner las mismas cosas en las mismas proporciones en los mismos lados una y otra vez, y hacia donde miremos vemos lo mismo ¿Por qué sería especial nuestro mundo? ¿Por qué sería distinto a los demás?
Algunas teorías afirman que la Tierra es tan especial que solo existe vida en nuestro mundo entre los 1023 planetas del universo observable. Nosotros creemos que la probabilidad de que estas teorías sean correctas es aproximadamente 10-23.

5.   El gran silencio
Hay un hecho más que hemos pasado por alto cuando hablamos de la existencia de civilizaciones inteligentes en el espacio: No tenemos evidencias aparentes. A donde quiera que miremos, nos encontramos con la más absoluta muerte espacial. No hemos encontrado marcadores de vida ni mucho menos de tecnología en ningún lejano sitio al que hemos dirigido nuestros telescopios ni pudimos ver vida por aquí con nuestras sondas. Ninguna civilización se ha conectado abiertamente con nosotros en la actualidad y no hemos visto ninguna nave de la que hayan quedado registros evidentes.
La falta de pruebas es entonces una evidencia más, y en torno a ella se han aglutinado muchas ideas y muchos especialistas. Es común referirnos a esto como El Gran Silencio, pero la idea ha tenido un inicio histórico claramente reconocido en 1950: la paradoja de Fermi.
Nos interesa resumir  las evidencias en torno a la pregunta ¿hay más inteligencia en la Vía Láctea? del siguiente modo:

1. Nuestro planeta está habitado por una especie inteligente.
2. Existen aproximadamente 200.000 millones de planetas en la Vía Láctea.
3. No hemos reconocido evidencias de que exista otra especie inteligente en la galaxia.

El segundo punto no describe exactamente una evidencia sino un supuesto fuertemente basado en evidencia. Actualmente tenemos pruebas de que existen casi 5.000 planetas girando en torno a otras estrellas y una estimación de entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas en nuestra galaxia; tenemos una teoría que dice que en torno a las estrellas suelen haber planetas y una buena estimación que nos dice que cada estrella tiene en promedio un planeta.
La tarea es responder a la pregunta sobre la inteligencia en el cosmos, de modo que nuestra respuesta sea razonable y satisfaga las 3 evidencias.
Esta es la situación hasta aquí. O bien las posibilidades de que existan civilizaciones inteligentes en nuestra galaxia son muchas, o bien la probabilidad de que un mundo genere vida inteligente es virtualmente nula. En el primer caso debemos explicar por qué no la vemos claramente. En el segundo caso, debemos explicar por qué existimos nosotros si  nuestra probabilidad de existir es virtualmente nula.

_________________
[1] https://www.ipcc.ch/
[2] https://arxiv.org/abs/1607.03909
[3] https://www.nature.com/articles/nature10684
[4] https://www.nature.com/articles/378355a0
[5]https://evolution.berkeley.edu/evolibrary/article/0_0_0/origsoflife_04_sp




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