¿Dónde está todo el mundo?
A veces la ciencia transita andariveles inconexos, donde algunos ya casi han encontrado lo que otros siguen buscando.
En 1950, Enrico Fermi, uno de los padres de la tecnología nuclear, hizo notar el contraste entre la enorme cantidad de civilizaciones tecnológicas que pueden existir en la galaxia según los cálculos y la total ausencia de evidencias: Si hay tantas civilizaciones en el espacio ¿donde está todo el mundo?. Con el tiempo, este argumento sería conocido como la "Paradoja de Fermi".
Pronto la idea ganó protagonismo y se colocó en el centro de la investigación. Casi todos los trabajos sobre el tema comenzaban describiendo la paradoja y muchos seguían más allá, tratando de dar una respuesta al gran silencio extraterrestre.
El caso paradigmático tal vez sea el libro "Tierra Rara" [1] publicado en el año 2000 por Ward y Brownlee, donde se afirma que deben darse muchas coincidencias, una tras otra, para que se generen formas de vida pluricelular o aún inteligente. Según esto, no nos llegan evidencias desde el espacio porque estamos solos o muy esporádicamente acompañados.
En el rincón opuesto, la hipótesis copernicana sostiene que si muchos mundos están sometidos a las mismas leyes físicas y en uno de ellos se produjo una especie tecnológica, es normal esperar que en varios de los otros se produzca también. Esta posición implica que la justificación para la paradoja de Fermi no puede ser la ausencia de civilizaciones tecnológicas.
Durante un buen tiempo ambas posturas debatieron explicando, cada una a su manera, la supuesta ausencia de señales: "`No detectamos evidencias porque no hay civilizaciones allí afuera"' decían unos. "`Sí, hay civilizaciones pero no las vemos por esto o por aquello"' decían los otros.
Sospecha creciente
Desde 1950 hasta el presente ha corrido mucha agua bajo el puente y la idea de que no recibimos ninguna evidencia extraterrestre ya no puede sostenerse ingenuamente.
Ya en 2017, el magnate Robert Bigelow, colaborador y proveedor de la NASA dijo estar absolutamente convencido de que hay extraterrestres en la Tierra, que están frente a nuestras narices y que le importa un bledo lo que piensen de él porque esto no habría de cambiar lo que sabe [2].
También en 2017, en los Estados Unidos, luego de renunciar como director del llamado Programa Avanzado de Identificación de Amenazas Aeroespaciales (AATIP), su director, Luis Elizondo afirmó que "hay evidencia muy convincente de que no estamos solos" [3].
El año pasado el ex jefe de la CIA, John Brennan afirmó que es probable que algunos avistamientos protagonizados por personal de la marina fueran resultado de actividad inteligente no humana [4].
A mitad de este año, el Pentágono desclasificó videos sobre fenómenos aéreos no identificados o UAPs (Unidentified Aerial Phenomena) especificando que al menos 143 casos no pueden explicarse como consecuencia de fenómenos naturales conocidos ni mediante el comportamiento de objetos con tecnología humana conocida [5].
El pasado mes de octubre el director de la NASA, Bill Nelson dijo que 300 pilotos de la marina avistaron fenómenos aéreos no identificados, que algunos objetos incluso fueron detectados por los radares y que podían desplazarse desde la superficie hacia el cielo a una velocidad increíble [6]
A principios de noviembre la senadora estadounidense Kristen Gillibrand presentó una enmienda para legislar la formación de una Oficina de Vigilancia Seguimiento y Resolución de Anomalías (ASRO) que sería responsable de investigar exhaustivamente los avistamientos aéreos no identificados [7].
El 23 de noviembre último, en lo que se considera una movida política con el objeto de enturbiar la aguas frente a la presión del Congreso, la subsecretaria de defensa de los EEUU, Kathleen Hicks, anunció el establecimiento del Grupo de Gestión de Identificación de Objetos Aerotransportados (AOIMSG) con el propósito de estudiar los fenómenos aéreos no identificados ocurridos en los campos de entrenamiento del ejército [8].
La paradoja de la paradoja
Resulta paradójico que mientras la ciencia se afana en mostrar por qué razón no recibimos visitas extraterrestres, los datos objetivos revelen fenómenos cada vez más parecidos a tecnología no humana flameando en el cielo.
Las sospechas llegan desde fuentes cada vez más serias y quienes sospechan son los propios protagonistas de la historia: el director de la oficina que lo investigaba, el jefe de la CIA, el director de la NASA. El propio Congreso estadounidense le reclama información al gobierno (y este cancela una agencia y abre otra para investigar lo mismo con distinto nombre...). Y aún siquiera hemos mirado al resto del mundo, donde se acumula una causística cada vez más ingente y documentada.
La historia es clara cuando la contamos al derecho: Los cálculos hablan de muchas civilizaciones tecnológicas en nuestra galaxia y cada vez son más firmes las evidencias en la Tierra de que esto es ciertamente así.
70 años después comprobamos que la paradoja de Fermi fue un promocionado error de apreciación, que muy probablemente nunca existiera una contradicción, que cada vez resulta más difícil sostener la ausencia de evidencias y que la búsqueda de tecnología no humana ya está prácticamente libre del corsé que le imponía la paradoja de Fermi.
Fermi: La paradoja moribunda por Cristian J. Caravello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario